El autoengaño de un desliz emocional, si se siente tan bien, ¿cómo puede ser malo?
Fue después de un sermón particularmente bueno cuando el pastor Bob[1] la notó por primera vez. Si bien se veía más atractiva que el promedio, él no tuvo pensamientos impropios con respecto a ella.
Pero su corazón dio un vuelco cuando ella le estrechó la mano ese día. Sintió ternura en su toque. La mirada de sus ojos revelaba que era una mujer que tenía muchas necesidades.
Varios días después recibió una nota manuscrita: “Sólo quería que usted supiera cuánto significó para mí su sermón de la semana pasada. Había sentido una amargura hacia Dios durante algún tiempo, y sus palabras me hicieron desear que renovara mi relación con él”. Firmado: “Con aprecio, Beverly Bower”.
Aquí estaba una oveja que había vagado lejos del redil, y le competía a Bob traerla gentilmente de vuelta a él. Él pensó que tenía una responsabilidad dada por Dios de invitarla a su oficina y estudiar con ella. Luego recordó que había leído varios años antes que un hombre no debe aconsejar a una mujer, menos a solas. Pero no la estaba aconsejando; estaba supliendo sus necesidades espirituales. Y para eso se había preparado.
Ese consejo se dirige a los pastores débiles, pensó Bob. He hablado con mujeres antes, y nada ha pasado. Estaba seguro de poder manejar la situación. Después de todo, esta hija de Dios necesitaba de su ayuda y consejo. Nunca pensó que se tratara de una tentación. Conocía su propio corazón, y su matrimonio era el mejor que hubiera existido jamás. No que fuera perfecto, sino que hacía poco Karen y él habían hablado de cuán bienaventurados eran al tener un matrimonio “mejor que el promedio”. Habían pasado algunos tiempos difíciles, pero después de 15 años de estar juntos sus relaciones habían llegado a un punto satisfactorio. Después de asistir a varios seminarios para matrimonios habían aprendido a comunicarse.
El siguiente miércoles de noche, después de la reunión de oración, Beverly apareció en la puerta del estudio privado de Bob, cerca de la entrada de la iglesia. Ella le relató cómo la ira que había sentido contra su esposo se había dirigido ahora hacia Dios. “Mi esposo hizo algunas malas decisiones financieras —le confió—, pero sabiendo que debía vivir con él no podía continuar sintiendo esa amargura. Luego transferí mi amargura a Dios, puesto que él podía haber impedido que perdiéramos nuestra casa”.
Después que Beverly terminó su historia, Bob habló de sus propias experiencias espirituales y compartió varios textos claves y citas alentadoras que la capacitarían para volverse hacia Dios de nuevo. Bob se fue a su casa esa noche sintiendo una verdadera sensación de realización. Beverly había bebido prácticamente cada palabra que él le había dicho, y parecía estar encontrándose de nuevo consigo misma. Sin duda ésta era una misión que Dios le había dado, y él era un verdadero pastor. El corazón de Bob se mostraba lleno de compasión y simpatía por esta oveja herida que él pretendía llevar de vuelta al redil de Jesús.
En las siguientes semanas las sesiones de aconsejamiento con Beverly se convirtieron en eventos regulares de cada miércoles de noche. Ella comenzó a construir un puente de regreso a Dios. También continuó compartiendo con Bob la falta de atención que recibía de su marido. Bob se sintió atraído hacia esta mujer que lo necesitaba tanto. Por primera vez en muchos meses vio que en realidad estaba ayudando a alguien que tenía una necesidad significativa. Ella apreciaba todos sus consejos. Sus sentimientos altruistas hacia ella no eran impropios, ¿o lo eran? El sólo estaba haciendo lo que se le había ordenado hacer: restaurar a una oveja perdida por medio del alimento espiritual.
Detrás del escenario
Si las cortinas de la percepción humana se hubieran abierto en ese momento, el pastor Bob podría haber oído a Screwtape[2] diciéndole a su cómplice sobrino: “Buen trabajo, Ajenjo; yo no podría haberlo hecho mejor sí hubiera planeado esta estrategia personalmente. Tú elegiste a tu víctima con mucha sabiduría. Él es el tipo ideal por naturaleza para ser atrapado en la telaraña del adulterio. Sólo será cuestión de tiempo hasta que lo veamos abandonar al Enemigo y ponerse completamente de nuestro lado cometiendo el pecado imperdonable en lo que a la obra de la iglesia concierne.
“Yo lo recuerdo desde los días del seminario. Traté de prenderlo entonces. Era un tremendo orador y muy admirado; yo pensé que el orgullo haría el trabajo, o la arrogancia; pero él estaba demasiado cerca del Enemigo. Esa es la razón por la cual te lo pasé a ti. Yo sabía que te tomaría un buen tiempo, pero ¡qué son 15 años si finalmente te anotas una victoria tan grande que con su caída podemos, de un solo golpe, destruir la carrera de un hombre, a su familia, y zarandear la fe de toda una congregación! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Revisemos este caso y definamos el perfil de la personalidad que corre más riesgos de violar el séptimo mandamiento del Enemigo. ¿Te acuerdas qué le atrajo de la muchacha con quien se casó? Sí, ella también tenía grandes necesidades espirituales, y él era un verdadero trofeo, el líder religioso del Enemigo en la universidad. Era un ayudador perfeccionista, que no quedaba satisfecho con hacer las cosas a medias. En esta muchacha vio a una persona querealmente lo necesitaba. Dedicó muchas horas a mantener una comunicación íntima con su alma, a mirarla fijamente a los ojos mientras bebía la admiración que ella le demostraba. ¡Ah! ¡Qué magnífico engaño! Al par que satisfacía su necesidad de ayudar a alguien espiritualmente, esta íntima comunión del alma llenó la necesidad que ella tenía de alguien que la escuchara y nutriera su ser. Ella literalmente absorbía todos sus consejos y los conformaba voluntariamente a su ideal.
“Luego el matrimonio y el trabajo; él, con su perfeccionismo, siempre hizo un trabajo de primera clase para su Jefe, nuestro Enemigo, quien según él razonaba, no sólo demandaba sus días, sino también la mayoría de sus noches y fines de semana. Su esposa llegó a depender de sí misma, y ya no estaba sedienta de oír sus palabras de sabiduría. Luego vinieron los niños. Ella se consagró enteramente a ellos, y él se sintió hasta cierto punto relegado. Al no encontrar en el hogar la satisfacción de sus instintos de ayudar, se consagró con más entusiasmo a su trabajo, la tarea de rescatar a la oveja perdida. Los años pasaron: la ordenación, iglesias más grandes, más tiempo dedicado a ayudar a los desamparados, ¡y ahora casi lo tenemos!
“Bien, escucha: procura mantener su mente centrada en cuanto necesita de él esta preciosa oveja perdida; cuán desamparada se siente sin su consejo. Mantenlo ignorante acerca de los mecanismos del proceso de vinculación. Ha aprendido la importancia de mirar a una persona fijamente a los ojos. Asegúrate de que actúe según este buen consejo para acelerar su destrucción. Mientras ella lo mira con asombro y admiración, asegúrate de que los ojos de él se fijen largamente en los de ella. Este obrero del Enemigo ha sido advertido acerca de los contactos ilícitos, así que no caerá en ese punto, al menos no al principio; pero ambos ignoran que los ojos son las ventanas del alma. Una larga mirada puede decir mucho más que las palabras. ¡Ja!, y el pastor Bob piensa que un largo contacto de los ojos es una buena práctica en el acto de aconsejar. Los pastores de la iglesia del Enemigo manejan suficiente teoría en su trabajo de aconsejamiento como para hacerla peligrosa.
“Después, Ajenjo, trata de multiplicar sus oportunidades de comunicarse, y de hacerlo en forma privada. Ella ya le ha escrito una nota. Esto se pone buenísimo. ¡Magnifico! Él la guarda en su escritorio para releerla cuando las cosas se ponen difíciles. Se esfuerza en mejorar y acrecentar su cúmulo de recuerdos. Sobre todo, procura que las comunicaciones de ella lleguen sin que interfieran la esposa o su secretaria. ¡El secreto es un factor que nos favorece! Asegúrate de que él mismo determine las citas de aconsejamiento y cierre la puerta cuando la plática se ponga buena. Haz que el carro de ella se descomponga de vez en cuando para que él se vea obligado a llevarla a su casa después de la reunión. Sí logras que la hora de su cita coincida con la reunión de alguna comisión de la iglesia, habrá una legítima excusa para que cenen juntos.
Después tendremos que lograr que Bob crea que al abrirse realmente atraerá a esta oveja perdida, creando así el ambiente propicio para que ella sea más espontánea en comunicar sus emociones negativas. Procura que él comparta con ella asuntos acerca de su propio matrimonio. El estará en guardia al principio, pero una vez que vea el interés de ella y sienta que su reacción llena de empatía alimenta sus propias emociones, se involucrará más y más a fin de seguir logrando la misma intensidad de respuesta. Mientras más íntima sea la plática, más estrecho será el vínculo. ¡Y ellos piensan que tocarse es lo único malo! ¡Ja!
“Es seguro que ella responderá con detalles explícitos acerca de su triste vida, y mientras más hablen, descubrirán que tienen más cosas en común, y más y más cultivarán la dependencia mutua. Imagínate que todo estará envuelto con el manto de la espiritualidad. Ya estamos a punto de lograr que violen el primer mandamiento. Pero ahora vayamos por el oro y hagamos que quebranten el séptimo. Las consecuencias que se acarrean sobre el rebaño del Enemigo son siempre mayores con la violación de éste.
“Para hacer que las cosas parezcan correctas y normales, él tendrá que persuadir a su esposa a que la invite a comer. Eso le dará a él la oportunidad de compararlas a las dos. Una vez que vea la diferencia entre una esposa que ya no lo necesita y la abrumadora respuesta de ‘no puedo seguir adelante sin ti’ de parte de su tentadora, estará casi listo para violar el séptimo mandamiento. Entonces procura que su esposa se ponga un poquito celosa para que él esté a la defensiva. Haz que su esposa se aparte un poco a fin de que él sienta la necesidad de alguien que lo comprenda. En la siguiente sesión, cuando él comparta sus propios problemas, añade un prolongado toque de simpatía, y que un inocente ‘te quiero’ salga inadvertidamente mientras que su querida oveja intenta ahora consolarlo. ¡La victoria es nuestra!”
La historia continúa
Con cada día que pasaba, Bob notaba que sus pensamientos volaban continuamente hacia Beverly de una manera u otra. Cualquier cosa que viera, oyera, o leyera se la traía a la mente. Incluso durante sus devociones privadas se encontraba de repente pensando en compartirlas con Beverly. Todo el día mencionaba su nombre en oración. Su propia vida espiritual tomaba un significado más profundo cuando se centraba en Beverly y sus necesidades espirituales.
Compartía semanalmente sus nuevas experiencias y sentimientos espirituales con Beverly. Ella, por su parte, empezaba a desarrollar un ferviente andar con Dios y compartía con él algunos detalles referentes a su creciente devoción personal. Parecía que nunca tenían suficiente tiempo para hablar durante la breve visita semanal, de modo que Bob sugirió que escribieran sus pensamientos en un diario y los intercambiaran cada semana. Beverly aceptó ansiosamente.
Pronto Bob se dio cuenta que estaba compartiendo con Beverly sentimientos y pensamientos muy íntimos que nunca antes había compartido con su esposa. Una vez relampagueó en su mente la advertencia, pero nuevamente razonó que no sentía nada inmoral por Beverly. Admitió que sentía cierto grado de atracción hacia ella, pues era una mujer de hermosa apariencia, pero se sentía más atraído por su intelecto, por su espiritualidad. Ciertamente esta atracción no era concupiscencia; no tenía intenciones físicas inmorales. Eran simplemente amigos, eso era todo, ¡sólo amigos! Amigos que habían descubierto que tenían mucho en común, junto con el elemento clave de sentir un profundo anhelo mutuo de acercarse a Dios. Orar juntos cada vez que se encontraban era algo que él esperaba ansiosamente. ¿Cómo podría ser mala una cosa tal?
Luego su mente retrocedió al mes anterior, cuando Beverly había estado llorando en su oficina. Él se había acercado y había colocado gentilmente un brazo consolador alrededor de sus hombros mientras le pasaba un pañuelo. ¿Pero qué había de malo en eso? La gente se toca todo el tiempo, incluso en la iglesia. Simplemente porque dos personas se toquen no significa que estén implicados en adulterio. Allí la mente de Bob había usado la palabra “prohibida”. ¿Adulterio? De ningún modo. Adulterio es cuando dos personas van al cuarto de un motel y hacen lo que la Biblia declara específicamente que está reservado para la pareja casada. No, Bob definitivamente no había cometido adulterio. ¡Aconsejar a Beverly y a otras mujeres como ella era el ministerio que se le había asignado! Estaba ayudando a alguien a encontrar al Señor. ¿Qué diferencia había en que las circunstancias hubieran dispuesto que fuera una mujer?
Y sin embargo, la idea del adulterio continuó molestándole. Bob decidió analizar sus inquietudes con Beverly. El siguiente miércoles de noche discutieron sus sentimientos mutuos y llegaron a la conclusión de que no tenían la intención de destruir sus hogares. No estaban involucrados en una relación inmoral Beverly estuvo de acuerdo en que eran únicamente amigos, y eso era todo. Amigos que de alguna manera sentían entre ellos lo que Jesús y María Magdalena habían sentido el uno por el otro: un amor espiritual más que un amor humano. Esa noche prometieron que sus relaciones no alcanzarían los límites del adulterio. Sus relaciones permanecerían en un nivel no físico.
Durante un año más Bob y Beverly continuaron su “amistad”. Al compartir sus pensamientos, sentimientos e inclinaciones espirituales, se vincularon emocionalmente, aunque nunca transgredieron físicamente el séptimo mandamiento. Pero el daño era, no obstante, tan real como si lo hubieran hecho. La “amistad” creció al punto de que otros, especialmente sus respectivos cónyuges, empezaron a notar la “electricidad” en el aire cada vez que Bob y Beverly estaban en el mismo salón en una función social o en una reunión de la iglesia. Era difícil dejar de notar la luz que brillaba en sus ojos. Uno de los ancianos de la iglesia incluso vino a Bob un día y le expresó su preocupación.
Al día siguiente Bob notó un texto que le llegó directamente al corazón: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 175). ¿Había estado viviendo en contra de la realidad? ¿Era realmente un error hablar con Beverly? ¿Había estado racionalizando todo el asunto para poderlo ver como algo religiosamente correcto? ¿Debería abandonar su amistad? Pero ¿cómo podía él abandonar a la oveja perdida que Dios le había traído? ¿Cómo podía descuidar esta misión que Dios le había dado, especialmente cuando ahora Beverly y él se sentían “tan cerca de Dios”? Otro texto pareció quemarle la mente: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Prov. 14:12).
Bob continuó leyendo. De hecho, los primeros siete capítulos de Proverbios los sintió como un martilleo incesante que golpeaba las profundidades de su alma. Analmente decidió considerar una cita que realmente lo torturaba:
“En las batallas contra la corrupción interna y la tentación externa, incluso el sabio y poderoso Salomón fue derrotado. No es seguro permitir la menor separación de la más estricta integridad. ‘Absteneos de toda apariencia de mal’. Cuando una mujer relata sus problemas familiares, o se queja de su esposo ante otro hombre, viola sus votos matrimoniales; deshonra a su esposo y derriba las paredes levantadas para preservar la santidad de la relación matrimonial; abre ampliamente la puerta e invita a Satanás a entrar con sus insidiosas tentaciones. Esto es precisamente lo que Satanás quisiera. Si una mujer viene a un hermano cristiano con un relato de sus tristezas, sus chascos y sus pruebas, él debería aconsejarla que si ha de confiar sus problemas a alguien, que elija a una hermana como confidente, y entonces no habrá apariencia de mal por la cual la causa de Dios puede sufrir reproche”[3]
Resolución
Bob sabía que tenía que hablarle a alguien de esta “amistad”. Decidió ver a un consejero profesional. Después de varias semanas de aconsejamiento, determinó cortar completamente sus relaciones con Beverly. Intelectualmente sabía que esto era correcto, pero sentía que sería la cosa más cruel que haría jamás. Y vivir sin poder compartir nada con Beverly, cuando habían sido “almas gemelas” íntimas, lo sintió como un suicidio emocional. A decir verdad, esta relación había cambiado todo el panorama emocional, mental y espiritual de Bob. Comprendió que, en esencia, había cambiado su relación con Dios por una relación con otro ser humano. Ella llegó a ocupar en su corazón el lugar que previamente había reservado para Dios mismo. Sus pensamientos, su atención y sus afectos llegaron a ser de ella.
Con agonía Bob llegó a la conclusión de que, al tratar de evitar la violación del séptimo mandamiento, había violado radicalmente el primero. El creía que aquello era recíproco, que Beverly había experimentado la misma “conexión del alma” que cuando colocó a Bob en el pedestal que le correspondía a Dios en su corazón. Eso hizo que los vínculos que existían entre ellos fueran más difíciles de romper que si sólo hubiera sido una unión física. Al cortar su amistad, sintieron como si estuvieran cortando sus relaciones con Dios. ¿Cómo podía un asunto que consideraban tan correcto convertirse en algo tan malo?
Durante dos años Bob luchó por borrar a Beverly de su memoria. Cada vez que abría su Biblia, pensaba en ella. Cada vez que trataba de orar, pensamientos relativos a ella inundaban su mente. Lloró por su pecado, confesándolo una y otra vez, tratando de oír a Dios hablándole a su alma. Fue sumamente difícil borrar la forma y la voz de Beverly de su mente y reemplazarla con la de Dios. El regreso al lugar donde sólo quedaran Dios y Bob otra vez, fue un camino lento y doloroso. Las cicatrices de ese desliz perdurarán para siempre. Es posible el perdón, pero el olvido no está dentro del dominio de las capacidades humanas. Usted no puede borrar algo de la mente tal como lo hace al reformatear un disco de computadora.
Necesitaba perdón, no sólo de Dios, sino también de su esposa Karen. Bob aprendió que un desliz emocional o espiritual puede ser más dañino para una esposa que un desliz físico. Compartir el cuerpo de uno puede ser menos devastador para una esposa que saber que su esposo ha compartido su ser más íntimo con otra mujer. Con el tiempo, el matrimonio de Bob y Karen pasó por el misericordioso proceso de sanidad. Más de una vez ellos se preguntaron si valía la pena luchar por lo que Beverly había dejado. Pero a pesar de sus sentimientos, ellos sabían cuál era la voluntad de Dios para sus vidas. Bob atribuyó al invencible amor y apoyo de Karen el hecho de que finalmente pudieron permanecer juntos. Si él hubiera estado casado con alguien menos fuerte en el Señor, y menos consagrada a él, probablemente se habrían divorciado. Afortunadamente ella vio en él a alguien por el cual valía la pena luchar.
Sin embargo, Beverly y su esposo no fueron tan afortunados. Se divorciaron poco después que la “amistad” terminó. Bob reconoce que no puede evitar sentirse culpable, y ora para que ellos también sean sanados de alguna manera. Y espera que ella no esté consultando con otro pastor ahora.
Referencias
[1] Los nombres en este artículo han sido cambiados. Anthony Alien trabaja para una casa publicadora cristiana. Este artículo está basado en el libro próximo a salir It Isn’t Adultery if It’s Not Physical, Is It? (No es adulterio si no es físico, ¿verdad?)
[2] Con perdón de C. S. Lewis.
[3] Elena G. de White, Testimonies For the Church (Mountain, View, Calif.: Pacific Press Publishing Association, 1948), tomo 2, pág. 306.