“Mucho antes de leer mi primer libro de homilética, yo ya estaba programado para predicar”
En junio de 2003, el pastor Barry Black, contraalmirante de la marina de los Estados Unidos, doctor en filosofía, psicólogo y ministro adventista, resultó elegido el sexagesimosegundo capellán del Senado de aquel país. Es el primer adventista elegido para tan elevada función. Antes de asumirla, también sirvió a la marina de su país como capellán durante 27 años, y llegó a ser el jefe de los capellanes de esa fuerza. Ahí recibió varios premios y medallas, en reconocimiento a la eficiencia con que siempre desarrolló sus tareas.
El pastor Black nació en Baltimore, Maryland, y estudió en el Colegio Oakwood, en la Universidad Andrews, en la Universidad Central de Carolina del Norte, en el Seminario Bautista del Este, en la Universidad Salve Regina y en la Universidad Internacional de los Estados Unidos. Casado con Brenda Pearsall, es padre de tres hijos, Barry II, Brendan y Bradford.
En esta entrevista concedida a Derek Morris, pastor adventista de California, el pastor Black se presenta como alguien apasionado por la predicación, y señala caminos por medio de los cuales un pastor puede llegar a ser un poderoso predicador.
Ministerio: Cuando usted revisa su vida pasada, ¿qué influencias le parece que usó Dios para edificar su experiencia espiritual?
Pastor Black: La primera de esas influencias ha sido mi origen humilde y sencillo. Creo que, al haber crecido en una ciudad del interior, en el ambiente desfavorable de los alojamientos públicos, todo esto creó en mí la habilidad para relacionarme con gente de escasos recursos. Parece que Dios me bendijo con la capacidad de acercarme a la gente con poca educación formal y sin bienes materiales; esas personas se identifican conmigo, y mi historia les da ánimo. He oído decir a madres solteras, por ejemplo, que al enterarse de mis antecedentes sociales y mis raíces, se han sentido impulsadas a ayudar a sus hijos, invirtiendo en la educación cristiana y animándolos a estudiar la Biblia. La segunda influencia que Dios usó para formar mi espiritualidad fue mi madre. Era una santa: amaba a Dios y a su Palabra. Poseía una espiritualidad vibrante, robusta, y se esforzó por transmitírmela. Me decía que yo era especial; me informó que había sido dedicado a Dios. Lo decía con tanto poder y sinceridad, que yo nunca dudé de mi llamado. En tercer lugar, las escuelas cristianas. Desde la escuela primaria hasta el seminario, ejercieron una influencia decisiva en la formación de mi espiritualidad. No creo que haya nada más importante para los niños y los jóvenes que la exposición diaria a los principios bíblicos en casi todas las clases. Tuve, como mentores, a profesores consagrados que también parecían sentir que la mano de Dios me estaba guiando. Yo estaba en el mundo, pero no era del mundo. Las escuelas cristianas me proporcionaron una formación que me dio alas, y así pude volar.
Ministerio: ¿Y qué puede decir de la influencia que ejerció sobre usted la predicación?
Pastor Black: Tuve la bendición de pasar mi infancia en una iglesia muy grande: la iglesia de Berea, en Baltimore. Era una congregación de cerca de mil miembros. Por eso, los mejores predicadores generalmente estaban allí; lo que me proporcionó la increíble oportunidad de estar expuesto a la influencia de algunos de los predicadores más notables que Dios ha producido. Creo que gran parte de lo que alguien es como predicador se lo debe a la educación, pero también hay algunas cosas que adquiere por sí mismo. Cuando alguien está expuesto desde temprano a una predicación poderosa, inspirada, poética, capta un acento que permanece durante toda la vida y marca su ministerio. No es algo que se consigue en el aula; no se aprende de los libros. Con mucha frecuencia, incluso ahora, cuando estoy predicando, escucho los ecos de mis antiguos pastores. Sonrío y pienso: “Eso es del pastor León Cox; él dina lo mismo”. O: “El pastor J. C. Smith, con toda seguridad, usaría esta frase” Es un estupendo legado; un don maravilloso. Esa rica herencia llegó a ser una especie de depósito en mi mente, de donde extraigo material exegético e ilustraciones para mis mensajes. Durante mi infancia, cada vez que se abrían las puertas de la iglesia, mi madre y yo estábamos allí. No nos perdíamos los cultos de oración matutinos, los de mitad de semana y las reuniones de evangelización de los domingos de noche. Durante el sábado, pasábamos allí todo el día. No siempre me gustaba eso, pero seguramente me proporcionó una herencia fantástica.
Ministerio: ¿Qué es la predicación, para usted?
Pastor Black: Desde muy temprano en mi vida, siempre me interesó oír graba dones y ver filmaciones de sermones. A los 8 años, posiblemente, escuché un sermón del pastor Peter Marshall titulado “¿Estaba yo ahí?” Apenas podía creer la belleza poética de lo que estaba oyendo. El pastor Marshall describía la soleada mañana que despuntaba sobre la ciudad de David. Era tan bella su predicación, que yo podía percibir la musicalidad de su mensaje y captar algo acerca de las posibilidades de la predicación. Mis horizontes se ampliaron. La predicación no es sólo presentar textos bíblicos para probar una doctrina; predicar es más que defender una posición teológica: intenta convencer a alguien de que esa posición es la correcta. La predicación debe disponer de la habilidad de transportar al oyente a los tiempos bíblicos mediante la melodía de las palabras, y capacitarlo para no sólo ver a Moisés delante de la zarza ardiente, sino estar él mismo con él allí. El que escucha el sermón necesita pisar tierra santa. Me acuerdo de uno de los primeros sermones que oí de Gardner Taylor, cuyo título era precisamente “Tierra Santa”. En ese momento, aprendí a dar un mensaje, a usar las manos, a lograr que la historia fluyera. Taylor no se refirió al nombre de Moisés sino recién después de diez minutos de haber comenzado el sermón. En esos días, yo tenía una memoria fenomenal. Grababa casi todo lo que oía; era como una computadora. Fue una experiencia maravillosa captar la belleza del lenguaje y el poder de la predicación.
Ministerio: Parece que algunos excelentes predicadores ejercieron influencia sobre usted. Debe de haber algunos otros, fuera de los que ya ha mencionado.
Pastor Black: Charles D. Brooks también ejerció una gran influencia en mi vida. Él era muy joven cuando yo lo oí por primera vez. Percibí en él y en Charles Bradford predicadores muy creativos. Daban vida y realismo a la Palabra de Dios. Brooks podía predicar acerca de “la edad de Matusalén” o de “la inmortalidad del cangrejo”, y usted, después de preguntarse al comienzo “¿Y de eso va a hablar?”, terminaba maravillado por su capacidad creativa. Bradford era un gran narrador de historias. Quien lo escuchaba, se sentía como si estuviera en una butaca viendo una película. Aprendí con él la importancia del diálogo: no sólo hablar a la gente, sino también hacerla participar. Ellos fueron mis mentores. Algunos lo fueron formales, otros oficiales y otros extraoficiales. León Cox, a quien ya mencioné, fue mi pastor durante los años de mi adolescencia, y manifestó un interés especial por mí y por otros jóvenes de la iglesia. Cierta vez, me invitó a su casa y me preguntó: “¿Qué te parecen los llamados?” A partir de ahí comenzábamos a hablar de la predicación. Cox era uno de los predicadores más agradables que he oído; y tenía una voz maravillosa. Un día, predicó un sermón titulado “El cáliz”. Su primer pasaje se refería a José cuando puso su copa en la bolsa de Benjamín; de ahí, pasó al Nuevo Testamento, donde Jesús les pregunta a Santiago y a Juan: “¿Podrán ustedes beber de este cáliz?” Allí aprendí a usar, en la construcción del sermón, pasajes paralelos y relacionados, y a que mi estructura homilética fuera más creativa.
Ministerio: ¿Trabajó usted alguna vez junto a un gran predicador?
Pastor Black: Calvin B. Rock, un prominente predicador, también ejerció bastante influencia sobre mí. Cierta vez, invitó a alguien que quisiera llegar a ser predicador a que lo acompañara en una semana de oración que iba a dirigir en una de nuestras universidades. Acepté el ofrecimiento, y entonces tuvimos mucho tiempo para conversar acerca de la predicación. De ese modo, antes de leer un solo libro de homilética o de estudiar algo acerca de la predicación, ya me estaban programando. Cuando comencé a leer sobre el asunto, fui descubriendo algunas cosas que ya existían dentro de mí, pero que estaban latentes en mi conciencia. Intuitivamente ya había absorbido muchas ideas al respecto y, sobre la base de ellas y no sobre lo que había leído, me encontré estando en favor o en contra de la literatura homilética.
Ministerio: ¿De qué manera se alimenta usted espiritualmente, de modo que su predicación fluya de su interior y se derrame sobre los que lo oyen?
Pastor Black: Acostumbro a leer la Biblia entera dos o tres veces al año. Lo hago leyendo u oyendo las Escrituras. Por ejemplo, necesito unos 45 minutos para trasladarme al Capitolio, lo que me da la oportunidad de oír discos compactos de la Biblia. En estos días, estoy oyendo precisamente la Versión Internacional. La Biblia entera se puede oír en setenta horas. Mientras me traslado al Capitolio, o cuando viajo en avión, siempre tengo la Palabra a fin de oírla en un aparato portátil para discos compactos. Todo lo que hago es ponerlo en marcha, y ya tengo el mensaje. Si viviera cincuenta años más, no alcanzarían para predicar todo lo que he extraído de esta manera de este depósito divino; y así me nutro constantemente de la Palabra de Dios. Tengo todas las semanas material suficiente para cinco o seis sermones. Es una experiencia maravillosa. Estoy ansioso de vivirla todos los días; apenas puedo esperar a subirme al auto para poder disfrutarla. Cuando usted está expuesto a las Escrituras de esta manera, recibe mensajes preciosos. Entonces, cuando se levanta para predicar, el mensaje fluye naturalmente de usted.
Ministerio: Usted cita muchos pasajes de memoria en sus sermones; ¿cómo ha conseguido almacenar tantos textos en su mente y en su corazón?
Pastor Black: Tuve la bendición de estar expuesto a la Palabra desde mi infancia. Éramos pobres. No teníamos televisor, de modo que estábamos ocupados con alguna cosa de la Biblia o estábamos en la iglesia. Mamá me daba permiso para disfrutar de algunos placeres infantiles, con la condición de que mi hermano y yo aprendiéramos de memoria algunos versículos. Amo la Biblia. Aún hoy la oigo y la aprendo de memoria. De vez en cuando encuentro pasajes tan hermosos, que los escribo varias veces y entonces los repito hasta que me los aprendo de memoria.
Ministerio: ¿Qué lugar ocupa la oración en la preparación y la presentación del mensaje?
Pastor Black: No puedo predicar si no oro; no puedo estudiar si no oro. Tuve una experiencia dramática con el Señor hace unos quince años, que elevó mi vida espiritual. Me llevó a un lugar en el que siempre estoy consciente de la constante presencia de Dios. Desde entonces, hablo con él, y él es mi permanente compañero. Está aquí y habla conmigo. Esta experiencia ejerció una influencia transformadora en mi vida personal y en mi predicación. Cuando me despierto por la mañana, antes de hacer nada, caigo de rodillas y oro. Desde ese momento, no pasan muchos segundos en los que no esté consciente de la presencia bendita de mi Compañero celestial. Pablo nos aconseja orar sin cesar (1 Tes. 5:17). Cada mañana, cuando comienzo mis actividades en el Senado de los Estados Unidos, lo hago con oración. Oro cuando estoy orando; oro cuando estoy predicando. Y, al hacerlo, estoy recibiendo instrucciones divinas, dirección divina; estoy viviendo en la presencia de Dios. Para mí, eso es la oración. No es mucho lo que se hace, pero satura todo el ser.
Ministerio: Usted mencionó que ora mientras predica; ¿cómo siente que el Espíritu Santo lo instruye durante su predicación?
Pastor Black: Quiero estar siempre en íntimo contacto con Dios antes de levantarme para predicar. Para mí, esa experiencia es “la oración del fortalecimiento” y es parte de la preparación del sermón. Usted puede estudiar, investigar y meditar, pero necesita orar para recibir fuerza espiritual. Sin la presencia del Espíritu de Dios, usted no puede hacer nada. Pida la presencia del Espíritu, que va delante de usted, para que su mensaje cobre vida. Levántese y párese detrás del púlpito para que el Espíritu lo use como él quiera. Usted debe estar tan concentrado y tan en sintonía con el Señor, que cuando se levante para hablar esté verdaderamente listo. Es de suma importancia que el predicador no pretenda usar al Espíritu Santo. Necesitamos confiar en que el Espíritu tiene su modo de actuar. Tenemos que comprender que se manifiesta de diferentes maneras. Pero, aunque sople desde donde quiera, tenemos que aprender a manejar la vela. Tenemos que acondicionarnos para recibir su soplo. Algunos predicadores desperdician muchísima energía intentando ser el viento, en lugar de descubrir cuál es la dirección en que el Espíritu los quiere llevar para cooperar con él. El predicador es sólo una flauta por medio de la cual el Espíritu de Dios ejecuta su música y alcanza las vidas de la gente.
Ministerio: ¿Hasta qué punto deberían ser transparentes los predicadores cuando se refieren a su propia vida espiritual, incluso sus luchas y desafíos?
Pastor Black: Recomiendo que seamos juiciosos cuando nos referimos a nosotros mismos. Puede ser muy saludable compartir con los hermanos lo que Dios ha hecho para ayudarnos a enfrentar luchas y desafíos. Uno de mis pasajes bíblicos favoritos es 2 Corintios 1:3 y 4, donde Pablo dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquiera aflicción, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Me parece ver en este pasaje la posibilidad de que haya un lugar apropiado para una juiciosa referencia a uno mismo. Creo que el predicador debe ser muy cuidadoso al utilizar ilustraciones personales. No me gustan las que me presentan como héroe; pero, al mismo tiempo, me parece que las ilustraciones que se refieren a nuestra experiencia personal pueden ser muy valiosas. A veces me he referido a las luchas que tuve para librarme de las malas palabras durante mi juventud, cuando vivía en una ciudad del interior. Adquirí ese mal hábito, y tuve que luchar contra él. Cuando comparto esta lucha, los oyentes ven en mí a un ser humano; y oyen también que la gracia de Cristo nos puede librar de las cadenas que nos aprisionan. Ese tipo de exposición, que lleva a glorificar a Cristo y se refiere a lo que él es capaz de hacer, es lo que les recomiendo a los predicadores. Pero a los que tuvieron una experiencia como la del hijo pródigo, y estuvieron en un chiquero, les aconsejo que no hablen ni poco ni mucho de lo que les sucedió cuando estaban en tierras lejanas.
Ministerio: Supongamos que algunos pastores se están agotando espiritualmente; ¿qué les diría usted para animarlos?
Pastor Black: En primer lugar, yo les diría a estos compañeros que se expongan a la Palabra de Dios de la manera más directa posible. La Palabra nos saca de la “heladera”. No vivimos de pan solamente, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios. La Palabra del Señor levantó a Moisés una y otra vez. La Palabra del Señor sacó a Elias de la cueva donde estaba escondido pidiendo que se le quitara la vida. La Palabra aclara nuestras dudas. A mi modo de ver, la majestuosa visión de las Escrituras que usted puede lograr al leer u oír la Biblia varias veces por año es el mejor tónico que conozco. Sin duda producirá frutos. En segundo lugar, los pastores deberíamos disfrutar de la compañía de otros pastores. Tenemos muchas oportunidades para estar juntos. Eso también puede ser un tónico maravilloso. Finalmente, si usted todavía no tiene un amigo en quien confiar -preferentemente otro pastor-, con quien pueda ser transparente, alguien que ore con usted y por usted, le recomiendo que ahora mismo busque uno. La Biblia dice que uno perseguirá a mil, y dos a diez mil. Esta clase de relación nos da una energía que nos ayudará a subir cuando estemos en el valle, y estará con nosotros cando nos toque andar por los caminos áridos por los que inevitablemente tenemos que transitar.
Ministerio: ¿Qué consejo les daría a los predicadores que desean ejercer un ministerio profundamente espiritual, de modo que puedan predicar con poder?
Pastor Black: Me sentía frustrado antes, cuando les preguntaba a los pastores qué hacían para ser tan eficientes; me parecía que no me tomaban en serio. Hablaban de la importancia de dedicar tiempo para estar en comunión con Dios, y eso me resultaba muy vago y muy amenazante. Pero, a medida que mi vida ha transcurrido, me he ido dando cuenta de que estaban en lo cierto. Necesitamos dedicar tiempo para exponernos a la Palabra de Dios. Ahí nacen los sermones. Más aún: a medida que nos ponemos al alcance de la Palabra, nacemos de nuevo cada día.
Sobre el autor: Derek J. Morris es Pastor de la iglesia adventista de Calimesa, California, EEUU, y profesor adjunto de Homilética en la Southern Adventist University; y Barry Black es Pastor adventista y capellán del Senado de los EEUU.