Pregunta 22

¿Cuáles son las enseñanzas básicas de los adventistas concernientes a las profecías inspiradas de la Biblia? ¿En qué y por qué difieren Uds. de los postmilenaristas y los futuristas? ¿Qué piensan acerca de las profecías “del reino” y de la restauración de los judíos? ¿Por qué difieren de los postmilenaristas y de los futuristas en su interpretación? Tengan la bondad de ser específicos.

Tres cosas impresionan profundamente al estudiante de las profecías cuando repasa el testimonio de los libros: (1) El propósito inmutable de Dios (Isa. 14:27); (2) su presciencia divina (Isa. 46:10; Hech. 2:23), y la revelación inspirada del esquema de los siglos mediante los profetas bíblicos de la antigüedad (Amos 3:7); y (3) su infinita paciencia con los testarudos seres humanos que dejan de cumplir sus planes para ellos.

En cuanto a las profecías de las Sagradas Escrituras, los adventistas creemos que son anticipaciones de los siglos futuros divinamente inspiradas. La mayor parte de nuestra interpretación de las profecías de esta clase no nos pertenece originalmente. Se basa en los descubrimientos de muchos de los más piadosos y eminentes eruditos de diferentes comuniones a lo largo de los siglos. Con la iglesia primitiva sostenemos que los cumplimientos proféticos deben buscarse en los acontecimientos históricos, y encontramos un reconocimiento progresivo y contemporáneo de las épocas sucesivas y de los cumplimientos más sobresalientes de la descripción profética de la historia.

Creemos, con la mayoría de los expositores desde los padres de la iglesia hasta los tiempos modernos, que los cuatro poderes mundiales del esquema de las profecías de Daniel eran los imperios Neobabilónico, Medopersa, Griego (Macedonio), y Romano; que Roma no iba a ser seguida inmediatamente por el quinto poder mundial, sino que sería dividida en una cantidad de reinos poderosos y débiles; que su desmembramiento se llevó a cabo durante los siglos IV y V; que sería seguido por la aparición de un poderoso anticristo; y que este anticristo, a su vez, sería destruido en la segunda venida, que sería acompañada por la resurrección literal de los justos muertos, y el encadenamiento de Satanás durante el milenio; y que el milenio entonces sería seguido por el reino eterno de Dios.

Creemos con muchos dirigentes de la Reforma que la división de Roma en los diez reinos que representan a las distintas naciones de Europa fue seguida por el anticristo papal como el poder dominante de la Edad Media que había sido predicho. Este es nuestro punto de visto histórico de las profecías. Rechazamos el futurismo y el preterismo no solamente porque ambos sistemas fueron proyectados por los católicos romanos de la contrarreforma contra las posiciones de los protestantes, sino porque encontramos que esas interpretaciones están fuera de armonía con las especificaciones de las Escrituras. Tampoco aceptamos el postmilenarismo que ahora está desacreditado en mayor medida, que es una tesis según la cual el mundo experimentará una mejoría progresiva y se acercará a la paz universal en un reino de Dios hecho por el hombre. Los adventistas creemos que, la única esperanza del mundo es el segundo advenimiento de Cristo, personal y anterior al milenio, el cual creemos, por el estudio de las profecías bíblicas, que es inminente, pero para el que no establecemos fecha.

Creemos que las profecías sencillamente constituyen el fondo para la gran actividad redentora de Dios según está centrada en los dos advenimientos de Cristo. Cristo vino por primera vez para vivir entre los hombres como un ser sin, pecado, y para morir como el sacrificio expiatorio, vicario y ampliamente suficiente para la redención de la humanidad perdida. Y su ministerio sacerdotal en el cielo abarca el período comprendido entre su ascensión y su segunda venida como Rey de reyes, para reunir a los redimidos y para poner fin al trágico reinado, del pecado.

  1. Concepto adventista de la profecía en relación con otros

El tema de la profecía y el cumplimiento profético es demasiado amplio para ser tratado en forma adecuada en este lugar. Esta respuesta por lo tanto se limitará a los puntos que parecen más importantes en relación con los temas considerados en estas preguntas y respuestas.

  1. Clasificación de las profecías bíblicas. La palabra “profecía” significa predecir y decir, por adelantado; un profeta pronuncia el mensaje de Dios, que representa reproches, corrección e instrucción para el hombre; a veces también predice acontecimientos del futuro inmediato o distante anunciando anticipadamente el desarrollo de los propósitos de Dios o lo que acontecerá en ciertas circunstancias.

A veces al profeta se le dio el nombre de “vidente”, expresión que significa uno que ve con vista sobrenatural. A veces el profeta recibe oralmente los mensajes de Dios; otras veces los recibe en visión. Pero ya sea que el profeta oye o ve el mensaje de Dios, lo presenta como la palabra de Dios antes que del hombre. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21).

Podemos clasificar las profecías de varios modos:

Según su contenido, en: a) Mensajes éticos de reforma para los contemporáneos, como los dados por Elias y Jeremías; b) predicciones, en las cuales el elemento ético puede ocurrir a menudo como en los mensajes dados por Isaías, Jeremías y Daniel.

Según su forma, en: a) Profecías literales; b) profecías figurativas o simbólicas; c) profecías en forma de decreto; d) parábolas proféticas.

Según su alcance, en: a) Profecías inmediatas o de corto alcance; b) predicciones de acontecimientos distantes particulares; c) esquemas proféticos a larga distancia que cubren largos períodos; d) profecías de doble aplicación (inmediatas o futuras; o literales y figuradas).

En cuanto al cumplimiento, la profecía predictiva puede dividirse en por lo menos tres categorías:

  1. Predicciones de propósitos divinos (independientes de la voluntad y del propósito de los hombres); b) predicciones de la presciencia divina (que predicen las acciones de los hombres); c) predicciones de recompensa o castigo divinos (condicionales a las buenas o malas acciones de los hombres).

A veces puede ser difícil determinar a qué clase pertenece determinada profecía, sin embargo, las tres clases de profecías son seguras, aunque en forma diferente.

  • Ejemplos de cumplimiento de estas tres clases de profecía. —Algunos ejemplos ayudarán a aclarar estas diferentes clases de profecía:

Profecías de la primera clase (el propósito inmutable de Dios) incluyen, por ejemplo, la predicción de Dios de que Cristo moriría por la salvación del hombre y que el universo finalmente sería limpiado del pecado. Las profecías de esta clase tienen que cumplirse, porque son una declaración del eterno propósito o voluntad de Dios de hacer algo, independientemente de la voluntad humana.

Las profecías de la segunda clase (presciencia) incluyen predicciones del juicio y la crucifixión de Jesús. Esta clase de profecía tiene que cumplirse, porque Dios no puede equivocarse en su presciencia. En su omnisciencia, conociendo “el fin desde el principio”, sabía que los hombres perversos juzgarían y crucificarían a Jesús, pero las predicciones no forzaron a ninguno de ellos a pecar, aunque una profecía puede predecir “lo que. la presciencia de Dios ha visto que ocurriría”, sin embargo, como ha dicho uno de nuestros escritores más representativos, “las profecías no conforman los caracteres de los hombres que las cumplen. Los hombres actúan según su propia y libre voluntad” (Elena G. de White en The Review and Herald, 13-11- 1900, pág. 721).

Profecías de la tercera clase (aquellas que prometen recompensa o amenazan con el castigo) están ejemplificadas mediante la doble predicción de Jeremías, (cap. 17) acerca de la permanencia o la destrucción de Jerusalén. Podríamos decir, además, que las predicciones de esta clase son igualmente seguras, pero en una forma distinta es seguro, por ejemplo, que un hombre experimentará ciertamente el cumplimiento de la recompensa o el castigo predichos. Si cumple las condiciones necesarias para recibir las bendiciones, las penalidades no le son infligidas; y, por otra parte si se hace acreedor al castigo, no se cumple la otra predicción de las bendiciones. El resultado está condicionado a la elección del bien o el mal por parte del hombre. Así cuando Dios pronuncia cualquier clase de predicción —promesa o amenaza— para el mismo hombre o nación, resulta obvio, por la misma naturaleza del caso, que cualquier predicción particular de recompensa o castigo puede o no puede cumplirse, dependiendo de la libertad de la voluntad humana para cumplir o no cumplir con las condiciones, y sin embargo, la certidumbre de (la profecía en ninguna manera queda disminuida, puesto que la una o la otra alternativa —recompensa o castigo—, con toda seguridad ocurrirá.

Es cierto que el cumplimiento es una de las pruebas de la verdadera profecía. Aunque el cumplimiento de una predicción no prueba necesariamente que el profeta sea genuino (Deut. 13:1, 2) la falta de cumplimiento prueba que el profeta es falso (Deut. 18:20-22) a menos que exista una condición manifiesta o implícita. Es obvio que esto último se aplica como prueba únicamente a las predicciones inmediatas, porque las predicciones a largo plazo que deben cumplirse mucho tiempo después de la muerte del profeta no sirven a sus contemporáneos para decidir si deben creer el mensaje del profeta y considerarlo un genuino mensajero de Dios.

  • Profecías condicionales. Las profecías que declaran o implican promesas o amenazas son. condicionales, y dependen de las acciones de los hombres. A veces se manifiesta la condicionalidad (Exo. 19:5, 6); otras veces no. (Jon. 3:4.) En tales profecías podemos ver un conjunto de acontecimientos sustituido por otro, de acuerdo con la respuesta a las condiciones, sin que esto en manera alguna delimite la certidumbre de la profecía. (Jer. 18:7-10.)

El cumplimiento de algunas profecías se retarda a causa de las propias acciones o la inacción de los hombres; a veces el cumplimiento es distinto de la posibilidad original. Hay ejemplos claros de ambos casos.

  1. Dios había prometido sacar a los israelitas de Egipto y llevarlos a la tierra de Canaán echando de ella a sus habitantes paganos para que su pueblo poseyera esa tierra. (Exo. 3:8; 15:17; 23:23; etc.) Sin embargo, cuando se acercaron a los límites, en Cades Barnea, el informe adverso de los espías los hizo rebelarse y rehusar seguir adelante. En consecuencia, Dios dijo: “Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella” (Núm. 14:30). Tendrían que vagar en el desierto hasta que pereciera esa generación. Esto aparentemente era un quebrantamiento de la promesa, pero la generación siguiente, casi cuarenta años más tarde, entró en Canaán.

Actualmente la larga espera de la segunda venida de Cristo hace que algunos se pregunten: “¿Dónde está la promesa del advenimiento?” El apóstol responde: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9).

  • Un ejemplo de cumplimiento transformado fue la profecía de la tribu de Leví: “Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel” (Gén. 49:7). Sin embargo, debido a la lealtad de esa tribu en un momento de crisis, la dispersión se transformó en una bendición. Leví se convirtió en la tribu del sacerdocio, y así no heredó una parte de la tierra como las demás tribus, y no se contó como una de las doce, y sin embargo Leví vivió esparcido entre todas las tribus a fin de ser una bendición para todos (Exo. 32:16; Núm. 18:20-24). Algunas veces las profecías del Antiguo Testamento que en primer término son literales se cumplen en forma figurada en el Nuevo Testamento, pero ese cumplimiento debe ser identificado para nosotros por la inspiración; de otra manera no habría límite a las interpretaciones especulativas y caprichosas.

Como puede verse mediante estos ejemplos, el hecho de que no siempre podamos encontrar un cumplimiento literal de cada detalle de la profecía no significa que las predicciones hayan fallado o que debamos buscar un cumplimiento imaginativo todavía por venir. Hay que tener en cuenta, como aun saben los “literalistas”, el lenguaje figurado de los escritos tanto antiguos como modernos; y además los modos de expresión del Oriente. Por otra parte, las parábolas o símbolos deben comprenderse en términos de lo que su autor intenta enseñar, y no en términos de los detalles secundarios del panorama (tales como las manchas del leopardo o de la relación de cinco y cinco en las vírgenes necias y las prudentes). Cuando consideramos el marco en el que se ha dado un mensaje profético, buscando en primer término el significado directo y principal, y luego cualquier otro significado secundario o figurativo, descubrimos que las profecías no son una fantasmagoría que da lugar a cualquier cosa que la imaginación quiera ver en ellas, ni tampoco mensajes cifrados con un rígido significado para cada palabra —mensajes que deban cumplirse detalladamente o de lo contrario la profecía habrá fallado.

Distintos puntos de vista de las “profecías del reino”. Ha habido mucha incomprensión de la serie de promesas y profecías, especialmente del Antiguo Testamento, concernientes al lugar de Israel en el plan de Dios: las así llamadas “profecías del reino”.

Los postmilenaristas interpretan las “profecías del reino” como descripciones enteramente simbólicas de una edad de oro futura de la iglesia, un milenio de justicia mundial, que sobrevendrá merced a una mayor medida de los actuales medios de gracia, y no por una directa intervención de Dios. Se pretende que esto preparará a todo el mundo para la segunda venida de Cristo al final del milenio y que traerá el juicio final y la eternidad.

Los premilenaristas esperan que prosiga el actual reino de pecado, y que aun empeore, hasta que la venida personal de Cristo ponga fin a esta edad por medios catastróficos y sobrenaturales. Comienzan el milenio mediante una primera resurrección literal (de “los santos”) y lo terminan con la segunda resurrección (de los demás muertos), y el juicio final, seguido por la eternidad en un cielo y la tierra nuevos.

Los amilenaristas niegan un reino milenario; más bien lo comparan, como San Agustín con el triunfo del cristianismo en esta época. Están de acuerdo con los premilenaristas de que el mundo no ha de ver una edad de oro antes del advenimiento, que el trigo y ¡a cizaña crecerán juntos hasta la introducción de la próxima era mediante el advenimiento de Cristo, pero concuerdan con los postmilenaristas en que el advenimiento no es seguido por un reino milenario sino por el juicio final y la eternidad.

El premilenarismo resurgente de comienzos del siglo XIX reaccionó vigorosamente contra la “espiritualización” de la primera resurrección y de las profecías del reino hecha por los postmilenaristas que entonces predominaban. Los premilenaristas, que en Inglaterra se conocieron como “literalistas”, destacaron no solamente una resurrección literal sino también un reino literal en la tierra durante el milenio. Este estaría bajo el gobierno directo o indirecto de Cristo, e implicaría una aplicación directa a los judíos de las profecías del Antiguo Testamento hechas al antiguo Israel. Aunque algunos de estos literalistas al principio eran historicistas, pronto dieron el próximo paso lógico; se convirtieron mayormente en futuristas. Los cumplimientos de la mayoría de las profecías se esperaron para el final de esta época. Todas las profecías del reino que no se habían cumplido completamente hasta el último detalle —el triunfo de Israel sobre los reyes, terrenos, su restablecimiento en Palestina con la reedificación del templo y la renovación de los sacrificios de animales y aun la retención de la lluvia por parte de Dios a toda nación que no fuera a Jerusalén para la fiesta de los tabernáculos—, todo esto, y mucho más, sostenían que debía cumplirse en forma literal en el futuro reino de los judíos en la tierra, después de la segunda venida, durante el milenio.

En los Estados Unidos, el poderoso movimiento premilenarista de mediados del siglo XIX al comienzo incluía a los literalistas y mileritas. Y como ambos eran premilenaristas históricos, se aliaron contra las posiciones del postmilenarismo. Pero los mileritas creían, con la mayoría de la iglesia durante los siglos, que el reino profetizado sería establecido por la iglesia glorificada y no por los judíos. Creían además, que el milenio sería el comienzo de un estado eterno.

Por el contrario, los adventistas del séptimo día sostenemos que las promesas del reino se cumplirán en la experiencia de la iglesia —actualmente “el reino de gracia” en los corazones de los cristianos, y posteriormente “el reino de gloria” en el estado eterno. Aquí diferimos de la mayor parte de otros grupos cristianos en nuestra consideración de las profecías del reino.