Como quien ha estado en servicio de ultramar con mi familia, puedo asegurarles que Madeline ha tratado en forma muy realista los desafíos y oportunidades de quienes dedican su tiempo al servicio en las misiones. Me sentí conmovida porque sus declaraciones despertaron vividos recuerdos relativos a nuestra propia experiencia. Aunque sólo unos pocos afortunados tendrán el honor de servir en campos de ultramar, la mayoría de los principios que nuestra autora presenta también se aplican a los que están trabajando exclusivamente en su lugar de origen.
Los ministros, especialmente en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, frecuentemente reciben invitaciones a trasladarse de una iglesia, o asociación, a otra. Por supuesto, las esposas de los ministros están inextricablemente involucradas en la respuesta a dicha invitación. Las dedicadas parejas cristianas pueden variar grandemente en su idea de cómo determinar la voluntad de Dios ante un llamado a un nuevo campo. Algunos aceptan siempre, considerando que un llamamiento viene directamente de Dios. Otros, sin embargo, consideran todas las ventajas y desventajas, desde un punto de vista humano -uso de los talentos, proximidad de escuelas para los hijos, desarrollo de su carrera, etc. No menos píos que los del primer grupo, creen que la inteligencia es un don dado por Dios para tomar decisiones. Los que están en el tercer grupo oran y consideran. Ellos también tratan de equilibrar las ventajas contra las desventajas, pero después de hacer una decisión basada en toda la evidencia, piden a Dios que abra o cierre puertas como sea necesario para mantenerlos en el centro de su voluntad. Dios puede obrar y lo hace por medio de todos los que sinceramente buscan su voluntad al hacer decisiones.
Una invitación a servir en una misión extranjera presenta a menudo una dificultad mucho mayor: los riesgos son más elevados, los cambios son más drásticos, los efectos sobre el futuro de toda la familia son de más largo alcance. ¿Cómo debiera responder una pareja? Para algunos es fácil porque han soñado desde niños con el servicio de ultramar. Cada historia misionera ha reforzado ese deseo, y la adultez sólo lo ha intensificado. Ahora, por fin, cuando llega el llamado, no hay problema.
Para otros, quizás un número cada vez más creciente hoy, un llamamiento al servicio de ultramar llega como una sorpresa total. Así fue nuestro caso hace unos 26 años. A veces el consejo de los amigos puede ser de ayuda. Sin embargo, aprendimos más acerca de nuestros amigos que acerca del campo misionero. Uno nos dijo fervientemente: “No acepten la invitación. Serán olvidados aquí y nunca volverán a la Asociación General”. Siendo que nuestro principal objetivo en la vida no era llegar a la Asociación General, ese consejo no pesó demasiado en nuestra decisión. ¡Además, los oficiales de la Asociación General necesitan experiencia de ultramar!
¿Cómo respondería usted, entonces, a un llamamiento misionero si éste llegara en su dirección? Seguramente le servirá de ayuda considerar los siguientes siete factores:
1. El trabajo de la esposa. ¿Especifica el llamado una tarea misionera para usted (como la esposa) también, o sólo para su esposo? Si es este último el caso, ¿le preocupa a usted? ¿Desea usted trabajar fuera de casa? Si es así, debiera clarificar una posibilidad de trabajo antes de ir, porque las reglamentaciones gubernamentales o la disponibilidad de trabajo pueden ser determinantes. Aunque algunas cosas están cambiando gradualmente, nuestra iglesia espera generalmente que una esposa considere como algo primario el llamado de su esposo. Pero usted puede sentir que también es su llamado, sea reconocido oficialmente o no.
2. Su matrimonio. En una mudanza al exterior toda la familia debe confrontar ajustes a nuevas imágenes, sonidos, aromas, idioma y otros factores del medio. El cambio de estilo de vida puede incluir una falta de intimidad en su propio hogar, un cambio de dieta, diferentes modos de transporte (o falta de ellos), herramientas y utensilios extraños para tareas de rutina, y un cambio total en la organización y el ritmo diarios (con la frustración acompañante de la falta total de organización de otros).
El nuevo trabajo de su esposo puede abarcar responsabilidades más pesadas que su trabajo actual -todavía más complicadas por la barrera del idioma.
Su misión como esposa le exigirá nuevas demandas: vérselas con una empleada, cocinar con elementos totalmente naturales y sin preparación previa, quizás usar una cocina a querosén por primera vez. También deberá enfrentar la incomodidad de los problemas de ajuste de sus hijos.
Entonces, en el preciso momento cuando ambos se sientan desesperados por desempeñar bien el papel de misioneros, usted se siente incapaz para cumplir aun las funciones de la rutina diaria. Pueden reaccionar a las crecientes presiones ya sea uniéndose más en mutuo apoyo y comprensión, o criticándose el uno al otro. El servicio misionero puede exacerbar los problemas maritales ya existentes, hacer surgir problemas latentes nunca advertidos antes, o causar nuevos, pero también puede fortalecer los vínculos matrimoniales. Usted debe ser consciente de esto de antemano.
3. Sus hijos. Mientras que ustedes como padres enfrentan ajustes. Je importancia, sus hijos tienen que ajustarse a una nueva escuela, la separación de los amigos y parientes que quedan en casa, y la experiencia única de verse súbitamente destacados en cada grupo. Algunos aprenden rápidamente a disfrutar del hecho de ser ubicados en un pedestal, ¡lo que tiene su propio tipo de problemas! Otros encuentran muy poco placentero ser notados, tocados y provocar quizá la risa de la gente cuando uno va al mercado.
Una de las razones principales por las que los misioneros adventistas vuelven a casa después de unos pocos años es la educación de los hijos. Usted debe considerar lo que puede haber disponible para ellos en el campo misionero. ¿Un programa de estudio por correspondencia en casa, una escuela de su idioma y sus costumbres, o una escuela nacional? ¿Están ustedes dispuestos a enseñarles y en condiciones de hacerlo si fuera necesario?
Por otro lado, piense también en las ventajas para sus hijos: el viajar hace más por su cultura general de lo que pueden hacer muchos libros. Especialmente la geografía y la historia llegan a ser muy vividas. Con el debido apoyo de los padres, también pueden aprender un segundo idioma. La comprensión que pueden ganar de otros pueblos y culturas puede darles una amplitud y profundidad de carácter que más tarde hará de ellos la envidia de sus compañeros en su patria. Abundan otras oportunidades únicas, tales como viajar con un padre itinerante, o quizá la oportunidad de participar de las cirugías en el hospital misionero.
4. Su ambiente. ¿Necesita usted lo último en mobiliario y utensilios para la casa, o puede vivir con sencillez? ¿Puede usted, si es necesario, ajustar sus gustos para acomodarse a las preocupaciones de una iglesia más conservadora?
¿Puede hacer planes creativos y proveer para su propio entretenimiento: lectura, redacción de cartas, hobbies, música? Quizá su situación de ultramar no requiera esto, pero en muchos lugares un esposo viaja extensamente. ¿Puede usted vérselas con el aislamiento y la soledad? En todos los casos, usted se verá separada de su familia paterna y de sus amigos. En general, ¿tiene usted control de las situaciones, o es ansiosa y excitable?
5. Amigos misioneros. Puede que usted viva en estrecha proximidad con otros misioneros -quizás en un conjunto de departamentos dispuesto para ellos- que no sean amigos de su propia elección. Algunos pueden aun irritarla a veces. La estrecha relación de su vida y de su trabajo le da un íntimo conocimiento, tanto de lo bueno como de lo malo que hay en los demás. Vivir así es como vivir en una gran familia, usted puede discutir a veces, pero siempre debe subyacer la idea de que la única razón por la que lo hace es porque se interesa por ellos. Además, usted estaría dispuesta a defender a los demás de un ataque exterior. Vaya preparada para dar y recibir, lista para dar la mejor interpretación a los motivos. Y recuerde que otros misioneros están particularmente a la defensiva en cuanto a sus hijos ¡y a sus perros!
Inevitablemente se confrontará con injusticias dentro de la misión. Por supuesto, uno también las encuentra en su lugar de origen, pero en ultramar pueden ser aún más molestas. Por ejemplo, nuestra casa no había sido pintada por diez años, cuando la del presidente de la misión recibía una nueva pintada cada dos años, tan sólo para cambiar el color, justificada sobre la base de la inminente visita del presidente de la Asociación General. Esto puede ser algo tonto, pero puede ser más difícil de manejar en ultramar.
6. Satisfacción en el trabajo. Al considerar un llamado, sea consciente de las numerosas recompensas del servicio de ultramar. Excepto por unos pocos campos difíciles, de los que muchos retornarán con rapidez, usted verá resultados tangibles de su trabajo. En muchas áreas nuestra iglesia está creciendo ahora mucho más rápidamente fuera de los Estados Unidos que dentro. ¡Es hermoso ser parte de ese trabajo de vanguardia!
El campo misionero ofrece oportunidades de desarrollar amistades para toda la vida. Los exmisioneros los compañeros de antaño, todavía se sienten como miembros de una misma familia después de una separación de muchos kilómetros y años, y los aspectos menos agradables de esa estrecha intimidad se disuelven en el pasado. Los obreros nacionales con quienes y por quienes usted trabajó en ultramar se convierten en hijos e hijas. Observarlos adquirir posiciones de liderazgo en la iglesia provee gran satisfacción.
Cuando usted regrese a casa, percibirá a su propio país y aun a sus propios miembros de iglesia desde un nuevo punto de vista -no siempre favorable, ya que los contrastes se destacan. Entonces comprenderá que su experiencia en la nueva cultura ha ampliado su comprensión, de tal forma que usted está mejor preparada ahora para ministrar en su lugar de origen.
7.La voluntad de Dios. La consideración más importante para responder a un llamado misionero -sea con un “sí” o con un “no”- es la certeza de que es la voluntad de Dios para su vida. Mientras mi esposo y yo nos sentíamos agonizando de sorpresa con nuestro llamado a Corea, visitamos a Teodora Wangerin, que había trabajado allí por cuarenta años. Había sepultado a un bebé allí, trajo a su esposo a casa, con licencia, por tuberculosis, lo había sepultado aquí, y luego había regresado con sus dos pequeñas hijas a Corea. El efecto de su trabajo, como las ondas de una piedra arrojada a un lago, todavía se están ampliando y multiplicando en ese lugar. “Muchas veces” -decía ella-, “hubiera hecho mis valijas y vuelto a casa si no hubiera sido por una cosa: sabía que Dios quería que estuviera allí’.
Esas palabras han repercutido en mi mente dándome ánimo muchas veces a través de paredes sin pintar, de brotes de hepatitis y de tensiones menores con compañeros misioneros. Siempre me he sentido humilde al comparar mi suerte con la de ella. Después de tomar dos meses para considerar la invitación, nosotros también nos vimos claramente convencidos, contra nuestra propia voluntad, de la dirección de Dios. Al mirar hacia atrás, lo alabamos por su dirección en algunos de los mejores años de nuestras vidas.
Ocasionalmente Dios aun llama a los que pueden no estar, hablando humanamente, capacitados. Habiendo ayudado a entrenar a nuevos misioneros, puedo recordar unos pocos candidatos “riesgosos”. Ana (no es su nombre real) arrastraba sus pies con pasiva resistencia todo el tiempo, a causa de que su esposo había aceptado el llamado -como respuesta a su sueño de toda la vida- sin considerar sus propios sentimientos. Se preocupaba por obtener alimento para su bebé, se quejaba de todos y de cada uno de los inconvenientes, y se la veía cruda e inconstante en el aspecto personal. Hicimos la predicción de que no duraría mucho tiempo en ultramar, pero estuvo sirviendo allí más de un período, apoyando fielmente la tarea de su esposo y encontrando ella misma su propia ubicación.
Si usted está considerando un llamado de ultramar, discutan juntos como familia estos siete factores. Mantengan abiertas las líneas de comunicación, compartan las preocupaciones y oren juntos. Preparen e incluyan a los niños. Adopten una actitud de aventura, haciendo de esto un desafío especial y excitante para toda la familia. Entonces sus ajustes serán mínimos, y sus recompensas máximas.
Sobre la autora: Es secretaria del Departamento de Misiones Mundiales en la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan. Recientemente completó un proyecto de investigación encuestando a 559 misioneros en retomo para determinar por qué permanecían en ultramar soto un período, o menos.