Amanece. El clima está un poco más frío de lo normal. El boletín meteorológico informa que la temperatura está en 9º C. A pesar del frío, me dirijo a mi lugar de estudio. Cada mañana hay una tarea primordial que los ministros del Señor no pueden dejar de realizar: conectarse con la Fuente de poder.
Este año, mi blanco personal es leer toda la Biblia en conjunto con los capítulos correspondientes en los libros de Elena de White. He apreciado esos estudios y extraído muchas lecciones para mi vida personal y pastoral. Al terminar mi lectura, me arrodillo para exponer delante de Dios mis pensamientos, hacerle mis pedidos y darle mis agradecimientos.
Enseguida dedico algún tiempo a estudiar algunos temas relacionados con mi crecimiento profesional. Continúo con la lectura de un libro sobre lenguaje corporal y, después, con los artículos de la revista Ministerio. Quedo impresionado con lo que nuestro lenguaje corporal, no verbal, causa en y comunica a aquellos que nos ven y nos observan. Por eso es tan importante cuidar los gestos, los ademanes, los tics (aquellos movimientos repetitivos e involuntarios) y la postura general.
De pronto, un mensaje me llega vía WhatsApp. La hermana Rocío, líder de una de las iglesias que me toca pastorear, acaba de saber que la joven que cuida a su nieto, y que está estudiando la Biblia con nosotros, está embarazada.
Termino mi estudio y me dirijo a la casa de la hermana Rocío. Ella me explica que el padre de la joven había permitido que Rocío la ayudara y que permaneciera en su casa; pero le pidió que cuidara de ella. Ahora era necesario informarle a la familia lo que había sucedido. Converso un poco, leo algunas promesas bíblicas de confianza, protección y fuerza en el Señor, oro con ellas y le sugiero a la hermana Rocío que hable con los familiares de la joven lo más rápido posible.
Entonces me dirijo hacia la otra punta de la ciudad, para la visita que estaba marcada en la casa de Horacio y Sarita. Les pido disculpas por la demora y les explico el motivo de mi tardanza. Les entrego el cheque que la iglesia central de la ciudad donó para el tratamiento de Horacio. Él tiene leucemia. Sarita es adventista, pero su esposo no lo es. Regreso a mi casa para la hora del almuerzo.
Durante la tarde visito a la hermana Liliana. Su madre me pidió que la visitara porque, a pesar de todos los consejos que le dimos, ella está decidida a casarse con una persona que no pertenece a su misma confesión religiosa. Converso un buen tiempo. Argumento que ideas, razones y opiniones no son suficientes para una decisión de esa naturaleza. Una elección equivocada, tomada separada de los principios de la Palabra de Dios, puede tener serias consecuencias.
A las 19 estoy en la reunión del Grupo pequeño de jóvenes de otra de las iglesias que me han encomendado cuidar. La casa está llena y el grupo, realmente, está muy animado. Cada uno comenta cómo está transcurriendo su semana. Ministro el estudio bíblico. También reflexionamos sobre el cuidado de Dios hacia sus hijos. A veces, las personas imaginan que predicamos apenas para ellas, pero también tenemos la necesidad de predicarnos a nosotros mismos.
El día termina. Vuelvo a casa pensativo mientras conduzco mi automóvil. Agradecido por la fuerza y la iluminación recibida de lo Alto para poder atender, socorrer y auxiliar a tantas personas en las más diversas situaciones. Ellas están bajo mi responsabilidad espiritual y mi cuidado pastoral.
¿Dónde conseguimos motivación y pasión por el ministerio? De la única fuente que tenemos como pastores: del Dios que nos llamó para trabajar en este mundo y para que seamos sus manos para ayudar a las personas. Cada día él tiene un mensaje para cada uno de sus ministros, porque él sabe lo que enfrentamos en nuestra misión.
Sobre el autor: pastor en Cuenca, Rep. Del Ecuador