Puede parecer muy osado el título de esta reflexión, pues ¿quién diría que los pastores también necesitan el reavivamiento? Por eso, hago la pregunta: ¿Necesitas una experiencia más profunda con Dios? ¿Está tu mente en Cristo? ¿Hay algo que haya dominado tus deseos más íntimos, al punto de vivir una “espiritualidad” profesional? Amigo, si para alguna de estas preguntas la respuesta es sí, bienvenido al equipo de los que desean ser guiados por el Espíritu Santo. Él es tan esencial en la vida de la iglesia y del pastor, que sin él no existiríamos.

Por eso, debemos reconocer que esta es la mayor necesidad de la iglesia, incluso de los pastores. Satanás sabe lo que puede hacer en un corazón que no se rinde por completo a Dios. Cuando no estamos plenos del Espíritu, como afirmó Pablo en Efesios 5:18, nuestra vida se llena con otras cosas. En el mismo texto, el apóstol afirma: “No os embriaguéis con vino”. El término griego para embriaguéis es methúsko, que significa intoxicar. Es el mismo término que Lucas utiliza en relación con el hombre que no soporta la tardanza de su Señor y comienza a beber sin parar (Luc. 13:45).

Difícilmente un pastor se intoxique con bebidas, pero puede contaminarse con las críticas a la Organización por medio de WhatsApp; por largas horas en series de streaming; por la exposición de compañeros de ministerio en las redes sociales; por el acceso a contenidos en Internet que minan su consagración. Pero, como Pablo dijo a Timoteo: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas” (1 Tim. 6:11).

Elena de White afirma: “Deben realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo” (Mensajes selectos, t. 1, p. 155). El reavivamiento no llega por medio de votos, sino a través de una profunda y consciente necesidad del Espíritu Santo en la vida. No se trata del énfasis del año o de algún tipo de promoción, sino de una sed del alma que solo el Espíritu Santo, que es Dios, puede saciar. Es solo él quien nos hace vivir el ministerio en toda plenitud. Por eso necesitamos oír su voz y ser sensibles a sus consejos y orientaciones. En el libro En esto creemos, encontramos este énfasis: “El Espíritu es vital. Todos los cambios que Jesucristo efectúa en nosotros vienen por medio del ministerio del Espíritu. Como creyentes, deberíamos estar constantemente conscientes de que sin el Espíritu no podemos lograr nada (Juan 15:5)”.

La obra del Espíritu Santo en la iglesia y en el ministerio pastoral es doble: (1) forma en nosotros la imagen de Cristo al reproducir su carácter en nuestra vida y (2) hace arder el corazón con el intenso deseo de compartir todo lo que Cristo hizo y todo lo que significa para nosotros. Indudablemente, la obra del Espíritu Santo es cristológica en su esencia, pues su función es testificar de Cristo y de su obra. Jesús lo dejó claro cuando afirmó: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26). Esa fue la experiencia de la iglesia primitiva (Hech. 2). Elena de White afirma: “La ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de su Reino” (Los hechos de los apóstoles, p. 40).

Aún hoy Dios busca hombres que reconozcan su más profunda necesidad del Espíritu Santo; que anhelen a Dios más que a cualquier otra cosa; que busquen conocer a Cristo y su voluntad; y que vivan un ministerio de renuncia, resiliencia, pasión, fervor y autoridad espiritual. Llegará el tiempo en el que las personas nos oirán no a causa de la amplitud de nuestro ministerio, ni por la función que entonces ocupemos, ni por el conocimiento que tengamos, sino por una vida totalmente entregada a Dios.

Sobre el autor: secretario ministerial de la División Sudamericana.