Sería muy difícil, si no imposible, que el obrero cristiano pasase por alto el valor del fundamento constituido por los principios y los objetivos. Sin objetivos nuestra vida sería como un barco sin brújula, abandonado a merced de la corriente y de las olas. Los principios sirven de guía a nuestras palabras y acciones. Nos orientan en la vida. Hay muchas personas que no se dan cuenta de este hecho importante y durante largos años han vacilado y vagado sin rumbo, sin llegar al destino deseado, sencillamente porque no prestaron la debida atención a los principios y los objetivos.

Cierto escritor de renombre hizo la siguiente declaración: “Nuestros principios constituyen el móvil de nuestras acciones, y éstas, el de nuestra felicidad o desgracia. Por lo tanto. nunca se podrá ejercer demasiado cuidado en la formación de nuestros principios.”

Los principios y los objetivos de los obreros cristianos tienen con sus vidas la misma relación que los cimientos de un edificio con la estructura del mismo. No hay persona tan necia que edifique una casa sin fundamentos, siendo que éstos son los que sostienen la estructura y dan solidez a la construcción. Todos recordamos el ejemplo de la casa edificada sobre la arena y de la que fué fundada sobre la roca, que se menciona en las Escrituras.

Los objetivos y los principios son buenos, no solamente para los tiempos normales, sino que revisten un valor especial en las tempestades de la vida. Cuando nos parece que todo es tinieblas a nuestro alrededor, los objetivos y los principios brillan como la constelación de la Cruz del Sur, señalándonos el camino, orientándonos y ayudándonos a llegar sanos y salvos al puerto.

Una vida sin principios produce desaliento, así como las nubes que aparecen en el cielo durante una sequía, sin traer lluvia. Obreros adventistas, seamos hombres de principios. Estamos ahora a mediados del, año 1957. Si aún no hemos adoptado los principios y objetivos a seguir durante este año, debiéramos hacerlo ahora. Si hemos tomado algunas resoluciones al comenzar el año y hemos fracasado al tratar de llevarlas a cabo, debemos reconsiderar, con más intensidad, nuestros objetivos.

En todos los aspectos de la vida debiéramos preocuparnos de estudiar y volver a estudiar los principios que gobiernan nuestros actos. En la vida de cada uno hay ciertos factores que ayudan a la formación de principios y objetivos. Uno de ellos es la consulta con otras personas; otro, la observación de los que están a nuestro alrededor, con el fin de aprender de sus éxitos y fracasos. La Biblia y los Testimonios constituyen otra gran fuente de principios y objetivos para nuestra vida. El poeta Longfellow dijo algo muy interesante al respecto: “Muchas personas no permiten que sus principios se arraiguen, sino que los arrancan de vez en cuando, como hacen los niños con las flores que plantaron para ver si están creciendo.”

Los principios y los objetivos de nuestra vida actúan en cierto sentido como los frenos de un automóvil. Algunos piensan que los frenos de un ‘coche no tienen mucha importancia. Sin embargo, esta idea se desvanece cuando se piensa en lo que sucedería si repentinamente apareciera un obstáculo en el camino y el coche que corre velozmente careciera de frenos. Los principios y los objetivos firmes nos libran del oportunismo, guiándonos por el camino del progreso. Nos mantienen en la senda del trabajo y del esfuerzo a través de los años y finalmente nos conducen al éxito. Sin principios y objetivos firmes obraríamos movidos por las circunstancias, lo que nos conduciría al fracaso.

Los principios y los objetivos decididos nos dan la respuesta a muchas preguntas que de otra manera quedarían sin contestar o recibirían una contestación errónea. Hay ciertos principios y objetivos básicos para nuestra vida, y de ellos depende, en gran manera, nuestro éxito o fracaso.

La adopción de los principios y objetivos que han de gobernar nuestra vida nos proporciona energía. El hombre de principios es progresista. Tener principios y objetivos es como pisar el acelerador de un coche. Conocemos nuestro destino, y pisamos con pie firme el acelerador. Sin principios decididos nos sentiríamos indecisos: no sabríamos si apretar el acelerador o no. y lo trágico es que terminaríamos por no apretarlo.

Teniendo principios y objetivos definidos, no nos demoraremos en decidir el curso a seguir. Los principios y los objetivos firmes nos confieren un poder que todos deseamos tener. Daniel poseyó ciertos principios básicos y no encontramos en la historia de la humanidad muchos hombres como él. Abrahán adoptó el objetivo de ir a Canaán. y las Escrituras dicen de él: “Salieron para ir a la tierra de Canaán; y llegaron a la tierra de Canaán.” (Gén. 12:5, V. M.) San Pablo, en su experiencia de obrero cristiano, adoptó principios y objetivos que no sólo le sirvieron a él sino que también son útiles para nosotros, porque lo han sido a través de las edades. En los tiempos en que vivimos, tan llenos de confusión, es de especial importancia tener principios y objetivos firmes que gobiernen nuestra vida y obra.