Ayuda para los niños que han sido víctimas de abuso sexual

Primero me dijeron que no existían las hadas y luego que tampoco Santa Claus. ¿Cuándo me dirán que tampoco existe Jesús?” Una pequeñita de rubios cabellos y ojos azules estaba sentada frente al terapeuta con el mentón levantado, los labios apretados, y una mirada acerada en sus ojos que estaban más allá de sus 6 años. ¿Por qué había confiado en esa persona? Primero había confiado y luego fue traicionada por alguien que había sido llamado por Dios.

El trabajo con niños que han sido víctimas de abuso sexual por sus consejeros, sacerdotes o pastores, exige ciertas habilidades especiales por causa de la dinámica de la confianza traicionada por personas consideradas bajo un concepto muy elevado. Hay una carga adicional cuando uno trata a niños que han sido víctimas de abuso sexual por parte de miembros del ministerio, porque todas las cuestiones relacionadas con Dios se complican y se vuelven críticas. Hay incontables niños heridos y sangrantes (muchos en el cuerpo de un adulto) en congregaciones y comunidades. No sólo debemos estar alertas para ver las señales de abuso y explotación sexual, sino que debemos aprender a sanar a las pequeñas víctimas, así como prevenir la creciente epidemia que está destruyendo nuestro futuro.

Seducción para el abuso sexual infantil

La dinámica del abuso sexual infantil se ilustra mediante seis etapas interrelacionadas de interacción abusiva: caricias, actividad sexual, secretos, revelación y represión.[1]

Caricias: Acariciar significa preparar a otro, desensibilizar a un niño para participar en una actividad sexual con un adulto. Este comportamiento comienza cuando el ofensor trata al niño como especial. Muchas veces la futura víctima es el primer niño que se destaca y es reconocido en un grupo. Regalos especiales, viajes, y pasar el tiempo a solas con él, ayuda a separar a la futura víctima de su familia y de sus amigos. Puede ser que haya exageradas promesas de regalos, o un tiempo especial para estar juntos. Desafortunadamente, los padres y los encargados del cuidado de esos niños tienden a confiar ciegamente en los cuidadores profesionales, que pueden ser también abusadores, tales como clérigos, psicoterapeutas, promotores de la salud y maestros.

Además de los vínculos especiales que se establecen, el ofensor comenzará ocasionalmente a añadir sensaciones físicas placenteras. Esto puede incluir cosquillas, peinado del cabello, fricción en todo el cuerpo o la espalda, o abrazos más prolongados que los que se dan a otros. El niño comienza a asociar las sensaciones físicas placenteras con el ofensor, además de la sensación de ser una persona especial en la vida de él.

Actividad sexual. El proceso de iniciar a un niño en la actividad sexual se extiende gradualmente junto con las sensaciones físicas placenteras. En este punto todavía no es probable que haya ocurrido algún abuso sexual. Muchas veces se hace presente la desnudez para dar oportunidad a que el niño observe desnudo al ofensor… después del baño, o mientras se cambia de ropa.

Puede ser también que se comparta con la futura víctima la pornografía, ya sea en vídeo, en audio o impresa, en forma tal que enfatice los vínculos especiales y fortalezca el aspecto secreto del proceso abusivo. Los aspectos físicos del abuso progresan desde los abrazos cada vez más prolongados, hasta los besos, caricias íntimas, masturbación, y con el tiempo, el acto sexual. El abusador, perversamente hábil, tomará tiempo para desensibilizar al niño, y hacerlo sentirse cómodo, en cada una de las etapas.

Mantener el secreto. El ofensor intentará silenciar al niño mediante el soborno, las amenazas, la culpa, la intimidación, y, en casos extremos, la tortura y la violencia. El soborno puede incluir promesas de comprarle cosas que el niño desea mucho si promete guardar silencio. Las amenazas pueden incluir declaraciones como ésta: “Ellos me mandarán a la cárcel si tú se lo dices”, o “nunca más me verás si alguien llega a saberlo”. Declaraciones de culpabilidad pueden ser algo así: “Tú no dijiste que no” y “tú querías hacerlo”. La intimidación puede lograrse diciendo algo como esto: “Yo soy un adulto y de todos modos a los niños nadie les cree. Después de todo, soy maestro de la Escuela Dominical”.

La tortura puede incluir las heridas físicas hechas al niño durante el acto sexual o después, y aprisionarlo durante un breve tiempo. También puede incluir la muerte o heridas a una mascota u otro animal mientras el niño observa, y/o amenazar con herir a los hermanos o los padres de la víctima.

Revelación. Por lo general el abuso sexual no se revela a nadie. A causa de las relaciones especiales con el ofensor o el temor de que se desaten represalias contra los miembros de la familia, la víctima con mucha frecuencia tratará de proteger al ofensor. Además, los niños muchas veces no tienen la capacidad verbal o cognitiva para comprender e informar claramente lo que les ha ocurrido. Cuando el abuso ha ocurrido durante un largo período de tiempo, los niños entran en un estado de confusión y piensan que el abuso fue culpa de ellos; se sienten parcialmente responsables porque no lo revelaron al principio.

Cuando el niño revela el abuso, es importante dar crédito a esa revelación: “Gracias por decírmelo”. Por lo general los niños no mienten con respecto al abuso sexual.[2] Es importante que se le haga saber al niño que usted cree lo que le ha revelado, no sólo para construir la confianza en el tratamiento, sino también para validar la lucha del niño.

No es necesario tener todos los detalles y el orden cronológico exacto de los eventos. (Sin embargo, puede ser que usted necesite ponerlos en orden cronológico más tarde si va a testificar en el tribunal.) Los niños recuerdan por referencias a los días feriados, si había o no clases, y por sus cumpleaños, más que por meses, días o semanas.

Es importante que no se pongan palabras en la boca del niño tocante al abuso. Este no es el momento para corregir ideas erróneas, o discutir nombres propios de las partes del cuerpo. Este tipo de digresiones con frecuencia confunden al niño y reafirman la idea de que los adultos nunca les creen.

Represión. Es posible que muchas veces, después de la revelación, el niño intente regresar a la etapa previa al delito, suprimiendo, negando y/o racionalizando el abuso. Incluso puede ser que el niño exprese el deseo de nunca haberlo revelado: “Ojalá nunca lo hubiera dicho. ¡Mi vida ha sido un constante sube y baja desde entonces! ¡Nada hubiera ocurrido si yo no lo hubiera dicho!”

Es importante reconocer que el niño necesita tiempo para calmarse y hay que darle seguridad física y emocional. El ambiente terapéutico debería fortalecer estas necesidades, y el terapeuta debería convertirse en una de las personas a las cuales el niño pueda volverse en busca de afirmación, aliento y apoyo. Es sumamente importante que el terapeuta que está tratando al niño que ha sido víctima de abuso sexual comprenda la ambivalencia y la angustia emocional que el proceso revelación/supresión conlleva.

El impacto en el niño

Cuando el ofensor es una persona que se relaciona con Dios se le roba al niño un lugar de seguridad y sanidad. Puede ser que Dios llegue a ser identificado como un conspirador con el ofensor, lo cual le producirá mucho dolor en vez de esperanza al niño. Escuche lo siguiente en labios de niños que cuentan sus dramáticas experiencias.

“Yo crecí sabiendo que Dios me amaba. Pensaba que se debía simplemente a que él me amaba, no porque yo fuera digno, mereciera su amor, o tuviera algún valor. Yo era simplemente otra obligación para él”.

‘Jesús me ama cuando soy una buena niña. Larry me hirió, y yo no lo quiero a él. Él dijo que yo era una niña mala. Jesús ya no me ama ”,

“Todo lo que tienes que hacer es clamar a Jesús para que te salve y él lo hará’. ¡Pues bien, no lo hizo! ¿Y tú quieres que yo vaya a la iglesia a escuchar una vez más un montón de promesas falsas? ¡No, gracias!

“Yo no puedo tener una comunión íntima con mi Padre celestial. Mi padre biológico era un predicador que hablaba del fuego y el azufre del infierno el domingo y luego nos tocaba a sus hijas como ningún padre debería hacerlo. Dios es el Dios de mi padre … ¡No el mío! No hay nada que pueda obligarme a soportar la hipocresía de la iglesia. Cada vez que veo a un predicador quiero gritarle: ‘¡mentiroso, ladrón! Espero que si de veras hay un Dios, te condene al fuego y al azufre del que mi padre le gustaba tanto predicar’”.

Estas experiencias de abuso llegaron a ser los bloques sobre los cuales se edificó el dolor, la desesperación y la depresión que pueden durar toda la vida. Como mayordomos de estos niños debemos escuchar las señales de advertencia, prestarles atención, y sentir y reconocer el dolor que les ha dejado cicatrices que durarán mucho tiempo. Nuestros niños nos miran para ver si encuentran en nosotros la verdad expresada en palabras y acciones que armonicen con la Palabra de Dios.

El tratamiento de los niños

El proceso del tratamiento debe tomar en cuenta los cinco elementos de la seducción bosquejados arriba. Además, la sanidad comprende la capacitación de los niños para que puedan enfrentar eficazmente los usos inapropiados de la autoridad en sus vidas. Existen numerosos modelos para el tratamiento del abuso sexual infantil.

El proceso puede dividirse en dos fases: (1) intervención en momentos de crisis y (2) tratamiento. La intervención en momentos de crisis requiere una ayuda completa que abarque la vida entera de la víctima y de la familia. La tarea central implica informar, dar protección, investigar, planear y coordinar el espectro de los servicios social, legal, médico y de salud mental que se necesiten. El proceso de tratamiento debiera ser manejado por terapeutas experimentados y con licencia, que tengan experiencia en casos de abuso infantil.

Opciones que emplean los terapeutas

Terapia de grupo para niños. Uno de los beneficios de trabajar en grupo es que un niño se da cuenta que no es el único que ha sido víctima del abuso. Cada niño puede relacionarse con los demás que han sido víctimas y a quienes se les ha dicho: “No se lo digas a nadie”. A medida que los niños pasan tiempo juntos en terapia aprenden a confiar en sí mismos, en sus compañeros, y en los dirigentes adultos. Los dirigentes vigilan cuidadosamente el proceso del grupo de modo que ningún niño sea presionado a admitir algo que no ocurrió, ni ocultar algo que sí ocurrió.

A medida que la confianza del grupo crece, los niños aprenden habilidades apropiadas de tipo social y llegan a conocer los límites sexuales. Aprenden cómo manejar ¡as diferencias dentro de la estructura del grupo y cómo resolver conflictos sin amenazas, intimidación o violencia. La estima propia dañada y alterada por el abuso puede ser curada, alentada y fortalecida en una atmósfera en la cual el niño es respetado, valorado y amado.

Terapia de grupo para adolescentes. La terapia de grupo es una buena elección para adolescentes, dada la fuerza que tiene la influencia de los compañeros, si es encauzada por el terapeuta en pro del tratamiento. Los compañeros que han experimentado dramas similares pueden ser fuentes de apoyo, cuidado, desafío y persuasión altamente efectivas para adolescentes que están luchando con el temor, la ira y la confusión ocasionados por el abuso y la crisis familiar. También pueden reencauzar la ira inapropiada y las distracciones perturbadoras.

Los grupos más efectivos se caracterizan por su espontaneidad: los miembros experimentados ayudan a los nuevos. Los miembros se sienten libres para discutir y explorar cualquier tema y pueden hacer preguntas sabiendo que recibirán una respuesta clara. Los consejeros más efectivos son aquellos que presentan valores piadosos y un comportamiento apropiado, que guían las discusiones en forma espontánea, y quienes facilitan la influencia de los compañeros para el mejor interés de las víctimas.

Terapia familiar. El objetivo de la terapia familiar es restaurar a las familias a un sistema abierto y facilitador, con el entendimiento de que la protección del niño de otros abusos debe ser la prioridad antes de que la familia vuelva a reunirse.

Las familias sometidas a una terapia de abuso sexual están, por lo general, desorganizadas, divididas, y con frecuencia tienen problemas con los sistemas de justicia criminal y servicio social. Están enojados, asustados, resentidos, y muchas de las veces, en tratamiento involuntario. El terapeuta familiar debe mantener firme y compasivamente enfocado el abuso, pues de otra manera la familia lo negará y dejará de prestar atención a este asunto central.

Terapia individual. El tratamiento en casos de abuso sexual infantil entre niños más pequeños, se centra alrededor de las terapias de tipo expresivo como el arte, la música, las muñecas, los títeres, los cantos y el juego. Estas también ayudan a los mayores, incluso a los pre adolescentes que se han sumido en la depresión o la hostilidad. Niños traumatizados que no son capaces de hablar acerca de la experiencia de abuso que han sufrido, responden bien a estas artes. Estas terapias activas y expresivas les proveen un marco efectivo para la comunicación y la resolución del abuso.

La terapia del arte incluye varios recursos como dibujo, pintura, papel maché, pintura con los dedos y coilage. La imagen visual ayuda a la víctima a expresar y comunicar lo que no puede explicar verbalmente. Con la terapia del arte los niños pueden cambiar y alterar las circunstancias del abuso, aprender medidas de seguridad y ponerlas en práctica. Por ejemplo, al usar un títere pueden aprender a decir, “no, no quiero. Se lo voy a decir a mi mamá ahora mismo”.

Tratamiento de los niños que han sido víctimas de abuso de parte de algún ministro

Cuando un niño es víctima de abuso de parte de un miembro del ministerio o un consejero cristiano, el significado del rol de esa persona en la vida del niño contribuye en gran medida a magnificar el daño infligido. Por tanto, el siguiente tratamiento es sumamente importante en xel proceso de sanidad.

Sentimientos ambivalentes hacia el ofensor. Ayude al niño a resolver estos sentimientos aceptando la necesaria manifestación de un amplio espectro de sentimientos y anímelo a expresar todo lo que siente. También es muy importante ayudar al niño a comprender la diferencia que existe entre el amor genuino y el toque físico.

Luchas con la imagen de Dios. El niño tiene muchas veces sentimientos de incertidumbre hacia Dios y puede hacer preguntas difíciles. El consejero debe ayudarle a distinguir entre el mal comportamiento y la negativa del ofensor a hacer la voluntad de Dios y la gracia de Dios. El niño necesita comprender que Cristo sufrió, por lo cual puede ayudar a curar el alma. Recalque gentilmente el cuidado de Dios, pero dé al niño mucho espacio para actuar a través del dolor y el sentimiento de abandono y de traición.

Temor y ansiedad. Los niños necesitarán seguridad y protección de las represalias del ofensor, de los padres, de los hermanos, de los miembros de la iglesia y de otros. Necesitarán ayuda para expresar sus temores y hacer la diferencia entre sus temores verdaderos y los que son irreales.

Culpabilidad y baja estima propia. Ayude al niño a desahogar sus sentimientos de culpabilidad y aliéntelo a recibir el amor incondicional de Dios. Refuerce frecuentemente el mensaje de que el niño no tuvo la culpa ni causó el abuso, ni es responsable del caos que se produjo cuando lo dio a conocer. Señale y enfatice las buenas cualidades del niño.

Confianza y confusión en cuanto al rol que le corresponde. Reconozca la herida y el malestar que se producen cuando una persona importante traiciona a un niño. Dé al niño muchas oportunidades para aprender a confiar en usted así como en otras personas de autoridad, pero no lo empuje a depender de las buenas cualidades suyas. Respete celosamente los límites, tales como los toques físicos. Respete los deseos del niño.

Ira y depresión. Con mucha frecuencia los niños están exteriormente deprimidos pero interiormente están llenos de ira. Se sienten impotentes a causa del tipo de herida que han sufrido y pueden manifestar tendencias autodestructivas o desarrollar comportamientos suicidas. Conduzca gentilmente al niño a desahogar los sentimientos de ira y propóngase apoyarlos incondicionalmente. La terapia de grupo puede ser el lugar indicado para diseñar una buena forma de canalizar la ira.

Dificultad para hablar acerca del abuso. Si el niño carece de capacidad verbal para hablar claramente del abuso, el consejero puede mostrarle formas alternativas para expresar sus sentimientos y sus pensamientos. Anime al niño a hablar abiertamente y a romper los patrones para guardar secretos impuestos por el ofensor.

Preocupación por asuntos sexuales. A causa de las perversas violaciones, la inocencia sexual de los niños se pierde. Están prematuramente condicionados por los sentimientos sexuales y muchas veces por las formas inapropiadas del sexo. Eduque a los niños con respecto a los sentimientos sexuales y el comportamiento sexual inapropiado y las cuestiones relativas a estos asuntos. Esto se hace discutiendo y permitiendo el libre intercambio de ideas acerca de asuntos sexuales sin cruzar jamás los límites apropiados.

Conclusión

Uno de los juicios más duros contra el pecado fue la declaración de Jesús con respecto a los que lastiman a los niños: “Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mat. 18:5, 6). Cuesta imaginar el horrible final de aquellos que tendrán que hacerle frente algún día a Dios con sus vidas ennegrecidas por un pecado tan horrendo del cual no se hayan arrepentido.

Naturalmente, es mejor que los hombres y las mujeres oigan las advertencias y se nieguen a herir y dañar a los niños. Cuando no ocurre así, los consejeros deben estar preparados para tratar a los pequeñitos que fueron víctimas del abuso sexual y continuara prendiendo las formas más eficaces de dar dicho tratamiento.

Nota: Adaptado de un capítulo del libro Sexual Misconduct in Counseling and Ministry, por Peter Mosgofian, M. A. y George Ohlschlager, M.S.W., J.D. Copyright 1995 por Word Inc., Dallas, Texas. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.

Sobre la autora: Carol Carrell, M A . M.F.C.C., licenciada en California como consejera matrimonial, familiar e infantil, es la directora clínica asociada del Instituto Familiar Redwood, en Eureka, California.


Referencias:

[1] Véase Roland Summit, “The Child Abuse Accomodation Syndrome”, International Journal of Child Abuse and Neglect 7(1983), págs. 177-193.

[2]  Pero, como declara Grant Martin en forma tan persuasiva, “Children do lie”. Véase su libro Critical Problems in Children and Youth (Dallas: Word, 1992), pág. 107.