Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Col. 2:14-17). 

En estos días de “sonido estereofónico”, nosotros los expositores bíblicos hemos visto limitado nuestro trabajo. Cuando el texto es difícil, que requiere pensamiento y expresión seria, la atención de nuestros oyentes se desvía, los ojos se nublan, y rápidamente buscamos una solución más sencilla. Yo creo que este deseo de escuchar “una explicación más sencilla” se debe en parte a que Colosenses 2:14-17 todavía sufre ocasionales abusos exegéticos. Es comprensible que nosotros, que tenemos tanto la ley como el sábado en considerable estima, enfoquemos este pasaje con cierta incomodidad, puesto que la figura de Pablo de clavar algo en la cruz (vers. 14) está en una proximidad muy estrecha con el sábado (vers. 16) y algún tipo de ley (vers. 14). Así que, para proteger dos de nuestros pilares más reverenciados, tendemos a interpretar este pasaje con ciertas presuposiciones firmemente establecidas. Sin embargo, en esta exposición nos concentraremos claramente en el contexto de Colosenses antes de hacer aplicaciones contemporáneas. 

Colosenses 2:14-17 es un pasaje cuyo significado no es del todo transparente. Incluso una buena traducción inglesa no es suficiente para resolver todas las dificultades doctrinales y teológicas. De hecho, éste es uno de esos pasajes en los cuales algunos de los puntos más finos del lenguaje original le da un verdadero impulso a nuestra tarea interpretativa. 

El contexto 

La primera frase que da motivo a cierta contención es cheirographon tois dogmasin, traducido en la Reina-Valera Revisada 1960 como “acta de los decretos”. Otras versiones lo vierten así: “Dios canceló la deuda” (DHH). “Canceló la nota de nuestra deuda” (RVR90). “Cancelando el recibo que nos pasaban los preceptos de la ley” (NBE). Siendo que las palabras no se usan en ninguna otra parte de la Escritura, las definiciones lexicográficas deben guiarse cuidadosamente por medio del contexto inmediato. 

El contexto comienza con 2:12, donde Pablo habla de ser “sepultados con él en el bautismo”. El resultado de ser “sepultados en el bautismo” es la resurrección a una nueva vida y purificación del pecado. Pablo se refiere a esa purificación con dos frases que son paralelas, la segunda repite el pensamiento de la primera. La primera de las dos es “perdonándoos todos los pecados” (vers. 13). La frase paralela y repetitiva es “anulando el acta de los decretos [cheirographon tois dogmasin] que había contra nosotros” (vers. 14). Ambas frases significan esencialmente lo mismo, la segunda sencillamente repite en diferentes términos lo que significa para él perdonar nuestros pecados. De este modo, el perdón de nuestros pecados ha cancelado la atadura que había contra nosotros. 

Es la Versión Reina-Valera del versículo 14 (“acta de los decretos”) la que ha llevado a algunos a interpretar la frase como refiriéndose a varios rituales mosaicos y “ordenanzas” ceremoniales que en general dejaron de tener relevancia después de la muerte de Cristo en la cruz. De modo que si alguna ley fue clavada en la cruz, tiene que haber sido la ley ceremonial, ya que la ley moral de ninguna manera fue invalidada en la cruz (Rom. 3:31). 

Sin embargo, Pablo rara vez establece la diferencia clara entre la ley ceremonial y la ley moral que nosotros hacemos con suma rapidez. De hecho, sus referencias a la ley ceremonial son ocasionales. Cuando usa la palabra “ley” (nomos), más frecuentemente se refiere a la ley moral en general, y a menudo al Decálogo en particular. Por supuesto, en nuestro pasaje no usa en lo absoluto la palabra “ley”, razón por la cual tenemos que ser muy cuidadosos con el contexto para entender su significado. 

En un pasaje notablemente similar, Efesios 2:14, 15, Pablo habla de la forma en que Cristo trajo la paz, no sólo entre judíos y gentiles, sino también entre los seres humanos y Dios, “la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” (ton nomon ton entolon endogmasin) (véase Nueva Jerusalén). Aquí la palabra “ley” está ligada a la palabra dogmasin, la misma palabra traducida como “acta de los decretos” en Colosenses. Tanto el contexto de Efesios como el de Colosenses indican que estaba involucrado algo más que meramente ceremonias. 

Una cosa es sumamente clara: cuando Pablo se refiere en otras partes al impacto de la cruz para los cristianos, no limita su razonamiento a la abolición de la ley ceremonial. Para él, lo más importante que terminó en la cruz fue la condenación producida por nuestros pecados. Dicha condenación surgió a causa de la violación de la ley moral. Como dice en Romanos 7:7, “pero yo no conocí el pecado sino por la ley”. En otras palabras, es la ley violada la que está contra nosotros y nos condena, que es lo más que la ley moral puede hacer por aquellos que la han violado. Pero como el mismo Pablo dice en Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. O, como dice el versículo 3: “Porque lo que era imposible para la ley por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”. Para decirlo de otra manera, la ley moral podía señalar el pecado, pero no podía perdonarlo. Por eso Dios tuvo que intervenir, o habríamos permanecido siempre bajo la condenación de la ley. En este punto, “los principados y las potestades” que Pablo menciona en Colosenses 2:15 triunfarían sobre nosotros. Pero ahora, gracias a la cruz, ese cuadro ha cambiado, y el poder ha sido derrotado. Y eso ocurrió cuando la condenación de la ley moral fue figurativamente clavada en la cruz. La NRSV (New Revised Standard Versión) traduce así el texto: “borrando el registro que se levantaba contra nosotros con sus demandas legales. Él lo puso a un lado, clavándolo en la cruz”. Y fue así como “hizo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:20). 

La ley moral después de la cruz 

Esta interpretación no quiere dar a entender que la ley moral no sobrevivió a la cruz. Una cosa es decir que las demandas de la ley se cumplieron en Cristo; y otra, completamente diferente, que la ley ha sido abolida en Cristo. O para decirlo de forma diferente, la ley sirve al menos para dos funciones: primera, como descripción objetiva del carácter y las expectativas de Dios permanece para siempre; segunda, como una inflexible norma que condena nuestros fracasos en el intento de guardarla, y de esta manera nos lleva a Cristo, su función es temporal. Esto último tiene Pablo en mente cuando usa la figura “clavándola en la cruz”. Pero una frase mucho más problemática aparece en el versículo 16. La primera palabra, oun (“por tanto”), es pequeña pero crucial que conecta estrechamente lo que sigue con lo que le ha precedido. Por tanto, el versículo 16 comienza con estas palabras de Pablo: “Consecuentemente, sobre la base de lo que acabo de establecer, que nadie os juzgue en los siguientes asuntos”. En otras palabras, la muerte de Cristo no sólo puso a un lado nuestra deuda de culpabilidad con la ley, sino también quitó las bases de la crítica para aquellos que quisieran juzgar a los cristianos de Colosas. Pero, ¿cuál es la naturaleza de este “juzgar”? 

“Nadie os juzgue” 

Algunos han sugerido que el consejo de Pablo no se dirigía contra los falsos maestros, sino únicamente contra el hecho de que los cristianos los escucharan e hicieran caso a sus críticas.1 Para los que sostienen este punto de vista Pablo en realidad está diciendo: “No presten atención a sus críticas, pues sus prácticas están por encima de cualquier reproche”. A nosotros, los observadores del sábado, nos gusta esta sugerencia, pues deja a nuestro día de reposo firmemente establecido en su lugar correspondiente. 

Pero nuestra paz mental no se produce tan fácilmente. En este versículo Pablo menciona cinco detalles diferentes de rituales religiosos que han sido cuestionados: comidas y bebidas, y luego los tres siguientes que se interrelacionan: “días de fiesta, luna nueva o días de reposo”. ¿Hemos de creer que la muerte de Cristo simplemente hizo a un lado las bases de la crítica de modo que ahora podamos continuar no sólo con los rituales de comida o bebida, sino también con los de días de fiesta y nuevas lunas? Si Pablo se hubiera detenido en las dos primeras palabras, “comida y bebida”, esa interpretación podría aceptarse. Pero cuando Pablo hizo la lista de estas cinco cosas, se refirió a algunas de ellas como “sombra” (skia) comparadas con el “cuerpo” que es Cristo. Seguramente esta última frase enfatiza prácticas imperfectas, no simplemente las actitudes exigentes de algunos herejes acerca de algunas prácticas perfectamente aceptables. 

Comida ni bebida 

Pero debemos observar más cuidadosamente la lista de cinco cosas que Pablo menciona. Primero, con referencia a “comida y bebida” (brosis/posis). Estas palabras les han sugerido a algunos que lo que está en juego eran las ofrendas relacionadas con comidas y bebidas de la ley mosaica que fue abolida por la muerte de Cristo. Pero las palabras griegas brosis y posis no se aplican fácilmente a ninguna ley mosaica. Por ejemplo, en toda la Septuaginta y el Nuevo Testamento brosis y posis nunca se usan con referencia a ofrendas de comidas y bebidas. Además, thusia es un término técnico para sacrificio u ofrenda; y dado el trasfondo hebreo de Pablo, tiene que haber conocido la palabra correcta para ofrenda de alimentos. Del mismo modo, posis nunca se usó para ningún tipo de ofrenda de bebida, porque spendo era el término que quería decir, “ofrecer una libación u ofrenda de bebida”.2 Sin embargo, aun cuando el versículo estuviera hablando de ofrendas ceremoniales, posis sugiere algo incongruente, pues la ley mosaica no contenía ninguna prohibición respecto a bebidas, excepto en el raro caso del voto de los nazareos o en el caso de beber de un vaso convertido en impuro por el cuerpo muerto de algún animal.3 

También debería notarse que estas dos palabras tienen flexiones activas, lo cual significa que deberían traducirse normalmente como “comiendo y bebiendo” y no “comida y bebida”. De acuerdo con esto es probable que no se refieran a los rituales mosaicos, sino a prohibiciones ascéticas más generales, que enseñaban algunos falsos maestros colosenses. Una interpretación tal armoniza muy bien con otras referencias que se hacen aquí al estricto ascetismo que va más allá de todo lo judío o cristiano. Por ejemplo, en los versículos 18, 20, 21 y 23 Pablo se mofa de aquellos que se deleitan en la “humildad y culto a los ángeles”, y censura a aquellos que se someten a severas prohibiciones tales como ¡”no manejes, ni gustes, ni aun toques”! Tal comportamiento parece ser muy devoto, pero de hecho, no tiene ningún valor (vers. 23). Ya sea que esta “comida o bebida” se refiera a un ascetismo equivocado o a inofensivas prácticas alimentarias, el punto central es que la cruz nos ha librado de la crítica. 

El asunto del sábado 

En la frase “días de fiesta, luna nueva o días de reposo” (heortes noumenias, sabbaton) del versículo 16 (RVR60), la identidad de los sábados ha ocasionado muchos debates. Esta frase no se halla en ninguna otra parte del Nuevo Testamento, pero aparece cinco veces en la Septuaginta (2 Crón. 2:4; 31:3; Neh. 10:33; Eze. 45:17; Os. 2:11). Consistentemente hablan de las ofrendas encendidas que difieren de las ofrendas diarias, hacen referencia a los sábados (semanales), nuevas lunas (mensuales) y las fiestas señaladas (anuales). A veces el orden cambia, pero en cada caso, “nueva luna” está en medio, haciendo una secuencia lógica de lo semanal a lo anual o viceversa. La implicación es que el sábado descrito es el sábado semanal. 

Otro punto que debe considerarse es que los sábados ceremoniales eran parte de las fiestas anuales a las cuales se refería la palabra heortes. Según esto, cuando Pablo hace referencia a los “sábados”, si estuviera aludiendo a los sábados ceremoniales, sería una redundancia innecesaria. En tal caso, estaría diciendo: “Que nadie os juzgue con respecto a los días de fiesta/sábados ceremoniales, nuevas lunas, o sábados ceremoniales, declaración que ni es lógica ni probable. 

A veces se afirma que la forma plural de la palabra “sábados”, que se usa aquí indica algo diferente al sábado semanal. Pero el plural se usa varias veces para referirse al sábado semanal, incluyéndolo en el corazón del cuarto mandamiento. 

Aunque Pablo se estuviera refiriendo a este día sábado específico, no se refiere al antiquísimo debate sábado versus domingo. El versículo 17 aclara perfectamente que para los colosenses hay un asunto mucho más importante en juego, y sólo cuando nos concentramos en el contexto colosense inmediato podemos resolver correctamente esta dificultad. 

Se ha escrito mucho acerca de la multifacética herejía colosense, sus tendencias agnósticas, ascetismo, judaísmo y cristianismo distorsionado. Pero el elemento más recurrente que preocupaba específicamente a Pablo es el bajo concepto de Cristo que caracterizaba a esta herejía. No es por casualidad que ¡a declaración más fuerte con respecto a la Deidad de Cristo que aparece en todo el Nuevo Testamento se encuentre en Colosenses 1:15-20. Pablo afirma una y otra vez la absoluta suficiencia del Cristo resucitado (1:15-20; 2:6-11, 19, 20; 3:1-4), hecho que aclara el asunto del uso que hace de la palabra “sombra” y “cuerpo” en el versículo 17. La palabra “sombra” se ha interpretado muchas veces con el significado de prefigurar eventos futuros. Pero sin excepción, cuando la palabra “sombra” (skiá) se usa en yuxtaposición con “cuerpo” (soma), el significado es vacuidad en contraste con sustancia o realidad. Con estas dos palabras Pablo expuso y denunció varios aspectos de las prácticas de adoración colosenses, que tenían una cosa en común: estaban desprovistas de Cristo, y por esa razón, eran vacías. Algunas prácticas eran ascéticas y vacías; otras eran del tipo judío y por lo tanto, vacías. El sábado semanal colosense, aunque no era de tipo judío, era vacío en dos sentidos. Primero, como todo ritual, estaba desprovisto de Cristo y para Pablo, un sábado sin Cristo, era un sábado vacío. 

Y segundo, Pablo veía vacuidad en la naturaleza judía que se le había adherido al sábado semanal. Cuando se dio por segunda vez el mandamiento del sábado en Deuteronomio, su observancia se ligó directamente, no con el Dios que creó el cielo y la tierra (Exo. 20:11), sino con el hecho de que Dios había librado a Israel de Egipto. Por tanto, es “por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deut. 5:15). Con el paso de los años el sábado había llegado a identificarse tanto con las normas del judaísmo, que incluso los esfuerzos de Jesús por librarlos de ellas sólo tuvieron un éxito parcial. Entre los colosenses, un sábado judío ritualizado había vuelto vacío el día de reposo sin Cristo, que era su verdadera sustancia. 

De todos los argumentos que se plantean se deduce claramente que el sábado mencionado aquí no es el de Génesis 2:3, “hecho para el hombre” (Mar. 2:27), el generoso don de Dios para el beneficio corporal y espiritual de sus criaturas; sino el sábado que se había adoptado como institución simbólica del pacto mosaico, y expresamente adaptado a la relación entre Dios e Israel (Exo. 31:12-17); es sólo un aspecto del sábado que domina la mayor parte del lenguaje que usa el Antiguo Testamento para referirse a él.4 

En términos positivos, sólo un sábado desprovisto de su naturaleza judía puede llenarse de Cristo, su verdadera sustancia. El sábado colosense, observado sin Cristo (“no asiéndose de la cabeza” [2:19]), todavía está ligado a la sombra del ritualismo judío, y no a un genuino descanso en Cristo como se describe en Hebreos 4:9. El hecho de que Pablo no definiera cuidadosamente la clase de observancia del sábado que defendía no debiera sorprendemos. En muchas ocasiones el apóstol Pablo reprendió lo que consideraba prácticas necias, sin dar en el contexto detalladas instrucciones con respecto al comportamiento apropiado. Además, su propia práctica de predicar y enseñar sábado tras sábado era tan bien conocida, que es probable que considerara cosa absurda explicar con lujo de detalles lo que ellos le habían visto hacer cada sábado.

 Sobre el autor: EI Dr. William E. Richardson es el director del Departamento de Religión, en la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan.