De acuerdo con nuestro concepto denominacional, consideramos que es apóstata quien una vez se identificó con nosotros como miembro regular de la iglesia, pero que ahora no adora más con nosotros. Por alguna razón ha perdido el interés en nuestras doctrinas o se ha enfriado con respecto a nuestra compañía. Los adventistas solamente llevamos lista de los miembros activos. Cuando revisamos las listas de nuestras iglesias, descubrimos con pena que a algunos de ellos hay Que clasificarlos como apóstatas. Entre ellos Puede haber algunos a quienes se les ha concedido un período de prueba, y con respecto a los cuales Ja junta de la iglesia no tiene ninguna duda en borrar sus nombres.
Creemos firmemente que se debe continuar trabajando en favor de estos miembros separados de la feligresía. Nunca debiéramos separarlos de la lista antes de haber agotado todos los esfuerzos para lograr que se reúnan con la grey. Esta no es la obra específica de un determinado oficial de la iglesia; los que son “espirituales,” al decir de Pablo en Gálatas 6:1, debieran alistarse para dedicarse a esta importante tarea. No conviene hacer un trabajo apresurado tampoco, porque los problemas creados por sus apostasías se asemejan a mallas enredadas, que deben ser acomodadas, remendadas cuidadosamente. Por lo común esto es una obra difícil, y demasiado a menudo resulta muy poco satisfactoria para el obrero que trata de establecer mejores relaciones entre los descontentos de la iglesia.
Problemas relativos a la observancia del sábado
Aunque existen apóstatas que se han apartado de las sendas del adventismo sin haber experimentado dificultades en cuanto a la observancia del sábado, muchos otros han soportado Severas pruebas hasta que por fin han abandonado la observancia del verdadero día de reposo. Nunca se debiera regañar a tales personas. El obrero a quien se pida trabajar por miembros tales, debiera manifestar mucha simpatía y comprensión, y no obstante, debiera ser lo suficientemente valeroso para señalar las normas de Dios tales como las enseña la Palabra. No pueden rebajarse estas normas; se debe ayudar al creyente débil a alcanzar un nivel más elevado que el que la fortaleza humana puede alcanzar. Debe aprender a señalar a Cristo cuyo poder capacitará para hacer “todas las cosas.” No hay problemas relacionados con la observancia del sábado para los cuales Jesús no haya hecho ya provisión. La victoria relativa a lo observancia del sábado se obtuvo en el Calvario. A menudo necesitamos ayudar a la gente a superar sus fracasos, asegurándonos nosotros mismos como obreros que hay un camino para que, cada alma que lo desee reciba poder para observar el sábado como Dios manda. Entonces necesitamos enseñar al que está sufriendo de desánimo, algunas lecciones importantes acerca de la fe y la confianza.
Confusión con respecto a doctrinas
A algunos nuevos creyentes les gusta buscar nuevas doctrinas; les gusta probar el pasto de prados distantes. Al confundirse de esta manera, pueden ser engañados por las palabras halagadoras de Satanás y desear emprender nuevas aventuras. Los tales debieran recibir la visita del obrero evangélico que les presentó las doctrinas por primera vez. Si este obrero no pudiera alcanzar a esta alma confundida, debiera encomendarse la tarea a otro obrero responsable. Esta labor forma parte de nuestros deberes como pastores, y al salir investidos de la armadura de Dios, nada tendremos que temer. Más a menudo de lo que pensamos, una visita tal, que se nos ocurre que va a resultar poco grata, termina con una victoria en favor de la verdad. Nunca debiéramos abandonar la tarea, porque mientras más pronto visitemos a la persona confundida, tanto mejor será para ella y para su futuro.
Los malos entendidos
Nos resulta difícil concebir malos entendidos entre los miembros de la iglesia, y probablemente fracasemos en nuestro intento de hacer frente a las dificultades en la iglesia como podríamos hacerlo. Debemos recordar, no obstante, que aunque es la iglesia de Dios, le falta perfección aún. Sus elementos humanos producirán quebrantamiento de corazón y desilusiones a sus miembros. Los que comienzan la nueva vida cristiana tendrán que hacer frente, en más de una ocasión, a palabras poco amables y a la incomprensión. El miembro ofendido puede estar desanimado y puede sufrir mucho; por lo tanto, cualquiera sea la provocación, es caritativo y oportuno escucharlo con paciencia. Si el que trata de reconciliar a los miembros, guía con tacto las preguntas, de tal manera que aparte del ofensor la atención del ofendido, para hacerla fijar en Cristo, el Espíritu de Dios proporcionará un bálsamo que aliviará la herida, no importa cuán profundamente haya sido inferida. Las heridas duelen, y el que debe cuidarlas hace bien en dirigir palabras de consuelo durante el doloroso proceso del tratamiento. Puede ser que, habiendo aplicado el bisturí del Espíritu, se necesite algo que alivie el dolor y la presión. El ventilar un poco la herida puede apresurar su curación. El primer tratamiento puede ser el comienzo de un proceso curativo más extenso.
Al hacer frente a la dificultad estaremos previniendo otra apostasía. Si manifestamos lástima por el ofendido, o condenamos al ofensor, lo único que lograremos es que el resentido continúe concentrando su atención en sí mismo. La gente debe aprender que la iglesia es un hospital a la vez que un faro. Pedro se refiere a los miembros de la iglesia como a “piedras vivas.”
Por supuesto, la obra de reconciliar a los pecadores y ayudarles a edificar caracteres para la eternidad, es una obra delicada. Impedir que nuestros miembros apostaten es la parte más delicada del arte de un pastor amante. ¡Oh, quiera Dios conceder una medida amplia del poder de su Espíritu y emplear al ministerio de este gran movimiento adventista para poner fin a la desilusión y tristeza que hoy producen las apostasías!
Sobre la autora: Secretaria de la Asoc. Ministerial de la A. G.