I. Orden y organización
1. El modelo de la iglesia de Jerusalén.— “La organización de la iglesia de Jerusalén tendría que servir de modelo para la de las iglesias que se establecieran en muchos otros puntos donde los mensajeros de la verdad trabajasen para ganar conversos al Evangelio. Los que tenían la responsabilidad del gobierno general de la iglesia, no habían de enseñorearse de la heredad de Dios, sino que, como prudentes pastores, habían de ‘apacentar la grey de Dios . . . siendo dechados de la grey’ (1 Ped. 5:2, 3), y los diáconos habían de ser ‘varones de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría.’ Estos hombres debían colocarse unidamente de parte de la justicia y mantenerse firmes y decididos. Así tendrían unificadora influencia en la grey entera.”—“Los Hechos de los Apóstoles” pág. 68.
2. Orden y sistema en la conducta de la iglesia.—“ ‘Dios no es Dios de disensión, sino de paz; como en todas las iglesias de los santos’ (1 Cor. 14:33), y quiere que hoy día se observe orden y sistema en la conducta de la iglesia, lo mismo que en tiempos antiguos. Desea que su obra se lleve adelante con perfección y exactitud, a fin de sellarla con su aprobación.”—Id., pág. 71.
“El orden mantenido en la primitiva iglesia cristiana, la habilitó para seguir firmemente adelante como disciplinado ejército revestido de la armadura de Dios. Aunque diseminadas las compañías o grupos de fieles por un dilatado territorio, eran todos miembros de un solo cuerpo, y actuaban de concierto y en mutua armonía.”—Ibid.
3. La organización de los nuevos conversos. —“Como un factor importante del crecimiento espiritual de los nuevos conversos, los apóstoles cuidaban de rodearlos con las salvaguardias del orden evangélico… Se escogían oficiales en cada iglesia, y se establecía el debido orden y sistema para la dirección de todos los asuntos pertenecientes al bienestar espiritual de los creyentes.
“Esto estaba en armonía con el plan evangélico de unir en un solo cuerpo a todos los creyentes en Cristo, y Pablo tuvo mucho cuidado de seguir este plan en todo su ministerio. Los que en cualquier lugar eran inducidos por sus labores a aceptar a Cristo como su Salvador, eran, al debido tiempo, organizados en iglesia. Se hacía esto aun cuando los creyentes no fueran sino pocos. Así se les enseñaba a los cristianos a ayudarse unos a otros, recordando la promesa: ‘Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.’ (Mat. 18: 20.) ”—Id., pág. 135.
4. La cuidadosa enseñanza de los nuevos conversos.—“En todos sus esfuerzos misioneros, Pablo y Bernabé procuraban seguir el ejemplo de Cristo de voluntario sacrificio y fiel y fervorosa labor en bien de las almas… Al propio tiempo tenían mucho cuidado de dar valiosísimas instrucciones prácticas a cuantos se decidían en favor del Evangelio…
“Cuando se convertían hombres promisorios y capaces como en el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernabé presentarles vívidamente la necesidad de trabajar en la viña del Señor… Esta solícita educación de los neófitos era un importante factor del notable éxito que obtuvieron Pablo y Bernabé al predicar el Evangelio en tierras paganas.”—Id., págs. 135, 136.
5. Las reuniones de una congregación limitada.—“El apóstol Pablo sentía que era responsable en gran medida de la lucha espiritual de aquellos que se convertían por sus labores. Deseaba que crecieran en el conocimiento del único Dios verdadero y de Jesucristo, a quien había enviado. A menudo en su ministerio se encontraba con pequeños grupos de hombres y mujeres que amaban a Jesús, y se postraba en oración con ellos para pedir a Dios que les enseñara cómo mantener una relación vital con él. A menudo se reunía en consejo con ellos para estudiar los mejores métodos de dar a otros la luz de la verdad evangélica. Y a menudo, cuando estaba separado de aquellos con quienes había trabajado así, suplicaba a Dios que los guardara del mal, y les ayudara a ser misioneros fervientes y activos.”—Id., pág. 190.
6. Urgid la fidelidad en la mayordomía.— “Que la iglesia nombre pastores o ancianos consagrados al Señor Jesús, y que estos hombres velen para que se elija a dirigentes que atiendan fielmente a la obra de reunir los diezmos. . . . Que los pastores y los dirigentes de la iglesia sigan la instrucción de las Sagradas Escrituras, y que se esfuercen por convencer a sus miembros de la necesidad de ser fieles en el pago de las promesas, los diezmos y las ofrendas.
“Con frecuencia los que reciben la verdad están entre los pobres de este mundo; pero no debieran convertir esto en una excusa para descuidar aquellos deberes que recaen sobre ellos en vista de la preciosa luz que han recibido. No debieran permitir que la pobreza les impida hacerse tesoros en los cielos. … Es el motivo que los impulsa a obrar, y no la cantidad de trabajo que hacen, lo que hace que sus ofrendas sean de valor ante la vista del cielo.”—“Counsels on Stewardship” págs. 106, 107.
7. Presentad la Palabra de Dios a la gente. —“No queremos perder de vista la santidad peculiar de esta misión de ministrar la palabra y la doctrina a la gente. Es la obra del pastor la de hablar las palabras de verdad a la gente, la verdad solemne y sagrada. Algunos forman el hábito de relatar anécdotas en sus discursos, las cuales tienen la tendencia a divertir y quitar de la mente de los oyentes el carácter sagrado de la Palabra que están impartiendo. Tales personas deberían considerar que no están dando a la gente la Palabra del Señor. Demasiadas son las ilustraciones que no tienen una influencia correcta, empequeñecen la sagrada dignidad que siempre debe ser mantenida en la presentación de la Palabra de Dios a la gente.” —“Evangelismo” pág. 156.
II. El carácter y los métodos
1. Administrad principios de piedad y justicia.—“Los mismos principios de piedad y justicia que debían guiar a los gobernantes del pueblo de Dios en el tiempo de Moisés y de David, tendrían que seguir también aquellos a quienes se les encomendó la vigilancia de la recién organizada iglesia de Dios en la dispensación evangélica. En la obra de poner en orden las cosas en todas las iglesias, y de consagrar hombres capaces para que actuaran como oficiales los apóstoles mantenían las altas normas de dirección bosquejadas en los escritos del Antiguo Testamento. Sostenían que aquel que es llamado a ocupar un puesto de gran responsabilidad en la iglesia, debe ser ‘sin crimen, como dispensador de Dios; no soberbio, no iracundo, no amador del vino, no heridor, no codicioso de torpes ganancias; sino hospedador, amador de lo bueno, templado, justo, santo, continente; retenedor de la fiel palabra que es conforme a la doctrina: para que también pueda exhortar con santa doctrina, y convencer a los que contradijeren.’ (Tito 1:7-9.)”—“Los Hechos de los Apóstoles” págs. 70, 71.
2. Mantened oculto el yo.—“Rehusando resueltamente desplegar sabiduría humana o exaltarse a sí mismos, realizarán una obra que soportará los asaltos de Satanás. Muchas almas se volverán de las tinieblas a la luz, y se establecerán muchas iglesias. Los hombres se convertirán, no al instrumento humano, sino a Cristo. El yo se mantendrá oculto; sólo Jesús, el Hombre del Calvario, aparecerá.”—Id., pág. 201.
3. Confiad más plenamente cuando os amenace el desánimo.—“La astucia de Satanás tiene más éxito contra los que están deprimidos. Cuando el desaliento amenace abrumar al ministro, expóngale a Dios sus necesidades. Cuando los cielos eran como bronce sobre Pablo, él confiaba más plenamente en Dios. Más que la mayoría de los hombres, él conocía el significado de la aflicción; pero escuchad su grito triunfal: ‘Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; no mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven.’ (2 Cor. 4: 17, 18.) Es viendo al Invisible como se adquiere fuerza y vigor de alma, y se quebranta el poder de la tierra sobre la mente y el carácter.’’—Id., pág. 263.
4. Mezclaos libremente con la gente.—“Un pastor debería mezclarse libremente con la gente por la cual trabaja, para familiarizarse con ella y poder saber cómo adaptar su enseñanza a sus necesidades. Cuando un ministro de la Palabra ha predicado un sermón, su trabajo apenas ha comenzado. Tiene que hacer obra personal. Debe visitar a la gente en sus casas, hablar y orar con ella con fervor y humildad. Hay familias que nunca serán alcanzadas por las verdades de la Palabra de Dios, a menos que los dispensadores de su gracia penetren en sus hogares y les señalen el camino más elevado. Pero los corazones de los que hacen este trabajo deberían latir al unísono con el corazón de Cristo.”—Id., pág. 263.
“Más de un obrero fracasa en su trabajo porque no se acerca a los que más necesitan su ayuda. Con la Biblia en la mano debiera procurar con todo tacto descubrir las objeciones existentes en las mentes de los que comienzan a preguntar: ‘¿Cuál es la verdad?’ Debiera guiárselos y educárselos cuidadosa y tiernamente, como alumnos de una escuela. ’—“Evangelista” pág. 484.
5. Poned un interés indiviso en la obra de Dios.—“Algunos que han trabajado en el ministerio no han tenido éxito porque no han ^dedicado su interés indiviso a la obra del Señor. Los ministros no deberían tener intereses absorbentes fuera de la gran obra de guiar las almas al Salvador… Los ministros no pueden realizar un trabajo aceptable para Dios, y al mismo tiempo llevar las cargas de grandes empresas comerciales personales. Semejante división de intereses empaña su percepción espiritual.”—“Los Hechos de los Apóstoles” pág. 264.
6. Tratad tiernamente con los transgresores. —“La manera en que el Salvador trató a Pedro encerraba una lección para él y sus hermanos. Les enseñó a tratar al transgresor con paciencia, simpatía y amor perdonador. Aunque Pedro había negado a su Señor, el amor de Jesús a él no vaciló nunca. Un amor tal debía sentir el subpastor por las ovejas y los corderos confiados a su cuidado. Recordando su propia debilidad y fracaso, Pedro había de tratar con su rebaño tan tiernamente como Cristo lo había tratado a él.”—“EZ Deseado” pág. 742.
7. Ganad los corazones mediante el amor.— “Cristo atrajo a sí los corazones de sus oyentes mediante la manifestación de su amor, y entonces, poco a poco, a medida que podían soportarlas, les revelaba las grandes verdades del reino. Nosotros también necesitamos aprender a adaptar nuestro trabajo a la condición de la gente —a encontrarnos con los hombres donde están.”—“Evangelism” pág. 484.
8. Busquemos a las almas como quienes deben rendir cuentas.—“Los mensajeros debieran buscar a las almas como quienes deben rendir cuentas. La suya debe ser una vida de afán y angustia de espíritu, mientras el peso de la preciosa pero a menudo lesionada causa de Cristo descansa sobre ellos. Tendrán que dejar a un lado los intereses mundanales y las comodidades, y hacer que su primer objetivo sea esforzarse hasta el límite de su poder por adelantar la causa de la verdad presente y salvar las almas que perecen.
“También recibirán una rica recompensa. En sus coronas de gozo, aquellos que han rescatado y que finalmente fueron salvos brillarán como estrellas por toda la eternidad.”— “Early Writings,” pág. 61.
9. Enseñad como enseñó Cristo.—“La Palabra de Dios es verdadera filosofía, verdadera ciencia. Las opiniones humanas y la predicación sensacional valen muy poco. Los que están imbuidos de ella, la enseñarán de la misma manera sencilla que Cristo la enseñó. El Mayor Maestro del mundo usaba el lenguaje más sencillo y los símbolos más claros.”—“Consejos para los Maestros” pág. 332.
10. Procurad traer al camino a los descarriados.—“La parábola del buen pastor representa la responsabilidad de todo ministro y de todo cristiano que ha aceptado un puesto como maestro de los niños y jóvenes. La oveja que se extravió del redil, no fué seguida con palabras duras y látigo, sino con atrayentes invitaciones a volver… [El pastor] sigue a las ovejas y a los corderos que le han causado la mayor ansiedad y despertado más profundamente sus simpatías… Esta es la lección que los subpastores han de aprender, la del éxito alcanzado al traer de vuelta al redil la oveja y los corderos.”—Id., pág. 153.
11. No uséis la dureza ni la lisonja.—“Se necesitan pastores —pastores fieles— que no lisonjeen al pueblo de Dios, ni lo traten duramente, sino que lo alimenten con el pan de vida; hombres que sientan diariamente en sus vidas el poder transformador del Espíritu Santo, y que abriguen un fuerte y desinteresado amor hacia aquellos por los cuales trabajan.”—“Los Hechos de los Apóstoles” págs. 377, 378.
12. Un cuidadoso esfuerzo en favor de los que yerran.—“La iglesia sobre la tierra está compuesta de hombres y mujeres propensos a errar, los cuales necesitan paciencia, cuidadoso esfuerzo para ser preparados y disciplinados para trabajar con aceptación en esta vida y para que en la vida futura sean coronados de gloria c inmortalidad.”—Ibid.
Peligros y problemas
1. Cegados por la confianza propia.—“Los hombres que proceden de acuerdo con sus propios rasgos fuertes de carácter, y rehúsan llevar el yugo con otros que han tenido larga experiencia en la obra de Dios, llegarán a cegarse por la confianza propia, y a incapacitarse para discernir entre lo falso y lo verdadero. No es seguro elegir a los tales como dirigentes de la iglesia; porque seguirían su propio juicio y plan, sin importarles el juicio de sus hermanos. Es fácil para el enemigo trabajar por medio de aquellos que, necesitando consejo ellos mismos a cada paso, asumen el cuidado de las almas por su propia fuerza, sin haber aprendido la humildad de Cristo.”—Id., pág. 202.
2. Problemas que surgen de los obstinados. —“La iglesia había sido debidamente organizada, y se habían nombrado oficiales para que actuaran como ministros y diáconos. Pero había algunos voluntariosos e impetuosos que rehusaban someterse a aquellos que ocupaban puestos de autoridad en la iglesia.”—Id., pág. 189.
3. El apego indebido a un ministro.—“Aquel que envía a los obreros evangélicos como embajadores suyos es deshonrado cuando se manifiesta entre los oidores una fuerte adhesión hacia algunos pastores favoritos, al punto de haber mala voluntad para aceptar las labores de otros maestros. El Señor envía ayuda a sus hijos, no siempre de acuerdo con el agrado de ellos, sino según la necesitan; porque los hombres tienen una visión limitada y no pueden discernir lo que es para su más alto bien. Es muy raro que un ministro posea todas las cualidades necesarias para perfeccionar una iglesia según todos los requerimientos del cristianismo; por lo tanto, Dios a menudo le envía otros pastores, cada uno de los cuales posee algunas cualidades de que carecían los otros. La iglesia ha de aceptar con agradecimiento a estos siervos de Cristo, tal como aceptaría al Maestro mismo.”—Id., pág. 201.
4. Contrarrestando el fanatismo.—“Vi la necesidad de los mensajeros, especialmente la de contrarrestar todo fanatismo dondequiera que lo vieran surgir… He visto el peligro que corren los mensajeros al apartarse de los puntos importantes de la verdad presente para espaciarse en temas que no están calculados para unir a la grey y santificar al alma. Satanás obtendrá de esto toda la ventaja posible para dañar la causa.”—“Early TFritings,” pág. 63.
5. Se necesita una obra discreta hecha en el espíritu de Cristo.—“Los sub-pastores deben realizar una obra que requiere mucho tacto siendo que han sido llamados a combatir en la iglesia la desunión, el rencor, la envidia y los celos, y necesitan trabajar con el espíritu de Cristo para poner las cosas en orden. Deben darse fieles amonestaciones, el pecado debe ser reprendido, lo torcido enderezado, no solamente por la obra del ministro desde el púlpito, sino también por medio de la obra personal. El corazón descarriado podrá desaprobar el mensaje, juzgando incorrectamente al siervo de Dios, y criticándolo. Recordad que ‘la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida.’ (Sant. 3: 17, 18.)”—Id., pág. 378.
6. Tratando con la disensión.—“Cuando se suscitaban disensiones en alguna iglesia local, como ocurrió después de Antioquía y otras partes, y los fieles no lograban avenirse, no se consentía en que la cuestión dividiese a la iglesia, sino que se la sometía a un concilio general de todos los fieles, constituidos por delegados de las diversas iglesias locales con los apóstoles y ancianos en funciones de gran responsabilidad. Así por la concertada acción de todos se desbarataban los esfuerzos que Satanás hacía para atacar a las iglesias aisladas, y quedaban deshechos los planes de quebranto y destrucción que forjaba el enemigo.”—Id., pág. 71.
7. Juzgad rectamente y con imparcialidad.— “Al escoger setenta ancianos para que compartieran con él las responsabilidades de la dirección, Moisés tuvo cuidado de escoger, como ayudantes suyos, hombres de dignidad, de sano juicio, y de experiencia. En su encargo a estos ancianos en ocasión de su ordenación, expuso algunas de las cualidades que capacitan a un hombre para ser un sabio director de la iglesia. ‘Oíd entre vuestros hermanos —dijo Moisés,— y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el que le es extranjero. No tengáis respeto de personas en el juicio: así al pequeño como al grande oiréis: no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios”. (Deut. 1:16, 17.)”—Id., págs. 69, 70.