Existe hoy día un afán inusitado por experimentar con nuevos métodos, nuevos dispositivos mecánicos, maneras más rápidas de hacer las cosas y medios más veloces de locomoción. Aunque no querríamos volver al tiempo de los carruajes, de los barcos a vela o de las diligencias, hay una advertencia que no podemos ignorar: “No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres” (Prov. 22:28).
Esta no es más que la repetición de la instrucción que Dios entregó a Moisés para los hijos de Israel cuando entraron en la tierra prometida: “En la heredad que poseas en la tierra que Jehová tu Dios te da, no reducirás los límites de la propiedad de tu prójimo, que fijaron los antiguos” (Deut. 19:14).
La posesión heredada y los límites correspondientes eran cosas sagradas y no debían ser modificados por ningún extranjero. Debía considerarse la tierra como una herencia que una generación recibía de la otra. Esa orden excluía toda especulación y explotación por parte de quienes procuraban alterar o cambiar los límites de las propiedades.
Los derechos ajenos son sagrados en cualquier época y lugar, pero siempre existe el peligro de volverse descuidado en la observancia de esos principios. De la misma manera nosotros, miembros de una nueva generación, necesitamos aferrarnos firmemente de la herencia divina que nos legaron los fundadores de este gran movimiento adventista. Las antiguas y probadas verdades contienen una sabiduría viviente para nosotros aun hoy.
“Los que entre nosotros han estado llevando cargas van siendo segados por la muerte. Muchos de los que estuvieron al frente, realizando las reformas instituidas por nosotros como pueblo, han pasado ya el meridiano de la vida, y están decayendo en su fuerza física y mental. Con la más profunda preocupación se puede preguntar: ¿Quiénes ocuparán sus puestos? ¿A quiénes serán confiados los intereses vitales de la iglesia cuando caigan los actuales portaestandartes? No podemos sino mirar ansiosamente a los jóvenes de hoy como a quienes deben llevar las cargas y responsabilidades. Ellos deben reanudar la obra donde otros la dejan, y su conducta determinará si la moralidad, la religión y la piedad vital prevalecerán, o si la inmoralidad y la incredulidad corromperán y agostarán todo lo valioso” (Obreros Evangélicos, pág. 70).
Será provechoso que examinemos algunos de esos hitos que manos inescrupulosas podrían tratar de remover. Se nota una creciente indiferencia entre los nuevos conversos en relación con el uso de joyas. Se los introduce en la iglesia sin darles la suficiente instrucción sobre ese punto. He oído a algunos de ellos decir: “Esto es opcional”.
La modestia en el vestir puede ser otro de los hitos que debiera ser sagradamente preservado. Otro hito podría ser la santidad del matrimonio, tan descuidada en algunos sectores. Muy a menudo se pasa por alto la declaración del apóstol Pablo: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone” (1 Cor. 7:10-12).
Si estas instrucciones se tomaran con seriedad habría menos divorcios en nuestras comunidades y habría una medida mucho mayor de felicidad en nuestras filas. La tendencia a ser flexibles en la observancia del voto matrimonial se ha infiltrado en la iglesia y aun dentro del ministerio. Hay demasiados hogares destruidos y divorcios en nuestra iglesia.
La verdadera observancia del sábado también se está transformando poco a poco en un concepto caduco. Algunas personas viajan innecesariamente en el día de reposo, compran alimentos y comen en restaurantes. No estamos cuidando los extremos del sábado, el comienzo y el fin del día sagrado. Creo sinceramente que las instrucciones que hallamos en los Proverbios son de actualidad hoy en día. Necesitamos constantemente vigilar nuestra conducta. Cuando nos veamos tentados a introducir nuevas ideas, nuevos conceptos que no están en armonía con los principios sentados por los pioneros de esta iglesia, meditemos en las palabras de Proverbios 22:28: “No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres”.
Sobre el autor: M. G. Nembhard es secretario consejero de la División Interamericana.