“El actual es un tiempo de interés agobiador para todos los vivientes. Los gobernantes y estadistas, los hombres que ocupan posiciones de confianza y autoridad, las personas pensadoras de todas clases, tienen fija su atención en los acontecimientos que ocurren en nuestro alrededor. Están vigilando las relaciones que existen entre las naciones. Observan la intensidad que está tomando posesión de todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por ocurrir: que el mundo está al borde de una crisis estupenda” (Evangelismo, pág. 144).
A la luz de esta declaración, los maestros adventistas, los instructores bíblicos, los ministros y los miembros laicos se encuentran en una posición singular en el mundo. ¿Por qué? Porque tenemos a nuestro alcance la llave que abre el futuro: la comprensión de las revelaciones proféticas de la Palabra de Dios. Podemos llevar esa llave al barrio donde nos mudemos, a otra iglesia donde nos trasladen, o a la siguiente serie de conferencias, y utilizarla para proporcionar alivio, satisfacción, consuelo y esperanza a todas las personas con quienes nos relacionemos. Dios nos ha revelado misericordiosamente, las escenas finales de la historia del mundo. Me pregunto si apreciamos la certidumbre que proporciona éste hecho. Me pregunto si nos damos cuenta de la terrible responsabilidad que tenemos de compartir esta luz con los demás. La siguiente podría ser una gastada afirmación, pero es verdadera: Si alguna vez hubo un tiempo cuando debía predicarse acerca de las profecías, es ahora. Veamos algunas razones que justifican la predicación de las profecías.
Las razones
1. Debiéramos predicar de las profecías debido a su importancia y al lugar que ocuparon en el pasado. Es imposible separar las profecías de la textura de la historia terrena. Recordemos algunas descripciones proféticas: Génesis 3:15, el diluvio, la permanencia en Egipto, las profecías mesiánicas, el cautiverio del pueblo judío, los 2.300 días, Daniel 2, 7, 8, 9, 11, Mateo 24, las profecías del Apocalipsis, incluso las iglesias, los sellos, las trompetas, las plagas, la iglesia verdadera, los Estados Unidos, el triple mensaje angélico, y la tierra nueva. Estas enseñanzas proféticas han causado una profunda impresión en ciertas personas en el pasado, y han determinado la marcha de algunas naciones.
Como ejemplo sobresaliente pensamos en el sumo sacerdote Jaddua, que salió de la ciudad para recibir a Alejandro y explicarle la profecía de Daniel 8. Además de esto, en cada país ha habido hombres que han investigado y enseñado las verdades proféticas.
2. Debiéramos predicar de las profecías a causa de su poder convincente.
“Por muy convincente que fuese esa evidencia de la certidumbre de la esperanza de los creyentes, había otra aún más convincente en el testimonio de la profecía, por medio de la cual la fe de todos puede ser confirmada y asegurada firmemente” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 384).
3. La predicación de las profecías ayudará a la gente a tener una experiencia religiosa diferente.
“Cuando los libros de Daniel y el Apocalipsis sean mejor comprendidos, los creyentes tendrán una experiencia religiosa enteramente diferente. Obtendrán tales visiones de las abiertas puertas del cielo que el corazón y la mente quedarán impresionados con el carácter que todos deben desarrollar para comprender las bendiciones que serán la recompensa de los de puro corazón” (Testimonies to Ministers, pág. 114).
4. Debiéramos predicar de las profecías porque eso traerá una reforma a la iglesia.
“Si nuestro pueblo estuviera medio despierto, si comprendiera la proximidad de los acontecimientos descriptos en el Apocalipsis, en nuestras iglesias se efectuaría una reforma, y muchos más creerían el mensaje” (Id., pág. 118).
5. Debiéramos predicar de las profecías debido a la directa amonestación dada por la sierva del Señor.
“Los seguidores de Cristo han de combinarse en un poderoso esfuerzo para llamar la atención del mundo a las profecías de la Palabra de Dios que se cumplen rápidamente” (Evangelismo, pág. 143).
“La profecía se está cumpliendo rápidamente. Más, mucho más, debiera decirse acerca de estos temas de tan tremenda importancia” (Fundamentals of Education, pág. 335).
6. Debiéramos predicar de las profecías porque eso ayudará a la gente a valorar debidamente la eternidad.
“Un estudio cuidadoso de cómo se cumple el propósito de Dios en la historia de las naciones y en la revelación de las cosas venideras, nos ayudará a estimar en su verdadero valor las cosas que se ven y las que no se ven, y a comprender cuál es el verdadero objeto de la vida. Considerando así las cosas de este tiempo a la luz de la eternidad, podremos, como Daniel y sus compañeros, vivir por lo que es verdadero, noble y perdurable” (Profetas y Reyes, pág. 403).
7. Debiéramos predicar de las profecías porque todas ellas se están cumpliendo.
“Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Muchas de las profecías están por cumplirse en rápida sucesión” (Testimonies to Ministers, pág. 116).
8. Debiéramos predicar de las profecías porque son el fundamento de la fe de los adventistas.
“Los predicadores deben presentar la segura palabra profética como fundamento de la fe de los adventistas” (Evangelismo, pág. 146).
9. Debiéramos presentar las profecías porque Satanás está interesado en ellas.
“Cuando fue dada la palabra escrita de Dios, Satanás estudió las profecías del advenimiento del Salvador. De generación en generación, trabajó para cegar a la gente acerca de esas profecías, a fin de que rechazase a Cristo en ocasión de su venida” (El Deseado, pág. 93).
10. Debiéramos predicar de las profecías siguiendo el ejemplo de Pablo.
“El apóstol Pablo acostumbraba presentar las profecías cuando se encontraba con los judíos, para llevarlos paso a paso, y entonces, después de algún tiempo, traer a colación el tema de Cristo como el verdadero Mesías” (Evangelismo. págs. 182, 183).
11. Debiéramos predicar de las profecías siguiendo el ejemplo de nuestro Señor.
“La esperanza de grandeza nacional se, mencionaba con fogoso entusiasmo. Jesús sabía que esta esperanza iba a quedar frustrada, porque se fundaba en una interpretación equivocada de las Escrituras. Con profundo fervor, explicaba las profecías, y trataba de invitar al pueblo a estudiar más detenidamente la Palabra de Dios” (El Deseado, pág. 127).
“La nota predominante de la predicación de Cristo era: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al Evangelio’ ” (Id., pág. 194).
En estas importantes consideraciones encontramos razones suficientes para poner un nuevo énfasis sobre las profecías en nuestra predicación.
La presentación de las profecías
Cuando consideramos la presentación de las verdades proféticas, nos encontramos con varios puntos que reclaman nuestra atención.
1. Consideremos brevemente esta pregunta: “¿Cuál debiera ser el orden de presentación de las profecías?” No he oído a dos hombres presentar las profecías exactamente en el mismo punto en sus conferencias. Sin embargo, en el libro Evangelismo encontramos una sugestión acerca de cuándo presentarlas.
“Le dije que el mejor plan y el más sabio sería espaciarse en temas que despertaran la conciencia. Él podía hablar a la gente acercade la santidad práctica; la devoción y piedad; y presentar la vida abnegada de Jesús como nuestro ejemplo, hasta que vieran el contraste con la propia vida de ellos, vida indulgente hacia el yo, y llegaran a sentirse insatisfechos con su vida no cristiana. Luego presentadles las profecías” (pág. 171).
2. Debemos recordar la necesidad de hacer que la predicación de las profecías sea práctica. Se puede mejorar mucho en esto, porque a menudo las profecías se presentan en una forma árida, histórica y sin interés. Casi resultan desagradables. No debemos presentar sólo el esqueleto, sino también la carne, para que nuestra predicación sea viva.
“Debe haber mezcladas con las profecías lecciones prácticas de las enseñanzas de Cristo” (Id., pág. 127). Hay infinitas posibilidades para lograr esto. Por ejemplo, recuerdo el caso de un evangelista que predicaba acerca de Apocalipsis 17, donde se habla de la mujer ataviada de púrpura y adornada de oro y piedras preciosas, etc., que utilizó esa descripción como base para nuestra enseñanza de la reforma en el vestir. Este mismo evangelista pensaba que podía dar importancia al libro del Apocalipsis y tejer todo el mensaje en su presentación.
“Las verdades de las profecías están unidas, y al estudiarlas, forman un hermoso conjunto de verdades prácticas” (Id. pág. 220).
3. Sobre todo, debemos aprender a ensalzar a Cristo en nuestra predicación, de las profecías. “Deben estudiar detenidamente las profecías de Daniel y del Apocalipsis, y en relación con ellas las palabras: ‘He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ ” (Id., pág. 146).
Cristo explicó las profecías con profundo fervor, y debemos recordar que se nos ha dicho que el peso de la predicación de Jesús recaía en esto: “El tiempo es cumplido”. Pero debemos aprender cómo centrar nuestra predicación en la última parte del texto, que dice: “Y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al Evangelio” (Mar. 1:15). La profecía es un vehículo, y constituye un medio por el cual podemos presentar la gran verdad de la gracia de Cristo a todos los hombres.
“Que hable Daniel, que hable el Apocalipsis, y digan qué es la verdad. Pero cualquiera sea la fase del tema que se presente, elevad a Cristo como el centro de toda esperanza, ‘la Raíz y el Vástago de David, la brillante Estrella de la mañana’” (Id., pág. 145).
El evangelista que maneja los grandes temas del Apocalipsis sin poner el énfasis sobre el hecho de que en él se hace referencia al Cordero 27 veces, anda muy descaminado de su blanco. ¡Debemos ensalzar a Cristo!
4. No seáis profetas. Esta advertencia no requiere mucho comentario. A veces se encuentran personas que piensan que la predicación de las profecías las convierte en profetas, y comienzan a lanzar pronósticos que son terribles unos y maravillosos otros. Algunas veces nuestros hombres se han quedado en una rama, pero sin un tronco que los sostenga.
5. Relacionada con la anterior está la advertencia contra las teorías favoritas. Hay una abundancia de enseñanzas sólidas y provechosas que podemos presentar a nuestro pueblo, de modo que no es necesario recurrir a caprichosos vuelos de la imaginación.
6. Finalmente, presentad las profecías en forma ágil. “No permitáis que la enseñanza se efectúe de una forma seca y abstracta, que ha sido la manera de enseñar en demasiados casos, mas presentad la verdad de la Palabra de Dios de una manera nueva e impresionante” (Id., págs. 145, 146).
“Brillará una luz acrecentada sobre todas las grandes verdades de la profecía, y serán comprendidas con frescura y brillantez, porque los radiantes rayos del Sol de Justicia iluminarán todo el conjunto” (Id., págs. 147, 148).
Cuando comprendamos el papel que la profecía ha desempeñado en la historia; cuando veamos la grandeza de los hombres que han tratado los temas proféticos, cuando reconozcamos a muchas personas de todos los credos, que una vez creyeron como nosotros —bautistas, metodistas, congregacionalistas, judíos, católicos, etc.— y cuando volvamos a ser impresionados con el pensamiento de que en la actualidad la Iglesia Adventista sostiene todas las grandes verdades proféticas que han sido enseñadas por cualquier iglesia en la historia, entonces nuestra predicación profética arderá con un fuego que reclamará la atención.
Nos estamos acercando a un día grandioso. Nos acercamos a un día cuando la predicación de las profecías será cada vez más importante.
“Los que comen la carne y beben la sangre del Hijo de Dios sacarán de los libros de Daniel y el Apocalipsis una verdad que es inspirada por el Espíritu Santo. Pondrán en acción fuerzas que no podrán ser reprimidas. Los labios de los niños serán abiertos para proclamar los misterios que han permanecido ocultos para las mentes de los hombres” (Testimonies to Ministers, pág. 116).
Imbuyamos nuestra mente de la importancia de la profecía, reclamemos las promesas de Dios para comprender la profecía, asegurémonos de que la profecía recibe énfasis en nuestra predicación, evitemos los extremismos y, con la ayuda del Espíritu Santo, prediquemos con poder la profecía.