Hace exactamente cien años, el Congreso de la Asociación General votó la creación de una Comisión Ministerial, que luego se transformaría en la Asociación Ministerial. Como justificación para el establecimiento de esta Comisión, el liderazgo de la iglesia afirmó: “Creemos que ha llegado el tiempo, en la providencia de Dios, para el establecimiento de un medio para el intercambio de planes, métodos e información, y para el fortalecimiento definitivo del ministerio evangélico” (Review and Herald, 15 de junio de 1922, p. 28).
Deseo destacar la palabra “intercambio”: Si hay algo que cada ministro del evangelio necesita imperiosamente es relacionarse con otros pastores y poder intercambiar planes, métodos e información, pero además experiencias, anécdotas, vivencias, aciertos, errores, recursos, ideas… en fin, todo aquello que pueda ser útil para “el fortalecimiento definitivo del ministerio evangélico”.
Recientemente, recibí la visita de un pastor de edad avanzada; alguien que, en su momento, acompañó y apoyó parte de mi formación ministerial. Ahora, años después, golpeado por circunstancias adversas, era él quien necesitaba acompañamiento, apoyo, y un oído amigo. Pudimos conversar, rememorar antiguas épocas, compartir momentos especiales de oración y despedirnos con un abrazo emotivo. Esta experiencia me ayudó a entender como nunca antes la importancia de las relaciones y el apoyo interpastoral. Es que nos necesitamos mutuamente.
Muchas veces, la tarea ministerial puede resultar solitaria. Muchos pastores trabajan en lugares alejados, distanciados de cualquier otro colega ministerial, y tienen pocas oportunidades de intercambio y fortalecimiento mutuo. Sin duda, la Asociación Ministerial fue creada para paliar esta dificultad, a través de la visitación, los concilios de pastores, los Grupos pequeños pastorales, entre otras actividades. Y, por supuesto, la revista Ministerio también tiene el objetivo de proveer en cada número herramientas, recursos y reflexiones para capacitar, enriquecer y fortalecer el ministerio adventista en Sudamérica.
Amigo pastor, es reconfortante saber que no estamos solos en nuestras labores. Y es importante recordar que no somos islas. La importancia del apoyo mutuo está claramente revelada en la Palabra de Dios: “Mejores son dos que uno; […] porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. […] Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ecl. 4:9-12).
Como pastores, no debemos aislarnos; al contrario, debemos aprovechar toda oportunidad para relacionarnos con nuestros colegas en el ministerio. Por ello, interésate en los pastores cercanos a ti, con los cuales tienes más contacto. Busca estrechar lazos con ellos; hazte de amigos en el ministerio, compañeros de oración. Y, si enfrentas alguna dificultad, no dudes en buscar a un colega de confianza que pueda ayudarte y aconsejarte. Más de un ministro ha terminado hundido y ahogado por los problemas, demasiado orgulloso como para abrirse con otros pastores en busca de ayuda.
Cuán sabia fue la actitud de Moisés, que ante las dificultades crecientes reconoció: “Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí!” (Núm. 11:14, NVI). Y, si bien nuestro principal ayudador y sustentador siempre debiera ser Dios mismo, quien había prometido al anciano líder: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”, el Señor se vale muchas veces de instrumentos humanos para aconsejarnos y sostenernos. En el caso de Moisés, fueron otros dirigentes del pueblo, “colegas en el ministerio”, como por ejemplo Aarón y Ur. En palabras de Elena de White: “Feliz es el ministro que tiene un fiel Aarón y un Ur que le fortalezcan los brazos cuando se le cansen y los sostengan mediante la fe y la oración. Un apoyo tal es una ayuda poderosa para el siervo de Cristo en su trabajo y a menudo hará que la causa de la verdad triunfe gloriosamente” (El ministerio pastoral, p. 57).
Sobre el autor: editor asociado de Ministerio, edición de la ACES.