Muchos pastores son víctimas de agotamiento emocional y desgaste físico, y terminan abreviando su vida útil en la causa de Dios

El pastor X viene enfrentando muchas luchas. A los 57 años, puede mirar el pasado, y encontrarse con un ministerio fructífero y bendecido. Pero, al mismo tiempo, siente el gran peso de la responsabilidad que carga al ocupar un cargo administrativo de gran importancia en la Iglesia Adventista.

Conocido por su idealismo y por su gran disposición, el pastor X es la clase de hombre que, sin importar cuánto haya trabajado el fin de semana, el lunes a la mañana está en la oficina, listo para un día de trabajo más. Su lema es “Gastarse y ser gastado en el servicio del Señor”.[1] Al ejercer su función, ha enfrentado muchas presiones, al lidiar diariamente con los problemas y las necesidades de la iglesia. Como resultado, su salud se ha debilitado, y ya no es más el mismo.

No se alimenta adecuadamente, perdió la alegría diaria y pasa gran parte del tiempo concentrado en sus sentimientos negativos. Enfrenta problemas circulatorios y el insomnio lo incomoda con frecuencia. No es raro que se quede dos o tres noches sin dormir.[2]

Su esposa lo aconsejó con respecto al riesgo de desgastarse tanto, pero ignoró el aviso. Al conversar con el hijo menor de la pareja, la esposa llegó a afirmar: “Me lamento por tu pobre padre…”[3]

Los problemas de salud, consecuencia del exceso de actividades, no son una novedad en la vida del pastor X. A los 44 años, pasó por una situación semejante. El desgaste lo llevó a una crisis nerviosa que lo dejó de cama por casi diez días. Después de eso, llegó a enfrentar una falta de disposición crónica que duró quince meses.[4]

El pastor X ha buscado ayuda en médicos y clínicas, pero no ha obtenido gran mejora. Actualmente, los problemas de salud son tan grandes que le impidieron participar de una reunión administrativa. Envió una carta en la que lamentaba su ausencia.[5]

Si el relato anterior no correspondiera con la realidad de un personaje histórico de gran importancia para la Iglesia Adventista, en el distante 1878, podría ser aplicado a muchos pastores de la misma denominación en sus diferentes niveles de actuación.

El pastor mencionado es Jaime White, pionero adventista y, en esa ocasión, presidente de la Asociación General. El 6 de agosto de 1882, Jaime White falleció. “Durante cuatro décadas de fatigosas y agotadoras actividades, vio muchas veces su salud comprometida y su existencia amenazada. Con todo, a los 60 años una enfermedad fatal lo postró. Su cuerpo cansado no poseía ya la resistencia suficiente para combatir los avances de la enfermedad”.[6]

Al igual que sucedió con Jaime White en el pasado, en los días de hoy muchos pastores están enfrentando agotamiento mental y desgaste físico más allá de los límites que pueden soportar, y terminan abreviando su vida útil en la causa de Dios.

Algunos factores son determinantes en el proceso de agotamiento emocional y físico de los pastores. Entre ellos, citamos:

La distancia entre el ideal y la realidad

Por más dedicado que sea, un pastor siempre tiende a cultivar el sentimiento de que podría haber hecho mejor su trabajo.

Trabajar para un Dios perfecto lleva a muchos a tener un ideal de perfección en el trabajo. Por otro lado, ese es un ideal inalcanzable, y el resultado del esfuerzo de intentar alcanzarlo se transforma en frustración por no conseguirlo. Las expectativas en relación con los pastores son altas. La iglesia espera mucho de ellos, y ellos esperan mucho de sí mismos. Eso los hace vulnerables.

Cúmulo de emociones variadas

Forma parte de la rutina pastoral estar junto a las personas en las situaciones más diversas. En un mismo día, puede compartir la alegría de un casamiento o de una fiesta de cumpleaños y la tristeza de un lecho de hospital o de una ceremonia fúnebre. Ese péndulo emocional y la empatía que necesita demostrar en situaciones ambivalentes pueden llevarlo a un sufrimiento emocional muy intenso.

Responsabilidades poco definidas

¿Cuál es la función de un pastor? Muchos pastores encuentran dificultades para determinar cuáles deben ser sus principales funciones en la rutina de trabajo. Por un lado, a veces acumulan responsabilidades que deben ser delegadas; por el otro, dejan de realizar otros aspectos del trabajo. Los pastores intentan dividir su tiempo entre la administración de recursos humanos y la promoción de proyectos denominacionales. La multiplicidad de papeles y de tareas es un factor de gran influencia en el proceso de agotamiento físico y emocional.

Exceso de trabajo

Se recomienda aun trabajador común que trabaje, en promedio, 40 horas semanales. Por otro lado, entre gran parte de los pastores, la media va de 45 a 70 horas semanales.[7] El trabajo excesivo compromete el tiempo disponible para la familia, el placer y hasta incluso la comunión personal con Dios. El resultado es una persona con poca salud y disposición para enfrentar los desafíos pastorales.

Conflicto entre ser líder y siervo al mismo tiempo

Muchas veces, el pastor se enfrenta con este dilema. Como un siervo tan pecador como los demás, ¿puede servir de líder y modelo a una congregación? Este conflicto interior puede llevar al pastor a cultivar sentimientos de baja autoestima, y sentirse incapaz e indigno de ejercer su función.

Empeño en la resolución de conflictos interpersonales

Uno de los aspectos más desgastantes del pastorado es la tarea de apaciguar y resolver conflictos interpersonales que surgen constantemente en las familias, las iglesias y las instituciones.

Aun cuando sean constantemente buscados para escuchar a las personas y darles apoyo espiritual y emocional, en la mayoría de las veces, los pastores se sienten desamparados en relación con sus propios conflictos.

Los pastores son reluctantes a buscar auxilio, especialmente dentro de la propia denominación. Esto sucede porque temen que se pierda la confidencialidad, o por imaginar que la expresión de sus sentimientos puede ser vista como demostración de debilidad ante sus superiores.

El hecho es que el agotamiento emocional y físico genera una serie de males, como fatiga crónica, dolor de cabeza, insomnio, hipertensión arterial, impotencia sexual, desórdenes gastrointestinales, pérdida de peso, dolores musculares y de columna, estrés, agresividad, falta de realización personal, baja autoestima, incapacidad de concentración, sentimientos depresivos, conflictos en el ambiente de trabajo y dentro de la propia familia.

Cómo enfrentar la situación

Ante este cuadro, surge la pregunta: ¿Qué se puede hacer para ayudar al pastor a lidiar mejor con tales cuestiones, y tener buena salud física y emocional? El primer paso es reconocer el problema. A través de una evaluación personal, cada pastor debe buscar identificar cuáles son los principales factores relacionados con su rutina y sus hábitos de trabajo que lo han llevado a esa condición. Después, debe tratar de hacer los cambios necesarios. Algunas sugerencias son:

* Buscar alimento espiritual fresco cada día. La comunión diaria trae alivio al cansado. La orientación divina hace que la persona sea capaz de adoptar una rutina equilibrada y compatible con su condición física.

* Tomar tiempo regular para sí mismo y para la familia. Tener momentos para descansar y dedicarse a actividades que traigan satisfacción personal y familiar fuera del trabajo. En un intento por recuperar la salud, en julio de 1878, Jaime White fue a descansar a Colorado. Elena no estaba allí, pero lo aconsejó a través de una carta enviada a su hijo: “No consideren este tiempo de recreación como obligación o trabajo penoso. Olviden el trabajo. Abandonen la escritura. Vayan al parque y vean todo cuanto puedan […]. Libérense de las preocupaciones y vuelvan a ser niños libres de inquietudes […]. Papá necesita ser un niño nuevamente. Caminen libremente por los alrededores. Suban una colina escarpada. Monten a caballo. Encuentren cada día algo nuevo para ver y disfrutar. Esto favorecerá la salud de papá”.[8]

* Buscar el equilibrio en la alimentación, el sueño y los ejercicios físicos. Un estilo de vida saludable es esencial para soportar las presiones de la vida pastoral. Con respecto a esto, Elena de White afirma: “Vi que cuando abusamos de nuestras fuerzas, trabajamos en exceso y nos cansamos mucho, contraemos resfríos, y en esas ocasiones estamos en peligro de que las enfermedades tomen un giro peligroso. No debemos dejarle a Dios el cuidado de nosotros para que él vigile y cuide lo que nos ha dejado a nosotros para que vigilemos y cuidemos. No es seguro ni agrada a Dios que se violen las leyes de la salud, y pedirle entonces que cuide nuestra salud y nos preserve de la enfermedad, cuando estamos viviendo contrariamente a nuestras oraciones”.[9]

En abril de 1878, cuando Jaime White se encontraba debilitado, Elena de White tuvo una visión en la que recibió el consejo de un médico: “Orar es bueno, pero vivir de acuerdo con la oración es mejor […]. Sus propios hábitos desordenados lo están manteniendo no solo a usted, sino también a su esposa, apartados de la obra para la que Dios los llamó”.[10]

* Buscar formar parte de un grupo pequeño de oración y apoyo espiritual. Es muy importante que los pastores se reúnan para disfrutar de momentos de oración y comunión. El apoyo del grupo y el intercambio de experiencias pueden contribuir a la prevención del agotamiento mental.

* Buscar ayuda. En la mayoría de los casos, un buen amigo del ministerio puede ayudar al pastor a lidiar con sus problemas y reestructurarse emocionalmente. Por otro lado, muchas veces puede ser necesaria la ayuda de un profesional de la medicina o de la psicología, con el fin de dar el apoyo necesario a la restauración física y emocional.

Un pastor jamás se debe olvidar de que, para cuidar bien su rebaño, primero necesita cuidarse a sí mismo. Si está enfermo o falto de motivación, no podrá realizar su obra adecuadamente. Además de esto, es importante recordar que hay una íntima relación entre el agotamiento emocional y los hábitos de vida. Mientras más el pastor desarrolle una relación sólida con Dios y con su familia, y mayor cuidado tenga de su salud física, más bien preparado estará para lidiar con las presiones de su trabajo. El propósito de Dios es que sus pastores disfruten de plena salud en todos los aspectos de la vida, para que puedan ser instrumentos en sus manos.

Sobre el autor: Capellán del Colegio Adventista de Coria, en la Asociación Paulistadana, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Enoch de Oliveira, La mano de Dios al timón, p. 219.

[2] Virgil Robinson, James White (Review and Herald, 1976), p. 268.

[3] Ibíd.

[4] Elena G. de White, Testemúnhos para a Igreja, p. 582.

[5] Virgil Robinson, James White, p. 269.

[6] Oliveira, Ibíd., p. 220.

[7] Investigación realizada por el autor con pastores de la ciudad de San Pablo, en 2006.

[8] Elena G. de White, Carta 1, 1878.

[9] Mensajes selectos, t. 3, p. 318.

[10] Carta 22,1878.