Colosenses 1:15 al 20 describe toda la grandeza abarcadora de Jesús como Creador, Sustentador y Redentor de todo el cosmos. Esos aspectos de la obra de Jesús son inseparables.

En el año 2009, se celebró el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y el 150 aniversario de la publicación de su libro más importante: El origen de las especies. A continuación, se presentan algunas opiniones sobre el debate entre la evolución versus la creación y sobre conceptos relacionados, tales como la caída del hombre. Todas las citas que siguen provienen de autores que se consideran cristianos:

Francisco J. Ayala, científico y filósofo, escribe: “La evidencia a favor de la evolución es abrumadora […]”.[1] “Que la evolución ha sucedido […] es un hecho”.[2] “El logro más grande de Darwin fue demostrar que la organización compleja y la funcionalidad de los seres vivos puede ser explicada como el resultado de un proceso natural, la selección natural, sin necesidad de recurrir a un Creador o a otro agente externo”.[3]

Por otro lado, el científico Comelius G. Hunter sostiene: “¿Cómo puede, entonces, la evolución ser un hecho si incluso la evidencia positiva no la puede sostener muy bien? La respuesta es que la evolución es considerada un hecho porque los darwinistas creen que han refutado la alternativa: creación divina” .[4] “El darwinismo depende de la religión, pero solamente para invadir la teoría opuesta […]. La evolución, por defecto, se transforma en el filtro explicativo para todo lo que observamos en la naturaleza, no importa cuán forzada sea la explicación”.[5]

El científico y teólogo británico Arthur Peacocke toma una posición diferente. Declara: “La muerte biológica ya no puede ser considerada de manera alguna como la consecuencia de cualquier cosa que los seres humanos supuestamente hayan hecho en el pasado, pues la historia evolucionista muestra que es el medio por el cual aparecen […]. La interpretación tradicional del tercer capítulo de Génesis de que hubo una ‘caída’ histórica, una acción de nuestros progenitores humanos, que es la explicación de la muerte biológica, debe ser rechazada […]. Nunca hubo una era dorada, un pasado perfecto, ningún individuo Adán’ o ‘Eva’, a partir del cual todos los seres humanos han descendido y declinado, y que eran perfectos en su relacionamiento y comportamiento”.[6]

El teólogo Christopher Southgate habla de “una apelación espuria e igualmente no científica a la caída histórica”.[7] Y la filósofa y teóloga “Patricia A. Williams tiene objeciones con respecto a las narrativas de la caída […]. Desde su perspectiva, son una interpretación errónea de Génesis 2 y 3, que [según ella] fue mal interpretado hace mucho tiempo por Pablo, a fin de proveer la ‘catástrofe’ de la cual la venida de Cristo es nuestro ‘rescate’”.[8] Por lo menos, esto es claro con respecto a dos implicaciones: si no hubo creación, no hubo caída, y la venida de Jesús no significó salvación del pecado para la humanidad. Muchos cristianos son inconsecuentes al creer en Jesús como Salvador y al mismo tiempo negarlo como Creador.

Himno cristológico

Dejamos ahora estas opiniones variadas para escuchar las Escrituras. En Colosenses 1:15 al 20, encontramos uno de los himnos maravillosos de Pablo acerca de Jesucristo: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades: todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.

Colosas era una ciudad ubicada a aproximadamente 20 km de Laodicea y 26 de Hierápolis. Está enterrada bajo una colina, sin que nada haya sido construido sobre las ruinas. A pesar de eso, no ha sido excavada.

La iglesia cristiana de Colosas probablemente fue fundada por Epafras. Allí ocurrió el famoso episodio que involucró a Filemón y a su esclavo fugitivo, Onésimo, que fue evangelizado por Pablo en Roma. Pero, la iglesia estaba luchando con falsas enseñanzas. No sabemos la naturaleza exacta de esta herejía, pero podemos reconocer algunos elementos al analizar la refutación de Pablo. La carta a los Colosenses presenta a Jesús en los términos más elogiosos. La herejía debe haber minimizado la preeminencia de Cristo.

En Colosenses 2:8, Pablo advierte contra “filosofías y huecas sutilezas”, lo cual puede apuntar a componentes helenísticos en esa herejía. Según el versículo 18, los colosenses estaban adorando ángeles. En los versículos 8 y 20 se mencionan “rudimentos del mundo”. Formas extremas de ascetismo asociadas con experiencias místicas pudieron haber acompañado la herejía (Col. 2:16) y, finalmente, pudieron, haber contenido elementos judaicos tales como la circuncisión (Col. 2:11; 3:11) y haber hecho referencia a fiestas (Col. 2:16). Pablo también mencionó “tradiciones de los hombres”. Probablemente, la falsa enseñanza era una mezcla de ideas paganas y judaicas, atractivas para muchas personas.

¿Cómo ayudar a la iglesia? La lucha de Pablo por los cristianos de Colosas puede ser reconocida desde el inicio de la carta, cuando habla sobre la verdad (Col. 1:5,6), la instrucción fiel ministrada por Epafras (vers. 7) y su propio deseo de que los cristianos colosenses puedan crecer en el conocimiento de Dios (Col. 1:9, 10). La solución para el problema con la herejía se encuentra en Jesús, en la correcta comprensión de su naturaleza y ministerio, y en el estilo de vida según el ejemplo del Maestro.

Después de un breve saludo al inicio de la carta, Pablo expresa gratitud a Dios y oración por la iglesia (Col. 1:3,4). El párrafo termina con la reafirmación de la certeza de la salvación y la seguridad del perdón de los pecados (Col. 1:13,14). ¿De qué manera se hizo posible esa redención? A través de Jesús. En el himno mencionado, Pablo se detiene en Jesús, alabando su obra y supremacía (Col. 1:15-20). Quien creó todas las cosas es capaz de reconciliar todo a través de su sangre vertida en la cruz. En el centro del himno (vers. 17,18), se enfatiza el hecho de que “todas las cosas en él subsisten”. Todo depende de él y de su cuidado.

Este himno describe toda la grandeza abarcadora de Jesús como Creador, Sustentador y Redentor de todo el cosmos. Esos aspectos de la obra de Jesús no pueden ser separados.

Jesús como creador

El Nuevo Testamento añade una única dimensión al tema de la creación en el Antiguo Testamento. Estamos acostumbrados a mantener en vista los dos testamentos cuando analizamos una enseñanza bíblica. Eso es bueno. Pero, imagina si solamente tuviéramos el Antiguo Testamento. Lo que oiríamos sobre la creación sería impresionante, pues estaríamos informados de que Dios creó todo, incluyendo a la humanidad. Esa creación fue reciente, algunos miles de años atrás, y sucedió en una semana de seis días. Después, la caída cambió no solamente el relacionamiento de la humanidad con Dios, introduciendo la muerte, sino también alteró todo el ecosistema.

En tanto, sin el Nuevo Testamento, algunos aspectos de la creación no serían completamente claros. Aunque el Antiguo Testamento habla ampliamente de Cristo como Creador, es el Nuevo Testamento que habla detalladamente de él, plenamente humano y divino, como Creador de todas las cosas (Juan 1:3; Col. 1:15,16; Heb. 1:2, 10). Esos textos excluyen a Jesús del ámbito de las criaturas. Su papel no se limita a traernos la salvación. También nos creó y tiene interés personal en cada uno de nosotros. Además de eso, la perspectiva cósmica, que incluye más que la creación, es claramente descripta en el Nuevo Testamento.

Jesús también nos dejó afirmaciones sobre la creación; por ejemplo, cuando dice que el sábado fue hecho para la humanidad (Mar. 2:27,28) o cuando confirmó el relato de la creación: “[…] al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Mar. 10:6-8). En otro lugar, habló sobre “la creación que Dios creó” (Mar. 13:19). También mencionó a Abel, hijo de Adán y Eva, como alguien real que vivió en la Tierra (Mat. 23:35).

Los autores del Nuevo Testamento siguieron el ejemplo de Jesús y relacionaron repetidamente la creación con la caída y la salvación. Una cosa depende de la otra. Si no hubo creación, no hay salvación. Según el último libro de la Biblia, en los últimos días, el pueblo de Dios llamará a la humanidad para adorar a Dios como Creador.

Volvamos al texto de Colosenses y veamos lo que dice con respecto a Jesús. Las distintas frases están relacionadas con el concepto de la creación.

La imagen de Dios. “Él es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15). Los versículos 13 y 14 indican claramente que estamos hablando de Jesús. Que él sea la imagen de Dios significa que, de alguna manera, el Dios invisible que nos creó y salvó se volvió visible y se movió en nuestra esfera. Como participante de la naturaleza de Dios, Cristo, en forma humana, reveló perfectamente a Dios.

Primogénito de toda la creación. Jesús también es el primogénito de toda la creación. Este texto ha sido mal entendido con frecuencia. ¿De qué manera entiende la Escritura el término “primogénito”? Un primogénito humano disfrutaba los derechos de la primogenitura (Gén. 43:37) y tenía derecho a una doble porción de la herencia (Deut. 21:16, 17). El hijo primogénito de un rey recibía el reino (2 Crón. 21:3). Los jefes de las tribus de Israel eran primogénitos (1 Crón. 5:12).

Entretanto, en muchos casos, individuos que originalmente no pertenecían a la categoría de los primogénitos fueron considerados primogénitos. Por ejemplo, Manases fue el primogénito (Gén. 41:51), pero Efraín, el segundo hijo, tomó el lugar de él (Gén. 48:20; Jer. 31:9; cf. 1 Crón 26:10; Éxo. 4:22).

El Salmo 89 es muy iluminador al respecto. Describe la longanimidad y fidelidad de Dios, que había hecho pacto con David y había prometido que su trono perduraría. Refiriéndose a David, Dios dice: “Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra” (Sal. 89:27). David, que era el octavo hijo de Isaí (1 Sam 16:10,11), fue hecho primogénito. El significado de eso es explicado en la segunda parte del versículo. Como primogénito, sería el más elevado de los reyes. El pacto fue cumplido en el Mesías, el Hijo de David. Salmos 89:27 no se refiere al nacimiento cronológico, sino que enfatiza la cualidad especial, la dignidad y la autoridad del primogénito.

En la carta a los colosenses, el asunto no es si Jesús fue creado o no, sino que él es el ser a través del cual sucedió la creación: “En él fueron creadas todas las cosas” (vers. 16). Si él creó todas las cosas, no fue creado. Tampoco dice que nació en la eternidad pasada. El apóstol compara al “primogénito de toda creación” (vers. 15) con “el primogénito de entre los muertos” (vers. 18). Así como Jesús es el primogénito de la creación, también es el primogénito de los muertos. Sin embargo, no es el primogénito de los muertos en el sentido temporal. Otras personas resucitaron antes que él. Él fue el primero en el sentido de que todas las resurrecciones, pasadas o futuras, dependen de su resurrección, sin la cual ninguna otra resurrección es posible.

El versículo 18 muestra el significado de Jesús como primogénito, o sea, “para que en todo tenga la preeminencia”. Así como en el Salmo 89, aquí también, ser “primogénito” está asociado con la exaltación como supremo Rey y Gobernador del universo. Él es el Rey de la creación, el Rey de la resurrección. La creación y la resurrección solamente fueron posibles a través de él.

Creador de todas las cosas. El versículo 16 comienza y termina con la declaración de que todas las cosas fueron creadas por él y a través de él. La lista de realidades creadas, en el versículo 16, es inclusiva y presenta un cuadro cósmico: cielos y Tierra, lo visible y lo invisible, gobernantes y autoridades. Eso no deja lugar para la idea de que Jesús es parte del mundo creado. Él creó no solamente este mundo con su sistema solar, sino todos los dominios y potestades. Él es superior a todo.

Preexistente. Jesús “es antes de todas las cosas” (vers. 17). Esta declaración se refiere a su preexistencia. Él no solamente vivía antes de la encamación, sino también existía antes de todas las demás cosas. Por más lejos que regresemos en la eternidad, jamás habría un tiempo en el que Cristo no haya existido. Él no es creado o nacido, sino que es el Dios creador.

Sustentador. Cristo es el Sustentador (vers. 17). Todo lo que fue creado es sustentado por él. El verbo indica una actividad continua de Jesús, sustentando todas las cosas. En todos los tiempos, incluso durante la encamación, sustentó su creación. Sin esa “continua actividad, todo se desintegraría”.[9] “Ninguna criatura es autónoma”.[10]

El principio. En el versículo 18, Jesús es llamado “el principio”, o regente. En la carta a los colosenses, Pablo usa varias veces la palabra “principio”, con el significado de “cabeza” o “soberano” (Col. 1:18; 2:10, 19). Está encima de todo gobernante o autoridad terrestre. Está sentado a la diestra de Dios (Col. 3:1).

Preeminencia en todas las cosas. Aquel que creó y sustenta todas las cosas tendrá supremacía sobre ellas. Eso incluye a “los últimos grandes enemigos de la humanidad el pecado y la muerte”.[11]

En él habita toda plenitud. Colosenses 1:19 le atribuye plenitud a Jesucristo. El significado de eso es desarrollado posteriormente: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). La misma esencia de la divinidad se encuentra en Jesús, incluso en el Cristo encamado. Por lo tanto, tiene la capacidad para crear por su Palabra y traer todo a la existencia.

El reconciliador. La reconciliación a través de Jesucristo es abordada en el versículo 20 y aplicada a los cristianos (vers. 22). La actividad salvadora del Padre (Col. 1:13) y la actividad salvadora del Hijo hacen referencia a la misma realidad. Esa reconciliación incluye a toda la creación. Jesús el Dios Creador es también el Dios Salvador. Él “efectúa una reconciliación universal, y […] ejerce reinado universal”.[12]

CRISTO EN EL CENTRO

Esta maravillosa descripción de Jesús lo enfatiza como Creador. Al mismo tiempo, es el Sustentador y Salvador. En nuestro himno y su contexto, Pablo sigue el relato del Génesis: la creación (Gén. 1, 2), la caída (Gén. 2) y la promesa de salvación (Gén. 15).

Los conceptos de creación y salvación están inseparablemente ligados. Por lo tanto, es ilógico renunciar a Jesús como creador, o reinterpretar su actividad creadora en un proceso evolutivo, y todavía mantenerlo como Salvador. Es contradictorio decir que Jesús nos salvó a través de su muerte, una vez por todas, en la cruz, un evento corto en la historia, y argumentar que nos creó a través de un proceso que duró millones o billones de años e implica la muerte como mecanismo fundamental.

Además de eso, el poder creador de Jesús es visto en el hecho de que sus seguidores son espiritualmente recreados (Efe. 2:10; 2 Cor. 5:17) y que Jesús creó su iglesia (Efe. 2:15). En Apocalipsis 21 y 22, leemos sobre un nuevo cielo y una nueva Tierra. Ninguno de esos procesos creativos, dependientes del sacrificio de Cristo en la cruz, requiere un proceso evolutivo.

Por otro lado, si es verdad que Jesús es el creador, debía conocer el proceso por medio del cual consumó la creación. Sus palabras tienen un peso que sobrepuja todo conocimiento humano. Sabiendo que Jesús es el creador, no podemos hablar sobre creación, y problemas relacionados con la fe y la ciencia, sin centrarnos en él y tomarlo en serio. Y debemos tomar una decisión: 1) aceptar la enseñanza bíblica sobre la creación, 2) reinterpretarla, o 3) renunciar completamente a ella. Para algunas personas, especialmente las que pertenecen a la comunidad científica, esa puede ser una decisión difícil. Parece que uno debe escoger entre la fe y la ciencia y, a la vez, no desea dejar de lado la otra. Pero, por encima de todo, esta es una decisión a favor o en contra de Jesús, porque él es Creador y Salvador, según el testimonio bíblico.

Recuerdo haber dirigido una serie de estudios bíblicos para una dama talentosa, bióloga, que había tenido el privilegio de participar de una expedición a la Antártida, organizada por el gobierno alemán. Al estudiar el plancton, ella decidió creer en el creacionismo. La invité entonces a hablar a los alumnos universitarios de nuestra iglesia, y tuvimos una excelente reunión.

La decisión de seguir el testimonio bíblico y el ejemplo de Jesús puede implicar remar contra la corriente. Además de eso, significará convivir con muchos interrogantes (como lo hacen los demás), porque no tenemos todas las respuestas para los misterios de los orígenes. Por lo tanto, debe ser una decisión fundamentada en la fe, en la confianza en la autorevelación de Dios en su Palabra. Personalmente, considero que esa opción es la mejor alternativa. ¿Por qué?

1. Porque confío en Jesús y las Escrituras más que en “filosofías” y “tradiciones de los hombres” (Col. 2:8; 3:16). Comelius Hunter escribe: “Si es cierto que errar es humano, entonces la ciencia es muy humana. Desde la alquimia hasta las tabletas de radio, la ciencia tiene una larga historia de errores garrafales. Pero la ciencia aprende de sus errores […]. A los científicos se les enseña que nada es sagrado; incluso las teorías más populares pueden estar erradas”.[13]

2. La acepto porque aceptar la creación me permite obtener un cuadro consistente de la Deidad y su plan de salvación. La omnipotencia de Dios no es cuestionada (Col. 1:11,16,17). Posiblemente lo sería, si le asignáramos un enfoque evolucionista al dar origen a la vida. ¿No podía hacer algo mejor? El Dios bíblico habla, y sucede.

Tampoco es cuestionada su equidad y justicia (Col. 3:24-25). Si Dios/Jesús es capaz de crear la vida por el poder de su palabra, pero utilizara un método que produce tanto dolor, sufrimiento y muerte para multitudes de organismos, Dios sería percibido como un Dios cruel e injusto.

Crear seres vivos por el proceso de creación tal como lo describe Génesis 1 atestigua del cuidado y amor de Dios por sus criaturas. Él se interesa personalmente en sus seres creados y en su bienestar (Col. 1:12-14, 22; 2:13; 3:4). Esto concuerda con su autosacrificio en la cruz.

Una perspectiva creacionista también me permite ver a Dios como un ser de la inteligencia más elevada (Col. 2:2-3) y como un Dios de belleza que utiliza el mejor proceso posible para crear un paraíso libre de pecado y maldad.

3. La acepto porque creo que aceptar el concepto bíblico de la creación beneficia a la humanidad. No necesitamos vivir con personalidades divididas y no necesitamos separar artificialmente el ámbito de la fe del de la vida diaria.

Los seres humanos tienen valor intrínseco y dignidad (Col. 1:2, 12). No son el producto del azar en un proceso tedioso, sino que llegaron a la existencia directamente por medio de la mente y la mano de Dios.

Esto permite una relación con Dios, desde el mismo principio de la historia de la tierra y de la humanidad. Por otro lado, es Dios quien, en su omnipotencia, establece esa relación. Esto incluye, entre otras cosas, poder compartir, la intervención misericordiosa de Dios y su atención a las oraciones de sus hijos (Jer. 33:2-3).

Aquellos que saben que fueron creados por Dios tienen la oportunidad de encontrar un verdadero significado a la vida y detectar el gran plan de Dios, no solamente en forma individual sino también para el universo (Col. 1:19, 20, 25-27). Viven sus vidas según el ejemplo de Jesús en amor, un estilo de vida éticamente firme, servicio al prójimo y testificación (Col. 1:10, 23, 28; 2:2; 3:14).

Viven con la esperanza de vida eterna en el reino de Dios (Col. 1:5,12-14, 27; 2:13).

Experimentan paz (Col. 1:2, 19; 3:15) porque pueden descansar en Dios y pueden depositar en Dios sus preocupaciones, cargas y ansiedades.

Es mi oración que todos decidamos aceptar a Cristo como Creador y Salvador, manteniendo firme esa decisión, incluso en los tiempos difíciles. Que todos podamos experimentar el gozo que viene de seguirlo a él; “porque en él [Jesús] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; […] por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:16-20).

Sobre el autor: Director asociado del Instituto de Investigación Bíblica, Silver Spring, Estados Unidos.


Referencias

[1] Francisco J. Ayala, Darwin and Intelligent Design (Minneapolis: Fortress Press, 2006), p. x.

[2] Ibíd, p. 73.

[3] Ibíd. p. 19.

[4] Cornelius G. Hunter, Darwin s Proof: The Triumph of Religion over Science (Grand Rapids: Brazos Press, 2003), p. 10.

[5] Ibíd, p. 11.

[6] Arthur Peacocke, Theology for a Scientific Age: Being and Becoming Natural, Divine and Human (Oxford: Blackwell, 1993), pp. 222,223.

[7] Ibíd, p. 132.

[8] Christopher Southgate, The Groaning of Creation: God, Evolution, and the Problem of Evil (Louisville: Westminster John Knox Press, 2008), p. 29.

[9] Peter T. O’Brien, Colossians, Philemon, Word Biblical Commentary 44 (WacoWord Books, Publisher, 1982), p. 47.

[10] N. T. Wright, Colossians, Philemon, Tyndale New Testament Commentaries (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1991), p. 73.

[11] Ibíd, p. 74.

[12] Charles H. Talbert, Ephesians and Colossians (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2007), p. 197.

[13] Cornelius G. Hunter, Darwin’s Proof: The Triumph of Religion over Science, p. 7.