Tanto obreros como miembros de iglesia admitirán que el llamado de nuestro presidente de la Asociación General, pastor Roberto H. Pierson, al reavivamiento y al evangelismo es realmente oportuno y forma parte de la providencia y del plan de Dios.

Pero a menudo surge la pregunta acerca del significado del reavivamiento y del evangelismo, y de cómo pueden ser desarrolladas en forma efectiva estas dos avenidas del despertar espiritual.

Durante muchos años he oído hablar de esto, y he visto exponer propuestas y filosofías. Ciertamente hemos llegado a un momento cuando la iglesia debe entrar de lleno a experimentar el reavivamiento y a realizar el evangelismo.

¿Cuáles son, pues, los principios prácticos del reavivamiento y del evangelismo? ¿Están el reavivamiento y el evangelismo directamente relacionados a una grande y profunda emoción que motive e impulse ambos hacia adelante en el camino de Dios?

LA VIDA VICTORIOSA

El mundo concibe la victoria en términos de sumisión mediante la fuerza, pero el plan de Dios para cada cristiano es la vida victoriosa mediante la entrega del yo. El ideal de Dios para cada creyente es una vida de victoria sobre el amor al mundo y todo lo que hay en él: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:15, 16).

La mayoría de los que se dicen cristianos, al examinar su propia vida no ven una serie de victorias, sino demasiado a menudo una serie de derrotas sufridas por parte de la carne y el diablo. El llamado al reavivamiento, pues, es un mensaje de seguridad, que conduzca nuevamente al sendero de la piedad práctica.

Evangelismo es el acto de guiar a la humanidad mediante el testimonio personal y proclamando las buenas nuevas de que es posible la victoria en la vida. Proclama la única esperanza de la conservación de la verdadera vida en abundancia, ahora y en la vida futura. Las buenas nuevas del Evangelio son cierta y sencillamente éstas: que lo que el hombre no pudo y no puede hacer por sí mismo, Jesucristo nuestro Señor y Salvador lo ha hecho por nosotros, y puede ahora realizarlo en y mediante nosotros.

Lo que el Evangelio hace es llevar a la vida victoriosa y devolver el hombre a su verdadera naturaleza. “Todo esto para que el hombre fuese levantado de la ruina y degradación del pecado, para que reflejase el amor de Dios y participase del gozo de la santidad” (El Camino a Cristo, pág. 13).

PÉRDIDA DEL DOMINIO PROPIO

El hombre perdió el dominio de sí mismo en las puertas del Edén cuando cedió al enemigo su señorío sobre este mundo y sobre su propio ser. Desde entonces la humanidad ha estado luchando para rehabilitarse a través de todo medio a su alcance. Engañados y alucinados por el archienemigo, los hombres siguen hundiéndose cada vez más en el egoísmo y en el abuso de sus facultades físicas, mentales, sociales y morales. De esta forma, cada aspecto del placer sensual se ha convertido en una avenida de la satisfacción y la expresión del yo. “Prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción” (2 Ped. 2:19).

“La complacencia propia ha reinado casi suprema en el corazón de hombres y mujeres desde la caída. Han complacido especialmente el apetito y han sido dominados por él, en vez de serlo por la razón. Por complacer su gusto, Eva transgredió el mandamiento de Dios…. Desde entonces sus hijos e hijas caídos han seguido siempre los deseos de sus ojos y de su gusto” (Temperance, pág. 15). “La intemperancia está en la base de todos los males de nuestro mundo” (Id., pág. 165). “La intemperancia de cualquier clase es una violación de las leyes de nuestro ser” (Id., pág. 146). La palabra “intemperancia”, correctamente definida, significa “falta de temperancia o de restricción”. Pablo dice que éstos “son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición”: aquellos “cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Fil. 3:18, 19).

ES NECESARIA LA PIEDAD PRÁCTICA

A la luz de estos hechos opino que la piedad práctica es el principio central del reavivamiento y del evangelismo efectivo. La semejanza a Dios en la vida sólo es posible mediante el poder de Cristo para restaurar el dominio propio del hombre. El dominio propio, este fruto del Espíritu, no es otra cosa que la temperancia. La palabra “templanza” o temperancia ha sido traducida en la Biblia por algunos de los mejores traductores como “dominio propio” (véase Gál. 5:23 en la Versión Popular).

La temperancia es, pues, la verdad oportuna de Dios para esta hora, un resonante desafío a la intemperancia, una respuesta para los que están entrampados y hechizados por el pecado. Es un mensaje práctico de victoria mediante Cristo sobre todo pecado insidioso de la carne y del diablo que mantiene al hombre prisionero en la complacencia propia.

Este mensaje de piedad práctica es una respuesta positiva para las luchas y batallas de todos los hombres contra su naturaleza carnal, pecaminosa y egoísta. “El enemigo a quien más hemos de temer es el yo. Ninguna forma de vicio es tan funesta para el carácter como la pasión humana no refrenada por el Espíritu Santo. Ninguna victoria que podamos ganar es tan preciosa como la victoria sobre nosotros mismos” (El Ministerio de Curación, pág. 386).

Es, pues, de suma importancia que consideremos nuestra condición en relación con nuestra búsqueda de la santidad. “Todos los que quieran alcanzar la santidad en el temor de Dios deben aprender las lecciones de temperancia y dominio propio” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 76).

Repetidamente la mensajera de Dios, en advertencias y consejos a la iglesia, arroja luz sobre la naturaleza práctica del reavivamiento y el evangelismo que se manifiesta en actitudes específicas de la conducta diaria en la relación con los demás, en el cuidado de nuestra salud, en la forma en que se practica la devoción diaria, en el testimonio, etc. Los Testimonios y otros escritos proporcionan una orientación detallada en cada aspecto de la aplicación personal práctica del Evangelio.

Por lo tanto, lo primero que todos debemos reconocer es que la temperancia es lo que recibimos mediante Cristo (el dominio propio). La temperancia no es aquello a lo cual renunciamos, sino aquello que adoptamos. Por lo tanto necesitamos temperancia, o dominio propio. Es la falta de dominio propio lo que lleva a la decadencia espiritual y a la apostasía.

“Casi cada familia necesita ser sacudida. La mente debe ser iluminada y despertada la conciencia respecto al deber de practicar los principios de la verdadera reforma” (Temperance, pág. 169). Y mirando al futuro, dijo Elena G. de White: “La razón porque muchos de los nuestros caerán en el tiempo de prueba, estriba en el descuido de la temperancia y en la complacencia del apetito” (Id., pág. 150).

LA RESTAURACIÓN DE LA VERDADERA NATURALEZA

El reavivamiento, algo que todos necesitamos, es el acto de revivir, el proceso de volver a despertar. El reavivamiento en sí mismo no es una doctrina: es una avenida hacia la restauración. El acto del reavivamiento es, por lo tanto, una parte del evangelismo con su declaración de verdad, que alumbra al hombre con el Evangelio eterno. Presenta un mensaje de restauración del hombre, mediante Cristo, a su verdadera naturaleza, dándole el dominio de sí mismo. Es el don espiritual de la temperancia (dominio propio). Al ejercer el hombre su voluntad en dirección de Dios, poniendo sobre él sus afectos, se le asegura la vida victoriosa. “El mayor triunfo que nos da la religión de Cristo es el dominio sobre nosotros mismos. Nuestras propensiones naturales deben ser dominadas, o nunca venceremos como Cristo venció” (Testimonies, tomo 4, pág. 235).

LA EMOCIÓN PROFUNDA

La emoción profunda del reavivamiento y el evangelismo es la influencia y el poder conmovedor del Espíritu Santo que motiva la piedad práctica. La mensajera del Señor señala que la santificación “no es una mera teoría, una emoción o una forma de palabras, sino un principio activo que afecta la vida diaria. Exige que nuestros hábitos de comer, beber y vestir sean tales que aseguren la conservación de la salud física, mental y moral, para que presentemos al Señor nuestros cuerpos, no como una ofrenda corrompida por los malos hábitos, sino como ‘sacrificio vivo, santo, agradable a Dios’” (Temperance, pág. 19).

El reavivamiento espiritual y el poder del Evangelio transforman al hombre, presentándole la piedad práctica y llevándolo a separarse de todas las formas de intemperancia.

HACIA LA REFORMA

Para que tenga éxito, todo reavivamiento y todo esfuerzo evangelístico llevará a una reforma de la vida. “Toda verdadera reforma tiene su lugar en la obra del mensaje del tercer ángel. Especialmente la reforma pro temperancia exige nuestra atención y apoyo” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398). ¡La Sra. White recalcaba este punto! “Muchos que profesan piedad están despeñándose temerariamente e ignoran su peligro como si no hubiese juicio futuro. Les aguarda una terrible retribución, y sin embargo, los dominan los impulsos y las pasiones bajas…. Dirijo mi voz de amonestación a todos los que llevan el nombre de Cristo, para que se aparten de toda iniquidad.

Purificad vuestras almas obedeciendo a la verdad. Limpiaos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (Id., tomo 1, pág. 403).

UN PRINCIPIO Y UN PROGRAMA

Esta ancha plataforma de temperancia es la de mostrar los alcances de la temperancia y su relación con la piedad práctica, con la santificación y con la vida victoriosa.

“Los pecados que se practican están convirtiendo a esta tierra en un lazareto de corrupción. Estos pecados deben ser severamente reprochados. Los que predican deben levantar la norma de la temperancia desde el punto de vista cristiano. Cuando la temperancia sea presentada como parte del Evangelio, muchos verán su necesidad de reforma” (Temperance, pág. 246).

Notemos además, estas declaraciones categóricas: “El tema de la temperancia, en todos sus aspectos, tiene un lugar importante en la obra de nuestra salvación” (Evangelismo, pág. 197).

“El Señor nos ha confiado la obra de enseñar la temperancia cristiana desde el punto de vista bíblico” (Temperance, pág. 239).

A nuestra iglesia se le han dado los principios y un programa de acción. El libro Temperance (La temperancia), de Elena G. de White presenta un programa bien detallado de reavivamiento y evangelismo que ha sido descuidado por tantos predicadores:

“Si llevásemos adelante la obra pro temperancia como se inició hace treinta años [esto se publicó en 1900];… si estas cosas fuesen presentadas en relación con las evidencias de la pronta venida de Cristo, Ja gente se conmovería” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 399).

A la luz de estos hechos, ¿podemos ignorar el mensaje celestial que llama al reavivamiento y al evangelismo, que despertará las energías espirituales y concitará la atención y el interés de multitudes que ahora están buscando la solución a sus crecientes problemas del pecado y de la intemperancia?

Sobre el autor: Director del Depto. de Temperancia de la Asociación General