Southview es una iglesia que pasó un año sin pastor, y sin embargo continuó creciendo. El autor nos dice cuál fue el secreto de su crecimiento y brinda sugerencias para iglesias sin pastor.

Si alguna vez llegó a pensar que su iglesia se haría pedazos y moriría sin su constante intervención ministerial, considere el caso de la Iglesia Bautista del Sur de Southview, Lincoln, Nebraska, Estados Unidos.

Cuando el pastor de Southview partió en 1980, pasó un año entero antes de que llegara el nuevo pastor. En un caso así, se puede esperar que después de un año sin pastor, el primer asunto importante sea reavivar la iglesia de cuatrocientos miembros, reunir el rebaño disperso y tratar de hacer que las cosas comiencen a andar otra vez. No fue así en Southview. El reverendo Eddy Hallock, el nuevo ministro, encontró un grupo que estaba creciendo espiritual y numéricamente. Los doce diáconos (tiene que haber alguna significación apostólica aquí) habían puesto en marcha los cultos, la predicación, el bautismo de los conversos y el asesoramiento de los miembros. Bob Rung, uno de los doce, admite que hubo un vacío cuando el pastor se fue, pero “no cerramos el negocio -recuerda-. Nos animamos unos a otros y compartimos lo que teníamos. Nuestro cuerpo creció con esa experiencia. Aprendimos a depender del Señor’’.

La experiencia de Southview puede ser un poco inquietante para muchos ministros. ¿Qué pasaría si cada iglesia fuera capaz de seguir adelante sin pastor por un año? ¡Algunos de nosotros nos ponemos nerviosos si la iglesia sobrevive a nuestra vacación de tres semanas! Pero Southview tiene que traer algunas lecciones a la mente:

En primer lugar, debiera enseñarnos “a no pensar de nosotros mismos más elevadamente de lo que debiéramos pensar” (para parafrasear al apóstol Pablo). Los pastores, probablemente en mayor grado que la mayoría de los grupos profesionales, son proclives a delirios de grandeza con cierta inclinación mesiánica. Hablamos de ser siervos, pero la mayoría de nosotros tenemos que luchar contra la tentación de jugar al rey. De esta manera, cuando quiera que sienta un ataque de “indispensabilidad’’ en camino, recuerde a Southview e imagine a su congregación… ¡floreciente, creciente, vibrando después de un año sin su liderazgo! No estoy diciendo que los pastores son innecesarios y que las iglesias andarían mejor sin ellos. Algunos pastores lo son, y algunas iglesias lo harían… pero no la mayoría. Estoy diciendo que el pastor que realmente cree que su iglesia no puede funcionar sin él, tarde o temprano tiene que desilusionarse de esa fantasía, generalmente por medios nada agradables.

En segundo lugar, Southview debiera sugerirnos algunas normas diferentes para determinar el éxito pastoral. ¿Ha experimentado alguna vez ese gozo sutil del corazón que se cierne sobre usted cuando períodos de dificultad caen sobre la congregación que acaba de dejar? Las cosas marchaban muy bien mientras usted estaba allí, y ahora la iglesia o el nuevo pastor no pueden sostener lo que usted ha edificado. ¿No es esto evidencia de su progreso personal y pastoral? Southview, me parece, nos señala en la dirección opuesta. ¡Qué pastor de éxito debe de haber sido el ministro saliente, el reverendo Dennis Wood, para inspirar y equipar a sus miembros a fin de que pudieran seguir con la obra de la iglesia por sí mismos durante un año entero! El pastor de éxito no es aquel cuya iglesia se desarma cuando él se va, sino aquel cuya iglesia está tan fuertemente edificada espiritualmente por su ministerio que puede hacerse cargo de muchas de sus funciones y continuar operando.

En las palabras del diácono Rung, “aprendimos a depender del Señor”. Esta es la clave de este tipo de ministerio exitoso. Demasiado a menudo el mensaje que nuestros miembros reciben es que nosotros confiamos en el Señor, y ellos deben confiar en nosotros. ¡No es extraño, entonces, que las cosas parezcan venirse abajo hasta que viene un nuevo pastor en el que la gente se pueda apoyar! La relación total se autoperpetúa: a la gente le gusta porque les quita la responsabilidad de hacer algo y la ubica sobre el pastor; al pastor le gusta porque le brinda la imagen de “padre” ante la iglesia. Y un poco de quejas en cuanto a la carga de responsabilidad que lleva también puede hacerlo lucir bien. Un sistema tal puede hacer pastores “fuertes” pero produce iglesias débiles, y miles están en una situación tal.

Un pastor auténticamente exitoso es lo suficientemente seguro como para delegar responsabilidades a su rebaño sin preocuparse de que esto pondrá en peligro su posición como pastor del rebaño. Es cierto que a la mayoría de los pastores no les gusta delegar responsabilidades. Pero también es cierto que la mayoría de los miembros resisten a brazo partido tener responsabilidades sobre sus hombros. Esto sin duda es cierto aun en un ejemplo tan brillante como el de la Iglesia Bautista del Sur de Southview, porque el diácono Rung considera que la mayoría de la gente no sabe cómo pueden ser usadas por una iglesia. No son conscientes del potencial que tienen. Pero dice él que parte del mensaje cristiano, si usted lo toma seriamente, es: “Somos competentes en Cristo”.

Hacer llegar un concepto tal a su congregación, y entrenarlos y motivarlos para que lo pongan en práctica es todo un tema en sí mismo. Pero Southview debiera estar diciéndonos que un pastor tiene éxito en la medida en que puede entrenar a su pueblo a aceptar y llevar adelante la responsabilidad con éxito. Durante todo un año los miembros de la Iglesia Bautista de Southview atendieron razonablemente bien mucho de lo que su pastor había estado haciendo, aunque no había allí un pastor para ayudarlos. ¿No cree usted que sus miembros debieran ser capaces de hacer al menos unas pocas de las tareas que usted está haciendo, especialmente si usted los guía? Los pastores sabios -y los que evitan ataques cardíacos- delegan todo lo que pueden.

Quizás aun más interesante que el hecho de que los doce diáconos de la Iglesia Bautista de Southview fueran capaces de mantener la iglesia funcionando por tanto tiempo sin pastor, es el hecho de que cuando llegó el nuevo pastor, no se “retiraron”, dejando que él solo asumiera todas las funciones usuales de liderazgo. En cierto sentido, esos diáconos están sirviendo ahora como “pastores asistentes”, llevando adelante varios grupos de confraternidad y estudio dentro de la iglesia. Y el reverendo Hallock, el nuevo pastor, está muy feliz con ellos. Dice él: “Yo no puedo ministrar personalmente a todos los 350 ó 400 miembros de la congregación. No hay suficientes horas en el día. Un pastor debiera orar por líderes calificados”.

La Iglesia Bautista de Southview parece haber sido afortunada tanto con sus pastores salientes como los entrantes. Uno dejó una iglesia que era capaz de funcionar bastante bien sin él, y el otro aparentemente no se intimidó con que esto fuera así.

Entonces, la próxima vez que empiece a preguntarse qué podría hacer la iglesia sin usted, recuerde Southview. Como aquella iglesia, la suya puede hacerlo bien también. Y si es así, esto hace de usted todo un éxito.

Sobre el autor: B. Russell Holt es el director ejecutivo de Ministry.