Cuando muchacho pasé muchos días de trabajo duro cosechando los campos en la parte occidental de la provincia de Alberta, Canadá. Aun ahora, habiendo pasado más años de lo que estaría dispuesto a admitir, vuelven a mí las visiones, los olores y los sentimientos de entonces en una ola nostálgica:

La fragancia del pasto recién segado, y el roce áspero del heno a través de la camisa de trabajo, y hasta en la noche, porque generalmente dormíamos en el henil.

Con las manos ateridas nos poníamos las botas heladas en la oscuridad de la madrugada.

Buscábamos y enjaezábamos los caballos al alba; hombres y bestias dejaban las huellas en el pasto escarchado.

El aroma del desayuno hacía que realizáramos las tareas anteriores con gran celeridad.

La comida —abundantísima. Los cocineros para los hombres que trabajaban en la cosecha eran los mejores, y trabajaban más que cualquiera.

Pienso en un hombre curtido que podía alimentar la trilladora con espigas hora tras hora sin un momento de descanso.

Los sacudones de la máquina debido a un surco inesperado.

El contacto del agua fresca sobre los labios calientes y las gargantas secas.

Finalmente, termina el día de trabajo. Se desenganchan las yuntas, se toma la mejor comida del día, y después de contar algunos cuentos fantasiosos, y entonar cansadamente alguna balada, el agradecido colapso en el heno.

Así pasaban los laboriosos días de la cosecha bajo el azul ciclo de Alberta. Todos trabajaban duro, con la esperanza que el último manojo en el último campo fuese trillado antes que llegasen las nieves.

Luego llegó la maravillosa cosechadora- trilladora. Nunca me olvidaré la primera vez que manejé una enorme máquina por el campo y miraba cómo el grano caía en el camión que estaba esperando. Esa era una vida de lujo y comodidad, por cierto.

EL CUIDADO DE LA COSECHA

Me ha tocado de vez en cuando cosechar campos donde más de la mitad de lo que cortamos era maleza, donde la sequía había reducido el rendimiento hasta que apenas alcanzaba para pagar el trabajo de cosechar, donde las pestes habían prácticamente inutilizado el cereal, o donde el granizo lo había derribado completamente.

A edad muy temprana había yo formado algunas opiniones bien firmes acerca de la cosecha. Podía esperarse un buen rendimiento donde se hubiese plantado suficiente cantidad de buena semilla, donde se hubiese empleado un fertilizante apropiado, donde hubiese habido suficiente humedad, donde hubiesen sido combatidas con éxito malezas y pestes y donde no hubiese caído granizo en época de cosecha.

Es cierto, había algunos rincones de campos a lo largo de hileras de arbustos o zanjas donde ocasionalmente podían crecer espigas en forma espontánea, pero el depender enteramente de esas cosechas voluntarias habría sido desastroso para el agricultor.

Con este breve segmento autobiográfico como fondo, quisiera proponer una parábola.

UNA PARÁBOLA

A cierto pastor le fue entregada una ciudad como territorio. Era una ciudad hermosa llena de almas preciosas. Él sabía que en el otoño vendría un gran evangelista para ayudarle en la obra de la cosecha.

Ahora bien, este pastor tenía muchos asuntos urgentes que ocupaban su atención, de manera que durante la época de la siembra estaba demasiado ocupado como para plantar. Unos pocos de sus fieles miembros, sin embargo, esparcieron alguna semilla. Había grandes problemas con el presupuesto, de manera que se usó sólo un poco de semilla. No había fondos disponibles para la compra de fertilizante. Al pasar las semanas, el pastor pensó que sería bueno predicar acerca de cómo levantar una cosecha de almas, pero se dio cuenta que aquí y allí ya había pequeños sembrados que estaban brotando, y tenía confianza en la milagrosa habilidad del gran evangelista. De manera que no se molestó en predicar acerca de eso.

Mientras él estaba ocupado acá y acullá, asistiendo a importantes reuniones de junta y jugando al golf, llegó a percibir vagamente que ciertas pestes habían invadido la iglesia: crítica, maledicencia, pecados secretos, amor a los placeres, e indiferencia. Sabía que tenía que combatir esas pestes, pero en ese momento no tenía tiempo, y de todas maneras, cuando viniera el gran evangelista, él enderezaría la iglesia. El evangelismo también es bueno para los miembros de iglesia, Uds. saben, les dijo a los afligidos miembros de la junta. No se dio cuenta que esas pestes se estaban expandiendo hasta alcanzar los pequeños sembrados, hasta que vio que ciertas espigas se estaban volviendo negras y se inclinaban hacia el suelo.

Un día percibió el pastor que estaba en medio de un período de sequía. Resolvió que uno de los próximos sábados prepararía un sermón que regaría el suelo árido con la lluvia tardía del Espíritu Santo, pero como todavía había algunos capítulos en su libro de psicología sobre los cuales no había predicado, decidió postergar la lluvia tardía.

Cierto día, mientras jugaba al golf, el pastor se sobresaltó ante una referencia que hizo su compañero acerca de la fecha. ¡El verano casi había pasado! ¡Ya era la época de la cosecha!

Corrió a casa y preparó un sermón como para despertar a la iglesia. Con mucha gritería y puñetazos en el púlpito, castigó a sus miembros por no hacer más para prepararse para la gran campaña evangelística. Pasó los contados días siguientes corriendo de uno a otro de esos pequeños sembrados que habían sobrevivido y los castigó acerbamente por no haber hecho progresos más visibles. Desesperadamente y a los golpes intentó acelerar su preparación para la cosecha. Cuando el granizo de su visita hubo pasado, más espigas estaban rotas y buen grano yacía en el suelo.

Entonces llegó el gran evangelista. Hizo mucha propaganda, predicó y oró con el corazón en la mano. Unos pocos vinieron y unos pocos se convirtieron, pero los resultados fueron muy pobres, y el pastor salió criticando al evangelista y diciendo que los días del evangelismo habían pasado.

LA LLAVE PARA EL MAYOR ÉXITO

Quizá debiera pedir perdón por exponer algunos asuntos tan evidentes. Pero no lo hago, porque mis años en el ministerio me han demostrado que demasiado a menudo pasamos por alto las cosas obvias. Respondemos con entusiasmo al atractivo de algún nuevo método o algún sistema de acercamiento “garantizado”. Necesitamos ciertamente buscar nuevos y más efectivos métodos, pero no debemos pasar por alto lo otro.

¿Cuán a menudo, como evangelistas, habéis ido a una ciudad donde poca o ninguna preparación se ha hecho, donde la iglesia no estaba lista, y quizá aún opuesta a la cruzada?

Permítaseme presentar algunas sugerencias específicas de mi propia experiencia y de la experiencia de otros, que de ser tenidas en cuenta creo que resultarán en mucho mayor éxito evangelístico. Se necesita hacer un esfuerzo mayor e invertir más dinero para llevar a cabo una campaña que no tenga éxito. Nada tiene tanto éxito como el éxito mismo. Desearía que llegara el tiempo cuando se pensara muy bien antes de realizar una campaña evangelística en una zona no preparada. Comprendo que hay casos en que se ha hecho obra nueva donde prácticamente no se había trabajado el terreno, pero creo que ésta es la excepción y no la regla. Mi padre, cuando vivía en su hogar paterno en Alberta, pudo levantar buenas cosechas con sólo escarbar la superficie de esa rica tierra virgen. No se necesitaba fertilizante y poca o ninguna peste había. Pero esos días han pasado hace mucho.

LOS REGISTROS QUE SE LLEVAN

Me asombra y desconcierta nuestro apego denominacional al campo de las estadísticas. Podemos mostrar registros cuidadosos hasta del último centavo y teniendo en cuenta el bautismo más reciente. Me agrada leer la cantidad de bautismos logrados mediante La Voz de la Profecía, Fe para Hoy, los colportores, los contactos de la campaña de la Recolección y las semanas de oración MV. Saco la conclusión que no resulta ningún bautismo de la obra pastoral o evangélica, porque el total ya excede en mucho el total de bautismos del año. Como digo, estoy impresionado por nuestra habilidad de contar cuidadosamente las noventa y nueve seguras en el redil, y me asombro por nuestra aparente incapacidad de llevar ningún registro de aquellos que están afuera del aprisco y necesitan desesperadamente ser salvados.

Si un vendedor de aspiradoras domésticas pasara todo su tiempo contando y clasificando a aquellos a quienes ya les ha vendido, volviendo a visitarlos y haciendo vida social con ellos, sus recursos rápidamente se reducirían a la oquedad del vacío. El hace su venta, consigue referencias acerca de posibles clientes, y concentra sus mayores energías en esa dirección. Nuestro descuido en guardar registro cuidadoso de los interesados, creo yo, es vergonzoso.

Rara vez he llegado a una iglesia donde se ha conservado un registro completo y al día de las personas interesadas. Encuentro esos nombres garabateados acá y acullá en diversos papeles, sobres usados o en los más dispares formularios de informes. Inevitablemente, no han sido visitadas esas personas. Por supuesto, el registro de los que ya han sido visitados ha sido destruido. Misión cumplida; ¡ya no se necesita registro!

FORMULARIOS UNIFICADOS DE INTERESADOS

En la zona de Houston, Texas, hemos unificado nuestros métodos de registros. Los evangelistas no necesitarían compilar una nueva lista de interesados cuando llegan a un lugar de trabajo. No sólo debiera ya estar compilada, sino para esa fecha gran parte del trabajo ya debiera estar hecho.

Quisiera que se preparara un sistema standard de registro para ser llevado cuidadosamente, con más cuidado del que tenemos para nuestros registros de feligresía. Quizá debiéramos tener un secretario que envíe un informe trimestral de los interesados. Debiera haber algún método que asegure la continuidad de esa lista. Esto es lo que respalda todo programa de ganancia de almas. Debiera ser sencillo y debiera ser usado.

Creo sinceramente que si esto se hiciera en escala nacional, nuestros resultados serían el doble.

Cómo usar la lista de interesados en preparación para el evangelismo:

  1. Todos los interesados reciben nuestra revista misionera.
  2. Nosotros tenemos un programa regular de envío.
  3. Se los visita con el plan La Biblia Habla.
  4. Se trata de inscribirlos en la Escuela Radio postal.
  5. Trato personalmente de hacer una breve visita por lo menos a cada interesado para tener conocimiento personal de la situación.
  6. De tarde en tarde, se envían invitaciones a todos los de la lista para programas especiales auspiciados por la iglesia. Muchos asisten.
  7. Finalmente, cuando se envían las invitaciones para la campaña, generalmente me tomo el tiempo de escribirles una nota a mano a cada uno. Lleva tiempo escribir centenares de tales notas, pero creo que bien vale la pena el esfuerzo. A menudo en la reunión la nota será mencionada.

Cierto pastor recibió una ciudad como su lugar de trabajo. Era una hermosa ciudad llena de almas preciosas. Él sabía que en el otoño vendría un gran evangelista para ayudarlo en la cosecha.

Este pastor tenía muchos asuntos urgentes que ocupaban su atención, pero durante la época de la siembra esparció mucha semilla. A medida que pasaban las semanas, se cuidó esmeradamente de los sembrados; se proporcionó agua; se los protegió de pestes y enfermedades. Los sembrados crecieron abundantes y lozanos, y finalmente llegó el tiempo de la cosecha. Vino el gran evangelista; hizo mucha propaganda; predico y oró con el corazón en la mano. Muchos vinieron; muchos fueron convertidos. Los resultados fueron maravillosos y el pastor salió alabando a Dios, regocijándose por el éxito de la campaña evangelística, y declarando que los mayores días del evangelismo estaban precisamente por venir.

Sobre el autor: Pastor en la ciudad de Washington