¿Enseñan o creen los adventistas, como cuerpo, que los miembros de las diferentes denominaciones protestantes, tanto como las iglesias católica y ortodoxa griega y rusa, deben identificarse con Babilonia, el símbolo de la apostasía?

Reconocemos ampliamente el hecho reconfortante de que hay una hueste de verdaderos seguidores de Cristo esparcidos en todas las iglesias cristianas, incluyendo la comunión católica romana. Dios los reconoce como suyos. Los tales no forman parte de la “Babilonia” descripta en el Apocalipsis. La cuestión de lealtad o deslealtad a la verdad es, en último término, una cuestión de relación personal con Dios y los principios fundamentales de la verdad. Lo que la Biblia llama “Babilonia”, obviamente comprende a los que han abandonado el espíritu y la esencia del cristianismo verdadero y han seguido la senda de la apostasía. Tales personas están bajo la censura del Cielo.

  1. Los indispensables antecedentes históricos. Para establecer lo que los adventistas creemos acerca de este tema, es indispensable analizar los antecedentes históricos que se alejan unos ochocientos años en el tiempo. La primera aplicación de la expresión simbólica “Babilonia” al papado, o Iglesia Católica Romana, aparece en los escritos de los valdenses y albigenses, en el siglo XII. Pero junto con su identificación de la apostasía eclesiástica dominante en sus días, también declararon que muchos hijos de Dios estaban aún en la Babilonia papal. Y ellos se sentían constreñidos a llamarlos para que abandonaran sus apostasías. En los siglos XIV y XV se registra una larga lista de católicos espirituales —incluyendo a Joaquín de Floris, Olivi [Pierre Jean d’OIivi], Eberhard [arzobispo de Salzburgo] Wiclef, Huss y Savonarola— que declararon atrevidamente que “Babilonia” representa a la iglesia corrompida de Roma, y anunciaron su futura retribución. Y por esto algunos fueron al patíbulo.
  2. La utilizaron los fundadores protestantes. Durante la Reforma Protestante todos los dirigentes enseñaron esencialmente lo mismo, desde Lutero, en 1520, hacia adelante. Estos hombres vivían en Alemania, Suiza, Francia e Inglaterra. En Inglaterra hubo hombres como Guillermo Tyndale, los obispos Ridley y Hooper, el arzobispo Cranmer, los obispos Bale, Jewell y Coverdale, y Juan Knox y Lord Napier en Escocia. La carta de despedida de Ridley escrita antes de su martirio en 1555, se refiere repetidamente a “Babilonia”, y exhorta a la separación de Roma.
  3. Su continuación en la Postreforma. En los tiempos de la Postreforma unos treinta expositores prominentes mantuvieron la misma posición. Entre ellos están el rey Jacobo I, Joseph Mede, Sir Isaac Newton, el obispo Thomas Newton, Juan Wesley el fundador del metodismo, y Johann Bengel y varios otros escritores continentales. Aun en la América colonial, John Cotton, Roger Williams, In- crease Mather, Samuel Hopkins, y más de una veintena de otros, hasta Timoteo Dwight presidente de la Universidad de Yale en 1812, hicieron aplicaciones similares. Uno de ellos fue el notable historiador bautista Isaac Backus, el que escribió en 1767: “Ella [‘la iglesia de Roma] es la madre de las rameras, y todas las iglesias que vayan tras otros amantes fuera de Cristo, en busca de una vida temporal, son culpables de ser rameras’ ”. (Véase The Prophetic Faith of Our Fathers, tomo 3, pág. 213). Antes de esto, Roger Williams se había quejado al Parlamento británico de que los protestantes se aferraban al espíritu de la Babilonia papal y realizaban sus obras.

Mientras tanto varios escritores protestantes del Antiguo Mundo hacían notar que Babilonia, la “madre” de Apocalipsis 17, tenía “hijas” que llevaban el mismo nombre familiar. Y creyendo que otros cuerpos protestantes habían conservado algunas de las características y errores del papado, comenzaron a incluirlos bajo el nombre familiar de “babilonia”. Entre estos escritores había no conformistas como Browne, Barrow y John Milton.

  • Babilonia, madre e hijas. En la primera parte del despertar adventista del siglo XIX, Lacunza, dentro del catolicismo, llamó Babilonia a “Roma sobre el Tiber”. Y varios dirigentes anglicanos y no conformistas —tales como Cuninghame, Brown, M’Neile y Ash— hicieron la misma aplicación. La Asociación Protestante, organizada en el Exeter Hall en 1835 —con hombres como Croly y Melville— en 1839 hicieron resonar el llamado a salir de Babilonia, e incluyeron tanto al protestantismo como al papado.

Y el Christian Herald de Dublín, publicado por el rector anglicano Edward N. Hoare, declaró en 1830 que las abominaciones de la Babilonia papal, la madre, “comprendían a todo el cristianismo”. Alexander Fraser, de Escocia, y el anglicano David Simpson, de Inglaterra, mantuvieron posiciones similares. Fraser dijo que todas las iglesias estaban teñidas por el espíritu de Babilonia. Y Simpson declaró que las iglesias protestantes, de “cualquier denominación”, que participan del mismo espíritu y doctrinas y circunstancias, deben considerarse hijas.

En los Estados Unidos, Elias Smith y Lorenzo Dow escribieron decididamente acerca de las hijas protestantes como relacionadas con Roma. Samuel M. McCorkle declaró que el protestantismo había sido confundido por el vino de Babilonia, e insistió en que la iglesia “madre” tenía hijas protestantes. Y el destacado clérigo bautista Isaac T. Hinton (1799-1847) dijo claramente que las iglesias protestantes establecidas por la nación eran hijas de Babilonia, porque se habían comprometido y unido con el estado.

  • Se la empleó en el despertar adventista. Luego, en el Movimiento de la Segunda Venida ocurrido en América entre 1830 y 1840, los grandes cuerpos protestantes proscribieron cada vez más a los que mantenían posiciones premilenaristas, y hubo cada vez más oposición eclesiástica contra los que hacían énfasis en la segunda venida —particularmente por parte de los metodistas y congregacionalistas de Nueva Inglaterra—, y se prohibió la diseminación del adventismo. Esta oposición condujo a la proclamación del llamado a salir de las iglesias que rechazaban el mensaje del segundo advenimiento y que se aferraban a las sucias doctrinas de Babilonia. Así fue como se proclamó el llamado en ese tiempo. No fue una condenación contra la hueste de miembros piadosos de las diferentes iglesias protestantes, sino contra las actitudes y las acciones oficiales tendientes a rechazar la verdad vital de la segunda venida. (En The Prophetic Faith of Our Fathers, tomos 1-4 aparece la secuencia histórica detallada de estos acontecimientos.)
  • Mil años de precedentes. A la luz de la secuencia histórica a lo largo de mil años, se advierte claramente que no hay nada de nuevo o extraño en el empleo que hacemos los adventistas de la expresión que ha sido utilizada constantemente por otros cuerpos, a medida que comprendían que la luz y la verdad habían sido rechazadas y encontraban resistencia. Y la aplicación del término “hijas” se ha utilizado en forma similar durante unos trescientos años.

Grupos y organizaciones tales como los Fundamentalistas, el Concilio Internacional de Iglesias Cristianas y la Asociación Nacional de Evangélicos se han retirado de organizaciones más antiguas a causa de lo que han considerado una apostasía modernista atrincherada en los dirigentes que controlan varias denominaciones.

  • Evidencias de alejamientos. Tales son los precedentes históricos. Los adventistas creemos que el término “Babilonia”, del que habla Apocalipsis 17, ha sido correctamente aplicado al papado. Sin embargo, en el vers. 5 se menciona a la Gran Babilonia como una “madre”. De manera que la expresión “Babilonia” también pertenece a otros. Por lo tanto creemos que dondequiera que haya individuos o grupos de individuos que se apeguen a doctrinas, prácticas y procedimientos no cristianos de la iglesia papal, se los puede denominar correctamente “Babilonia”, como parte de la gran apostasía. Dondequiera que se den tales condiciones, los adventistas, juntamente con otros, creemos que la organización culpable puede recibir apropiadamente la denominación de “Babilonia”.
  • Una cuestión de relación personal. Creemos que las condiciones del mundo religioso empeorarán, y no mejorarán, a medida que nos aproximemos al desenlace final de la historia. (1 Tim. 4:1, 2; 2 Tim. 3:1, 5.) Y el abismo que separa la apostasía y la fidelidad a la verdad cada vez se hará mayor a medida que la profecía se cumpla ante nuestros ojos. Pero nuestras declaraciones acerca de Babilonia carecen del carácter difamatorio que algunos quieren imputarnos. Las formulamos con pesar, y no por establecer comparaciones denigrantes.

Estamos conscientes del hecho de que el pertenecer a cualquier iglesia no es, en sí mismo, evidencia de comunidad con Cristo o de fidelidad a las verdades fundamentales del Evangelio. Como ocurrió con el Israel de la antigüedad, la iglesia cristiana a lo largo de todos los siglos ha estado invadida por la presencia de “gente extranjera” (Exo. 12:38; Núm. 11:4; Neh. 13:3). Y esto es particularmente cierto en estos últimos tiempos, cuando muchos se han alejado de la fe, como ha sido predicho claramente en la profecía bíblica. (1 Tim. 4:1; 2 Tim. 4:3, 4.) Creemos decididamente que Dios está llamando actualmente a sus hijos para que rompan con cualquier cosa extraña a los principios fundamentales y apostólicos de la verdad.