La palabra “amén,” que quiere decir “está firme.” fue introducida del hebreo al griego del Nuevo Testamento. Metafóricamente hablando significa “fiel,” “justo,” “veraz.” De esto tenemos un ejemplo en Apocalipsis 3:14, donde se le atribuye a Cristo la cualidad de “amén/’ es decir de fiel, justo o veraz.
El decir amén, fue una costumbre hebrea heredada por los cristianos y transferida de la sinagoga a las iglesias cristianas. Después de haber escuchado la lectura de la Palabra de Dios, o al finalizar un discurso o una ferviente oración, los fieles solían responder con un fuerte “amén,” como indicando que hacían suyo lo que acababa de ser leído o dicho.
En el original griego del Nuevo Testamento la palabra amén muchas veces se encuentra al principio de una declaración o de un discurso. Esto indica que lo que sigue es de mucha importancia. En estos casos, generalmente es traducida al castellano por “de cierto,” “en verdad” o “verdaderamente.”
Cristo usó esta palabra en sus discursos con mucha frecuencia. Un ejemplo de ello lo encontramos en Mateo 5:18: “Porque de cierto os digo…” La expresión “de cierto” en el original griego está reemplazada por la palabra amén. Otros ejemplos por el estilo encontramos en Marcos 3:28 y Lucas 4:24.
La repetición de esta palabra, es decir “amén, amén,” sólo la encontramos en el Evangelio de Juan. quien la usa allí 25 veces. Este uso repetido tiene la fuerza de un superlativo, como diciendo que lo que sigue es solemne y auténticamente cierto. En Juan 1:51 estas palabras son traducidas por “de cierto, de cierto.” Véase también Juan 3:3.
Sería bueno que en nuestras iglesias, cuando el pastor hace un llamado a la vida de santidad o al final de una ferviente súplica a Dios, la hermandad respondiera con un sentido amén, como significando: “Hago mío esto; lo acepto; así sea.”