Es necesario organizar nuestras iglesias de manera que todos estén involucrados en servir.

En el contexto adventista, es muy difícil hablar acerca del ministerio de todos los creyentes y del papel del pastor sin mencionar el nombre de Russell Burrill.

Autor de libros tales como: Cómo reavivar la iglesia del siglo XXI y Discípulos modernos; es conocido por su convicción respecto de la necesidad que se tienen de restaurar los paradigmas ministeriales del cristianismo apostólico y del adventismo pionero. Burril es Bachiller en Teología por el Atlantic Union College, Massachusetts; realizó su maestría en la Andrews University, Michigan; y obtuvo su doctorado en Ministerio por el Fuller Theological Seminary, California. En la década de 1960, comenzó su ministerio como pastor en Connecticut. Luego, trabajó como evangelista en varias regiones de los Estados Unidos. Después de regresar al pastoreo de iglesias, en los Estados de Washington y Kansas, Burril fue invitado para dirigir el Instituto de Evangelismo de la División Norteamericana, cargo que ocupó durante 22 años hasta su jubilación, en 2007.

Mientras estuvo al frente del Instituto de Evangelismo, Burrill también actuó como profesor en el área de Ministerio Cristiano, en la Andrews University, y como secretario ministerial y director de Misión Global de la División Norteamericana. Una de sus grandes contribuciones al programa de plantación de iglesias fue el proyecto Seeds, que hasta hoy es realizado en varias partes del mundo.

Russell está casado con Cynthia Hartman Burrill, que tiene una relación especial con América del Sur: ella nació en Bolivia y creció en el Perú; su abuelo, George Hartman, fue tesorero de la entonces Unión Sudamericana (actual División Sudamericana de la Iglesia Adventista). Su padre, John Hartman, nació en la Argentina y creció en el Brasil; él trabajó como tesorero en Bolivia y en el Perú, y en 1962 asumió la misma función en la División Sudamericana. El matrimonio Burrill tiene dos hijos y seis nietos.

En total, Russell Burrill escribió trece libros, traducidos a diversas lenguas, que tratan de temas como evangelismo, crecimiento y plantación de iglesias, y reavivamiento. Como conferencista, estuvo en más de cuarenta países, compartiendo ideas que ayudan a la iglesia a expandir su misión de alcanzar a las personas.

¿Qué lo motivó a escribir tanto sobre evangelismo y crecimiento de iglesia?

Yo compartía muchos conceptos e investigaciones en mis clases en el seminario; sin embargo, los estudiantes dejarían la Facultad e intentarían implementarlos en un ambiente de iglesia desfavorable, resistente a nuevas ideas. Los miembros creerían que los nuevos pastores eran muy jóvenes; por eso, no desearían escucharlos. Mis alumnos comenzaron a pedirme, en ese contexto, que publicara mis investigaciones con la finalidad de que pudieran utilizarlas en sus futuras iglesias. De esa manera, preparé Revolution in the Church (2001). La respuesta al libro fue mucho más allá de las expectativas y me incentivó a continuar escribiendo.

¿Cuál es la mejor manera de ayudar a las iglesias para que sean más vibrantes y comprometidas en la predicación del evangelio?

Realizar entrenamientos misioneros no es suficiente. La mayoría de los miembros no participará. Creo que el mejor camino es crear una conciencia de misión. Todos deben saber por qué motivo la iglesia está aquí y entender su misión claramente. Eso hará posible la implementación de nuevas ideas. Sin embargo, la mayoría de los pastores falla en este proceso por tratar el asunto como si fuese cualquier otro programa. Cuando la mayoría de los miembros entiende que la misión es la razón por la que la iglesia existe, entonces la ejecución es posible. Sin embargo, sin esto, nada ocurre, no importa cuántos seminarios usted realice.

¿De qué manera los ministros pueden llevar a los miembros a descubrir sus dones?

Desde que escribí Revolution in the Church, cambió mi comprensión sobre elproceso de descubrimiento de los dones.En el pasado, incentivábamos a las iglesiasa realizar seminarios respecto del asunto.A veces, ese proceso demandaba cerca dediez semanas para ser concluido. Al finaldel entrenamiento, la congregación estabaexhausta y desgastada en virtud del proceso,y muy poca energía había sido colocadaefectivamente en llevar a las personas alministerio de acuerdo con sus dones.

Continúo creyendo píamente en el potencial del uso de los dones espirituales, pero no creo que las personas deban entrar en determinado ministerio por causa del don que tienen. Descubrí que no se puede colocar a los miembros en un ministerio porque usted cree que ese ministerio necesita de aquel don. Desde mi punto de vista, todos los ministerios pueden usar todos los dones.

Lo importante es descubrir por qué ministerio las personas están apasionadas. Ellas eligen un ministerio con base en sus pasiones y acostumbran servir donde se sienten más confortables, de acuerdo con su don espiritual. De esa manera, ellas estarán involucradas en algo relacionado con su inclinación, pero el lugar que ocuparán en las actividades estará basado en sus dones.

Ese proceso se concentra más en involucrarlas en el ministerio que en hacerlas descubrir sus dones. Una persona no lleva diez semanas para descubrir su don. Eso puede ser realizado en una hora o dos. De esa manera, el tiempo debe ser invertido en ayudar a las personas a que se transformen en agentes activos en un ministerio que esté en su corazón y en actividades que estén en armonía con la manera con la que ellas fueron equipadas. Yo escribí sobre eso en libros como Waking the Dead (2004) y How to Grow an Adventist Church (2009).

¿Cómo se relacionan los Grupos pequeños con un ministerio orientado por dones?

El ambiente del Grupo pequeño es ideal para el descubrimiento de dones y el consecuente compromiso en el ministerio. Es imposible volver a encender la llama del sacerdocio de todos los creyentes sin la experiencia con Grupos pequeños. Esa era la virtud del adventismo en sus primeros años. Los pioneros hicieron de los encuentros sociales (una especie de Grupo pequeño) uno de los elementos esenciales de la Iglesia Adventista. Ese hecho, poco familiar para muchos, tal vez haya sido la mayor razón para el rápido crecimiento numérico de la iglesia en sus orígenes.

Actualmente, tenemos una infinidad de seminarios que exploran la implementación de ministerios de acuerdo con los dones; pero obtenemos poco éxito con esto. Es más eficaz insertar a las personas en un Grupo pequeño y, en ese ambiente, ayudarlas a descubrir por qué ministerio están apasionadas. Por fin, debemos auxiliarlas para que encajen adonde están mejor preparadas para servir.

¿Cuál es el papel del pastor en una iglesia estructurada en Grupos pequeños, en la que los ministerios tienen como base los dones de cada uno de los miembros?

Bíblicamente hablando, entrenar y equipar (perfeccionar) a los miembros son las principales descripciones del trabajo del pastor y de los otros líderes de la iglesia (Efe. 4:11, 12). De hecho, el texto de Efesios es el único del Nuevo Testamento que trata sobre la función pastoral y, curiosamente, afirma que el trabajo es “preparar” (NVI) a los miembros para el servicio. De esa manera, si un ministro no está haciendo esto, no está realizando bíblicamente su papel.

Elena de White expande ese concepto a lo largo de sus escritos, llegando a sugerir que pastores que están haciendo el trabajo en lugar de entrenar y equipar a los miembros deberían ser dejados cesantes (Obreros evangélicos, p. 102).

En otro lugar, ella afirma que miembros de iglesia que necesitan ser cuidados por el pastor, en lugar de tener su propia vida espiritual, “necesitan convertirse, siendo nuevamente bautizados. Necesitan nacer de nuevo” (El evangelismo, p. 381).

Esas son apenas dos de centenas de declaraciones de la autora sobre el asunto. Es necesario que los miembros “hagan discípulos” a los nuevos conversos a fin de que no vengan a depender solamente del pastor. Elena de White enunció los siguientes principios en relación con este tema: (1) no dependencia del pastor, (2) crecimiento espiritual de la iglesia, (3) crecimiento numérico y (4) discipulado completo.

No hay ningún texto en la Biblia que mencione que debemos contratar a alguien para que cuide a los miembros. Ese no es el trabajo del pastor. Sin embargo, el Nuevo

Testamento es claro sobre cómo los fieles deben ser pastoreados. Aproximadamente 75 versículos afirman que el cuidado de los miembros es tarea de todos los creyentes. Si queremos tener una iglesia viva, entonces necesitamos la participación de la congregación en el cuidado mutuo de sus miembros.

¿Cómo transformar la realidad de una “iglesia de consumidores”, que depende del pastor, en una iglesia activa?

Todo comienza con el desarrollo de una fuerte comprensión de la misión de la iglesia. Un estudio sobre el sacerdocio de todos los creyentes indica que los sacerdotes del Antiguo Testamento tenían dos funciones básicas: (1) interceder en nombre del pueblo delante de Dios, y (2) desempeñar funciones religiosas que las personas no podrían realizar (ministerio en el Santuario).

Implementamos bien el primer punto, de tal manera que el pueblo no necesite buscar al pastor para interceder por ellos. Sin embargo, todavía no obtuvimos mucho éxito en aplicar el segundo. En lugar de entrenar a los miembros para que ministren, mantenemos al ministerio como obra del pastor, y restringimos las demás responsabilidades a las pocas personas que son elegidas para desempeñar cargos y funciones en la iglesia. Eso significa que debemos cambiar radicalmente y organizar nuestras iglesias entorno a la necesidad de que todos estén involucrados en el ministerio. No se trata de una opción o de una elección; es un requisito para ser miembro de la iglesia. Actualmente, algunas de nuestras iglesias han implementado esto.

Los cambios no son fáciles, pero deben ser realizados si queremos concluir la obra de Dios. Elena de White afirmó que “la obra de Dios en la Tierra nunca podrá ser terminada a no ser que los hombres y las mujeres que constituyen la iglesia concurran al trabajo, y unan sus esfuerzos a los del ministro y de los oficiales de la iglesia” (Obreros evangélicos, p. 352).

A partir de esa declaración, es posible notar que la falta de implementación del concepto que dice que cada miembro es un ministro es el principal factor que impide la conclusión de la obra. De esa manera, aunque sea un desafío, la restauración completa del sacerdocio de todos los creyentes debe ser realizada.

Otro problema que ronda las iglesias es la apostasía entre los nuevos miembros. ¿Qué hacer para evitar esa

situación?

Cuando una persona se une a la iglesia, sea como recién bautizada o por medio de una carta de traslado, la comunidad tiene entre tres y seis meses para involucrarla en un grupo, en una tarea o en un proyecto. Si eso no ocurre, esa persona tiende a apartarse de la iglesia. De esa manera, cualquier congregación que toma en serio la conservación de los nuevos miembros va a estructurarse para tener la plena seguridad de que, como parte del proceso de discipulado, los recién bautizados y los recién transferidos se involucrarán en algún ministerio. Desgraciadamente, perdemos a muchas personas cuando ellas se transfieren. La iglesia tiende a creer que esas personas ya son adventistas maduros, por lo que acaban ofreciéndoles poca o ninguna ayuda. De esa manera, ellas terminan saliendo por la “puerta de atrás”.

Además de esto, cuando hay un fuerte énfasis en el número de bautismos, tenemos la tendencia a gastar más tiempo en intentar llevar a las personas a la decisión que en ayudarlas a que se ajusten a la iglesia. Tan importante como ganar personas para Cristo es mantenerlas en el discipulado. De hecho, bautizar personas sin que haya un plan de asimilación a la iglesia es una práctica espiritual deficiente. Cuando una serie de evangelización es planificada, debe contemplar también estrategias para el acompañamiento y la conservación de sus nuevos conversos. Si tal plan no existe, la iniciativa no debería ser autorizada, pues, probablemente, traerá daños irreversibles a los nuevos conversos.

De acuerdo con su experiencia, ¿cuál es el principal desafío de la iglesia en relación con ese necesario cambio de paradigma?

Una de las cosas que me han sido difíciles de aceptar es el hecho de que los cambios llevan tiempo. Sin embargo, me siento animado por las señales de transformación que veo en todo lugar. La dura realidad es que la iglesia se hizo ineficaz en gran parte del mundo desarrollado. Normalmente culpamos al secularismo creciente. Sin embargo, no estoy convencido de que ese sea el único problema.

Por ejemplo, cuando en el mundo desarrollado el pastor asume el papel de entrenador y capacitador, y las personas están involucradas en el ministerio, la iglesia alcanza una tasa de crecimiento anual del 8 al 10%. A pesar de estar en un mundo secularizado, la iglesia crece de manera marcada. El problema no es el secularismo; el problema es la iglesia que depende del pastor para hacer todo.

Me siento animado al ver a asociaciones enteras y muchas congregaciones locales que comenzaron a moverse en esa dirección. Eso me da fuerzas para continuar. Todavía soy optimista. Creo que ese cambio no puede ser opcional; debe ocurrir para el avance de la misión. Estoy feliz por poder hablarles a los pastores de América del Sur sobre este tema. Voy a orar para que América del Sur viva, de hecho, esta experiencia.

Sobre el autor: editor asociado de Ministerio Adventista, edición en portugués.