EI órgano continúa siendo el instrumento que se asocia más a menudo con la adoración en la tradición cristiana occidental. Apoya bien el canto y tiene una enorme riqueza de música escrita para el culto.

Pero no siempre fue bienvenido el órgano en los servicios de adoración. Los cristianos han luchado desde los primeros tiempos con la cuestión de la propiedad de los instrumentos para el culto. La solución radical y extrema de algunos grupos ha sido prescindir totalmente de los instrumentos. Durante los tiempos de la reforma muchos hermosos órganos desaparecieron de muchas iglesias cristianas.

Con igual sinceridad, pero quizá con menos validez, algunos cristianos de hoy quitarían muchos instrumentos de la orquesta que se usa en el culto, ya sea porque son muy nuevos o porque piensan que sus asociaciones negativas los descalifican. En una sociedad que cambia tan rápidamente esto es desafortunado. Lo que cuenta en realidad son las cualidades de los dirigentes de la música para el culto y sus ejecutantes y no un instrumento en particular.

Estas cualidades deberían incluir: (1) sensibilidad, (2) habilidad musical, especialmente un sentido de la buena orquestación para combinar bien los instrumentos en una totalidad efectiva, (3) humildad, los ejecutantes deben estar dispuestos a responder a un liderazgo firme en la entonación, graduación, volumen, estilo, etc., y (4) consagrarse a la adoración y al logro dela participación congregacional, no meramente a la ejecución. Esta cualidad es esencial en la música del culto, sea el estilo que fuere.

Los bronces han añadido energía e impacto a la música en la adoración desde hace mucho tiempo, además de las cuerdas y los instrumentos de viento. ¿Pero qué en cuanto a los nuevos instrumentos electrónicos? He descubierto que estos nuevos instrumentos contribuyen significativamente al espíritu del culto en manos de un músico de gran sensibilidad, y particularmente en manos de los arreglistas. Yo he usado combinaciones orquestales de bronces, cuerdas y acústicas electrónicas, pianos acústicos y electrónicos, así como sintetizadores en los grandes congresos, equipados con un buen sistema de sonido. La música agradó y fue una bendición para grandes congregaciones incluso de las personas que procedían de ambientes muy conservadores.

La gran ventaja de los sintetizadores es la flexibilidad que tienen. En el culto de una gran convención donde no teníamos orquesta, un sintetizador funcionó como las campanas de un órgano que invitaban a la congregación a la adoración, como arpas en el ofertorio, órgano para los himnos, timbales en la antífona coral, y parte de un conjunto de cuerdas para un fondo de música orquestal. No estoy diciendo que los nuevos instrumentos son esenciales en cualquier culto de adoración, sino que su uso juicioso nos dice algo muy valioso, que la iglesia es flexible, adaptable, y está deseosa de adoptar lo mejor de la cultura actual y utilizarlo para fines nobles.

¿Qué en cuanto a la percusión?

¿Qué en cuanto a la trillada cuestión de la percusión en la música? En la actualidad la percusión cobra una gran importancia en los arreglos para la banda y la orquesta. Los címbalos y los timbales desempeñan una parte muy importante, incluso en la gran tradición de la música sagrada.

Muchos miembros de la Iglesia se deleitan con el sonido orquestal completo de la música religiosa contemporánea que incluye percusión, particularmente en la música grabada donde el uso inteligente del sonido le da un peso apropiado a las líneas vocales. Pero la misma música ofrecida en la adoración en vivo puede ofender fácilmente a algunos. Las asociaciones negativas que despierta a menudo un juego de tambores, que se intensifican si la percusión sobrepuja a la línea vocal, hace muy difícil, incluso para el percusionista cristiano más consagrado, lograr que se le acepte y que se le utilice en la música para el culto. Una orquestación cuidadosa, una presentación ejecutada con mucha sensibilidad, y el uso de percusión electrónica que elimina la presencia visible de un juego de tambores, puede mitigar la mayor parte de lo que parece ofensivo.

Donald P. Hustad hace notar: “Tenemos que admitir que la música evangélica contemporánea es más fuerte rítmicamente que la de Charles H. Gabriel en la década de 1920, que a su vez fue más fuerte que la de P. P. Bliss e Ira D. Sankey en la década de 1870. Pero, ¿en qué punto podremos decir, hasta aquí llegaremos y no pasaremos más adelante? Toda la música es rítmica, e incluso a las melodías que estaban en el Salterio de Calvino se les llamó ‘la jiga de Ginebra’…”.[1]

Lo importante para los dirigentes de la música para la adoración, los músicos y las congregaciones, es recordar que ningún instrumento, por sí mismo, es santo o profano. De modo que un enfoque de la música instrumental que valora la inclusividad más que la exclusividad, la adoración más que la ejecución, y el consenso más que el mero dogmatismo, será más satisfactorio al final para los músicos y el público.

Sobre el autor: Lo que cuenta en realidad son las cualidades de los dirigentes de la música para el culto y sus ejecutantes y no un instrumento en particular.


Referencias

[1] 1 Donald P. Hustad, ¡Jubilate! Música para la Iglesia en la Tradición Evangélica (Carol Stream, III.: Hopo Pub. Co, 1981), pág 330. Hustad declara que en su opinión hay pocas formas de música que carecen de una expresión religiosa válida. Esto no quiere decir que todas las formas deben ser usadas en todas las congregaciones ignorando el contexto y las preferencias individuales

Hustad, que es uno de los músicos más serios y mejor informados de la actualidad, protesta también contra el argumento que se usa a menudo en círculos cristianos conservadores acerca de que una clase particular de música contribuye a la drogadicción y el sexo ilícito Cita a Richard D. Mountford, quien, habiendo examinado cuidadosamente la noción expresada arriba, concluye: “La música podría tener (este) efecto sólo si la persona deseara dejar que le afectara” (bid).