Fortalece la relación con tus hijos por medio de los juegos

Mi esposa solía decir que tenía cuatro hijos en casa: nuestros tres hijos y yo. Volverme niño y jugar con ellos terminó siendo uno de los mejores remedios contra el estrés. Tenía permiso para hacer cosas bobas como rodar en el piso, jugar a la mancha y emitir sonidos graciosos. Todo eso lograba que hiciera lo único que muchas veces había dejado de hacer: reír. Por lo tanto, para mí, ser un padre juguetón era más terapéutico que cualquier otro recurso que la vida pudiera ofrecerme. Y los beneficios para la relación padre-hijo fueron enormes.

 Actualmente, mis hijos son adolescentes. Ser un padre juguetón exige un tipo diferente de juegos ahora. Pero los cimientos de una relación sólida construida por medio de la diversión y de hacer cosas juntos permanecen en nuestra memoria.

 Nuestra última aventura fue en un parque de diversiones, en el que fuimos a una montaña rusa. Cuando mis hijos eran más chicos, no podían acompañarme en ese juego. Pero cuando pasaron la altura mínima requerida, desearon e insistieron en que los acompañara. “¡Vamos, pa!”, dijeron. “¿O tienes miedo?” Esas palabras me provocaron y acepté el desafío. No es necesario decir que estaba muy feliz cuando el juego terminó. Y, de paso, descubrí que había criado una nueva generación de apasionados por las montañas rusas que insistían en que yo compartiera con ellos la emoción en cada oportunidad.

Efectos positivos

 Un artículo del Belfast Telegraph[1] relata que investigadores del Imperial College de Londres, del King’s College de Londres y de la Universidad de Oxford analizaron cómo los padres interactuaban con sus hijos y después midieron el desarrollo cognitivo. Los niños cuyos padres presentaron un comportamiento más retraído y deprimido cuando estos tenían tres meses, obtuvieron una puntuación más baja en los test cognitivos que incluían el reconocimiento de colores y formas. “El mensaje claro para los nuevos padres es que es bueno estar y jugar con sus bebés”.[2] Muchas investigaciones semejantes parecen confirmar que jugar con los hijos trae una riqueza de resultados positivos futuros que superan por mucho a la alegre experiencia del momento.

Efectos emocionales

 Ser un padre juguetón también ayuda mucho en el desarrollo emocional del niño; una dinámica que, según Paul Roberts y Bill Moseley, “se hace más evidente a medida que las relaciones entre padres e hijos entran en su segundo o tercer año. Al jugar, los padres tienden a ser más físicos con los niños (descansando, jugando a la mancha, etc.) mientras que las madres enfatizan los intercambios verbales y la interacción con objetos, como los juguetes. En casi todos los casos […] los padres son mucho más propensos a ‘dejar a los niños inquietos, negativa o positivamente, con miedo y placer, forzándolos a aprender a regular sus sentimientos’.

 “De cierta forma, los padres incentivan a los hijos a lidiar con el mundo fuera del vínculo madre-hijo […] Primero, los niños aprenden a ‘leer’ las emociones de su padre por medio de sus expresiones faciales, tono de voz y otras insinuaciones no verbales, y responden de acuerdo con lo que observan […] En segundo lugar, los niños aprenden a comunicar claramente sus propias emociones a los otros”[3] al llorar, al no responder y al no divagar. “Finalmente, los niños aprenden a ‘oír’ su propio estado emocional. Por ejemplo, un niño descubre pronto que si se ‘estresa’ y comienza a llorar podrá alejar a su compañero de juegos. Las consecuencias de este dominio emocional son de gran alcance”.[4]

 Por lo tanto, existen vínculos entre la calidad de las interacciones padre-hijo y el desarrollo posterior de ciertas habilidades en la vida del niño, incluyendo la capacidad de tratar con la frustración, la voluntad de explorar cosas nuevas y la persistencia en la resolución de problemas.

Efectos sociales

 Tan importante como aprender a regular la intensidad emocional de sus interacciones es la capacidad de los niños de desarrollar una comunicación social interactiva. Roberts y Moseley defienden que “los niños que aprenden a decodificar y codificar emociones en sus primeros años tendrán mejor desempeño más adelante ante cualquier encuentro social”.[5]

 También, al estudiar esos beneficios en el área de las relaciones entre hermanos, concluyeron: “Las ‘lecciones’ de gestión de emociones que los niños aprenden de sus padres durante los juegos son posteriormente aplicadas en las interacciones con hermanos y, finalmente, con personas de afuera de la familia, llevando a más cooperación y menos peleas”.[6]

Efectos negativos

 Los investigadores también descubrieron que “mientras el abordaje más íntimo y relacional de la madre, en general, continúa la consolidación del vínculo con los hijos, el estilo más juguetón del padre pierde su atractivo. A los ocho o nueve años un niño ya puede estar aburrido o irritado por las provocaciones de su padre.

 “Esta discrepancia generalmente se vuelve evidente cuando los hijos llegan a la adolescencia. Las investigaciones sugieren que los preadolescentes y adolescentes de ambos sexos continúan confiando en su madre al buscar intimidad y para suplir necesidades, y la prefieren cada vez más en áreas que exigen sensibilidad y confianza. En contraste […] el estilo juguetón que le queda tan bien al padre durante la infancia puede comenzar a alienar a los adolescentes, dándoles la impresión de que no se toma en serio sus pensamientos y sus necesidades”.[7]

 “Se supone que el estilo menos íntimo del padre podría facilitar, aunque esto no sea lo más agradable, que él se quede con la parte ‘fea’. Sea como fuere, los adolescentes pasan a ver al padre como alguien más severo y distante”.[8] “Claramente, la distancia entre padres e hijos adolescentes no es solo resultado de los juegos de los padres durante la infancia. Una función central de la adolescencia es el movimiento gradual del niño en dirección a la autonomía emocional y física de ambos padres”.[9]

 “Hasta los padres más dedicados descubren rápidamente que el camino de la paternidad moderna está repleto de obstáculos […]. Jerrold Lee Shapiro, profesor de psicología de la Universidad de Santa Clara, dice que entender tu relación con tu padre es el primer paso. Caso contrario, vas a repetir automática e inconscientemente las cosas de tu infancia”.[10]

Diversión cotidiana

 Hay algo especial en los juegos que genera sentimientos y memorias felices y genuinas. Aprendí que crear actividades divertidas no exige llevar a los niños a grandes eventos ni gastar mucho dinero. Son cosas simples, como jugar al caballito, a la pelota o cantar juntos. Esto determina la diferencia. Reviste de diversión las actividades cotidianas, como llevar a tus hijos a la escuela, comer juntos o prepararlos para dormir. Olvida las listas de tareas momentáneamente y adiciona un poco de alegría a tu paternidad.

Tiempo de calidad

 Como pastor de varias iglesias, he precisado constantemente reevaluar el uso de mi tiempo. Me quedó muy claro cierta noche mientras hacía una visita pastoral. En el medio de la visita, el padre pidió disculpas y explicó que necesitaba preparar a los hijos para dormir y contarles una historia. Luego de esa visita, decidí realizar cambios significativos en mi agenda pastoral.

 Muchos padres creen que tener algún tiempo de calidad con sus hijos los fines de semana compensará las horas ausentes durante el resto de la semana. Aunque los tiempos prolongados tengan su valor, las investigaciones muestran que los períodos más cortos, aunque más estables –todos los días– tienen resultados más gratificantes. Si tuviéramos que responder qué es mejor: tiempo de calidad o cantidad de tiempo, tenemos que reconocer que ambos son igualmente importantes.

 Un estudio, publicado por la Academy of Management Perspectives en 2015, sugirió que los padres que pasan más tiempo con sus hijos tendrán mayores niveles de satisfacción en el trabajo que aquellos que no lo hacen.[11] A su vez, otro estudio, publicado en 2006, afirmó que “desde el nacimiento, los niños que tienen un padre presente tienen más probabilidades de ser emocionalmente seguros, con confianza para explorar el ambiente y, a medida que crecen, tienen mejores conexiones sociales con sus compañeros. También es menos probable que tengan problemas en casa, en la escuela o en su vecindario”.[12]

Conexión constante

 ¿Cómo pueden hacer los padres para jugar con sus hijos adolescentes que están envueltos en un mundo totalmente nuevo de entretenimiento? Una respuesta fácil es: simplemente estando con ellos. Un día, mi hijo de catorce años estaba jugando a un videojuego. Cuando le pregunté si podía jugar con él, mi muchacho me respondió con una sonrisa, como diciendo: “¡Bienvenido a mi mundo!” Sentí el entusiasmo de mi hijo al tan solo saber que había hecho un intento de entrar en su dominio y probar lo que es interesante para él. No es necesario decir que perdí por lejos… y que eso le dio un gran placer. Durante quince minutos jugamos y conversamos, lo que fue una oportunidad valiosa.

 Entrar en el mundo de los adolescentes significa entender qué es lo que les gusta hacer. Esto crea un profundo sentimiento de gratitud. Aunque los amigos y otros intereses puedan anular la influencia que recibieron de nuestra parte cuando eran niños, mantener el contacto con ellos y no retroceder mucho es la clave. Aunque el tipo de juego sea diferente, construir una relación fuerte con el adolescente no incluye otra cosa que estar a su lado.

Transmisión de valores

 La disposición de Cristo de separar tiempo para los niños a pesar de su apretada agenda de enseñanza y sanación es un ejemplo perfecto para nosotros, los padres. No solo reforzó la importancia de los niños en el Reino de Dios, sino también dio una lección valiosa sobre cuál debería ser la prioridad para los padres hoy, a pesar de las presiones de tiempo y de las demandas de la vida. Mantenerte en contacto con tu adolescente abrirá nuevas puertas de actividades divertidas, que pueden variar desde salir juntos por comidas rápidas, participar de un evento deportivo o, me atrevo a decir, andar en grandes montañas rusas. Las impresiones de las actividades divertidas permanecerán con tu hijo en crecimiento y harán que él transfiera esas prácticas cuando sea su turno.

Sobre el autor: Director de Comunicación para la Iglesia Adventista en Inglaterra.


Referencias

[1] Ella Pickover, “Playful Dads ‘Have Babies Who Grow to Be Brainier’”, disponible en <https://tinyurl.com/ w7zktaq>, consultado el 26/2/2020.

[2] Pickover, “Playful Dads”.

[3] Paul Roberts y Bill Moseley, “Father’s Time: Understanding the Challenges of Fatherhood”, disponible en <https://tinyurl.com/r9e4usu>, consultado el 26/2/2020.

[4] Roberts y Moseley, “Father’s Time”.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd

[7] Ibíd.

[8] Ibíd

[9] Ibíd

[10] Ibíd.

[11] Nedune, “Seven Reasons Why It’s Essential Children Spend Time With Their Fathers”, disponible en <https://tinyurl.com/sfu78rr>, consultado el 26/2/2020.

[12] Jeffrey Rosenberg y W. Bradford Wilcox, The Importance of Fathers in the Healthy Development of Children (Washington, D.C.: U.S. Department of Health and Human Services, 2006), p. 12.