Regresaral campo misionero cuarenta años después de haber llegado a él, volver a visitar ciudades y lugares, y encontrarse con gente con la cual se trabajó, como asimismo con antiguos compañeros en el ministerio, es una experiencia rara. A fines del año pasado el pastor Melvin Northrup tuvo la oportunidad de viajar casi un mes por el Norte del Brasil y por San Pablo.
En esta entrevista, concedida a Marcio Dias Guarda, recuerda las condiciones del trabajo en esa época, y se emociona al verificar los resultados de la dedicación de los pioneros. El pastor Northrup actualmente está jubilado y vive en Lincoln, Nebraska, Estados Unidos, con su esposa Norma. Sus dos hijos, Cindy y Melvin, están casados y también viven en los Estados Unidos.
Ministerio: ¿Cuándo comenzó su trabajo y qué actividades desempeñó como misionero en el Brasil?
Pastor Northrup: Al aceptar el llamado para trabajar en la antigua Misión Costa Norte, en 1960, me encargaron la atención de los departamentos de Educación y Jóvenes. Además, como era la regla en ese tiempo, al viajar por el campo representaba a la administración de manera general. El presidente de la Misión era el pastor Walter de Souza Lima (a quien volví a ver ahora en Hortolandia, San Pablo). Nuestro territorio incluía los estados de Ceará, Piauí y Marañón. Había relativamente pocos adventistas, y los distritos pastorales eran muy extensos, llegando, en algunos casos, a abarcar un estado entero. Al viajar por el campo, ayudábamos en la predicación, en la organización interna de las iglesias y los grupos, actuábamos como consejeros, revisábamos las cuentas de tesorería, etc. También serví por algunos meses como pastor de la iglesia de Aerolandia, en Fortaleza. Después nos mudamos a Belén, y trabajé en la Unión del Norte del Brasil, en los mismos departamentos.
Ministerio: ¿Cuáles eran las condiciones de trabajo de un pastor adventista en el norte del Brasil hace cuarenta años?
Pastor Northrup: Los transportes y las comunicaciones eran primitivos en aquellos días. Tanto los obreros de la sede como los distritales tenían que ser expertos para andar a caballo y manejar carretas tiradas por bueyes y pequeñas embarcaciones. Con cierta frecuencia teníamos que viajar largas distancias a pie. Había pocos caminos, no había teléfonos y muy pocos receptores de radio. Yo tenía un receptor y tuve algunas experiencias interesantes con gente que no había visto nunca “una caja que hablaba”. En general, no teníamos cómo comunicamos con la familia durante los viajes por el interior, que podían durar de tres a seis semanas. Déjeme destacar el hecho de que yo consideraba que esa tarea era una aventura para Cristo. Amaba y respetaba a esa gente que sufría privaciones de toda clase y moría muy pronto. Yo tenía buena salud y la energía de un joven. Mi esposa y mis hijos también estaban plenamente comprometidos con la obra. Recuerdo que nuestra hija Cindy, con doce años de edad, vendió la bicicleta que recibió de los abuelos para poder acompañarme en uno de esos viajes por el interior. Uno de los mayores desafíos era la falta de dinero. Teníamos miembros fieles, pero muy pobres. La Misión operaba siempre en los límites de su capacidad financiera. Otro detalle que ilustra algo las condiciones de trabajo de aquel tiempo —que todavía pude recordar ahora con dos colegas, los pastores Olival Costa y Natán Araujo— era cuán difícil resultaba encontrar agua suficiente en algunas regiones durante las sequías para celebrar bautismos. Ahora recordamos, no sin cierto regocijo, cómo en algunos casos tuvimos que ejercer mucha creatividad para llevar a cabo un bautismo por inmersión en aguas sumamente escasas, cómo algunos candidatos tuvieron que arriesgar la vida en ese momento y cómo creíamos tener el derecho de suponer que un poco de barro no desluciría la celebración.
Ministerio: ¿Cuáles son los resultados positivos y negativos de los ocho años que usted pasó en el Brasil?
Pastor Northrup: Considero que mi ministerio en el Brasil fue una experiencia positiva y enriquecedora. Así como al llegar aquí la gente en general tenía paciencia con el extranjero que ignoraba ciertos hábitos, lo mismo sucedió al volver a la tierra natal después de haber adquirido ciertos hábitos aquí. Creo que aprendí mucho acerca de trabajar con gente diferente y respetar sinceramente sus puntos de vista. Sumergirse en otra cultura puede ser una bendición y una preciosa educación. Tuve la oportunidad de aprender a comunicarme razonablemente bien en portugués, y ésa también es una herencia que estimo.
Ministerio: Parece que su regreso al Brasil, después de 32 años, sigue siendo fruto de una experiencia de mucho éxito de aquellos tiempos de misionero. ¿Nos puede decir algo al respecto?
Pastor Northrup: Esta visita me dio nuevas evidencias de cómo, al confiar plenamente en Dios, permitimos que él lleve a cabo lo que no podemos hacer y ni siquiera soñar por nosotros mismos. En estas décadas, después de regresar a mi patria, algunas veces me quedé pensando si realmente había hecho lo mejor posible en el Brasil. De repente, después de muchos años, tuve esta sorpresa maravillosa. Algunas personas, que eran bien jóvenes en la década del 60, se encontraron con nosotros y nos invitaron a hacer este viaje. Y pude verificar de qué manera el trabajo de esos pocos obreros se multiplicó gracias a las bendiciones de Dios. Nos dio el honor de ser sus representantes en un éxito mucho más grande de lo que cualquier mente humana podría imaginar. Creo que Cristo inspiró a la familia Pereira, de Belén de Pará, y a otras, para invitarme a regresar a este bello país, con el fin de ver a su pueblo vibrante, porque necesitaba aprender una lección de confianza: que yo pudiera recordar que la obra de Dios avanza maravillosamente porque seres humanos se ponen en sus manos y permiten que él haga todo por medio de ellos, pero con resultados que exceden infinitamente a sus esfuerzos.
Ministerio: ¿Cómo se sintió al regresar, al volver a ver a sus colegas en el ministerio y al visitar una vez más esas regiones?
Pastor Northrup: Ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Pude volver a ver una buena cantidad de colegas y amigos de aquellos tiempos. También tuve la alegría de ver a los adventistas en una gran fiesta como lo fue la Casa Abierta en Tatuí. También fue muy agradable visitar varias iglesias. Un momento sumamente emocionante fue encontrar a algunos amigos que eran adolescentes en la década del 60, por quienes oré muchas veces sin saber lo que les estaba pasando. Ahora verifiqué que Dios hizo por ellos todo lo que yo no pude hacer. Confieso que derramé lágrimas al pensar en esos encuentros.
Ministerio: Por lo que sé, usted también aprovechó este viaje para hacer algunas investigaciones con respecto a un libro que está escribiendo.
Pastor Northrup: Así es. El relato del libro se basa en la vida de un verdadero pionero de Cristo en la Amazonia brasileña. Me refiero a Pedro Linhares, con quien tuve el privilegio de trabajar desde 1963 hasta 1968, es decir, tres años antes de su fallecimiento.
Ministerio: ¿Por qué está escribiendo un libro acerca de Pedro Linhares?
Pastor Northrup: En realidad, tengo dos objetivos. Primero, ilustrar la manera como Dios puede llevar a una persona egoísta y pecaminosa a los pies de la cruz. Segundo: mostrar también cómo es posible que Dios convierta a una persona ruda e iletrada en un obrero eficiente en su causa. El relato termina con el encuentro sorprendente del veterano obrero con uno de sus hijos, después de haber vivido cuarenta años con la idea de que todos habían muerto repentinamente. Durante tres años le insistí al pastor Linhares para que me contara la historia de su juventud; con un poco de reticencia, por fin me dio detalles de la historia.
Ministerio: ¿De qué forma contribuyó este viaje a la redacción de este libro?
Pastor Northrup: La investigación fue importante para confirmar datos e informaciones. Comencé por la biblioteca de la Casa Publicadora Brasileira, y después visité el lugar, en Piauí, donde nació don Pedro y llegó a ser conocido, a comienzos de 1900, como “el Coronel Linhares”, donde ejercía dominio en toda una hacienda de esa región. Tuve la oportunidad de entrevistar a una buena cantidad de personas que lo conocieron: parientes, colegas y amigos. También me relacioné con historiadores de la región y algunas personas cuyas familias residían cerca de su hacienda. Todo eso contribuyó a incrementar las referencias geográficas e históricas.
Ministerio: Sobre la base de su experiencia, ¿qué consejo les daría a los que se están preparando para ser misioneros o desean serio?
Pastor Northrup: Sobre la base de mis aciertos y errores, en primer lugar, les diría: estén totalmente seguros de su relación con Cristo. En segundo lugar, verifiquen la firmeza de sus lazos familiares. Tercero, respeten las costumbres e ideas de la gente con la cual tienen que trabajar. Y, en cuarto lugar, traten de disfrutar de la aventura en vez de concentrar la atención en los inconvenientes.
Ministerio: Últimamente los dirigentes de la iglesia se están preocupando mucho por la gente que vive en lo que se ha dado en llamar “Ventana 10140”. ¿Cómo se podría predicar el evangelio en las regiones comprendidas por esa ventana?
Pastor Northrup: Me parece que la obra en esas regiones exige una dosis adicional de paciencia y confianza en Cristo. Es importante que no nos olvidemos nunca de que Dios es capaz de hacer milagros. Una vez más, nuestra experiencia en el Brasil es una base para creerlo porque, en aquel tiempo, había pocos miembros, y hoy es el país con la más alta proporción de adventistas en el mundo. Me parece que una de las herramientas más eficaces que tenemos hoy para evangelizar esas regiones es la radio. La ventana 10/40 ciertamente es un gran desafío.
Ministerio: ¿Cómo vive un misionero jubilado?
Pastor Northrup: La aventura continúa. La alegría de vivir con Cristo es una experiencia que prosigue incluso después de la jubilación. He decidido dedicar mi tiempo al servicio voluntario en favor de mi familia; participo también de proyectos en la iglesia local y otros en la comunidad donde vivo. Es muy interesante poder repartirse en una docena de proyectos diferentes, sabiendo que tengo derecho a desistir de cualquiera de ellos en cualquier momento. Esa es una de las ventajas de la jubilación. Si tuviera que decidir otra vez, haría lo posible por limar y enderezar algunas de las aristas más ásperas de mi carácter. Aparte de eso, no cambiaría nada, porque veo con claridad cómo nos ha conducido el Señor. Por supuesto, aceptaría ser misionero en el Brasil otra vez. Si pudiera vivir de nuevo, sí, aceptaría sin vacilación. Aún más después de haber verificado ahora, con satisfacción, cuántas bendiciones ha derramado Dios sobre el Brasil en los últimos años.
Sobre el autor: Marcio Dias, encargado de multimedios en la Casa Publicadora Brasileña.
Melvin Northrup, Pastor jubilado, trabajó en el Brasil por varios años cumpliendo diversas responsabilidades.