¿Cuáles son las características de un dirigente cristiano de éxito?

Transcurría el año444 AC y Dios estaba buscando otro dirigente. Trece años antes, por el 457 AC, habla encontrado a Esdras que habla viajado a Jerusalén con unos 1.700 hombres y se había abocado a la ardua tarea de reconstruir la devastada ciudad. Esdras era un excelente predicador y un dirigente consagrado, pero, como nosotros, también tenía sus limitaciones. Había pasado más de una década, y la tarea estaba inconclusa. Y Dios, buscando a otro dirigente, encontró a Nehemías.

Dios siempre busca dirigentes. ¿Ya lo encontró a usted? Una de las mayores necesidades de la iglesia en la actualidad es la de dirigentes efectivos. ¿Cuáles son las características de un dirigente cristiano exitoso?

A medida que examinamos el ministerio de Nehemías, surgen diez atributos.

El primero es el interés. Cuando Nehemías escuchó el informe sobre el “gran mal y afrenta” que padecían los hebreos, el dirigente judío se sentó y lloró e hizo duelo por algunos días (Neh. 1: 3, 4). ¡Este era un hombre que se preocupaba por su pueblo! Bien pudo haber razonado: “Nunca fui llamado al ministerio profético, ni ordenado sacerdote, ni tengo sangre real. Soy un hombre común, sólo soy ‘copero’ del rey. Aquella no es mi tarea”. Sin embargo, Nehemías se sintió profundamente interesado por la causa de Dios.

Usted y yo, ¿tenemos la cualidad de interesarnos? ¿Acaso fuimos infectados por los virus de la indiferencia? “Ese no es mi trabajo”; “¿Acaso se puede hacer alguna cosa?”; “¿Para qué preocuparnos?” La condición de la iglesia —su “mal” y su “afrenta”—, ¿no nos preocupa? Si bien la pregunta puede suscitar incomodidad, ¿no se nos paga para que nos preocupemos? SI Nehemías, un laico, estaba preocupado, ¿qué se puede decir de nosotros que fuimos llamados al ministerio?

El segundo principio que se detecta en el liderazgo de Nehemías es su espíritu de intercesión. La preocupación y el profundo interés lo condujeron a ponerse de rodillas en profunda oración. Agonizaba en oración de “día y de noche, por los hijos de Israel” (Neh. 1: 6). Y cuando llegó el dorado momento de oportunidad, antes de pedir el favor del rey, oró “al Dios de los cielos” (Neh. 2:4). Todos oramos, lo hacemos por nosotros, por nuestras familias. Pero, ¿cuántas horas pasamos en oración de “día y noche” clamando por Israel? Y cuando Nehemías oró, Dios le dio una visión de cómo él podía llegar a ser la respuesta para su propia oración. Y cuanto más tiempo pasemos sobre nuestras rodillas, mayores serán las respuestas que obtendremos para afrontar los problemas que hoy nos desafían y parecen imposibles de resolver.

La tercera virtud del liderazgo de Nehemías era que tenía un plan de acción. Mucho antes de partir de Persia hizo un claro relevamiento de sus necesidades: envió cartas a los gobernadores; “y carta para Asaf guarda del bosque del rey” para obtener madera a fin de enmaderar las puertas del palacio y para el muro de la ciudad” (Neh. 2:7,8). Luego de llegar a Jerusalén se levantó “de noche” y realizó una investigación secreta. Era una noche de inspección y de inspiración. Y no dijo “a hombre alguno lo que Dios había puesto en su corazón” (Neh. 2:11-16). ¡Había puesto fin a su plan de acción!¡Hay muchos dirigentes que emprenden la acción sin un plan! Y así, como una puerta sobre sus goznes se mueven en todas direcciones sin lograr nada. Si solamente hubieran destinado más tiempo a planificar —no sólo basados en una planificación del año calendario, sino sobre una base de planificación diaria— la inversión realizada hubiera dado dividendos.  Será bueno reparar en el caso de Nehemías: en el momento y la motivación. El momento: durante las tranquilas horas de la noche: la motivación: “Lo que Dios había puesto en mi corazón”.

 ¡El arte de “vender” (o convencer)! Esta era la cuarta característica de los dones de liderazgo de Nehemías. ¿Cómo “vendería” el plan? ¿De qué manera podía llegar a motivar a la acción a personas desanimadas? Muchos dirigentes fracasan en esta área. Cuando fracasamos en conseguir que un significativo número de personas de personas responda a la invitación, ¿hay un problema de discipulado o un problema de liderazgo? Observe la estrategia que aplicó Nehemías (Neh. 2:17,18). El no comenzó diciendo: “Yo soy el gobernador designado”. Por el contrario, dijo: “Vosotros veis el mal en que estamos”. Luego invita: “Venid, y edifiquemos” para poner fin al “oprobio”. Luego les contó de la dirección divina y del favor del rey. Y los desanimados cobraron ánimo, se pararon y dijeron: “Levantémonos y edifiquemos”. ¡Qué “venta” exitosa!

El capítulo tres de Nehemías se podría titular “Junto a él” o “Según él”. A cada uno se le asignó una tarea: una porción de muro por construir. Y el dirigente efectivo vio que cada uno hiciera su parte. Elena de White cuenta del propietario que despidió a su capataz por hacer trabajo pesado mientras los obreros no hacían nada (Servicio cristiano, pág. 90). Pero no es suficiente lograr que las personas trabajen para nosotros, debieran sentir amor por trabajar con nosotros. Nehemías formó un equipo de trabajo.

 La quinta cualidad fue que él encendió el espíritu de equipo y “el pueblo tuvo ánimo para trabajar” (Neh. 4:6). ¿Pensó alguna vez si su liderazgo es divisivo o unificador?

 El sexto atributo del liderazgo de Nehemías era su filosofía del cuidado total. Nehemías 4:16-23 traza un perfil claro. Los obreros trabajaban con una herramienta en una mano destinada a edificar y en la otra el arma para defender. ¿Acaso no es éste el trabajo de cada ministro? Con una mano edificamos, levantamos el muro. Este es el desafío de la evangelización. Pero también tenemos una segunda responsabilidad: proteger el muro, pues lo que construimos por aquí, Satanás lo destruye por allá. Este es el desafío de la conservación. Nuestra es la delicada tarea de preservar un equilibrio saludable entre una perspectiva evangelizadora de éxito y un cuidado pastoral efectivo. Y cuando afrontamos nuestras limitaciones personales y los objetivos de las organizaciones empleadoras, necesitamos tener la sabiduría de Nehemías para adoptar un criterio equilibrado.

 Las personas tienen problemas. Y cuantas más personas conducimos tanto más problemas podemos esperar. Algunos dirigentes generan los problemas; otros dirigentes ignoran los problemas; los dirigentes efectivos solucionan los problemas El séptimo ingrediente del liderazgo de Nehemías era su capacidad para resolver los problemas. Nehemías 5 se refiere al “gran clamor del pueblo”. Algunas personas no tenían alimentos, otras tenían sus tierras empeñadas, y aún había otras que tuvieron que vender sus hijos como esclavos. ¡Y los opresores eran los israelitas ricos que ocupaban posiciones de liderazgo!

Nehemías no ocultó estos problemas y los dejó a la espera de su sucesor. ¡Mientras esperan, crecen! El dirigente hebreo enfrentó estas dificultades y sin temores. Es valioso saber que él pudo actuar con verdadera autoridad pues había establecido un ejemplo. Durante los doce años de su gobernación se negó a tasar su ingreso salarial aunque le correspondía hacerlo. Y cuando los opresores percibieron su seriedad, replicaron: “Lo devolveremos”.

Este dirigente no sólo poseía el valor para resolver los problemas internos, sino también tenía la intrepidez de confrontar los problemas externos. Nehemías se enfrentó a Sambalat, a Tobías y a Gesén, con aquella frase inmortal: “Yo hago una gran obra, y no puedo ir” (Neh. 6: 3). Él no se desalentó ante la insistencia de sus enemigos (vers. 4), o ante las actitudes variables (vers. 4). Tampoco lo detenía una carta intimidatoria (vers. 5), ni las advertencias de una falsa profetisa (vers. 14).

La octava dimensión del liderazgo de Nehemías fue su capacidad de completar su tarea. Y el muro “fue terminado” (Neh. 6: 15). Para muchos, los dirigentes poseen la aguda habilidad de comenzar lo que nunca se concluye. Pero esto no fue así con Nehemías. El dirigente hebreo completó su tarea. Y todo lo hizo en un tiempo récord de cincuenta y dos días. Lo que la nación había eludido durante doce años, se completó en cincuenta y dos días.

Cuando algunos dirigentes completan su tarea, se jubilan. Pero no fue así con Nehemías. Él todavía tenía algunos pasos que dar. En su filosofía, toda construcción, sea física, financiera u organizativa debía ser una parábola de la reconstrucción espiritual. Por lo tanto, el llamado a la construcción del muro era una trompeta que invitaba a la reforma y el reavivamiento. ¡Ojalá la experiencia del capítulo octavo y noveno sean nuestra experiencia actual! Antes de la convocación y el pacto, estuvo la lectura de la ley por pedido del pueblo. Allí estuvieron hombres, mujeres y niños —era toda la familia de Dios— que estuvo escuchando atentamente durante seis horas. Y cuando el sacerdote bendijo al pueblo se unieron en una jubilosa exclamación: “¡Amén! y alabaron a Jehová”, luego inclinaron sus rostros y oraron al Señor. ¡Ojalá nuestros dirigentes conduzcan al pueblo a un reavivamiento de-este tipo!

Esto no se puede producir hablando de filosofía, o ensayando “fábulas ingeniosas”, o compartiendo porciones de los escritos de teólogos destacados. Se producirá cuando leamos en el “libro de la ley de Dios claramente, y [poniendo] el sentido, de modo que [se entienda] la lectura” (Neh. 8: 8). Esto podrá causar contricción en el pueblo (vers. 9) —y habrá lágrimas de dolor y de gozo— porque “el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (vers. 9).

Y ahora llegamos al acto final, el acto de adoración (Neh. 12: 27-47). Contemplemos la escena de la celebración y de la dedicación. Escuchemos los cánticos de alabanza que se entonan con “cánticos, con címbalos, salterios y cítaras” (Neh. 12: 27). Escuchemos los coros que con sus antífonas de adoración y alabanza hacen que la nación se regocije de tal manera que la alegría que inunda Jerusalén se escuche “desde lejos” (Neh. 12: 43). ¿Será posible que nosotros recibamos pocas bendiciones porque alabamos muy poco al Señor? También es posible que nuestro refrán favorito sea “Dadme gloria”.

Contemplemos el sentimiento máximo de alabanza. “Y sacrificaron aquel día numerosas víctimas, y se regocijaron” (Neh. 12: 43). SI, lo máximo de la celebración fue el sacrificio ¡Contemplemos al Cordero! ¡Contemplemos la sangre! Cada acto de adoración debiera estar bañado en sangre, en la sangre del Cordero. Cada tributo de adoración debiera concentrarse en la cruz del Calvario. Todo lo que tenemos se logró gracias al Crucificado. Este debiera ser nuestro himno por siempre y será nuestro cántico por la eternidad.

Y hoy, al igual que ayer, Dios está buscando dirigentes. Busca a hombres y mujeres que no teman a la autoevaluación ni al liderazgo de la reconstrucción. Busca a dirigentes que estén dispuestos a conducir al pueblo hacia la finalización de su misión, y hacia el acto escatológico de un eterno júbilo. Sí, Dios está buscando. ¿Lo encontró a usted?

Sobre el autor: G. O. Martinborough  secretario ministerial asociado de Asociación General.