Los pastores reunidos en el Primer Concilio Ministerial Consultivo de la División Interamericana, constreñidos por la solemnidad de los tiempos finales en que vivimos, por la formidable tarea que queda por cumplir de predicar el Evangelio “hasta lo último de la tierra”[1] y de preparar una iglesia “que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”[2], sintieron la enormidad de la responsabilidad y reconocieron la futilidad de los esfuerzos humanos sin la capacitación del poder divino. Al mismo tiempo recordaron las maravillosas promesas de ayuda mediante el Espíritu Santo, que conferirá poder para terminar gloriosamente la predicación del Evangelio y la preparación de la iglesia.

Por lo tanto hacen llegar a todo el ministerio un urgente llamado para efectuar una profunda rededicación y reconsagración, en forma de una rendición total de la vida a Nuestro Señor Jesucristo que dé como fruto un ministerio que siga el “ejemplo” y las “pisadas” de Jesús[3], pues “cuando Cristo mora en el corazón, el alma rebosa de tal manera de su amor y del gozo de su comunión, que se aferra a él, y se olvida de sí misma”.[4]

Todo el ministerio debe unirse en esta preparación espiritual, considerándola de tanta importancia y urgencia que merece el primer lugar.

Aconsejamos estudiar con oración los siguientes asuntos, que merecen cuidadosa reflexión. Su cabal comprensión y consiguiente práctica habrá de producir en el ministerio el necesario y urgente reavivamiento que necesitamos.

  1. El ministerio es una obra sagrada

El ministerio no es una profesión más, no es una manera de ganarse la vida, no es la forma de alcanzar comodidades, posiciones o fama. El ministro es llamado por Dios[5], escogido por Cristo[6], es hecho ministro[7] y ha recibido su ministerio de Cristo.[8]

El espíritu de profecía recalca el carácter sagrado del ministerio.

“El ministro que sea colaborador con Cristo deberá poseer una profunda comprensión del carácter sagrado de su obra”.[9]

“El ministro ocupa el puesto de portavoz de Dios a la gente, y en pensamiento, palabras y actos, debe representar a su Señor”.[10]

“Sois embajadores de Cristo, para proclamar su mensaje de salvación”.[11]

“No debe empequeñecerse el ministerio evangélico… La más elevada de todas las ocupaciones es el ministerio en sus variadas modalidades… No hay obra más bendecida de Dios que la del ministro evangélico”.[12]

“Los ministros de Cristo son los guardianes espirituales de la gente confiada a su cuidado”.[13]

“Los hombres que están verdaderamente capacitados y que sienten que han de hacer una parte en relación con la obra de Dios, se sentirán oprimidos por el sentimiento del carácter sagrado de la obra, como un carro bajo una carga de gavillas”.[14]

En todo momento, en todo lugar, el ministro recordará que es un sub pastor que debe representar con sus palabras, conducta, apariencia personal y comportamiento al “Príncipe de los pastores”.[15]

  • Los verdaderos motivos

Conviene analizarse con honestidad y preguntarse: ¿Por qué estoy en el ministerio? La actividad y el éxito aparente no prueban nada, pues Jehová “no mira lo que mira el hombre… Jehová mira el corazón”.[16]

¿Cuáles son los motivos correctos? En primer lugar, la convicción profunda de haber sido llamados por Dios, que le hizo decir a Pablo: “Pablo, apóstol; no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre”.[17] En segundo lugar, esa divina compulsión que llevó a Jeremías a exclamar: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.[18] Ese mismo sentido de santa obligación y urgencia fue expresado por Pablo: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y, ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”[19]

El gran motivo debe ser el profundo amor a Cristo: “Porque el amor de Cristo nos constriñe”.[20] “Los que sienten el amor constreñidor de Dios no preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer lo que él quiere; no preguntan cuál es la norma más baja que acepta, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Redentor. Con ardiente deseo lo entregan todo y manifiestan un interés proporcional al valor del objeto que procuran. El profesar que se pertenece a Cristo sin sentir ese amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea”.[21]

Ningún otro motivo es digno en la causa de Dios. “Han de trabajar, no por el salario, sino porque no pueden actuar de otra manera, porque se dan cuenta de que pesa un ay sobre ellos si no predican el Evangelio”.[22]

Ojalá que de cada ministro se pueda decir que “el amor a Cristo es el móvil de sus acciones”.[23]

  • Limpios de pecado

El pecado arruinó el glorioso destino de Adán y Eva. El pecado separa de Dios, esclaviza y produce muerte espiritual y eterna. Si el pecado produce serias consecuencias en los individuos, dichas consecuencias son mucho más graves en un ministro; oprobio, vergüenza, fracaso y derrota son el fruto amargo. “Puede ser que haya hombres que tengan excelentes dones, mucha capacidad, espléndidas cualidades; pero un defecto, un solo pecado albergado, ocasionará al carácter lo que al barco una tabla carcomida: un completo desastre y una ruina absoluta”.[24]

El ministro jamás debe desestimar el poder de la tentación, sino estar constantemente en guardia, porque “el que piensa estar firme, mire que no caiga”. [25] “Muchos juegan con el mal, pensando que podrán romper con él cuando quieran; pero quedan cada vez más engañados hasta que se encuentran dominados por una voluntad más fuerte que la suya”. [26]

El ministro se cuidará de los pecados comunes, pero estará constantemente en guardia contra los sutiles pecados del espíritu: envidia, celos, amarguras, odio, discriminaciones, críticas mordaces, juicios apresurados. Asimismo acechan los pensamientos pecaminosos y las peligrosas caídas causadas por la lascivia, el amor al dinero y la deslealtad.

Conviene recordar que pequeñas concesiones y pequeños descuidos, pueden llevar insensiblemente a grandes caídas. Otro peligro lo señala Salomón: “Si caíste, fue porque te enalteciste”.[27]

El mensaje a los ministros es: “Apartaos, apartaos… no toquéis cosa inmunda… purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová”.[28] No permitamos que el pecado anide en nosotros. Oficiemos nuestras sagradas funciones “levantando manos santas”[29] y que en todo tiempo, lugar y circunstancias “sean blancos tus vestidos”.[30]

Hay que arreglar diariamente las cuentas con Dios. No permitir que pecados de cualquier índole envenenen el alma y perjudiquen el sagrado ministerio. Hay que reconocer humildemente los pecados, arrepentirse y hacer confesión para recibir la dulce seguridad del perdón.

  • Relaciones mutuas

Las relaciones con el prójimo afectan la vida espiritual. Seis de los Diez Mandamientos tienen que ver con dicha relación. En el Padrenuestro, Jesús enseñó: “Y perdónenos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.[31] En el Sermón del Monte, Jesús proclamó la famosa regla de oro: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”.[32] Prohíbe juzgar al prójimo[33], y recomienda reconciliarse con los adversarios[34]. Varias veces Jesús estableció el deber cristiano de amar a Dios y amar al prójimo.

Para el ministro las relaciones interpersonales son vitales, no solamente como medida de su cristianismo, sino como medida de su capacidad profesional, pues las relaciones humanas constituyen su verdadero trabajo. El ministro se relaciona con sus familiares en el hogar, con los feligreses en la iglesia, con los inconversos, con los dirigentes, con los compañeros de trabajo, con amigos de la verdad y con oponentes de la causa, con adultos, ancianos, jóvenes y niños.

Muchos difíciles y engorrosos problemas tienen su raíz en la incapacidad de relacionarse con otros. Costosos traslados y cambios se hacen porque algunos no han aprendido a colaborar juntos y a arreglar sus problemas personales.

Por eso, como parte indispensable de la reconsagración, es imperiosa la necesidad de arreglar todo desacuerdo, malentendido, distanciamiento o enojo. Para ello hay que aprender a perdonar si es necesario “hasta setenta veces siete”,[35] sin guardar enojo, deseos de venganza, ni recuerdo de las ofensas. También hay que aprender a humillarse y pedir perdón cuando se ha ofendido a alguien.[36]

Cada día hay que pedir gracia y sabiduría en nuestro trabajo con todos, recordando que como obreros “ninguno busque su propio bien, sino el del otro”,[37] y que el Dios a quien servimos “no es Dios de confusión sino de paz”.[38] Dice el espíritu de profecía: “Toda asociación en la vida pide que se ejerza dominio propio, tolerancia y simpatía… Tan frágil, tan ignorante, tan susceptible a equivocarse es la naturaleza humana, que cada uno debe tener cuidado en cuanto a su estimación de los demás… Lo que hacemos o decimos puede parecemos de poca monta, cuando, si nuestros ojos pudiesen abrirse, veríamos que de ello dependen los resultados más importantes para bien o para mal”.[39] Pidamos al Señor que sean quitados de nosotros “toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.[40]

5.  Vida devocional

Como representantes, embajadores y testigos de Cristo, es indispensable estar en íntima y constante relación con Jesús. La obra del ministro es de tal naturaleza que sus mejores esfuerzos no son suficientes. Esta tremenda batalla contra “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” [41]se lucha “no con ejército ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.[42] Por eso el ministro “siente su necesidad de ayuda de lo alto”.[43] “Cuando el enemigo lo apremia en su ataque, él se vuelve hacia la Fortaleza para recibir ayuda”.[44] “El Salvador ha de ser su eficiencia”.[45]

Esta relación constante con Cristo, fuente de sabiduría y de fuerza para la lucha, se obtiene mediante una dinámica y fervorosa vida espiritual y devocional. “El Señor necesita hombres de intensa vida espiritual”.[46] Esto es absolutamente indispensable porque “la gracia divina es el gran elemento del poder salvador; sin ella todo esfuerzo humano es inútil”.[47]

“Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Y mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más constante, se reavivará nuestro amor, y quedaremos más imbuidos de su Espíritu. Si queremos ser salvos al fin, debemos aprender la lección de penitencia y humillación al pie de la cruz… Si pertenecemos a Cristo, nuestros pensamientos más dulces se referirán a él. Nos deleitaremos en hablar de él; y mientras hablemos unos a otros de su amor, nuestros corazones serán enternecidos por las influencias divinas. Contemplando la belleza de su carácter, seremos ‘transformados de gloria en gloria en la misma semejanza’ “.[48]

La vida devocional se nutre en tres fuentes inagotables:

  • El estudio de la Biblia. La Biblia es la verdad. Contiene poder para cambiar el carácter. Señala el camino a la vida eterna. Es la espada para combatir el error. Dice el espíritu de profecía: “Los predicadores que quieran trabajar eficazmente para la salvación de las almas deberán ser estudiosos de la Biblia y hombres de oración. Es un pecado ser negligentes en cuanto al estudio de la Palabra mientras se intenta enseñarla a otros”. No existe mejor medio de capacitación espiritual y profesional pues “la Biblia es el mejor libro del mundo para dar cultura intelectual. Su estudio ejercita la mente, fortalece la memoria y aguza el intelecto más que el estudio de todos los temas abarcados por la filosofía humana”. Por eso hay que leerla diariamente, tanto en forma devocional como para estudiarla profundamente.[49][50]
  • La oración. El ministro arrostra diariamente perplejidades, problemas, dudas, enfermedades y todo tipo de dificultades propias y ajenas capaces de quebrantarlo física psicológicamente. Necesita consejo, alivio y sabiduría. “La oración pone al corazón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y músculos de la experiencia religiosa… La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual”. “Todos los que[51]quieran ser obreros eficientes deben dedicar mucho tiempo a la oración. La comunicación entre Dios y el alma debe mantenerse abierta, a fin de que los obreros puedan reconocer la voz de su Capitán”.[52]
  • El espíritu de profecía. El espíritu de profecía es la luz menor que lleva a la luz mayor. En su amor, Dios concedió a su pueblo y a sus ministros consejos inspirados que tratan todos los problemas pastorales y evangélicos que afronta el obrero. La mejor receta para todos estos problemas es: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados”.[53]

La devoción diaria. Cuando la actividad devocional del obrero es esporádica o se la sacrifica en aras de la actividad, éste es el resultado: “El obrero no puede obtener éxito mientras atienda apresuradamente a sus oraciones, y corra a atender otra cosa que él teme se pueda descuidar u olvidar… Pronto se cansa. No siente la influencia elevadora e inspiradora del Espíritu Santo… Su cuerpo agotado y cerebro cansado no quedan suavizados por el contacto personal con Cristo”.[54] “Descuídese el ejercicio de la oración, u órese irregularmente, de vez en cuando, según parezca propio, y se perderá la fortaleza en Dios. Las facultades espirituales perderán su vitalidad, la experiencia religiosa carecerá de salud y vigor”.[55]

El estudio de la Biblia y de los escritos del espíritu de profecía y la oración deben ser la más importante actividad diaria del pastor. Necesita dedicar la mejor hora de cada día para estrechar su relación con Dios. “Los mensajeros de Dios deben pasar mucho tiempo con él, si quieren tener éxito en su obra”.[56] “Necesitamos convertirnos diariamente. Nuestras oraciones deben ser más fervientes; entonces serán más eficaces”.[57] “Mi mensaje a los predicadores jóvenes y ancianos, es éste: Observad celosamente vuestras horas de oración, estudio de la Biblia y examen de conciencia. Poned aparte una porción de cada día para estudiar las Escrituras y comulgar con Dios”.[58] “Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu oración: ‘Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti’. Este es un asunto diario. Cada mañana, conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para ponerlos en práctica o abandonarlos, según lo indicare su providencia. Podrás así poner cada día tu vida en las manos de Dios, y ella será cada vez más semejante a la de Cristo”.[59]

El obrero recordará que, además de su devoción personal, como jefe espiritual de su familia dirigirá diariamente el culto familiar, que es indispensable para que su hogar sea un ejemplo y para que su esposa e hijos tengan una íntima comunión con Dios.

6. Reavivamiento y Reforma

¿Necesita la iglesia un reavivamiento y una reforma? Es evidente que el pueblo de Dios no ha terminado su tarea de predicar el Evangelio, ni está preparado para la traslación. La iglesia yace en la lamentable condición espiritual descripta en el mensaje a Laodicea. El espíritu de profecía menciona los siguientes males existentes en la iglesia: parálisis espiritual, letargo espiritual, ceguera espiritual, sequía espiritual y muerte espiritual.[60] “Es una solemne declaración la que hago a la iglesia, de que ni uno de cada veinte de aquellos cuyos nombres están registrados en los libros de la iglesia se hallan preparados para terminar su historia terrenal… ¡Viven como pecadores, y pretenden ser cristianos!”[61]

¿Necesita el ministerio una reforma? La condición de la iglesia también incluye a los ministros y obreros. “Dios presenta contra los ministros y el pueblo una fuerte acusación de debilidad espiritual… En muchos corazones parece haber apenas un soplo de vida espiritual”.[62]

En realidad, Dios responsabiliza al ministerio por la condición de la iglesia, al decir por boca de Oseas: “Y será el pueblo como el sacerdote”.[63]

El espíritu de profecía hace una apelación directa a los ministros: “Ministros, por causa de Cristo, comenzad la obra en favor de vosotros mismos”.[64] “Cuando los ministros adviertan la necesidad de una reforma cabal en sí mismos, cuando sientan que deben alcanzar una norma más elevada, su influencia sobre las iglesias será elevadora y refinadora”.[65]

Urgencia del reavivamiento y la reforma

Tanto la Biblia como el espíritu de profecía y los dirigentes mundiales de la iglesia hacen urgentes llamados al reavivamiento y la reforma.

El llamado de Dios en la Biblia:

“Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel”.[66]

“Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte… porque viene el día de Jehová, porque está cercano… Por eso pues, ahora dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios… Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños… Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo”.[67]

El llamado del espíritu de profecía: “Necesitamos una reforma completa en todas nuestras iglesias. El poder convertidor de Dios debe entrar en la iglesia. Buscad al Señor con todo fervor, quitad de en medio vuestros pecados… No pospongáis el día de la preparación”.[68]“Un reavivamiento de la verdadera piedad entre nosotros es la mayor y más urgente de todas nuestras necesidades. El buscar esto debe ser nuestro primer trabajo… Ha llegado la hora de hacer una reforma completa… Debe realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo”.[69]

El llamado de los dirigentes de la iglesia:

El pastor R. H. Pierson, presidente de la Asociación General, vez tras vez repite su llamado al arrepentimiento, el reavivamiento y la reforma. La junta de la Asociación General a menudo aprueba llamamientos en el mismo sentido.

El reavivamiento

“El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de los poderes de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual”.[70]

San Pablo al hablar de esa experiencia dice: “Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.[71]

Reavivamiento significa hallar solución a los problemas de sequía, letargo, ceguera y muerte espiritual, que según la pluma inspirada abruman a la iglesia. Significa recibir el colirio, el oro y las vestiduras blancas que el Testigo Fiel ofrece a Laodicea. Significa abrir la puerta del corazón y recibir a Jesús como huésped permanente. Para ello hay que erradicar el pecado, consagrarse a Dios cada mañana hasta obtener una renovación de la vida espiritual.

La reforma

“La reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y las teorías, en los hábitos y las prácticas”.[72]

¿Qué clase de reforma necesitamos?

  1. En la actividad misionera: mayor participación de la iglesia en la terminación de la obra.
  2. En la reforma pro-salud: poner en práctica los conocimientos que Dios nos ha dado en cuanto al sano vivir.
  3. En los hábitos de recreación.
  4. En la vestimenta y apariencia personal.

El peligro de las falsas reformas

En todas las épocas, cuando Dios ha producido un reavivamiento y una reforma en la iglesia, Satanás ha contraatacado realizando una falsa reforma o un falso reavivamiento. El mismo peligro está presente ahora:

“Despierte el pueblo de Dios de su somnolencia y emprenda seriamente una obra de arrepentimiento y de reforma… y no faltarán pruebas de que Satanás está activo y vigilante”.[73]

Notemos algunas características por las cuales se puede reconocer un falso reavivamiento y una falsa reforma.

  1. Un rasgo muy común en los falsos movimientos de reforma es el espíritu de discordia y crítica destructiva, especialmente de los dirigentes.
  2. Los dirigentes de esos movimientos proceden con astucia y engaño en sus labores.
  3. Fanatismo que se manifiesta en muchas maneras. Tendencia irrazonable a ir a los extremos en cosas que son buenas en sí, pero que al exagerarlas se tornan malas.
  4. Enseñanza de doctrinas o prácticas extrañas, raras y hasta exóticas, que no están en armonía con la Biblia ni con los testimonios; sin embargo se las presenta como nueva luz.
  5. Tales movimientos por lo general producen controversia, división entre las iglesias, agrias acusaciones y casi siempre terminan disolviéndose, dividiéndose entre sí o en algún lamentable escándalo

Verdadera reforma

“Cuando ocurre un reavivamiento en las iglesias, se produce porque alguien busca fervorosamente la bendición de Dios… pide con fe, y recibe de acuerdo con ella. Empieza a trabajar con fervor, sintiendo su gran dependencia del Señor, y las almas se despiertan para buscar una bendición similar. Entonces los corazones de los hombres disfrutarán de una experiencia de refrigerio”.[74]

 “Ahora se necesitan hombres de claro entendimiento. Dios pide que los que están dispuestos a dejarse dirigir por el Espíritu Santo señalen el camino hacia una obra de reforma cabal. Veo una crisis delante de nosotros, y el Señor pide que sus colaboradores se alisten. Cada alma debería encontrarse ahora en una posición donde manifieste una consagración a Dios más profunda y verdadera que en los años pasados”. [75]

“La reforma no traerá los buenos frutos de la justicia a menos que esté vinculada con el reavivamiento del espíritu. El reavivamiento y la reforma han de realizar la obra señalada, y al hacer esta obra ambas deben combinarse”.[76]

Conclusión

Las necesidades de nuestro campo son muchas. Se necesitan: más obreros, más templos, más instituciones, más dinero. Pero la más grande y urgente necesidad es “un reavivamiento de la verdadera piedad entre nosotros”. [77]

Por eso, nuevamente, hacemos un fervoroso llamado a todos nuestros obreros a rededicarse y reconsagrarse enteramente a Dios para que seamos obreros que representemos dignamente a quien nos llamó y para que terminemos rápida y gloriosamente la obra que se nos encomendó. Seamos obreros de éxito. ¿Cómo obtener el éxito? “A fin de que un hombre tenga éxito como predicador, es esencial algo más que el conocimiento obtenido en los libros. El que trabaja por las almas necesita consagración, integridad, inteligencia, laboriosidad, energía y tacto. Poseyendo estas cualidades, ningún hombre puede ser inferior; sino que al contrario, ejercerá poderosa influencia para bien”.[78]

Tal vez alguno exclame como Pablo: “Y para estas cosas ¿quién es suficiente?”[79] El mismo apóstol responde: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.[80] Agrega Elena G. de White: “Aquellos que consagran cuerpo, alma y espíritu a Dios, recibirán constantemente nueva dotación de poder físico, mental y espiritual. Las inagotables provisiones del cielo están a su disposición. Cristo les da el aliento de su propio espíritu, la vida de su propia vida. El Espíritu Santo pone por obra sus energías más sublimes en el corazón y la mente. La gracia de Dios amplía y multiplica sus facultades, y toda perfección de la naturaleza divina acude en su ayuda en la obra de salvar almas. Por la cooperación con Cristo son hechos completos en él, y en su debilidad humana quedan habilitados para hacer las obras de la Omnipotencia”.[81]

Recomendaciones

  1. Imprimir este llamado y hacerlo llegar a cada ministro.
  2. Invitar a los obreros a estudiar este llamado con detenimiento, oración y examen propio.
  3. Usar este llamado como material de estudio en retiros espirituales para obreros.
  4. Que en el año 1979, año de la EXPLOSIÓN EVANGELIZADORA, reafirmemos los consejos de este llamado mediante la lectura devocional de los libros: El Camino a Cristo, Obreros Evangélicos, El Evangelismo y Servicio Cristiano.
  5. Que el espíritu de reconsagración y rededicación incluya a los miembros de las familias de los obreros.
  6. Que la bendita experiencia de la reconsagración y rededicación sea llevada a nuestras iglesias

Sobre el autor: Documento aprobado por el Concilio Ministerial Consultivo y la Junta Directiva de la División Interamericana en las sesiones celebradas en Trinidad en el mes de Julio de 1978.


Referencias

[1] 1 Hech. 1: 8.

[2] Efe. 5: 27.

[3] 1 Ped. 2:21.

[4] El Camino a Cristo, pág. 44.

[5] Isa. 6:1-8.

[6] Luc. 6: 13.

[7] Efe. 3: 7.

[8] Hech. 20:24; Col. 4: 17.

[9] Obreros Evangélicos, pág. 16.

[10] Id., pág. 20.

[11] Id., pág. 35.

[12] Id., pág. 64.

[13]  Id., pág. 14.

[14]  Id., pág. 137.

[15] 1 Ped. 5:4.

[16] 1 Sam. 16; 7.

[17] Gál. 1:1.

[18] Jer. 20:9.

[19] 1 Cor. 9: 16.

[20] 2 Cor. 5: 14.

[21] El Camino a Cristo, pág. 45.

[22] Obreros Evangélicos, pág. 16.

[23] El Camino a Cristo, pág. 45.

[24] Joyas de los Testimonios, tomo 1. pág. 480.

[25] 1 Cor. 10: 12.

[26] El Ministerio de Curación, pág. 61.

[27] Prov. 30: 32 (Val. ant.).

[28] Isa. 52: 11.

[29] 1 Tim. 2; 8.

[30] Ecl. 9: 8.

[31] Mat. 6: 12.

[32] Mat. 7: 12.

[33] Mat. 7: 2-4.

[34] Mat. 5: 23-25

[35] Mat. 18:22.

[36] Col. 3: 13.

[37] 1 Cor. 10:24.

[38] 1 Cor. 14:33.

[39] Obreros Evangélicos, pág. 487.

[40] Efe. 4:31. 32.

[41] Efe. 6: 12

[42] Zac. 4:6.

[43] Obreros Evangélicos, pág. 16.

[44] Ibíd.

[45] Id., pág. 14

[46] Id., pág. 65.

[47] Id., pág. 72.

[48] El Deseado de Todas las Gentes, pág. 63.

[49] Obreros Evangélicos, pág. 104.

[50] Id., pág. 105.

[51] Id., págs. 268.

[52] Id., pág. 79.

[53] 2 Crón. 20: 20.

[54] Obreros Evangélicos, pág. 288.

[55] Id., pág. 268.

[56] Ibid

[57] Id., pág. 287.

[58] Id., pág. 105.

[59] El Camino a Cristo, pág. 70.

[60] Véase el apéndice de citas de E. G. White en A. G. Daniells, Christ Our Righteousness, págs. 118, 119.

[61] Servicio Cristiano, págs. 52, 53.

[62] Christ Our Righteousness, pags. 120, 121.

[63] Ose. 4: 9.

[64]Testimonios para los Ministros, pág. 146.

[65] Id., pág. 145.

[66] Servicio Cristiano, pág. 53.

[67] Amos 4: 12

[68] Joel 2: 1, 12, 13, 16, 17.

[69] Testimonios para los Ministros, pág. 443.

[70]Id., págs. 53, 54

[71] Rom. 12: 1,2.

[72] Servicio Cristiano, pág. 54.

[73] El Conflicto de los Siglos, pág. 449.

[74] Servicio cristiano, pág. 151.

[75] Mensajes Selectos, tomo 2, págs. 462, 463.

[76] Servicio cristiano, pág. 54.

[77] Id., pág. 53.

[78] Obreros Evangélicos, pág. 116.

[79] 2 Cor. 2: 16.

[80] Fil. 4: 19, 13.

[81] Obreros Evangélicos, págs. 117, 118.