PREGUNTA 37

¿Cuál es la enseñanza de los adventistas acerca de la segunda venida de nuestro Señor? Tenemos entendido que ustedes no aceptan la posición de muchos cristianos de hoy relativa al arrebatamiento secreto, la tribulación y el anticristo. ¿Por qué no aceptan ustedes esas enseñanzas?

Como lo indica nuestro nombre denominacional, la segunda venida de Cristo es una de las doctrinas cardinales de la fe adventista. Le damos esa prominencia en nuestras creencias porque ocupa un lugar fundamental en la Sagrada Escritura, no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo. Ya en el tiempo de Enoc se profetizó: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Jud. 14). Y Job dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25); al paso que David declaró: “Vendrá nuestro Dios, y no callará” (Sal. 50:3). Numerosos otros profetas escribieron expresando el mismo sentir.

I. Se usan diversos términos para describir el advenimiento

En las predicciones constantemente reiteradas del glorioso segundo advenimiento de nuestro Señor, se usan en el Nuevo Testamento diversas palabras griegas que tienen matices distintos de significado. Damos una lista de las más notables, con un ejemplo para mostrar el uso de cada una. He aquí diez términos griegos muy usados y su empleo:

Parousía –“La venida del Señor se acerca” (Sant. 5:8).

Erjomai –“Negociad entre tanto que vengo” (Luc. 19:13).

Apokalúpto –“Cuando se manifieste el Señor Jesús” (2 Tes. 1:7).

Epifáneia –“La aparición de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tim. 6:14).

Faneróo –“Cuando aparezca el Príncipe de los pastores” (1 Ped. 5:4).

Prósopon –“De la presencia del Señor” (2 Tes. 1:9).

Analúo –“Que su señor regrese de las bodas” (Luc. 12:36).

Hupostréfo –“Recibir un reino y volver” (Luc. 19:12).

Efístemi –“Y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Luc. 21:34).

Heko –“Retenedlo hasta que yo venga” (Apoc. 2:25).

El significado de estos diez términos griegos es muy importante. Correctamente comprendidos, nos permiten tener por lo menos una vislumbre de la naturaleza de la gloriosa aparición de nuestro bendito Salvador. Erjomai, por ejemplo, indica el acto de venir, pero no necesariamente de llegar. Heko avanza un paso más, y no sólo significa venir, sino que también recalca la llegada. Parousía va aún más allá, pues implica no sólo la venida y la llegada, sino la misma presencia personal de la persona que ha llegado. Analúo indica una partida a fin de volver, mientras que hupostréfo da la idea del retorno de un viaje.

Apokalúpto recalca la aparición, con la idea de revelación. Prósopon indica la presencia real del que ha venido, y que todos están delante de él. Epifáneia recalca la gloria que rodeará al Salvador cuando venga. Faneróo no sólo implica la aparición, sino la idea adicional de que la persona que aparezca será vista en su verdadero carácter. La otra palabra, efístemi, recalca no sólo el pensamiento de la cercanía, sino particularmente el carácter repentino de la venida del Señor.

Aunque los mencionados significados de las palabras griegas han sido traducidos a nuestro idioma con cierta aproximación, estos significados no siempre son claros y distintos. A menudo hay una superposición de matices de significado.

II. Cómo entienden los adventistas el segundo advenimiento

Según estas consideraciones preliminares, creemos que pueden sacarse conclusiones fundadas y razonables en cuanto a la enseñanza de la Palabra acerca del segundo advenimiento. La base bíblica para nuestra creencia puede expresarse como sigue:

1. JESÚS SEGURAMENTE VENDRÁ POR SEGUNDA VEZ.–Jesús mismo prometió volver. “Vendré otra vez”, aseguró a sus discípulos (Juan 14:3). Y Pablo el apóstol declaró que “aparecerá por segunda vez” (Heb. 9:28). El Salvador añade el pensamiento adicional: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo” (Juan 14:3). Son significativas estas últimas palabras, pues es en ocasión de la segunda venida cuando se efectúa la resurrección de los santos (1 Tes. 4:16).

Y esto es algo tan necesariamente vital que el mismo apóstol declara: “Si Cristo no resucitó” (1 Cor. 15:14), entonces “los muertos no resucitan” (vers. 16); y si es así, “entonces también los que durmieron en Cristo perecieron” (vers. 18). La palabra griega aquí traducida “perecieron” es apóllumi, que significa “destruir”, “perecer”, “perderse”. Es el mismo verbo usado en Lucas 13:3, donde leemos: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”, y también en Juan 17:12: “Ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición”.

Creemos que hay, pues, buenas razones para llamar al advenimiento de Jesús la “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13). En un sentido muy real, es la esperanza suprema de la iglesia, porque es en ocasión de la venida de nuestro Señor cuando los santos que duermen son llamados a salir de las tumbas para gozar de la inmortalidad. Entonces será cuando “esto mortal” será “vestido de inmortalidad” (1 Cor. 15:54). “Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles” (vers. 52).

Además, los que sean arrebatados en ocasión del segundo advenimiento (1 Tes. 4:15) se encontrarán con los que hayan sido resucitados de los muertos, y juntos se encontrarán con su Señor en el aire (vers. 17), para estar así “siempre con el Señor”. ¡Qué consuelo para aquellos que han entregado a sus amados al descanso! En esto, evidentemente, pensaba el apóstol cuando escribió: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (vers. 18).

2. LA SEGUNDA VENIDA SERÁ VISIBLE, AUDIBLE Y PERSONAL.–a. La venida de Cristo será visible. El revelador lo aclara al afirmar: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá” (Apoc. 1:7). Este acontecimiento culminante será ciertamente visible para los santos de Dios. Ellos han esperado pacientemente a su Señor (1 Cor. 1:7), y será “para salvar a los que le esperan” para quienes él “aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado” (Heb. 9:28).

Pero las huestes impenitentes también lo verán cuando venga en gloria. Leemos que “lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mat. 24:30; ver también Mar. 13:26; Luc. 21:27).

b. Su venida será audible. Los escritores bíblicos, al describir el regreso de Cristo hacen referencia muchas veces al sonido de trompeta que lo acompañará: “la final trompeta” (1 Cor. 15:52); “voz de mando”, “voz de arcángel”, “trompeta de Dios” (1 Tes. 4:16); “gran voz de trompeta” (Mat. 24:31). No entendemos que éste sea lenguaje figurado, sino una llana declaración de lo que ocurrirá.

c. Su venida será personal. La venida de Jesús no es la muerte, o alguna gran catástrofe, como la destrucción de Jerusalén. Hace falta la presencia personal de nuestro Salvador Jesucristo. En ocasión de la ascensión los ángeles declararon a los discípulos atónitos: “Este mismo Jesús… así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hech. 1:11). La palabra “mismo” no está en el texto griego, pero sí está la palabra “este”. La palabra griega es hoútos, adjetivo demostrativo que se usa aquí para recalcar el hecho de que el que regrese será el mismo Jesús que ascendió, y no otro. Bien podría traducirse: “Pero Jesús mismo en persona vendrá”. A. T. Robertson (en su libro Word Pictures), al comentar Hechos 1:11, señala: “Así… como (hoútos hon trópon). Dos veces la misma idea… El hecho de su segunda venida y la forma en que ocurrirá son asimismo descriptas por esta enfática repetición”.

La palabra parousía, tan frecuentemente usada para designar la venida de Cristo, significa la verdadera presencia personal del Salvador. Es la misma palabra que se usa para describir la “venida” de Tito (2 Cor. 7:6). (Vea más comentarios acerca de esto bajo el número 4).

3. DIVERSAS PALABRAS DESCRIPTIVAS SE REFIEREN A UNA SOLA VENIDA.–Es digno de particular nota que hay sólo una segunda venida de Cristo mencionada en la Escritura. A ésta se hace referencia específica como su manifestación (Tito 2:13), venida (Sant. 5:8), volver (Luc. 19:12), presencia (2 Tes. 1:9), aparecer por segunda vez (Heb. 9:28), y venir otra vez (Juan 14:3). Jesús dijo que vendría “otra vez” (Juan 14:3); y en la parábola “volvería” de su viaje (Luc. 19:12). Cristo se refirió repetidamente a su “venida” sin especificar en absoluto un advenimiento en dos etapas o una llegada preliminar, secreta o no, para el “arrebatamiento” de los santos. La escritura afirma explícitamente que Cristo vendrá la “segunda vez” para salvar a los que lo esperan (Heb. 9:28); es obvio que “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado” (1 Tes. 4:17) esperándolo, habremos de ser salvados en ocasión de la resurrección y traslación de los santos, es decir, la ocasión del así llamado arrebatamiento. No hallamos ningún texto que separe lo que ha sido llamado “arrebatamiento” de la segunda venida.

Frente a todas las referencias a “la” venida, aparición o retorno del Señor, y a la ausencia de declaración alguna acerca de dos sucesos distintos, ciertamente el peso de la prueba está en contra de aquellos que quisieran repartir estas variadas referencias a la venida del Señor en dos fases separadas por el período del anticristo. Los defensores de la posición “pretribulacionista” no pueden presentar una clara evidencia escriturística en favor de una venida preliminar para juntar a los santos antes de la tribulación de los últimos días y una venida con los santos después de la tribulación en gloria y flamígera venganza en la persona del anticristo y de los impíos. No sólo no hay asomo de tales dos diferentes venidas, sino que hay evidencia bíblica específica de lo contrario.

4. “PAROUSÍA” EXIGE LA REAL APARICIÓN PERSONAL DE CRISTO.–Esta palabra parousía tiene un significado bien definido y sólo puede hallar su cumplimiento en la venida real y la presencia visible de la persona en cuestión. Esto puede verse en el uso de parousía en el Nuevo Testamento en pasajes ajenos a la segunda venida. Así se la usa en relación con la venida de Tito (2 Cor. 7:6); la venida de Estéfanas (1 Cor. 16:17); y la venida de Pablo (Fil. 1:26).

Una ilustración de esto se halla en 2 Corintios 10:10, donde leemos acerca de la “presencia corporal” (parousía) del apóstol Pablo. No hay manera de equivocarse en cuanto al significado de esta palabra. Es claro, definido y concluyente. Deissmann (Light from the Ancient East, págs. 272, 382) muestra que parousía (“presencia”, “venida”) era el término técnico para describir la llegada personal de un potentado o de su representante.

Las escrituras enseñan claramente (1 Cor. 15:23) que “los que son de Cristo” serán resucitados “en su venida” (la palabra usada aquí es parousía). En otra parte la parousía del Hijo del Hombre es descripta por medio de un símbolo muy visible, el relámpago que refulge a través de todo el cielo (Mat. 24:27). No hay nada secreto acerca de esta clase de parousía. (El argumento en favor de una venida secreta de Cristo basado en esta palabra griega ha sido desacreditado aun por algunos escritores pretribulacionistas.) Pero la evidencia no se basa sólo en la elección de palabras.

5. NO HAY LUGAR PARA UN ARREBATAMIENTO “SECRETO” COMO FASE SEPARADA DEL ADVENIMIENTO.–Cuando Jesús regrese no vendrá solo. Seres celestiales constituyen el séquito triunfal que vuelve con él. Jesús dijo: “El Hijo del Hombre vendrá… con sus ángeles” (Mat. 16:27). Marcos se refiere a ellos como “los santos ángeles” (Mar. 8:38); Pablo, como a “los ángeles de su poder” (2 Tes. 1:7); y Mateo cita las mismas palabras de nuestro Señor diciendo que “todos los santos ángeles” lo acompañarán en su retorno (Mat. 25:31). ¡Qué galaxia de gloria celestial, no sólo de las huestes angélicas, sino de Cristo mismo viniendo “en su gloria, y en la de su Padre”! (Luc. 9:26) ¿Quién puede imaginarse tal escena? Con “millones de millones” (Apoc. 5:11) de estos mensajeros de gloria, ¡qué manifestación imponente de majestad sin par! ¡Qué revelación de la refulgente gloria del Eterno!

Hay una sorprendente semejanza entre los sucesos descriptos en los diferentes relatos paralelos de la segunda venida, especialmente en relación con la resurrección de los muertos y la traslación de los justos vivientes. Pablo dice: “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” (1 Tes. 4:16), y recibirá con entusiasmo a los suyos que serán levantados en el aire para ir a su encuentro. Es obvio que a esta reunión de los santos de la tierra se refiere Jesús mismo en términos similares: “Verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat. 24:30, 31). Nótese que es el sonido de la “trompeta” lo que llama de las tumbas a “los muertos” (1 Cor. 15:52) cuando “los que son de Cristo” “serán vivificados” “en su venida” (vers. 22, 23). Esta selección de los justos entre las vastas multitudes de la tierra se efectúa con arreglo a un criterio individual. Cristo mismo describió esta división de los habitantes de la tierra en dos clases distintas mediante la sencilla declaración: “El uno será tomado, y el otro será dejado” (Mat. 24:40).

A la luz de estas consideraciones, no hallamos lugar para un arrebatamiento secreto, como algunos pretenden.

6. EL ADVENIMIENTO Y LA TRIBULACIÓN FINAL.–La “reunión” de los santos con Cristo, juntados por los ángeles, en relación con el tiempo del anticristo y la tribulación es presentada en un lenguaje literal y explícito en la segunda carta de Pablo a los tesalonicenses, que fue escrita para corregir el malentendido de lo que él había dicho en su primera carta acerca de la venida de Cristo para resucitar a los muertos y trasladar a los justos vivos. En su segunda epístola dice a los cristianos tesalonicenses que Dios recompensará a sus perseguidores con tribulación, y a las víctimas de la persecución con reposo “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:7, 8). Nuevamente hallamos dos clases: La iglesia halla reposo en el tiempo cuando Cristo viene con venganza consumidora sobre los enemigos suyos y de la iglesia. Pablo los instruyó, además, con respecto a “la venida de nuestro Señor Jesucristo” y “nuestra reunión con él” (2 Tes. 2:1). ¿A qué otra cosa podría haberse referido con la frase “nuestra reunión con él” que a la misma reunión de los santos que había descripto en su primera carta y que ellos habían evidentemente malentendido, la venida cuando “nosotros… seremos arrebatados” hacia Cristo, es decir, el “arrebatamiento” de 1 Tesalonicenses 4:16, 17? Con respecto a este asunto, Pablo suplica a sus lectores que no se dejen “mover fácilmente” de su modo de pensar, ni que se turben en cuanto a la inminencia del día de Cristo “porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Tes. 2:1-3). Pablo, pues, les está diciendo a los cristianos tesalonicenses que el día de la venida de Cristo para juntar a los santos –la venida acerca de la cual ellos estaban preocupados por haber comprendido mal a Pablo– no sucedería hasta después de que se manifestara el hombre de pecado. Hasta aquí está claro, pero Pablo prosigue.

Este hombre de pecado, además, se va a sentar “en el templo de Dios” y pretende ser adorado como Dios –el mismo poder que creemos ha de quebrantar a los santos y llevar la gran tribulación de 1.260 días– y ha de ser destruido “con el resplandor de su venida” (vers. 4, 8). Es obvio que, sea lo que fuere “quien al presente lo detiene”, el hecho de ser quitado de en medio que permitirá que sea revelado el anticristo no puede equivaler a la reunión de la iglesia de Cristo con él, la cual Pablo refiere aquí como ocurriendo después de la “apostasía” y la manifestación del hombre de pecado. Es igualmente obvio que el anticristo debe preceder, no seguir, a la reunión de los santos con Cristo en ocasión de su venida. Dicho de otro modo, si la venida de Cristo que destruye al anticristo sigue a la manifestación del hombre de pecado, y si la reunión de los santos cristianos en ocasión de su venida también sigue a la manifestación del hombre de pecado, entonces no hay razón alguna que pueda concebirse, en ausencia de una declaración explícita de la Escritura, de que éstas no sean la misma venida.

Esto concuerda con la declaración de Pablo de que la venida que ha de traer reposo a la iglesia es la venida que traerá venganza para los enemigos de Dios; concuerda con la descripción que hace Juan de la venida del Rey, que incluye el juicio sobre la bestia, el falso profeta y el dragón, así como la resurrección; y concuerda también con la declaración de Jesús en el sentido de que su venida con sonido de trompeta para juntar a sus escogidos seguirá a la tribulación. Y todos los pasajes armonizan con las reiteradas referencias de Jesús a su venida (siempre en singular).

Por lo tanto los adventistas del séptimo día creemos, basados en la evidencia de la Escritura, que habrá una sola segunda venida de Cristo, la cual será visible, personal y gloriosa.