La predicación narrativa trae a Dios más cerca del oyente, y muestra la forma en que suple activamente todas nuestras necesidades.

            Caminaba como un hombre con una misión, colocando cuidadosamente cada pie entre los cuerpos que yacían en el piso, mientras se movía en dirección al centro del pórtico.

            Era alto, más alto que todos los que estaban en la puerta de las ovejas. Ciertamente más alto que los encorvados y quebrantados que estaban acomodados como niños que dormían sobre las piedras del pórtico.

            Su rostro denotaba determinación y piedad. Piedad por los agonizantes que esperaban a un ángel tardío para que los sanara. Determinación Para llenar el sábado con una nueva esperanza.

            Se detuvo junto al más viejo, un hombre enfermo que, desde hacía tanto tiempo, nadie podía recordar cuándo, había sido traído lleno de esperanzas a la orilla del estanque.

            Se inclinó, con las sandalias y las rodillas presionando fuertemente el polvo, alargó las manos y tocó el brazo del viejo. Como el Creador que despierta a Adán del polvo del Edén…

            La predicación narrativa estimula los sentidos de los oyentes, valiéndose eficazmente de historias que Ponen a las Escrituras en contacto con la vida. Yo la llamo “haciendo lugar para dos en mis sandalias”, Porque cuando lo haga apropiadamente estaré Aspirando el aire de Palestina y caminaré en el Polvo de Galilea. Sí yo predico usando la narrativa como “si hubiera estado allí”, los oyentes se me unirán en la historia, caminarán conmigo en mis sandalias.

            La historia de Cristo que sanó al hombre en el Estanque de Betesda, por ejemplo, habla de varios grandes temas. Estos son “cómo responde Dios a la enfermedad”, “el papel de la fe en la restauración”, y “disfrutando del sábado como el día del Señor que invita a la celebración y la renovación”. Cada uno de estos asuntos puede manejarse eficazmente sí se narra el incidente de Betesda como una historia en primera o tercera persona. Y las posibilidades en la narración de una historia son casi ilimitadas. Yo he contado esta historia en las palabras del hombre sanado; con las emociones de un discípulo que siguió a Jesús hasta el estanque; escarbando el odio íntimo de un furioso fariseo, y como un interesado, pero temeroso observador.

            Este artículo tiene como propósito describir el proceso de planificación y preparación que cualquier predicador puede usar con éxito para excavar las minas de las bellas historias de la Biblia. Con esos tesoros en mente es más fácil predicar en un estilo narrativo; más fácil poner al cristianismo en contacto con la vida de la gente; más fácil mostrar cómo lo que Dios hace tiene sentido. Ahora mismo presento ocho pasos que sigo en la preparación de un sermón narrativo.

  1. Busque un Guía personal en su estudio.

            Usted no puede estudiar solo. Si abre las Escrituras sin pedir al Espíritu Santo que lo guie a la verdad de Dios, Satanás tomará control para crear en su mente cualquier horrible confusión que se le antoje. De modo que comience deteniéndose. En ese momento de quietud pídale al Espíritu Santo que dirija su estudio, que mantenga su imaginación santificada y su enfoque en las necesidades de sus oyentes y la grandeza de Dios.

  • Escuche cómo algunos pasajes bíblicos piden ser narrados.

            Cada capítulo de la Biblia tiene cuando menos una historia que comienza en tono narrativo, algunos tienen 20. A medida que usted lea, esas historias le cautivarán el corazón gritando: “¡Mira hacia acá! ¡Yo hablo directamente sobre una batalla que tus miembros están librando ahora mismo! ¡Predícame!” Durante mi “estudio-sermón” uso tres o cinco versiones diferentes de la Biblia. Probablemente usted quiera añadir el griego, el hebreo y otras que son magníficas ayudas para el estudio en la computadora. Explote el poder que dimanan de diversas traducciones, trate de captar los aspectos notables de cada versión. Haga muchas anotaciones.

            El proceso de todo estudio se parece mucho a la búsqueda incesante del precioso oro en una rápida corriente montañosa. Lleno mi cacerola con arena y agua valiosas, y comienzo el lento proceso de entresacar el oro. Muchas ideas surgen a la superficie como posibles temas para sermones. Pero, como en la búsqueda del oro, el agua de la vida arrastra la mayor parte del tesoro, dejando sólo las valiosas pepitas depositadas en mi cuaderno de notas. Estas tienen un brillo tan intenso que inmediatamente sé que ellas constituyen temas para futuros sermones. Están “pidiendo a gritos ser predicados”.

            Una noche estaba yo leyendo Malaquías 4 y meditaba en el poder sanador prometido por el “mensaje de un Elías” de los últimos días. Siempre me ha perturbado el mensaje de un Elías que suena como un flamígero estallido en el Monte Carmelo. El sermón que surgió pidiendo ser predicado esa noche era la historia de la gracia transformadora que Dios sopló gentilmente sobre Elías en el Monte Horeb.

            Pocas semanas después la vida de Manasés me llamó desde 2 Reyes 21. El resultado fue un sermón narrativo sobre la justificación por la fe, demostrado en la forma amante como trató Dios al impío rey- También están las historias de Isaías 49:2 que surgen repentinamente clamando. Y una docena más de ellas.

            Mi sermón favorito acerca del sanamiento del paralítico de Betesda surgió pidiendo ser predicado durante un pequeño grupo de estudio relacionado con las regulaciones judías sobre el sábado. El resultado se centra en las leyes y la gracia del sábado.

  • Póngase de pie e imagínese Incursionando en la historia.

Esta es mi parte favorita en la preparación de un sermón. Es un tiempo de pacífico relajamiento, una ocasión cuando el polvo de los caminos de Palestina se acumula entre los dedos de mis pies, cuando las tormentas del Mediterráneo soplan agitando mi cabello, y cuando el grito de triunfo de Joab reverbera en mis oídos. Es el tiempo cuando Dios y yo caminamos juntos a través de esta historia, cuando me hace lugar en sus sandalias. Es una ocasión especial para hacer muchas preguntas, cada una de las cuales abre un nuevo rincón de la historia y revela algunos nuevos fragmentos de información que me ayudarán a comunicar las buenas nuevas a los oyentes.

            Hay algunas claves para hacer que este tiempo sea cristocéntrico y productivo.

  1. Tenga cuidado con la imaginación no santificada. Si usted deja que su imaginación no santificada recorra los caminos de Canaán, será atrapado por Beelzebú, Moloc o Baal. La única seguridad es pedir al Espíritu Santo que santifique su imaginación y le guíe por la senda de una historia real y espiritualmente verdadera.
  2. Aproveche sus cinco sentidos. Este es el gran “secreto” para exponer exitosamente su sermón en forma narrativa. Toda historia comprende el acto de oler, ver, oír, tocar y gustar. La “vida” del sermón depende de lo que usted descubra mientras camina cuidadosamente a través de la historia, tomando una muestra de todo lo que capten sus sentidos.

            Para ilustrarlo mejor, únase a mí y vayamos hasta donde está Jesús arrodillado al lado del paralítico, en el pórtico central.

            Olfato. El estanque de la supuesta sanidad está exactamente dentro de la puerta de las ovejas de Jerusalén donde los mejores animales de Israel son bañados, acicalados, trasquilados y preparados para el sacrificio. Un fuerte e inconfundible olor a lana húmeda permea los pórticos, agudizado por el olor pesado de los cuerpos enfermos desaseados y las diversas enfermedades que mantienen a quienes las padecen junto al estanque. Enfatizando los olores, están presentes los múltiples aromas provenientes de las verduras, carnes y pan que se están friendo, horneando e hirviendo alrededor del estanque.

            Junto a nosotros una madre joven pela una naranja para su niñito enfermo. Por un instante la fragancia de la fruta sobrepuja los penetrantes olores, pero un inesperado viento desplaza al aire y vuelven la lana húmeda y la comida.

            Y enmarcando todos estos olores está la frescura de la mañana, un sábado de mañana en Jerusalén.

            Vista. El agua es de color oscuro, oscura como una taza de café, oscura con una manchita de crema en la superficie. Un sol anaranjado pinta manchas cambiantes parecidas a las de un tigre en las columnas de piedra que se levantan por encima del polvo grisáceo de los portales.

            El estanque de Betesda es de forma rectangular con amplios porches en cada lado y uno grande que cruza por el medio. Cada pórtico está lleno de gente enferma; jóvenes y ancianos. Algunos, como el Viejo de la historia, parecen solitarios tendidos sobre esteras, otros son solícitamente atendidos por un puñado de familiares y amigos.

            Las ropas del Viejo ya no muestran los colores y diseños propios de su tierra natal. Él se ha convertido en un habitante del estanque, adoptando sus trazos claroscuros y grises, poco descriptibles, como propios.

            Otras imágenes llenan mis ojos. Un centurión montado gallardamente sobre su caballo justo al lado de la puerta, las ovejas todavía no lavadas que llegaron ayer ya tarde, un chispeante fulgor que salta de los fuegos del desayuno. Y muchos rostros. Rostros lavados y sucios. Rostros tersos y arrugados. Rostros anhelosos y rostros desesperados. Rostros que se preguntan qué significará la ansiosa determinación del Cristo. Rostros expectantes en el sábado.

            Sonidos. Recuerde que sus “descubrimientos” son la “clave” para construir un sermón “vivo”. Y los sonidos son vitales en toda historia. Tome un par de minutos para hacer una lista de lo que escuche mientras está de pie junto al estanque de Betesda. Manténgase silencioso. Mantenga sus oídos muy cerca de los pequeños tintineos, gruñidos, arañazos y murmullos matinales provenientes de un hospital y corral de ovejas.

            Sus sonidos deberían incluir balidos de ovejas, cascos de caballos romanos, silbido del viento, murmullo del agua, preparación de alimentos, y el sonido de la voz de Cristo.

            Gusto. ¿Qué pasa con sus papilas gustativas mientras está de pie al lado del estanque? ¿Puede percibir el sabor del pan que una madre tullida tríe para sus dos desnutridos hijos? ¿Se le hace agua la boca cuando el soldado romano le da un mordisco a una jugosa manzana? ¿Y qué en cuanto al agua clara y fresca que el desdentado comerciante vacía en el tazón de barro de aquel niño mendigo?

            Tacto. Cuando miré, las manos de Jesús empezaban a posarse lentamente sobre la arrugada piel del Viejo, apretando suavemente el frágil hombro como si evocara los poderosos músculos de Adán en el Edén. Luego sus manos se mueven hasta las raídas cobijas que el Viejo ha usado para proteger sus carnes del polvo del pórtico. “Levántate”—la voz del Creador estaba dominada por una persistente energía—, “toma tu lecho, y anda” (Juan 5:8, Mensaje).

  • Identifique las emociones de los protagonistas Reviva las emociones de cada uno de los protagonistas de la historia. Tome en cuenta a los enfermos, a los ceñudos fariseos que observaban, a los pastores, los cocineros y el centurión. ¿Qué experimentan todos ellos al principio, durante y al final de la historia? ¿Se enojaron algunos de los enfermos porque Jesús eligió al Viejo? ¿Hubo un clamor que demandaba la asistencia de Jesús cuando el Viejo comenzó acorrer ante sus imposibilitados miembros y actitudes frustradas? ¡En sábado!

            ¿Hay palabras que puedan describir las emociones del Viejo?

  • Escriba la oración que describa la tesis de su sermón. Para poder describir suspiros y sonidos es esencial la narrativa en una predicación; pero la verdadera “vida” de esa predicación reside en la forma en que apela directamente a las necesidades personales. Un sermón narrativo se vale de palabras, emociones e ideas para tocar los sufrimientos, esperanzas y frustraciones que la gente experimenta cada día. Recurre a las grandes historias del pasado para demostrar la forma en que Dios nos toca hoy- La predicación narrativa de calidad hace que Dios se acerque más al oyente.