Todo cristiano, comprometido con los asuntos relacionados con el origen de la vida y del universo, frecuentemente es confrontado con posiciones encontradas acerca de este tema. ¿Qué debemos hacer cuando la fe y la ciencia entran en colisión? ¿Cómo tratar con cuestiones para las que no tenemos respuestas adecuadas? ¿Cómo podemos abordar problemas carentes de solución, que son suscitados por la ciencia natural, y todavía mantener la credibilidad en las afirmaciones de las Escrituras?
Estas inquietudes son legítimas y merecen nuestra consideración. Al mismo tiempo, el hecho de analizarlas, por sí mismo, no es garantía de solución fácil, ni serán resueltas por medio de respuestas superficiales. En este artículo, pretendemos señalar, resumidamente, algunos aspectos que pueden ayudamos a confirmar las verdades bíblicas, a pesar de algunas cuestiones que quedan abiertas.
En primer lugar, debemos recordar siempre que las preguntas sin respuesta son un desafío también para otras personas que no creen como los cristianos. Los científicos ateos también se enfrentan con cuestiones todavía sin solución. Aun en el contexto de una explicación puramente naturalista del inicio de la vida en la tierra, existen muchos problemas hasta aquí insolubles, que no pueden ser explicados satisfactoriamente mediante el modelo evolucionista. Todavía, aquellas personas que tienen una visión amplia de las Escrituras también enfrentan significativos desafíos ofrecidos por las ciencias naturales, cuando el asunto es el Creacionismo. ¿Cuál será la mejor forma de enfrentar estos desafíos, mientras al mismo tiempo confirmamos el relato bíblico de la Creación? Sin la pretensión de agotar el tema, ofrecemos aquí algunas ideas.
Discrimine los hechos y su interpretación
Es importante distinguir entre los hechos y las interpretaciones de ellos, pues la interpretación, con mucha frecuencia, es ideológicamente distorsionada. El conflicto entre la Creación y la Evolución no significa conflicto acerca de los hechos, sino sobre la interpretación de ellos. El principio que sustenta la verdad de los hechos en las ciencias naturales es igualmente válido en la interpretación de las Escrituras. Es decir, necesitamos distinguir cuidadosamente entre lo que realmente está escrito en las Escrituras y lo que frecuentemente es inferido de las Escrituras en las tradiciones extrabíblicas. Eso requiere un sólido conocimiento de los idiomas y de la teología de la Biblia.
De manera semejante, es importante tener un conocimiento sustancial de las ciencias naturales. Para las dos ramas -la ciencia y la fe- es verdad que no todas las interpretaciones hacen justicia a los datos, aun cuando algunas interpretaciones se hallan ganado el estatus de que son casi incontestables.
Permita cierta tensión creativa entre las Escrituras y la ciencia
Los hechos científicos que parecen contradecir las declaraciones bíblicas no deben ser ignorados ni negados; no deben ser camuflados ni maquillados. Tampoco tenemos el derecho de camuflar nuestra interpretación de las Escrituras, con la intensión de adaptarla al nivel científico de la actualidad. Permitir cierta “tensión creativa” indica que fuimos llamados a buscar soluciones que sean fieles a la Biblia e imparciales en la investigación científica.
Rechace las respuestas superficiales
Buscar soluciones que sean, al mismo tiempo, fieles a las Escrituras e imparciales en la investigación científica, implica que tenemos que resistir la tentación de acomodamos a las respuestas y las explicaciones superficiales, que no hacen justicia a un tema tan complejo y multifacético como el de la fe y la ciencia. Este tipo de respuestas no satisface y, al fin de cuentas, hará un muy escaso favor a la iglesia y a la fe bíblica.
Sea honesto
En el trabajo de buscar estas respuestas, necesitamos tratar honestamente cada dificultad. Honestidad implica que reconoceremos la dificultad y no intentaremos ocultarla, utilizar sofismas o esquivarla. La honestidad siempre es vencedora a la larga. Una persona honesta posee mente abierta y está siempre deseosa de aprender; es receptiva al contenido del mensaje que es objeto de su estudio. Además de eso, la honestidad comprende los motivos por los que el intérprete y el científico abordan el texto bíblico y el campo de la ciencia, al igual que incluye la buena voluntad para usar métodos apropiados de investigación.
Todo investigador necesita enfrentar y responder las siguientes preguntas: Mis motivos ¿están en armonía con la Palabra de Dios? Sus métodos ¿son apropiados para el tema científico abordado y también para el estudio de las Escrituras? A Dios le agrada la sinceridad (1 Crón. 29:17). Si tenemos, realmente, la convicción de que la Biblia es la Palabra de Dios y merece confianza en lo que afirma, haremos mucho mejor en investigar y esperar hasta que encontremos una solución honesta para las situaciones desconcertantes, en lugar de conformarnos con alguna respuesta que sea evasiva o insatisfactoria.
La honestidad desenmascara toda mentira. Incluye fidelidad a Dios, que resulta en independencia de las presuposiciones naturalistas que van en contra de su Palabra, sin importar cuán diseminadas y populares puedan ser estas presuposiciones. ¿Sería apropiado emplear métodos con presuposiciones basadas en premisas materialistas, subversivas a la Palabra de Dios, en el intento de explicarla y explicar el origen de la vida?
Hay algo que debemos tener en mente: aun cuando no compartamos las premisas materialistas, fuimos llamados a ser honestos, gentiles y respetuosos hacia los que trabajan fundamentados en estas ideas.
Sea paciente
Necesitamos paciencia y determinación domables, con el fin de tratar los asuntos complejos y cada dificultad que ofrecen. Necesitamos estar bien seguros de que, sin importar cuánto tiempo, estudio y cuidadosa reflexión exijan los problemas, trabajaremos pacientemente hasta encontrar la solución. Como cristianos, creyentes en la Biblia, tenemos que reconocer que, tratándose de la investigación científica de la Creación, disponemos de recursos limitados para aclarar totalmente cuestiones oscuras y superar enormes desafíos. Aun cuando esté en aumento, el número de científicos creacionistas no representa la mayoría y, por eso, los resultados de algunos trabajos todavía son pocos.
Algo que ayudaría bastante sería investigar algunos de los problemas en nuestros propios laboratorios, conducir nuestras investigaciones de campo. Pero tales actividades exigen inversión y necesitan ser desarrolladas sistemáticamente; pero es la clase de investigaciones que puede ayudar a encontrar respuestas científicamente confiables y, al mismo tiempo, fieles al relato bíblico. Si, aun así, algunas dificultades continúan desafiando nuestros mejores esfuerzos, no debemos desanimarnos. Es interesante notar que una característica de los fieles al final de la historia es la paciencia: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12).
El llamado apocalíptico a la perseverancia fue hecho en el contexto de claras referencias a la Creación (ver Apoc. 14:7). Parte de nuestra perseverancia y nuestra capacidad de vivir con preguntas abiertas, y todavía ser fieles a la Palabra de Dios. Ha comprobado ser absolutamente fiable.
Sea humilde
En la ciencia, al igual que en la teología, la humildad es una de las más raras y más importantes características encontradas en los que se dedican al estudio de ambas. La humildad demanda buena voluntad, modestia y disposición de una persona a someter sus creencias a una autoridad más elevada. La humildad expresa la comprensión no pretensiosa de que Dios y su Palabra son mayores que la razón humana y nuestro entendimiento de la ciencia. “Cuando tomamos la Biblia, nuestra razón debe reconocer una autoridad superior a ella misma, y el corazón y la inteligencia deben postrarse ante el gran YO SOY” (El camino a Cristo, p. 112).
Toda dificultad encontrada en la relación entre la Biblia y la ciencia necesita ser tratada con la humildad que debe caracterizar a todos los seres humanos, con sus limitaciones. Al reconocer los límites de nuestra mente y nuestro corazón, no deberíamos suponer la inexistencia de cualquier solución para un problema relativo al asunto que estamos considerando solo porque todavía no la hayamos encontrado.
Reconozca las limitaciones del conocimiento científico
Al tratar con las dificultades que son atribuidas por la ciencia a las Escrituras, tenemos que reconocer que, en nuestro intento de explicar el pasado distante, no tenemos todas las informaciones que nos gustaría para resolver una cuestión difícil. Al mismo tiempo, necesitamos reconocer que nuestro conocimiento científico de la realidad es muy limitado. John Lennox, profesor de Matemáticas de la Universidad de Oxford, con mucho acierto, declaró que ni siquiera la ciencia es capaz de explicar todas las cosas.
Nuestro conocimiento limitado de estas cuestiones se hace evidente en la pregunta que Dios le hizo a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia” (Job 38:4). Siendo conscientes de esas limitaciones humanas es como investigamos científicamente la creación de Dios. Aun cuando las explicaciones de la ciencia, a veces, aparenten omnipotencia, debemos reconocer que sus teorías son influenciadas por las presuposiciones filosóficas, además del hecho de que el conocimiento científico puede ser revisado y alterado. La ciencia construye sobre el conocimiento empírico; y eso significa que nuevos datos pueden poner en duda sus teorías. Cuando eso ya no se permite, la ciencia se ha transformado en ideología.
Las palabras enfáticas de Wolfhart Pannemberg deben ser tomadas en serio, cuando expresa lo siguiente: “El teólogo no debe apresurarse a adaptar las ideas y el lenguaje teológico al más reciente punto de vista científico, especialmente donde tales adaptaciones requieran reajustes sustanciales a una doctrina tradicional. La visión teológica del mundo también puede funcionar como desafío a la ciencia y como fuente de inspiración para el desarrollo de nuevas estrategias de investigación” (Theology and Philosophy in Interaction with Science. Una respuesta a las declaraciones del papa Juan Pablo II en ocasión del tricentenario de Newton, en 1987). Esta nueva perspectiva está abierta a la posibilidad de la intervención divina.
Sepa que Dios interviene
Al tratar problemas relacionados con el diálogo entre la fe y la ciencia, los teólogos y los científicos creyentes deben estar abiertos a la realidad de que Dios interviene de manera sobrenatural, y que esa intervención no puede ser explicada a través de procesos naturales normales, como son conocidos a través de la ciencia.
Estar abiertos a la intervención sobrenatural de Dios también incluye un abordaje espiritual de las dificultades, en el que todas las cuestiones son analizadas con oración, aun cuando esta no sustituya el trabajo arduo de la investigación. Por otro lado, jamás debemos subestimar lo que Dios puede hacer en favor de nuestra comprensión de las Escrituras y de la naturaleza, cuando trabajamos con sinceridad y oración.
Aprenda del amor
Finalmente, podemos aprender del amor. El amor tiene evidencias fuertes que llevan a la convicción. Pero el amor no tiene una prueba ciento por ciento matemática o científica para la existencia de alguna cosa. El amor es más que evidencia científica, es un don sobrenatural. Por lo tanto, es capaz de perseverar y convivir con cuestiones abiertas. Aun cuando ahora podamos ver solo oscuramente, podemos “comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y […] conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” (Efe. 3:18,19).
Así, aun cuando solo podamos comprender en forma restringida, nuestra esperanza es que, un día, llegaremos a entender plenamente todas las cosas (1 Cor. 13:12). En otras palabras, el amor es la base epistemológica para el conocimiento y la confianza. El amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor. 13:7). “Esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento” (Fil. 1:9).
Si bien existen muchas cuestiones sin resolver, desde la perspectiva creacionista bíblica, eso no invalida la posición de las Escrituras Sagradas acerca de la Creación. Dejemos que el amor nos enseñe a ser pacientes y a convivir con estas cuestiones, incluso porque Dios ya se ha revelado suficientemente a nosotros como Creador del mundo. Además de eso, debemos ser conscientes de que también existen muchas preguntas sin respuestas para la hipótesis evolucionista. Y parece que algunas de estas cuestiones no disminuyen, sino que aumentan, con el pasar del tiempo.
Sobre el autor: Profesor del Seminario Teológico y director del Centro de Estudios Ellen White, en Bogenhogen, Austria.