El mensaje de la Segunda Venida señala hacia el juicio que resulta en liberación de los santos.

            Tenía yo una imaginación fértil cuando era niño. Tal vez, porque era hijo único, hasta el nacimiento de mi hermana, cuando ya tenía nueve años. Imaginaba que la vida sería agradable si tuviera hermanos y fuésemos buenos en competiciones deportivas; de hecho, yo debía ser el mejor de todos.

            Mi imaginación incluía también asuntos espirituales. Comenzó cuando, en la Escuela Sabática, veía cuadros sobre la vida en el cielo: jugar con animales salvajes, sentarme con otros niños sonrientes junto a Jesús, tener una casa construida para mí… Tuve una infancia feliz, pero la vida retratada en esos cuadros era muy superior a lo que yo había experimentado.

            La misión espacial Apollo, en la que seres humanos aterrizaron en la Luna y anduvieron caminando por su superficie, también encendió en mí un deseo de viajar por el espacio hacia mundos desconocidos. ¡Era eso lo que yo esperaba hacer cuando Jesús viniera a esta Tierra por segunda vez! Pastores y evangelistas mencionaban que el viaje hasta el cielo tendría una duración de siete días; y yo me imaginaba flotando hacia arriba, sin ley de gravedad, con seres queridos, con ángeles, ¡y con Jesús! Me sentía radiante al saber que todo eso podría suceder en cualquier momento, incluso antes de que yo me transformara en una persona adulta.

PERDIENDO EL FOCO

            Sin embargo, antes de que yo cumpliera veinte años, algo ocurrió. Mi fértil imaginación comenzó a disiparse; indudablemente, por causa de las demandas de la enseñanza secundaria y luego de la vida universitaria. Más importante aún, mi imaginación disipada afectó el modo en que percibía —o en ese caso, cómo no percibía— la segunda venida de Jesús. Era una persona muy ocupada, que construía las bases de mi vida ministerial. Mirando toda esa realidad desde los días de hoy, me parece embarazoso que yo me estuviera preparando para una vida de servicio a favor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, pero no pensara mucho en la realidad de la segunda venida de Jesús.

            Pero no fui el único que perdió la concentración en la Segunda Venida. Durante mi infancia, escuché incontables sermones que anunciaban el mensaje: “¡Jesús está volviendo! ¿Estás preparado para encontrarlo?” Sin embargo, con el paso de los años escuché cada vez menos sobre la segunda venida de Cristo y cada vez más sobre los “cómos” de la vida: cómo tener un mejor casamiento; cómo controlar la ira… y una serie de otros temas valiosos. El hecho es que el escuchar poco sobre la venida de Jesús me llevó del ahora al todavía no.

            ¿Por qué muchos de nosotros no predicamos sobre la Parousía, como lo hacíamos antes? Podría dar algunas sugerencias, pero podrían parecer simplemente anecdóticas. ¿Acaso la búsqueda de riquezas —aunque ese es un concepto relativo— nos afectó de manera tal que nuestros corazones se cargaron de “glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida” (Luc 21:34)? ¿Creemos que es más fácil predicar sobre las necesidades reales o percibidas de nuestras congregaciones? ¿Nos habremos transformado, como predicadores, en ignorantes de nuestra comprensión de las profecías de Daniel y del Apocalipsis, creyendo más conveniente predicar sobre asuntos que no requieran mayor ejercicio mental para ser comprendidos y compartidos? ¿O hemos evitado predicar sobre la Parousía porque traerá el final de nuestro actual estilo de vida y prenunciará un juicio final al que muchos predicadores no se sienten preparados para enfrentar?

RECUPERANDO EL FOCO

            Hace treinta años, en el inicio de mi trayectoria ministerial, ideé que sería el mejor pastor posible, cuidando del rebaño, atendiendo las necesidades de mis tres iglesias. Tal vez, un día los directivos de la Asociación me ordenaran al ministerio. Yo tenía mis prioridades muy claras.

            Treinta años después, con más “ayeres” en mi espejo retrovisor ministerial, esta cuestión surge constantemente en mi mente: ¿Debería aprovechar mejor el tiempo y predicar sobre la segunda venida de Cristo, como lo hacían los predicadores durante mi infancia?

            Necesito hacerlo de esa manera porque debo recuperar aquellos mismos elemen­tos espirituales de la vívida imaginación que tenía cuando era niño. La vida era simple, como debería ser. Pero en medio de la complejidad de la vida adulta en el siglo XXI, es fácil olvidar que Dios tiene el presente en sus manos y nuestro glorioso futuro bajo su control. Es fácil caer en la especulación de querer ajustarlo todo, para garantizar que todas las cosas —tanto en el ámbito personal como en el profesional sucedan exactamente como creemos que deben ser.

            Es bueno predicar sobre la segunda venida de Jesús, porque eso sirve como antídoto contra el virus que carga nuestros corazones “de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida”. La promesa de la venida de Jesús me recuerda que “el mundo pasa, y sus deseos” (1 Juan 2:17), y que “el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Dan. 2:44).

            Los pastores deben predicar sobre la Segunda Venida porque ese mensaje señala hacia el juicio que resulta en liberación para los santos. Juan escribió Apocalipsis 22:7 al 11 en el contexto de la inminente venida de Jesús, y Cristo concluyó con estas palabras: “No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía (vers. 10, 11). Cuando predico sobre la Segunda Venida, recuerdo constantemente que el Dios de amor quiere juzgarme como digno de vivir eternamente con él porque he permitido que viviese en mí y a través de mí. Cuando predicamos sobre la Parousía, eso debería incentivamos, así como a aquellos que nos escuchan, a buscar la santidad (2 Ped. 3:10-13).

ESTIMULANDO EL ENFOQUE

            Cuando profundizamos nuestro compromiso de predicar sobre la Segunda Venida, necesitamos inspirar a las personas con una visión del todavía no; y al hacerlo así, necesitamos ser fieles al texto, permitiendo que hable en el trasfondo de vida de cada uno, en el contexto del siglo XXI. Los pastores sirven como teólogos residentes en sus congregaciones, y una de las responsabilidades clave es preservar el hecho de que la Biblia es su propia intérprete, especialmente cuando eso ayuda a las personas a comprender las varias cuestiones relacionadas con la Segunda Venida.

¿CUÁN PRÓXIMO ES “PRÓXIMO”?

            Una de las mayores preguntas que generaciones de cristianos se han planteado es: “¿Qué es lo que lleva a Jesús a demorarse en volver?” Durante dos mil años, los cristianos han creído en el inminente regreso de Jesús. El apóstol Pablo creía que muchos de su generación estarían vivos cuando Jesús regresara. Cuando los cristianos de Tesalónica vieron que sus seres queridos morían, el apóstol Pablo, al escuchar sus preocupaciones, los confortó con la promesa de la futura resurrección (1 Tes. 4:13-16). Sin embargo, creía que algunos —incluso él mismo— estarían vivos para ser testigos de la Segunda Venida. Algunos años después, al escribir a los miembros de la iglesia de Corinto, el apóstol todavía tenía el mismo concepto (1 Cor. 15:51). Si esa noción era engañosa, ¿cómo pudo Pablo haber incurrido en ese engaño? Sin lugar a dudas, él estaba a la par de lo que Jesús había enseñado a los doce discípulos sobre su Venida.

            Al abordar la pregunta de los discípulos sobre las señales de su Venida y del fin del mundo (Mat. 24:3), Jesús habló en forma extensa sobre muchos eventos a los cuales debían prestar atención. Durante su discurso, incentivó a los discípulos a aprender la lección de las ramas y las hojas de la higuera. El brotar de las hojas señala la llegada del verano (vers. 32). “Así también vosotros”, continuó Jesús (refiriéndose a su Venida), “cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (vers. 33). Podría surgir una gran confusión por causa del versículo 34: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”.

            Muchos años después del martirio del apóstol Pablo, Juan el revelador compartió las palabras del Testigo fiel y verdadero: “Vengo en breve” (Apoc. 22:7, 12, 20). Entonces, ¿cómo debemos entender los conceptos de próximo y breve? La palabra traducida como “breve” es el término griego tacho, del cual deriva la palabra taquicardia. Esta, por su parte, se origina del griego, libremente traducido “corazón rápido”, o “corazón ligero”. Aunque el nivel de estímulo del corazón sea el más notable resultado de su condición, su naturaleza asintomática suena como una potencial alarma. Nunca se sabe cuándo ocurrirá la taquicardia. ¡Simplemente, sucede!

            Como predicadores, necesitamos expresar el concepto bíblico de que la proximidad de la venida de Cristo refleja un evento que sucede súbitamente; como un flash. El apóstol Pablo empleó el concepto de “ladrón en la noche” (1 Tes. 5:2) para expresar la naturaleza de la venida de Cristo. De hecho, en el versículo 3 usa la palabra “repentina”, para describir el Día del Señor y sus eventos asociados.

            ¿Podría ser que nuestro uso del término “breve”, aunque bien intencionado, aliente el establecimiento de fechas para describir mejor el inminente retorno de Cristo? ¿Podría ser que tal uso, también involuntario, desanime a las personas en relación con la preparación apropiada para la Venida, considerando que han escuchado sobre el retomo en breve año tras año? Concentrarme en la naturaleza inminente de su retomo me anima a estar preparado, “porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mat. 24:44).

¿CÓMO ESTAR PREPARADOS?

            Nunca debemos predicar Mateo 24 sin predicar conjuntamente Mateo 25. El primero nos habla sobre la venida de Jesús; el segundo nos dice cómo debemos preparamos.

            Al dar las instrucciones sobre la preparación, Jesús compartió tres parábolas bien conocidas. La parábola de las diez vírgenes habla sobre la preparación para la venida del Novio, y termina con el siguiente consejo: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mat. 25:13). La parábola de los talentos trata sobre el uso de aquello que nos ha sido confiado no para nosotros mismos, sino sabiamente y con la mirada hacia adelante, en el futuro. La parábola de las ovejas y los cabritos aborda nuestra responsabilidad para con los demás, revelando que las dimensiones horizontales de la vida son tan importantes como las verticales. Jesús conecta nuestro deber para con el otro con la aptitud para su Reino eterno (vers. 34-40).

            Como predicadores, frecuentemente comprendemos las disciplinas espirituales de oración y estudio de la Biblia como elementos esenciales para el desarrollo del carácter. Sin embargo, Jesús enseña claramente que nuestra relación altruista y desinteresada con los pobres, los excluidos y los rechazados es el resultado práctico del tiempo que hemos empleado en permanecer en comunión con Dios. En otras palabras, Jesús está volviendo para aquellos que andan junto con él y con sus semejantes, incluyendo a aquellos a quienes se refirió como sus “hermanos más pequeños” (vers. 40).

            El apóstol Pedro, como lo había hecho el apóstol Pablo, también se refirió a aquellos que se preguntaban si Jesús volvería (2 Ped. 3:4). Él sabía que el concepto de tiempo a la vista de los mortales difiere en gran medida del de la Deidad (vers. 8). Entonces, compartió una razón para la demora haciendo referencia a la paciencia divina (vers. 9).

            Pero la paciencia divina no debe darse por sentada, como si Dios fuese alguien que practicase el universalismo. La paciencia divina debe ir en paralelo con la-prontitud humana. “Cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios” (ver. 11, 12) será nuestra forma de vida.

            Pero ¿cómo debemos “apresurar” su Venida? El verbo griego empleado tiene la connotación de “esforzarse” por alguna cosa.[1]

            Nuestra responsabilidad, como predicadores, es exhortar a nuestros oyentes (incluyéndonos) para que vivan los mandamientos y los principios de Mateo 24 y 25. No solamente aquello que fuera mencionado anteriormente a la luz de las tres parábolas, sino también proclamar el evangelio a todos los grupos de personas (Mat. 24:14). Debemos tener en mente que, “como las estrellas en la vasta órbita de su derrotero señalado, los propósitos de Dios no conocen premura ni demora” [2]

RESTAURANDO EL FOCO

            Finalmente, necesitamos mostrar a nuestros oyentes la visión de lo que Jesús está preparando para nosotros. Fue eso lo que hizo el Señor frente a sus desanimados discípulos. Después de prenunciar su traición y su inminente partida (Juan 13:21, 36), Jesús les señaló su realidad futura: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (14:2, 3).

            Es necesario recordar a aquellos que frecuentan nuestras iglesias que Jesús está viniendo otra vez, y que su venida os segura e inminente. Necesitan ver la gloria de su venida (Apoc. 1:7). Necesitan escuchar el sonido que anuncia la aproximación de los ángeles “con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat. 24:31). Necesitan saber que serán reunidos con sus seres queridos, que aquel día resucitarán (1 Tes. 4:16); y serán librados de todo trazo de enfermedad (1 Cor. 15:52, 53). Necesitan cantar y pregonar un día: “¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos” (Apoc. 19:1, 2). “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” (vers. 6).[3]

            De hecho, ellos y nosotros necesitamos la imaginación fértil de un niño.

Sobre el autor: Editor asociado de Ministry.


Referencias

[1] E Wilbur Gingrish y Frederick W. Danker, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 2a ed. (Chicago: University of Chicago Press, 1979), p. 762.

[2] Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 32.

[3] Para un cuadro infinitamente más brillante y mejor del que yo intento pintar, lea: White, El conflicto de los siglos, pp. 635-652.