Al subir al púlpito como predicador visitante, encontré frente a mí una placa de madera con una inscripción que decía: “Predica la Palabra”. Más tarde descubrí que el lado de la placa que daba hacia la congregación tenía las palabras: “Así dice el Señor”. Un lado del púlpito le decía al predicador lo que se esperaba que hiciera; el otro lado le decía a la congregación lo que tenía derecho a esperar.

  ¿Con cuánta frecuencia diría usted que los predicadores no predican la Palabra? ¿Con cuánta frecuencia diría usted que una congregación se siente chasqueada al no escuchar un “así dice el Señor”? A mi juicio es más a menudo de lo que quisiéramos creer. Como pastor, usted podrá decir: “Eso no puede ser. Yo siempre predico la Palabra cuando subo al público. Todos los ministros a quienes he escuchado predican la Palabra, con raras excepciones”.

  ¿Qué significa predicar la Palabra? La palabra del Dios viviente se encuentra sólo en la Biblia. Se presenta en las páginas del Antiguo Testamento, comenzando con: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1), y terminando con el versículo: “El hará volver el corazón de los padres hacia los’ hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4: 6). Se presenta en las páginas del Nuevo Testamento, comenzando con: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán” (Mat. 1:1) y terminando con: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén” (Apoc. 22:21).

  Cuando Pablo instruyó a Timoteo a predicar la Palabra, estaba afrontando la ejecución; su ministerio activo había terminado. Nunca más tendría la oportunidad de pararse ante un gran auditorio y anunciar la Palabra de Verdad. Estaba a punto de poner el manto de la predicación sobre hombros más jóvenes, y lo hizo de una manera majestuosa: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la Palabra” (2 Tim. 4:1,2). Este es probablemente el llamamiento más solemne de todas las epístolas paulinas. Le está diciendo a Timoteo, y a nosotros, que la Palabra de Dios merece la proclamación más clara, más digna, más exacta, que un ministro es capaz de realizar. Muchos de nosotros hemos lamentado el hecho de que los púlpitos modernos han torcido el versículo para que diga: “Predica el mejoramiento social”, “predica el progreso cultural”, “predica la ética cristiana”. No se ha hecho ningún intento literal de cambiar el texto, pero se lo ha ignorado en favor de la proclamación de otros temas.

  Un sábado estaba sentado en el culto de adoración de una de las iglesias más grandes de la denominación. El pastor leyó un texto que inmediatamente captó mi atención. Me dije a mí mismo: “¡Qué magnífica porción de las Escrituras para predicar! ¿Por qué no se me ocurrió preparar un sermón sobre este pasaje?” Me acomodé en el asiento con ansiosa expectativa. El pastor terminó de leer el pasaje, hizo algunos breves comentarios preliminares acerca de él, y luego se apartó de él para nunca volver. Levantó en alto un libro, anunció su autor y su título, y dio lo que en realidad era una reseña del libro. Es cierto, el libro era un best seller; contenía principios psicológicos excelentes, como descubrí más tarde cuando lo leí. El material que presentó el pastor era interesante y fácil de seguir; contenía buena instrucción. Pero bajo ninguna circunstancia podría decirse que él había predicado la Palabra. Excepto por el pasaje inicial y unos pocos textos dispersos, no hubo proclamación de la verdad bíblica. Sin embargo, si le hubiera preguntado al pastor si había predicado la Palabra esa mañana, sin duda me habría mirado con asombro. ¡Por supuesto que lo había hecho! ¿No había iniciado su sermón con un pasaje bíblico? ¿No había citado textos bíblicos en su transcurso?

  Cuando Pablo dijo “predica la Palabra”, ¿quería él decir predica de la Palabra? ¿Quería significar predica acerca de la Palabra? ¿O predica alrededor de la Palabra? Cuando hemos predicado sicológica, sociológica o filosóficamente, acompañándolo todo con el uso de las Escrituras, ¿hemos predicado realmente la Palabra?

  He notado entre los pastores la peligrosa tendencia de usar referencias de la Escritura para proveer un marco religioso para su presentación, y al hacerlo, sentir que han predicado la Palabra. Un texto de vez en cuando añade también suficiente sabor como para satisfacer las papilas gustativas para los que todavía ansían saborear la Palabra de Dios. Pero cuando se usan las Escrituras para subrayar una charla sicológica o filosófica, la están usando mal si tal práctica se considera una predicación de la Palabra.

  Un principio homilético básico, entonces, es que las Escrituras no deben ser usadas para apoyar las ciencias. Cuando llega a la proclamación, la Palabra de Dios no debe apoyar las palabras de los hombres. Esto no quiere decir que un predicador nunca debe apoyar la verdadera ciencia con las Escrituras, porque Dios es el autor de ambas. Pero significa que cuando está predicando la Palabra, ella deberá ser exaltada, y no la ciencia.

  ¿Puede decirse que estamos predicando la Palabra cuando la usamos sólo como una plataforma de lanzamiento para nuestras observaciones religiosas? Cuando se abre la Escritura y luego se la abandona de inmediato, eso es presentar la Palabra, no predicarla. ¿Es el uso abundante de citas de las Escrituras en todo el discurso lo mismo que predicar la Palabra? Algunos predicadores tienen la capacidad singular de memorizar las Escrituras y citarlas con tal velocidad y destreza que sorprenden a sus oyentes. La congregación se maravilla de su gran habilidad, y a menudo dice: “Este pastor realmente conoce su Biblia”. Por supuesto, no han aprendido mucho con este enfoque tipo ametralladora. Como espectadores, han gozado de la demostración pirotécnica del conocimiento de las Escrituras. Pero la predicación bíblica no es meramente una predicación que contiene gran cantidad de pasajes bíblicos. Tal enfoque podríamos llamarlo citar la Palabra, pero no necesariamente representa predicar la Palabra.

  ¿Es el uso de textos de prueba predicar la Palabra? Muchas personas han hecho la decisión de aceptar a Cristo por medio de la predicación que utiliza textos de prueba. Sus mentes han llegado a convencerse de la validez de la verdad bíblica, ven la hermosa cadena de verdad y la aceptan eslabón por eslabón. Estando en armonía con lo que oyen, dan asentimiento intelectual a una lista de doctrinas, y se unen a la iglesia. En algunos casos sus mentes están convencidas, pero sus corazones permanecen sin ser afectados. Tal predicación es comprobar la Palabra. No es predicar la Palabra.

  ¿Qué es, entonces, lo que Pablo quiere decir cuando escribe: “predica la Palabra”? La palabra predicar viene de un término griego que significa “anunciar”. Entonces, el predicador simplemente debe anunciar la palabra, esto es, la Palabra de Dios. Debe continuar la herencia espiritual en este asunto como se revela tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Uno de los primeros ejemplos de predicación de la Palabra se encuentra en Nehemías 8:1-9. El antiguo Israel se reunió en la plaza que estaba frente a la puerta de las Aguas y pidió a Esdras el escriba que abriera el libro de la ley de Moisés, el Pentateuco (toda la Biblia de ese tiempo), y les leyera de él. Mientras Esdras y otros dirigentes espirituales leían, explicaban el sentido de modo que los oyentes pudieran comprenderla, y toda la gente se puso a llorar cuando oyeron las palabras de la ley.

  Aquí tenemos tres aspectos de la predicación de la Palabra. Primero: la Palabra debe ser presentada de modo que tenga sentido. Segundo: debe ser claramente comprendida. Tercero: debe afectar los corazones.

  Un sábado nuestro Señor predicaba en la sinagoga de Nazaret, y escogió como texto una porción de Isaías 61. Después de leer en pie, se sentó -en la forma acostumbrada por los rabinos- para predicar acerca de ese pasaje, y comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros” (Luc. 4:21). El Verbo de Dios encarnado era el expositor de la Palabra de Dios escrita. Su propósito era explicarla, desenvolver su verdadero significado, y mostrar su relevancia a la situación actual. Felipe, el diácono predicador, siguió esencialmente el mismo esquema cuando explicó al eunuco el pasaje de Isaías 53. Felipe le preguntó: “¿Entiendes lo que lees?” Ante su respuesta negativa Felipe abrió su boca y comenzó desde esa Escritura a predicarle a Jesús. El propósito de Felipe era ayudar al eunuco a comprender Isaías 53 (véase Hech. 8:26-40).

  El propósito de la predicación bíblica es, entonces, ayudar a los oyentes a comprender el significado de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo, que le indicó a Timoteo que debía predicar la Palabra, practicaba lo que predicaba. El libro de los Hechos nos cuenta que de acuerdo con su costumbre, Pablo fue a la sinagoga judía en Tesalónica y por tres sábados razonaba con ellos de las Escrituras, explicando y dando evidencias de que Cristo había de sufrir y levantarse de nuevo de entre los muertos. Lo hizo leyendo de las Escrituras y explicando su significado (véase Hech. 17:1-3).

  Otro breve ejemplo se encuentra en Hechos 28: 23. Durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma vivió en su propia casa alquilada, y la gente venía en gran número a su residencia para escucharle explicar las Escrituras, y solemnemente testificar acerca del reino de Dios, tratando de persuadirlos con respecto a Jesús, tanto a partir de la ley como de los profetas.

  En resumen, estos conceptos bíblicos de la predicación de la Palabra incluyen: 1) explicarla; 2) dar el sentido de modo que pueda ser comprendida; 3) desarrollar grandes porciones de las Escrituras; 4) razonar a partir de ellas; 5) mostrar su aplicación a las necesidades de la gente; y 6) presentar evidencias conclusivas de la Biblia. Cualquier tipo de predicación que hace todas estas cosas ciertamente merece que se la llame predicación de la Palabra.

  La predicación bíblica se describe mejor por medio del enfoque expositivo más bien que temático. Esto no significa criticar la predicación temática, que es la forma más usual de predicación en la mayoría de los púlpitos. La herencia está demasiado fuertemente establecida. Su efectividad ha sido bien demostrada. Su capacidad de animar a los conversos en su fidelidad a Dios y a los inconversos a entrar en relación con Dios ha sido demostrada por siglos. Algunos de los más grandes predicadores de todos los tiempos han usado los temas. El punto no es que debemos abandonar la predicación temática, sino que debiéramos añadir una nueva dimensión. Suponiendo que la predicación temática y expositiva se hagan bien, ¡cuánto más persuasiva y llamativa es la predicación expositiva! Inicialmente, requerirá un poco más de tiempo y preparación. También será más exigente en el estudio, pero los resultados demostrarán ser más satisfactorios.

  ¿Qué es la predicación expositiva? La palabra expositiva viene de una raíz latina que significa “exponer, desnudar, dejar claro, explicar”. La predicación expositiva es aprender lo que la Escritura realmente dice primero, por medio de la exégesis. También es aprender por medio de la hermenéutica, lo que la Escritura realmente significa. A esto sigue la explicación de modo que lo que la Escritura dice y significa pueda ser comprendido por los oyentes, y demostrar su relevancia para la vida contemporánea. G. Campbell Morgan decía: “El objetivo definido de toda buena predicación expositiva es descubrir el significado del mensaje de Dios a la humanidad y aplicarlos a la vida contemporánea. Esto es reducir todo al denominador más sencillo”. Dwight Stevenson: “En la verdadera exposición, el sermón debe descansar en toda su amplitud sobre el pasaje. La proporción de las partes en el sermón debe ser un espejo fiel de las proporciones que tiene en la Escritura bajo estudio. No debe haber distorsiones por exceso de énfasis u omisión de las ideas principales”. Lo que estos hombres dijeron es que la más alta forma de predicación bíblica es la selección de una porción de las Escrituras, larga o corta, de la cual la verdad de Dios se explica y se hace relevante a la vida de sus oyentes.

  Hay muchos métodos efectivos para predicar puede organizar su mensaje alrededor de un versículo clave por medio del cual interpreta un pasaje completo. G. Campbell Morgan, que muchos consideran el principal expositor bíblico del siglo XX, usaba el principio del contexto en la predicación bíblica, interpretando un pasaje bíblico a la luz de su contexto y dando importancia decreciente a los textos a medida que se alejaba hacia lugares más distantes del contexto. Una de las formas menos complicadas y más efectivas de desarrollar un sermón expositivo ha sido llamado el diseño de tres puntos: el ambiente, el significado y la relevancia. La predicación bíblica no se limita a un solo método de manejar las Escrituras, sino utiliza todos los procedimientos homiléticos usuales.

  La metodología que se presentará en esta discusión fue desarrollada por F. D. Whitesell y Charles W. Koller, y perfeccionada por Lloyd M. Perry. Los tres eran pastores evangelistas conservadores en el Seminario Bautista del Norte, en Chicago. Su metodología aparece en los libros que ellos escribieron: F. D. Whitesell and Lloyd M. Perry, Variety in Your Preaching [Variedad en su predicación ] (Oíd Tappan, N. J.,Fleming H. Revell Co., 1954); Charles W. Koller, Expository Preaching Without Notes [Predicaciones expositivas sin apuntes] (Grand Rapids, Mich., Baker Book House, 1962); Lloyd M. Perry, Biblical Sermón Guide [Guía para sermones bíblicos] (Grand Rapids, Mich., Baker Book House, 1962) y Biblical Preaching for Today’s World [Predicación bíblica para el mundo de hoy] (Northbrook, III., Moody Press, 1973).

  Los beneficios de la predicación expositiva o bíblica son muchos. Primero, es un tipo de predicación que no se agota. Es posible que un predicador expositivo se mantenga en el mismo pulpito su vida entera sin repetirse. No ocurre esto con la predicación por temas. Uno pronto queda sin temas sobre los cuales predicar. Un pastor a quien una vez sucedí en un cierto pastorado, salió después de servir a la iglesia sólo poco más de dos años. Me sentí honrado de ser llamado a ese hermoso pastorado. Más tarde, cuando me encontré con el pastor anterior, le pregunté por qué se había ido tan pronto del lugar. Me dijo que había predicado todos los 266 sermones que tenía, y por lo tanto tenía que irse. De paso, era un predicador extraordinario a quien la congregación amaba profundamente, pero su enfoque temático de la predicación lo obligó a irse. Se le terminaron los temas después de un tiempo y tuvo que ir a otra iglesia y tocar el disco nuevamente. Al tratar con los temas de la Biblia en forma expositiva uno encuentra que hay una provisión interminable de material sermónico. En la corta vida de un hombre, difícilmente se pueden tocar más que los bordes de la Palabra de Dios.

  Otro beneficio de la predicación expositiva es que hace que el predicador llegue a ser un experto en el campo en el cual se espera que demuestre excelencia. Al ministro se le pide que haga muchas cosas, y que las haga bien. Debe ser maestro, consejero, administrador, financista y organizador. Hay personas en su congregación que pasan la vida entera enseñando, aconsejando, administrando y en los negocios. Están mejor adiestrados que el predicador en esas áreas. Él no podría ser superior a los que pasan una vida entera en una de estas profesiones. La única área en la cual se espera que el predicador se desempeñe mejor que cualquier otra persona es en la predicación de la Palabra. Como el Apolos de fama neotestamentaria, debe llegar a ser poderoso en las Escrituras. Como Wesley, debe ser conocido como el hombre de un solo libro. La predicación expositiva puede lograrlo.

  Además, la predicación bíblica le ayudará a llenar su iglesia con hombres y mujeres realmente regenerados y llenos del Espíritu. Al reunirse para adorar semana tras semana, le hacen la silenciosa pregunta: “¿Hay palabra del Señor?” No están interesados en la habilidad del predicador o en sus opiniones. La predicación bíblica ganará más almas para Cristo, y será una mayor garantía de que una gran proporción de ellos permanecerá salvo.

  No importa cuál sea su habilidad actual en el pulpito, puede y debe mejorar. En temas futuros veremos cómo la predicación bíblica expositiva puede abrir nuevas dimensiones en las Escrituras tanto para nosotros mismos como para nuestras congregaciones al predicar la Palabra.