Jimmy Swaggart es un televangelista estadounidense que se destacó internacionalmente entre las décadas de 1970 y 1980. A pesar de ser un líder visionario y un predicador elocuente, el 21 de febrero de 1988 tuvo que renunciar a su ministerio por cometer adulterio. Ante una congregación de más de siete mil personas, declaró: “No intento de ninguna manera camuflar mi pecado. Yo no lo llamo un error, una falsedad: yo lo llamo pecado. […] He pecado contra ustedes. Por favor, perdónenme”.
Lamentablemente, la experiencia de Jimmy se ha repetido con cierta frecuencia. Ante esta triste realidad, surgen algunas preguntas: ¿Cómo mantenerse puro en una sociedad hipersexualizada? ¿Cómo no ceder ante los avances de un enemigo que promete placer y en realidad ofrece dolor? La respuesta implica los siguientes puntos.
Priorizar la comunión con Dios. Vivimos días ajetreados en una sociedad inquieta, y no somos ajenos a esta realidad. Sin embargo, no debemos ser esclavos de una agenda que no tiene lugar para la oración y el estudio de la Palabra (Hech. 6:4). Elena de White declaró: “Mi mensaje a los pastores jóvenes y ancianos es este: Observen celosamente sus horas de oración, estudio de la Biblia y examen de conciencia. Pongan aparte una porción de cada día para estudiar las Escrituras y comulgar con Dios” (Obreros evangélicos, p. 102).
Proteger la mente. Todavía no hemos sido glorificados. Esto significa que no todo lo que está en nuestra mente refleja pureza y santidad. A veces podemos decir con Pablo: “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Rom. 7:20). Nuestra carne puede tener preferencias que son inconsistentes con nuestra profesión de fe; por lo tanto, no debemos dar lugar a lo que puede destruir nuestra vida, familia y ministerio. “Todos deben custodiar los sentidos, no sea que Satanás obtenga la victoria sobre ellos; porque son las vías de acceso al alma” (El hogar cristiano, p. 347). “Eviten leer y ver cosas que sugerirán pensamientos impuros. Cultiven las facultades morales e intelectuales” (Conducción del niño, p. 443).
Pedir ayuda. Todos tenemos luchas privadas, pero no tenemos que luchar solos. Quizá por miedo, inseguridad o vergüenza no buscamos ayuda, pero debemos reconocer que el primer paso hacia la sanación está en reconocer nuestras debilidades. Si hay una tendencia en tu vida que te está alejando de todo lo que Dios ha soñado para ti, no dejes que se prolongue. Busca ayuda hoy. ¡Así es, hoy!
No te definas por tus errores. Hay personas que se definen por sus errores ocultos y su culpa casi crónica, no por la gracia abundante y la poderosa acción transformadora del evangelio en su vida. Así que, deja que Cristo haga la obra que él anhela en tu vida, y sin reservas déjalo actuar como él vea mejor. En uno de sus libros, Jimmy Swaggart escribió: “Cuando Dios mira a Jimmy Swaggart, lo hace a través de su Hijo, Jesucristo. Esta es la única perfección e impecabilidad que puedo reclamar para mi vida. La perfección impecable de Jesucristo” (Perfección impecable, p. 32).
Para tener un ministerio blindado, camina con Cristo todos los días y en todas partes. No veas, escuches o leas nada que disminuya tu autoestima y amenace tu integridad. Deja de luchar solo y busca ayuda. Y, por último, ¡nunca desistas de los planes que Dios tiene para ti!
Sobre el autor: secretario ministerial para la Iglesia Adventista en Sudamérica.