Cómo líderes espirituales somos responsables por el bienestar de nuestras iglesias. Es nuestra tarea alimentar espiritualmente a la feligresía con buenos mensajes, reavivarles la fe y capacitarlos para el cumplimiento de la misión evangélica. También es nuestra responsabilidad proveerles asistencia espiritual por medio de la visitación y la amistad cristiana. Con todo, algunas congregaciones pueden estar necesitando un reavivamiento espiritual, fruto de una sabia actitud pastoral ante una específica necesidad espiritual de la comunidad.

     Con seguridad, un genuino reavivamiento espiritual conducirá a la iglesia a una verdadera reforma. Y esa conquista debe ser el resultado de un trabajo intrépido, de sermones espirituales con un sólido fundamento bíblico y de una estrategia que movilice a todos los líderes de la iglesia para alcanzar dicho objetivo. Por otra parte, sin duda alguna, los sermones agresivos y las actitudes legalistas o radicales poco harán en este sentido. Por eso, el consejo bíblico es: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac.4:6).

     Deseo compartir con usted una lista, adaptada, en la que Charles C. Finney presenta algunos síntomas o algunas características que determinan cuándo una iglesia necesita un reavivamiento. Para él, es necesario un reavivamiento espiritual cuando se evidencian las siguientes condiciones en la congregación:

     * Falta de amor. Cuando existe falta de amor fraterno y confianza cristiana entre los que profesan ser cristianos.

     * Desunión y división. Cuando existen disensiones, chismes y maledicencias entre las filas de la iglesia.

     * Mundanalidad. Cuando la influencia de lo mundanal y su filosofía impregna el programa de la iglesia y los hábitos de sus miembros.

    * Pecado. Cuando la congregación percibe que sus feligreses están cayendo en pecado y trayendo oprobio a la iglesia.

    * Controversia y discordia. Cuando el espíritu de contienda y debate mina la unidad eclesiástica

    * Soberanía de la maldad. Cuando el mal que controla a la sociedad triunfa contra la iglesia, y produce daños morales y espirituales.

* Letargo espiritual. Cuando los feligreses no están involucrados en el programa ni en las actividades misioneras de la iglesia.

     Al conocer estos factores y contemplar la realidad de algunas iglesias, creo que es urgente un verdadero reavivamiento espiritual en algunas congregaciones. Pues únicamente así ellas experimentarán un retorno a los puntos esenciales de la fe y al compromiso sin reservas con la causa de Cristo. Pero es imposible reavivar la fe, la religiosidad, la esperanza y el primer amor de las ovejas cuando sus pastores “no tienen piedad de ellas” (Zac. 11:5). Cuando es genuina, una experiencia de reavivamiento genera cambios profundos en la vida de las personas y hace que ellas deseen abandonar el pecado, la contienda y la desobediencia. Además, la feligresía y los pastores se fortalecen espiritualmente.

    Sin embargo, creo que tal reavivamiento debería comenzar en la experiencia personal del pastor. Después, ciertamente, su influencia alcanzará a los demás líderes y miembros de la congregación. El reavivamiento espiritual nunca debe comenzar con la iglesia, sino con el pastor. Digo esto porque el reavivamiento particular llevará al pastor a sentirse insatisfecho con el estado reinante de apatía, letargo y somnolencia.

     Sé muy bien que el pastor tiene muchas cosas para hacer en su tarea pastoral. Aun así, no podemos negar que toda iniciativa para un reavivamiento espiritual de la iglesia debe comenzar con su líder. Por consiguiente, necesitamos administrar mejor nuestro tiempo y nuestras prioridades ministeriales. Como resultado, la fe de los feligreses será revitalizada, y veremos que vivir como un cristiano genuino se convertirá en una obsesión personal y de la congregación.

     De acuerdo con Mensajes selectos, tomo 1, página 141, “la mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debería ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas… Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento”.

Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.