Mensajes bíblicos, relevantes y claros.

Alguien preguntó: “¿Qué es un sermón?” Y la respuesta que recibió fue: “Son treinta minutos capaces de resucitar muertos”. Desearíamos que fuese así, ¡pero con frecuencia no hay quien despierte, siquiera! El arte de predicar es muy amplio como para ser cubierto en un artículo, sin embargo, presentaremos algunas sugerencias para sermones evangelizadores.

Agustín, teólogo del siglo V, definió la tarea del orador como enseñar, deleitar e influenciar. Creo en el valor de cada uno de estos elementos, pero, en el ámbito espiritual, lo más importante es el mensaje. El predicador no entretiene a la gente ni la educa: su tarea es llevarlos a Cristo, y cada sermón que se predique debe tener ese propósito. Por este motivo, este artículo destaca tres cualidades esenciales para un mensaje evangelizador eficaz. El mensaje debe ser (1) Bíblico, (2) Relevante y (3) Claro.

Contenido bíblico

En primer lugar, el mensaje debe ser bíblico. Somos el pueblo de la Biblia. Las personas no necesitan oír nuestras opiniones personales. Incluso a las personas más seculares les interesa conocer lo que Jesús enseñó. Usted no puede predicar cualquier sermón a una multitud de no adventistas y llamar a eso evangelismo. Elena de White escribió mucho respecto de la predicación evangelizados. Ella exhorta a los predicadores a exponer el contenido de la Palabra de Dios de manera cristocéntrica y con convicción: “Existe un poder vivo en la verdad, y el Espíritu Santo es el agente que abre las mentes humanas a la verdad. Pero los pastores y obreros que la proclaman deben manifestar certidumbre y decisión. Deben avanzar por fe, y presentar la Palabra como si la creyeran. Haced que aquellos por quienes trabajáis entiendan que se trata de la verdad de Dios. Predicad a Jesucristo y a él crucificado. Esto hará frente a las mentiras de Satanás” (El evangelismo, p. 127).

Es necesario mantener los siguientes aspectos en mente, cuando se prepara el contenido del sermón:

  • La necesidad del pecador: el anhelo natural del alma por algo mejor.
  • La expiación del Salvador: cómo Cristo proveyó una salida para cada ser humano.
  • Conducir las almas a Cristo: punto por punto, lleve al pecador a responder a su necesidad.
  • Busque una respuesta: muchas personas no vendrán sin un llamado específico y urgente.

Predicar la” verdad presente” es un desafío especial para el predicador adventista. Cuando una persona se ha convertido a Cristo, existen cinco pilares de la verdad, en torno a los cuales deberá construir su edificio de fe. Estos deben ser presentados por el evangelista: la segunda venida de Cristo; el sábado; el mensaje de los tres ángeles; el ministerio de Cristo en el Santuario Celestial; y la mortalidad del alma. Otra característica que nos distingue de las demás denominaciones es el hecho de ser un pueblo profético. Por eso se nos advierte llamar la atención hacia las profecías de la Palabra de Dios.

Los evangelistas de éxito han aprendido que la aproximación más eficaz al predicar es hacerlo de forma temática, por la cual el predicador presenta las grandes necesidades del ser humano y su remedio en la Palabra de Dios. Usando títulos interesantes, cada sermón puede contener el siguiente bosquejo su- gerente: (1) Formule la condición. Si habla de la salud, presente el cuadro actual del mundo, con sus enfermedades físicas y espirituales; (2) Exponga la causa. En el ejemplo anterior, la causa general es la desobediencia a las leyes de la salud; y, al final (3) la solución. En el mismo contexto, la solución está en observar las leyes de la salud de acuerdo con las Escrituras. Si el tema es la Ley de Dios, la solución está en aceptar a Cristo y guardar sus Mandamientos. Naturalmente, el sermón debe terminar con un llamado a aceptar la solución al problema.

Agregue, además, la emoción. Puede ser que las personas sepan lo que deben hacer, pero necesitan de un estímulo para obrar al respecto. Un evangelismo bíblico equilibrado requiere de una relación cuidadosa entre la instrucción y la persuasión. Los problemas espirituales surgen cuando se ha impartido una instrucción inadecuada, por medio de una persuasión impaciente. Una respuesta emotiva puede causar el mismo problema. La parábola de Mateo 13:20 y 21 indica que las semillas que cayeron sobre el suelo rocoso representan a las personas que recibieron el evangelio con alegría, pero luego se escandalizaron. ¿Cuál fue la causa de esa alegría? ¿Fue por causa del contenido del evangelio o por la atmósfera en que el evangelio fue presentado? Si fue presentado en una atmósfera de entretenimiento, en la cual la música y la teatralización superaron a la presentación de la verdad, no se sorprenda si acaso el resultado fuera un número de creyentes temporales.

Contextualización del mensaje

En segundo lugar, el mensaje debe ser relevante. Debe comenzar con los requerimientos de las personas, sus problemas reales Alguien podrá decirnos que no se unió a la iglesia por causa de cómo se presentó el mensaje, sino por la verdad en sí. Sin embargo, si un pequeño cambio en la forma de presentar el mensaje, sin cambiar la ver dad, atrae a un 45% más de personas, ¿acaso no usaría ese nuevo abordaje? Elena de White destaca el valor de la contextualización: “Algunos de los que se dedican a la obra de salvar almas no obtienen los mejores resultados porque no efectúan de una manera cabal la obra que empezaron con mucho entusiasmo. Otros se aferran tenazmente a nociones preconcebidas, dándoles preeminencia, por lo cual no adaptan su enseñanza a las necesidades reales de la gente. Muchos no se dan cuenta de la necesidad de adaptarse a las circunstancias, y encontrar a la gente donde está. No se identifican con aquellos a quienes quieren ayudar a alcanzar la norma bíblica del cristianismo” (Obreros evangélicos, p. 395).

Ron Gladden menciona lo que sucedió con Coca-Cola cuando acertaron al cambiar la botella, pero también cómo fracasaron al cambiar la fórmula de la bebida.[1] ¿Cuál es la lección para la iglesia? ¡No cambie el contenido! Nunca se debe comprometer la verdad, aunque pensemos que así ganaremos más almas. Jesús describe las buenas nuevas como agua viva por una razón, entre otras: el agua puede tomar cualquier forma; no es rígida, y no hay un único modelo de vaso para ella. Si es que no comprometemos la pureza del agua, cualquier recipiente sirve.

El mensaje permanece igual, pero necesita ser presentado de forma actual y relevante. Adáptelo a los valores del tiempo, del lugar y de la nacionalidad, mostrando cómo el evangelio de Cristo puede atender esa necesidad. El mensaje de Pedro (Hech. 2:16-36) es particularmente significativo con el fin de ilustrar este punto. Pedro hace cuatro cosas en su sermón: elabora su discurso de manera de responder a la necesidad inmediata de la multitud (explicar cómo hablaban en lenguas); luego, extraje sus argumentos de una fuente considerada como autoritativa por los oyentes; él usa su experiencia personal para respaldar sus argumentos; finalmente, declara el mensaje básico del evangelio: que Jesús es el Cristo.

El evangelista también necesita contextualizar el mensaje para diferentes auditorios. Cuando encontró a una mujer al lado del pozo, Jesús comenzó la conversación hablando del agua. Cuando el cobrador de impuestos lo invitó a su casa, abrió el diálogo con el tema del dinero. Si se compara el sermón de Pablo a los judíos y los interesados en la sinagoga en Antioquía (Hech. 13:13-47) con los dos sermones que predicó a diferentes auditorios, compuestos por gentiles de clase intelectual en Atenas, y de la clase agraria y pastoril en Listra (Hech. 14:8-20; 17:16-34), se ilustra este punto. En Antioquía, el contenido es un resumen de la historia israelita relatada en el Antiguo Testamento, con una aplicación profética. Sin embargo, los mensajes a los gentiles tienen un abordaje diferente: en Listra y Atenas, Pablo no cita la Biblia, aunque su contenido estaba en armonía con ella. En Listra, extrae ilustraciones tomadas de las estaciones y del clima, y, en Atenas, cita a un poeta griego.

Presentación del mensaje

En tercer lugar, el mensaje necesita ser presentado con eficiencia. Mark Galli comparte una conversación que sostuvo con un marxista que había escuchado los principios básicos del evangelio. El hombre escuchó, maravillado y sorprendido. Entonces, impulsivamente respondió: “¡Ustedes tienen la verdad; lo que les falta es saber presentarla!”[2] Elena de White mostró su preocupación por la manera en que se predica y por qué predicamos. Para ella, es preferible exponer lecciones breves y repetidas que usar un exceso de material (El evangelismo, p. 114). El evangelista debe predicar de forma clara, entusiasta y afirmativa, evitando la controversia. Construya las frases que va a decir de tal manera que causen impacto.

Un elemento importante que está relacionado con la claridad al exponer el mensaje es ser breve, y usar un estilo que se asemeje más a la enseñanza que a la predicación. Elena de White afirmó enfáticamente: “Sean cortos vuestros discursos” (El evangelismo, p. 256). Las personas tienen una capacidad de absorción limitada. Si intentamos comunicar cantidad de contenido en un sermón, puede resultar una sobrecarga de información. Spurgeon dijo a sus alumnos: “Un hombre con bastante material bien preparado no se excederá de los cuarenta minutos; cuando tiene menos que decir se extenderá a cincuenta; y cuando no tiene nada, necesitará una hora para decirlo”.[3]

Otro aspecto de la predicación evangelizadora es el uso de la técnica empleada por Jesús al plantear interrogaciones, permitiendo que las respuestas proviniesen de la mente de los discípulos (Mat. 21:23-46). El uso del diálogo no es nada nuevo. Sócrates usaba ese método… con efectos devastadores. Formule preguntas, a su auditorio, que lo conduzca desde un punto de la Biblia a otro. Esto permitirá que la audiencia sienta que está descubriendo la verdad por sí misma, a medida que el tema se desarrolla en una secuencia lógica. El método de preguntas y respuestas es el mejor para enseñar a las personas seculares. Procure arrancar del auditorio una manifestación de opinión: “Las personas que han captado la verdad de lo que estoy diciendo, sírvanse levantar la mano” (El evangelismo, p. 148).

Mire a la gente a los ojos. No fije la mirada en el techo o en otros lugares del edificio. Mire a la gente a la cual habla. Estudie la expresión de sus rostros; cómo reaccionan a lo que dice. Si nota que está perdiendo su atención, no aumente el volumen de su voz, sino diga algo interesante. Presente una ilustración, haga una pausa; cambie la velocidad o la entonación de la voz. Hable despacio, pero no tanto.

Conclusión

Para comunicar un mensaje, debemos preocuparnos de que sea bíblico, relevante y claro. No olvide, sin embargo, que existen varios tipos de personas en la audiencia. Algunos no son convertidos, pero necesitan luz sobre cómo vivir. Hay otros que conocen las normas del cristianismo, pero que todavía no han pasado por una experiencia transformadora. Todos estos casos necesitan ser considerados, al momento de preparar la presentación del mensaje. Creo que es muy provechoso leer los sermones de buenos evangelistas, como base para nuestros sermones. No le de vergüenza utilizar los argumentos y los materiales de otro evangelista con mayor experiencia. Sin embargo, en vez de reflejar el pensamiento de otro, adapte y estudie el sermón hasta que pase a su propia experiencia, personalidad y estilo.

Sobre el autor: Evangelista de la Asociación Paulista del Este, Rep. del Brasil.


Referencias

[1]  Ron Gladden, Plantar el futuro (Buenos Aires: ACES, 2002), pp. 17, 18.

[2] Mark Galli, Preaching that Connects: Using Journalist Techniques to Add lmpact (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1994), p. 9.

[3] Charles Spurgeon, Lectures to my Students (Londres: Passmore and Alabaster, Paternóster Buildings, 1875), p. 145.