¿Qué es lo que la Conferencia Bíblica de 1919 decidió sobre la inspiración de Elena de White?

Entre los temas contra los cuales los disidentes y los críticos de la Iglesia Adventista han lanzado sus más férreos ataques, está el rol de Elena de White y de sus escritos. ¿Cuál es la función que esos escritos desempeñan en el adventismo? ¿Cuál es el grado de autoridad, el tipo y la clase de inspiración que poseen?

El objetivo de este artículo es analizar brevemente cómo estas cuestiones fueron abordadas en la Conferencia Bíblica de 1919, realizada en Takoma Park, Estados Unidos; y las dificultades concomitantes de aceptar el modelo de inspiración verbal para los escritos de Elena de White.

Inspirada en las grandes conferencias proféticas realizadas por los fundamentalistas protestantes a comienzos del siglo pasado (cuyo tema predominante era la inminente venida de Cristo), en un mundo sacudido por la Primera Guerra Mundial, la Conferencia de 1919 tenía el objetivo de fortalecer la unidad entre los pensadores de la Iglesia, en temas teológicos y pedagógicos.[1]

El encuentro reunió a 65 personas, entre “editores, profesores de Biblia e Historia de nuestros colegios y seminarios, y miembros de la Junta de la Asociación General”.[2] Las reuniones se llevaron a cabo entre los meses de julio y agosto, y contaron con la presencia del entonces presidente de la Asociación General, Pr. Arthur G. Daniells. Durante la asamblea, se enfatizó la necesidad de un estudio más profundo de la Biblia, y que se le diera atención especial a los “fundamentos” de nuestra fe.[3]

Entre los asuntos en agenda se encontraban: la Persona y la obra mediadora de Cristo; la naturaleza y la obra del Espíritu Santo; los dos pactos; los principios de interpretación profética; la llamada “cuestión de oriente”;[4] el poder de la bestia de Apocalipsis; los 1.260 años; los Estados Unidos en la profecía; las siete trompetas; Mateo 24; y la identificación de los diez reinos de Daniel 7, entre otros.

Estos temas fueron tratados en relación con la hermenéutica. La preocupación era establecer principios seguros de interpretación.

El tema de Elena de White

La naturaleza de la inspiración profética de Elena de White no estaba en la agenda, sino que surgió cuando, en el décimo día de reuniones, el debate se centra en la inspiración profética. Los participantes se encontraron con algunas dificultades históricas en los escritos de Elena de White. Entonces, Arthur Daniells percibió la necesidad de abordar la cuestión. W. E. Howell, que presidía la asamblea, lo invitó a explicar este tema el 30 de julio, bajo el título “El uso del Espíritu de Profecía en la enseñanza de la Biblia y la Historia”. Durante el debate, surgieron algunas preguntas importantes.

El primer interrogante, suscitado por Clifton L. Taylor, del departamento de Biblia del Canadian Junior College, estaba relacionado con el uso exegético de los escritos de Elena de White. ¿Debemos recurrir a ella como intérprete del texto bíblico? Sus comentarios sobre los textos de las Escrituras, ¿deben ser considerados autoritativos, infalibles, y como la única explicación correcta de ellos?

Con el endoso de John N. Andrews, profesor de Biblia del Washington Foreign Mission Seminary, Christian M. Sorenson, profesor de Historia en el Emmanuel Missionary College, y W. W. Prescott, ex editor de la Review and Herald (ahora Adventist Review) y entonces secretario de la Asociación General, Daniells respondió que asumir la posición de inerrancia en relación con Elena de White podría ser peligroso. Dejó en claro que “no es nuestra posición, ni es correcto [afirmar] que el Espíritu de Profecía es el único intérprete seguro de la Biblia”. A fin de cuentas, tal y como lo expresó W. E. Howell, la misma hermana White declaró que la Biblia es su propio intérprete. Daniells también fue taxativo al recordar que las doctrinas adventistas no fueron conformadas sobre la base de Elena de White. Nuestras creencias fueron construidas gracias al intenso estudio de las Escrituras, y después fueron confirmadas por el Espíritu de Profecía. Así, el estudiante debe recurrir primeramente a la Biblia. Luego, los mencionados escritos deben ser utilizados para “ampliar la visión”; al igual que otros materiales que ayuden a la comprensión del texto.

Otra cuestión importante fue mencionada por Prescott: “¿De qué manera debemos utilizar los escritos del Espíritu de Profecía como autoridad para resolver cuestiones históricas?”[5] La respuesta inicial de Daniells fue que la Sra. de White “nunca reivindicó ser autoridad en Historia”. Ni declaró ser “maestra absoluta de Teología. Ella solo hizo declaraciones fragmentarias, dejando a los pastores, los evangelistas y los predicadores el encargo de resolver todos esos problemas bíblicos, teológicos e históricos”.[6]

¿Cuál debe ser, entonces, la actitud del lector, al encontrar datos históricos imprecisos en los escritos de Elena de White? ¿Esto debe debilitar nuestra fe en esos escritos? Daniells reiteró que la Hna. White nunca “se propuso definir cuestiones históricas”, dado que ni los propios historiadores concuerdan plenamente entre sí. “Nunca entendí que ella atribuyera infalibilidad a sus citas históricas”.[7]

Discutidas estas cuestiones, el punto más conflictivo de la asamblea estaba por llegar.

Interpretación verbal

Elena de White ¿fue inspirada verbalmente? Sus escritos, ¿fueron inspirados palabra por palabra? Primeramente, conocer cómo los participantes de la Conferencia consideraban la inspiración de la Biblia nos ayudará a entender cómo consideraban los escritos de Elena de White.

Hubo dos líneas de interpretación representadas en 1919. Concordaban en los puntos esenciales, principalmente en lo que se refiere a la autoridad bíblica y a la necesidad de un estudio profundo de la Palabra de Dios. No obstante, las divergencias entre los “progresistas” y los “tradicionalistas” quedaron claras a medida que el debate continuó.

Los dos grupos afirmaban que las Escrituras son “verbalmente inspiradas”. Pero los progresistas, aun cuando creían en la infalibilidad del texto bíblico, no lo consideraban inerrante en cada detalle cronológico, numérico, histórico o lingüístico. Más dogmáticos, los tradicionalistas afirmaban que esa flexibilidad podría generar problemas. Así, adherían a un presupuesto más rígido: las Escrituras son inerrantes en cada detalle.

En relación con Elena de White, también había dos abordajes. El grupo progresista estaba compuesto por hombres que habían conocido personalmente a Elena de White, y que fueron testigos del proceso de composición de sus escritos, llegando a participar de él; es posible que Daniells y Prescott formaran parte de este grupo. Los progresistas aceptaban el hecho de que los mencionados escritos, si bien fueron inspirados, no son infalibles; incluso, algunos de ellos, que creían en la inspiración verbal, entendían que esa inspiración no implicaba inerrancia. Aparentemente, los progresistas también trazaban una distinción entre la Biblia y el Espíritu de Profecía en lo referente a la naturaleza de la inspiración.

Los tradicionalistas eran un grupo más joven, que no había trabajado con Elena de White. En general, ellos consideraban que sus escritos habían sido inspirados verbalmente y estaban al mismo nivel que las Escrituras.[8]

Arthur Daniells era acusado de ser “escéptico con respecto a los Testimonios”, por el hecho de no creer que eran inspirados verbalmente. Según W. E. Howell, el punto de vista de la inspiración verbal parecía ser el que más predominaba entre los miembros de la Iglesia y muchos pastores, en aquella época.

Dificultades

Daniells argumentaba que algunas dificultades que la Iglesia enfrentaba ante los críticos disidentes estaban generadas por la creencia en la inspiración verbal y en la infalibilidad de Elena de White. Para él, las acusaciones de plagio, por ejemplo, podrían haber sido evitadas si, desde el comienzo, “hubiéramos comprendido eso de la manera correcta”.[9]

Muchos que aceptaban la inspiración verbal quedaron perplejos después de la revisión del libro El gran conflicto en 1911, supervisada por la propia autora, en el que se realizaron varias alteraciones técnicas. Si ese libro había sido inspirado palabra por palabra, y la inspiración es infalible, ¿por qué razón se necesitan ajustes?

Arthur Daniells defendía la idea de que el profeta es un instrumento divino, pero su parte humana no debía ser ignorada. Recordó que Elena de White repetía con frecuencia: “Tenemos este tesoro en vasos de barro”, reconociendo que era una mujer frágil, limitada, que intentaba hacer la obra que se le había confiado de la mejor manera posible. Daniells afirmó que a partir del momento en que reconocemos que ella no era infalible y que sus escritos no eran verbalmente inspirados, damos oportunidad a la manifestación del ser humano. Según él, no deberíamos sorprendernos al encontrar errores (que no afectan la esencia del mensaje) en esos escritos, pues la inspiración divina no inhibe el elemento humano.[10]

De acuerdo con G. B. Thompson, secretario de la Asociación General, las controversias generadas en la Iglesia podían ser atribuidas a “una educación errada que nuestro pueblo recibió. Si siempre hubiéramos enseñado la verdad sobre esta cuestión, no habríamos tenido ningún problema o conflicto en la denominación ahora. Pero, el conflicto ocurre porque no enseñamos la verdad, y colocamos a los Testimonios en un plano en que ella [Elena de White] declara que no están. Reclamamos más de estos escritos que ella misma”. Para Thompson, “la evidencia y la inspiración de los Testimonios no están en su inspiración verbal, sino en su influencia y su poder en la denominación”.[11]

Los debates acerca de la autoridad y el uso de los escritos de Elena de White, al igual que su relación con la Biblia, ocuparon dos días de la conferencia. Si bien no estaban en la agenda inicial, ese fue el tema principal de la reunión.

Consideraciones finales

¿Qué relevancia tienen para nosotros hoy los asuntos abordados en aquella asamblea realizada hace más de noventa años?

Por no tener una visión clara con respecto a la naturaleza de la inspiración de Elena de White, los adventistas han enfrentado preconceptos y críticas. Los demás consideran que poseemos una segunda Biblia en sus escritos; cosa que sabemos que no se corresponde con la verdad. A lo largo de la historia de la denominación, se ha atribuido a Elena de White una autoridad exagerada, que ella misma nunca reivindicó. Ella afirmó: “Acerca de la infalibilidad, nunca pretendí tenerla. Solo Dios es infalible”.[12] W. C. White, que trabajó con su madre durante muchos años, declaró: “Mi madre nunca afirmó ser autoridad en Historia”.[13]

Usando de manera errada sus escritos, muchos terminaron por opacar la “luz mayor”, la Biblia, citándolos siempre como palabra final, en lugar de recurrir a las Escrituras con esa finalidad.[14] Eso, sin mencionar la pérdida de credibilidad ante los críticos y el uso bélico que muchos hacen de sus escritos, utilizados tantas veces como espada o como escudo en peleas dogmáticas que giran, en su mayoría, alrededor de asuntos periféricos.

No queremos disminuir la importancia de Elena de White como profetisa. Colocar al Espíritu de Profecía en el marco adecuado y atribuirle la función que realmente posee (confirmar las verdades bíblicas[15]) lo enaltece, en lugar de reducir, su valor.

Finalmente, la principal contribución de la Conferencia Bíblica de 1919 fue evidenciar la coherencia del modelo de inspiración del pensamiento (dinámica), en lugar de la inspiración verbal, como el que mejor explica el proceso de inspiración de la Biblia y de los escritos de Elena de White; además de confirmar su papel como mensajera del Señor.

Sobre los autores: Respectivamente, editor asociado en la Casa Publicadora Brasilera y director del Centro White, UNASP, Ingeniero Coelho, San Pablo, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Michael W. Campbell, The 1919 Bible Conference and its Significance for Seventh-day Adventist History and Theology (Berrien Springs, MI: Andres University, 2008), p. 81.

[2] Molleurus Couperus, Revista Spectrum, t. 10, nº 1, p. 25. http://drc.whiteestate.org/files/890.pdf, accedido el 3 de junio de 2013.

[3] Ibíd., p. 81.

[4] La “cuestión del Oriente” se refería a la identificación del “rey del Norte” en Daniel 11. Ver Herbert E. Douglass, A Mensageira do Senhor (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2000), p. 440.

[5] Ibíd., p. 1.202.

[6] Douglass, p. 435.

[7] Report of the 1919 Bible Conference, p. 1.212.

[8] Ibíd., p. 168.

[9] Campbell, p. 164.

[10] Report of the 1919 Bible Conference, p. 1.243.

[11] Ibíd., p. 1.238.

[12] Elena de White, Mensajes selectos, t. 1, p. 42.

[13] Ibíd.

[14] White, O Colportor-Evangelista, p. 125.

[15] Según la teoría de la inspiración del pensamiento, el Espíritu Santo actúa en la mente del autor/profeta, dirigiendo sus pensamientos, pero no necesariamente sus palabras. De acuerdo con este modelo, el profeta estaría libre para expresar con su propio lenguaje el mensaje revelado por Dios. La teoría de la inspiración del pensamiento se opone a las teorías de la inspiración verbal y de la inspiración mecánica (dictado), para las cuales Dios es el autor de cada palabra y cada detalle del texto sagrado.