Pregunta 3
¿Se han alejado los adventistas de algunas de las posiciones sostenidas por ciertos adherentes de los primeros años, de quienes todavía circulan algunos escritos? Esos escritos, ¿desfiguran las actuales enseñanzas de los dirigentes adventistas?
Los adventistas creemos que la revelación de la verdad bíblica es progresiva, y ha de brillar “en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18). Y hemos procurado caminar a la creciente luz de la verdad. Nunca nos hemos encerrado en los límites de un credo formal, diciendo: “Esta es la verdad; hasta aquí llega y no más lejos”. Elena G. de White, una de nuestras principales autoras, escribió en 1892: “Siempre se revelará nueva luz de la Palabra de Dios a aquel que mantiene una relación viva con el Sol de Justicia. Nadie llegue a la conclusión de que no hay más verdad para ser revelada. El que busca la verdad con diligencia y oración encontrará preciosos rayos de luz que aún han de resplandecer de la Palabra de Dios” (Consejos sobre la Obra de la Escuela Sabática, pág. 36).
Los padres fundadores de la Iglesia Adventista que actuaron hace más de un -siglo, salieron de varias corrientes denominacionales. Mientras todos eran premilenaristas, algunos eran trinitarios; otros eran arrianos. La mayoría eran arminianos; unos pocos eran calvinistas. Algunos insistían en la inmersión; unos pocos se contentaban con la aspersión. Había diversidad en estos puntos. Y, como sucedió con diferentes grupos religiosos, nuestros primeros días se caracterizaron por la transición y los ajustes. Se estaba gestando una iglesia. Cuando estos hombres fueron creyentes renacidos, el estudio y el énfasis iniciales se pusieron sobre las verdades distintivas del movimiento. Y se ocuparon en forma similar en desarrollar una organización efectiva.
En aquellos días se le concedió relativamente poca atención a los méritos del arminianismo en contraste con la posición calvinista. Las diferencias históricas de pensamiento implicadas retroceden a San Agustín y Crisóstomo. No se preocuparon de los “decretos absolutos”, de la “soberanía divina”, de la “elección particular”, o dé la “expiación limitada”. Tampoco, al principio, trataron de definir la naturaleza de la Divinidad, o los problemas de la Cristologia, que incluían la deidad de Cristo y su naturaleza durante la encarnación; la personalidad y deidad del Espíritu Santo; la naturaleza, alcance y perfección de la expiación; la relación entre la ley y la gracia, o la plenitud de la doctrina de la justificación por la fe, etc.
Pero con él transcurso de los años la primitiva diversidad de opiniones acerca de ciertas doctrinas gradualmente fué cediendo el lugar a la unidad de criterio. Entonces la gran mayoría asumió posiciones claras y firmes respecto de doctrinas como la Deidad, la divinidad y eterna preexistencia de Cristo, y la personalidad del Espíritu Santo. Se establecieron conceptos definidos sobre la justificación por la fe. la verdadera relación entre la ley y la gracia, y sobre la muerte de Cristo como el sacrificio expiatorio completo hecho por el pecado.
Sin embargo, unos pocos se adhirieron a algunas de sus creencias anteriores, y a veces esas ideas aparecieron impresas. No obstante, durante décadas la iglesia ha estado de común acuerdo en lo que respecta a las verdades básicas de la fe cristiana.
El hecho de que ahora nuestra posición había sido aclarada nos parecía suficiente. Pensábamos que nuestras enseñanzas eran claras. Y no parecía necesaria ninguna declaración particular acerca de un cambio de aquellas antiguas ideas. Hoy el énfasis principal de todas nuestras publicaciones denominacionales más importantes, como también la continua presentación por radio y televisión, destaca los fundamentos históricos de la fe cristiana.
Pero las acusaciones y los ataques han persistido. Algunos prosiguen reuniendo declaraciones aparecidas en algunas de nuestras antiguas publicaciones que hace mucho que están fuera de circulación. Se citan ciertas declaraciones, a menudo fuera de su contexto, que dan una imagen completamente deformada de las creencias y las enseñanzas de la Iglesia Adventista de la actualidad.
Debiera tomarse en cuenta otra consideración. Y es que como los adventistas no tienen un credo formal, no limitan rígidamente el pensamiento de su ministerio. En verdad sería extrajo si ocasionalmente no apareciera alguna declaración de algún escritor adventista, que no coincidiese con el consenso general de la creencia adventista. La mayor parte de los cuerpos religiosos se encuentran con este problema y perplejidad de vez en cuando.
Todo esto ha hecho conveniente y necesario que volvamos a establecer nuestra posición que se basa en las grandes enseñanzas fundamentales de la fe cristiana, y a negar toda declaración o implicación de que Cristo, la segunda persona de la Deidad, no ha sido uno con el Padre desde toda la eternidad, y que su muerte en la cruz no ha sido un sacrificio expiatorio pleno y completo. La creencia de los adventistas acerca de estas grandes verdades es clara y categórica. Y creemos que no deberíamos ser identificados con ciertos conceptos limitados y erróneos sostenidos por algunos, particularmente en los años de nuestra formación, ni tampoco ser infamados a causa de ellos.
Esta declaración, por lo tanto, debiera invalidar el repertorio de “citas” que han estado circulando contra nosotros. Estamos en unidad con nuestros compañeros cristianos de los grupos denominacionales en los grandes fundamentos de “la fe que una vez fué dada a los santos”. Nuestra esperanza está puesta en un Salvador crucificado, resucitado, que intercede por nosotros y que está por venir.