Si las exigencias del trabajo pastoral han aumentado de manera significativa, los impactos de este aumento en la familia ministerial han crecido en la misma proporción. Los hijos del pastor, especialmente, son más sensibles y reactivos en relación con la familia, la iglesia y la sociedad. En esta entrevista, conversamos con dos hijos de pastor que, con miradas diferentes, comparten sugerencias acerca de la dinámica del hogar pastoral.
Los entrevistados son Tomás Guardia, soltero, estudiante de Teología y Psicología en la Universidad Adventista del Plata, hijo del pastor Iván Guardia, de Argentina; y Dayse Bezerra, casada, periodista, profesora universitaria y emprendedora, hija del pastor José Carlos Bezerra, de Brasil.
¿Cuáles son los aspectos positivos de ser hijo de pastor? ¿Y los negativos?
Dayse Bezerra: Al evaluar con cariño los aspectos positivos, encuentro tres principales. Es un privilegio, por poder recibir una base bíblica fuerte y un hogar pastoral; una oportunidad, por la posibilidad de conocer a muchas personas y lugares diferentes durante el ministerio; una responsabilidad, pues participamos en diferentes ministerios que nos permiten desarrollar el sentido de misión.
En cuanto a los aspectos negativos, los visualizo de tres maneras. Las exigencias, pues los hermanos de iglesia piensan que somos “perfectos”; las limitaciones, porque muchas veces no tomamos nuestras propias decisiones para preservar la “imagen del ministerio de nuestro padre”; y las incertidumbres, pues estamos sujetos a los cambios repentinos, muchas veces sin poder cuestionarlos.
Tomás Guardia: Si piensas negativamente, existen muchos. En la adolescencia parece que esto se intensifica, pues el adolescente no entiende mucho lo que le pasa, y a esto se suma el hecho de ser juzgado a menudo por ser hijo de pastor. Me gusta pensar en problemas positivos. Son los que a veces no puedes elegir y acostumbras protestar por ellos. Pero, entonces, Dios termina sorprendiéndote y se convierten en una bendición. Hoy, con la ayuda de Dios, habiendo crecido, madurado y entendido algunas cosas, puedo decir que “ser hijo de pastor” es un privilegio. Creo que algunas bendiciones y características positivas del ministerio son el ayudar a fortalecer los lazos emocionales en la familia y entre la familia pastoral y la iglesia, así como formar el carácter propio para esta vida y para la vida eterna.
¿Cómo te identificas con el ministerio que desempeña tu padre?
TG: Creo que no es algo con lo que eliges identificarte, sino algo para lo cual debemos prepararnos. Sé que el ministerio es la profesión de mi padre, pero no creo que sea una actividad individual. No es un trabajo como los demás. Implica dedicación. Puede ser que a veces tu padre no esté disponible, o que tengas que esperar algunas horas hasta que termine la reunión de la iglesia para que pueda llevarte a tomar un helado.
DB: Admiro el ministerio que realizó mi padre, debido a su buen ejemplo como pastor en la iglesia y, principalmente, dentro de casa con nuestra familia. Él siempre fue un pastor de acción, que hacía con amor, celo y responsabilidad el trabajo de Dios. Esas buenas referencias se implantaron en mi corazón, y siempre intenté acompañar de cerca y en la práctica el trabajo misionero que desarrollaba nuestra familia. Nunca fue solo su ministerio, pues, de diferentes formas, “nuestro pastor” nos incluyó en la misión.
¿De qué forma ser hijo de pastor marca tu vida, especialmente en el aspecto espiritual?
DB: Una de las cosas más lindas que experimenté como hija de pastor fue despertar todos los días oyendo los cánticos y observando la lectura bíblica de mi padre en su culto personal. Si tomas su Biblia, te sorprenderás por cómo está toda marcada, estudiada y llena de notas. Otro tema es el equilibrio espiritual, sin radicalismo ni liberalismo en la forma de pensar y actuar con los hijos. Considero que mi padre fue muy equilibrado, comprensivo, sabio y muy amigo en todo momento, ayudándonos a mantenernos en el camino.
TG: Hubo un tiempo en el que no me impactaba espiritualmente. Yo estaba enojado con Dios, con la iglesia y con mi padre. Hasta que crecí, y comencé a entender los cambios y los desafíos como situaciones para superar. Entonces, asumí el ministerio de mi familia con otros ojos. Comprendí que Dios realmente tiene algo diferente, impactante y motivador para cada familia, principalmente para la familia pastoral.
¿Hay algún recuerdo relacionado con el ministerio pastoral que te gustaría compartir?
TG: Tuve muchas experiencias significativas que marcaron mi infancia; entre ellas, se encuentran los campamentos y el Club de Conquistadores. En cierta ocasión, en un camporí en Paraguay, invitaron a mi papá a formar parte del equipo organizador, y lo acompañé. La recompensa fue que, una semana antes, tuvimos piscinas gratuitas para nosotros, los hijos de los pastores. ¡Fue muy bueno!
DB: Hay muchos, pero destacaría dos. Cuando era pequeña, todos participábamos de las campañas de evangelización con mi padre. Éramos recepcionistas, dirigíamos las alabanzas, cuidábamos a los niños y ayudábamos con los audiovisuales. Todo eso, de algún modo, me ayudó en mi elección profesional. Hoy trabajo en el área de la Comunicación, doy charlas y soy líder en la iglesia porque desde muy pequeña lo descubrí y lo experimenté al colaborar en el ministerio. Otro recuerdo lindo se relaciona con su jubilación. Él nos sorprendió con un lindo discurso de gratitud y entregó, al final, una medalla a mi madre, Dercy, a mi hermana, Karla, y a mí, como reconocimiento de que el ministerio nunca fue solo suyo, ¡era nuestro!
¿Qué consejos darías a los pastores acerca de las relaciones con sus hijos?
DB: En primer lugar, sé el mejor ejemplo para nosotros. ¡No prediques solo con palabras, sino con tu vida! Luego, discutan menos y dialoguen más. Lo que queremos encontrar es la armonía entre padres e hijos, para que juntos disfrutemos del ministerio que Dios desea para nuestras familias pastorales. En este sentido, oigan a sus hijos, pues ellos también pueden contribuir de muchas formas a la misión. También es muy importante mantener el orden correcto: primero, Dios; después, la familia; y a continuación, el ministerio. No tiene sentido llenar las iglesias y bautizar a cientos de personas e ignorar a la familia al no dedicarle tiempo de calidad a fin de prepararla para el Reino de Dios. Finalmente, ¡queremos misión! No pienses que por formar parte del ambiente adventista ya somos salvos o nos sentimos así. La misión para el hijo del pastor tiene que ser real, práctica y atrayente. La necesitamos para que la salvación tenga un sentido presente en nuestra vida.
TG: Pon atención a tus hijos y a tu familia. Intenta dedicar a tu familia el doble de tiempo que inviertes en la iglesia. Como estudiante de Teología y Psicología, considero a la familia uno de los objetivos que el enemigo más ataca hoy. El hecho de ser un pastor respetable y exitoso no significa que todo en tu familia será perfecto. Finalmente, recuerda que la familia es el círculo más importante de todo ministerio pastoral de éxito.