El predicador y escritor estadounidense Alvin VanderGriend promueve el ministerio cristiano de la oración y ha escrito varios libros sobre este tema. Entre ellos, se encuentran Amar para orar: Cuarenta días de devoción para profundizar su vida de oración y El gozo de la oración: Cuarenta días de devoción para revitalizar su vida de oración, publicados en los Estados Unidos. Además, es miembro del Consejo Nacional de Oración de su país. En esta entrevista, concedida al pastor adventista Derek Morris, él habla de la importancia de la oración para el predicador y para los oyentes.

Ministerio: ¿Cuándo percibió por primera vez la importancia de la oración?

Pr. VanderGriend. Se me enseñó a orar desde mi niñez. Mis padres me animaban a que orara al levantarme por la mañana y al dormir por la noche. Ellos nos dirigían en oración antes de cada comida. Estoy profundamente agradecido por lo que aprendí sobre la oración en mi crianza cristiana, donde algunas bases importantes fueron cimentadas.

Pero había algunas cosas relevantes sobre la oración que no sabía. No sabía que la oración se basa en una relación, una relación de amor con Dios. No sabía que debía pedir bendiciones espirituales para recibirlas. No dimensionaba la diferencia que producía la oración intercesora.

A los diez años, sentado en el balcón de la iglesia, me convencí de que si llegaba a ser un predicador, enfatizaría la oración. Varios años después, al terminar la secundaria, participé en un concurso de retórica en un congreso de jóvenes de mi iglesia, y decidí hablar de la oración. Durante mi ministerio, quedé profundamente impresionado al leer Power Through Prayer [Poder por la oración], de E. M. Bounds. Él enfatizó que “en todo ministerio verdaderamente exitoso, la oración es una fuerza evidente y controladora”.[1]

Ministerio: Lamentablemente, pocos comprenden lo que significan la predicación, las vidas y las iglesias saturadas de oración. Tal vez sea por esto que Bounds afirma que “una escuela para enseñara los predicadores cómo orar -tal como Dios la valora la oración- sería más beneficiosa para la piedad, la adoración y la predicación verdaderas que todas las escuelas de teología”[2]

Pr. VanderGriend: Creo que nuestros seminarios no deberían dar por sentado que los pastores en formación entienden la oración o que son devotos a ella. Necesitamos colocar un fundamento para un ministerio saturado de oración, por medio de la enseñanza de las Escrituras. Me sorprendí al descubrir que el tema de la oración ocupa más del diez por ciento de la Biblia. Necesitamos reconocer el lugar que ocupa la oración en la Biblia y en la vida de los grandes héroes de la fe. Todos ellos también fueron héroes en la oración. Es importante reconocer que la oración no empieza con nosotros, sino con Dios; él es el originador. Él nos mueve hacia la oración. Él nos presenta las promesas que reclamamos al orar. Dios actúa en todas nuestras oraciones.

Ministerio: En sus escritos, usted ha recalcado que los primeros cristianos, particularmente los predicadores, eran devotos en la oración. ¿Qué lo lleva a esa conclusión?

Pr. VanderGriend: La oración era una prioridad en la iglesia cristiana primitiva. Las oraciones no eran cortas, superficiales o meros petitorios. Ellos realmente eran devotos en la oración, al igual que sus líderes. La palabra “devoto” significa ocuparse diligentemente en algo o persistir en aquello. Leemos, en Hechos 6:4, que los apóstoles delegaron otras tareas con tal de dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra. La primera vez que leí ese pasaje, me pregunté: ¿Dónde aprendieron los apóstoles esta devoción a la oración y al ministerio de la Palabra? La respuesta es obvia: ellos habían estado con Jesús. Lo aprendieron de lo que vieron y oyeron. Jesús pasaba noches enteras orando. Los momentos claves de su vida estaban permeado de oración. Sus palabras, sus milagros y su poder, todo provenía de la oración. Los primeros cristianos simplemente continuaron lo que habían visto y oído en la vida de Jesús. Estoy convencido de que el crecimiento sorprendente de la iglesia cristiana primitiva ocurrió gracias a sus vidas y a su predicación saturadas de oración. Bounds acertó cuando observó que “los verdaderos predicadores de Dios se han podido distinguir por una gran característica: oración. Para ellos, Dios es el centro de atracción, y la oración es el camino que los llevó a Dios”.[3]

Ministerio: ¿Qué ha aprendido sobre la importancia de la oración, especialmente en ¡a preparación y en la presentación de sermones bíblicos?

Pr. VanderGriend: La preparación más importante es la del predicador. Esta debe ocurrir en relación con Dios, y la oración es parte importante en esta relación de amor. Mediante la oración, invitamos al Espíritu Santo a que toque nuestras vidas y nuestros corazones, a que nos impresione con las verdades del pasaje. El sermón debe nacer de la oración y estar permeado de ella. El Espíritu Santo conoce las necesidades de mis oyentes, y me revelará las cosas que deben escuchar. Luego, cuando entreguemos el sermón, el Espíritu Santo responderá a nuestra invitación ferviente, y nos ungirá con poder y libertad. Bounds afirma: “La oración, en la vida, en el estudio y en el púlpito del predicador, debe ser una conspicua y envolvente fuerza, un ingrediente infaltable. El pasaje escogido y el sermón deben provenir de la oración. El estudio debe estar impregnado de oración; todos sus detalles, impregnados en oración; todo su espíritu, el espíritu de la oración”.[4]

Ministerio: ¿Esto es poderoso! ¿Y en cuanto a los oyentes? ¿Cuál es el papel de la congregación en una predicación saturada de oración?

Pr. VanderGriend: Cuando percibí la importancia de la oración en la preparación y la exposición de sermones bíblicos poderosos, animé a los oyentes a que orasen por mí. Concuerdo con Bounds en que “es una necesidad absoluta que se ore por el predicador”.[5] En su libro Prayer: The Mightiest Force in the World [Oración: La fuerza más grande del mundo], Frank Laubach escribe lo siguiente: “En casi todas las congregaciones en que pedimos que los oyentes orasen, sentimos una extraña, fuerte y agradable fuerza de todos. Siempre que una congregación ora unánime y con fervor, sentimos que nos elevan brazos poderosos invisibles; nuestro corazón arde, lagrimas fluyen, y las ideas son nuevas y más claras que cualquier exposición escrita. Verdades comunes se tornan incandescentes, y queman como fuego”.[6] Continúa escribiendo: “Cada vez más pastores, en todo el mundo, testifican que su predicación ha sido transformada al pedirle a la gente que ore por ellos”.[7] Esta declaración confirmó mi propia experiencia de que una congregación saturada de oración marca una enorme diferencia cuando predico. Cuando la congregación ora, algo maravilloso les ocurre a ellos también. Sus corazones son colocados bajo la autoridad de la Palabra. Son transformados, de oyentes inmóviles a cristianos generosos y activos. También ejercen impacto en las personas que los rodean. Muchas cosas buenas ocurren cuando la gente se dedica a oran durante el sermón.

Ministerio: Entonces un predicador comprometido con la predicación saturada de oración ¿debiera educar a su congregación en este sentido?

Pr. VanderGriend: Por supuesto. Hay una iglesia, en California, que invita a veinte personas a orar durante el culto de adoración. Es una manera de entrenar a los miembros. Nos gustaría que todos los oyentes fueran devotos en la oración, y la selección de veinte de ellos por semana permite que la congregación sea educada sobre la importancia de saturar el culto con la oración.

Ministerio: Al evaluar su ministerio, como pastor local y en el ministerio de la oración, ¿qué confirma, en su experiencia, la importancia de la oración?

Pr. VanderGriend: Hubo un tiempo, en mi ministerio, en que trabajaba solo. El Espíritu Santo me dirigió a cuatro colegas, con los cuales orábamos una o dos horas semanalmente. En la medida en que orábamos, vi una mejora sustancial en mi ministerio, incluida la predicación. Al dedicarme al ministerio de la oración intercesora, visitaba iglesias que eran poderosas en la oración. Cada una de ellas era fundamentalmente saludable, ejercía un impacto en su comunidad y crecía por medio del evangelismo. Un pastor me dio su testimonio: “Cuando trabajamos, nosotros trabajamos; cuando oramos, es Dios quien trabaja”. Cuando era pastor en Chicago, orábamos fervientemente para que Dios nos mostrara cómo impactar nuestra comunidad. Aún puedo recordar que el equipo de oración se arrodillaba en un círculo en la sala de uno de sus miembros. El equipo dedicaba la mitad del tiempo de reunión a la oración y el resto a planificar cómo llegar a la comunidad. De esta iniciativa surgió el ministerio infantil. Cada semana, niños de la comunidad venían a la iglesia para escuchar historias de la Biblia. Entonces, ofrecimos estudios bíblicos a las madres que los llevaban. Esas madres invitaron a otras, y muchas personas aceptaron a Cristo.

Ministerio: ¿Qué ha hecho para incentivar a otros pastores a practicar este sistema?

Pr. VanderGriend: Organizamos un equipo de líderes de oración. En la primera reunión oramos por algunas horas y luego trabajamos. En la segunda reunión oramos toda la mañana y luego trabajamos. En la tercera reunión oramos todo el día y trabajamos al día siguiente. También formamos grupos de oración en las casas y en las iglesias. Esos grupos oran mayormente en favor de familiares, de amigos o de vecinos que enfrentan dificultades o que aún no aceptan a Cristo. Continuamos enfatizando la iniciativa de “Cuarenta días de oración”, que ayuda a la iglesia a mejorar su vida devocional por medio de la predicación, de grupos pequeños y de oración intercesora.

Ministerio: Entiendo que también está involucrado en la formación de la red confesional de líderes de oración.

Pr. VanderGriend: Esto empezó en 1989, con unos quince líderes confesionales de oración. En cierto punto, tabulamos las iglesias apoyadas por estos líderes y descubrimos, para nuestro asombro, que representábamos unas ciento cuarenta mil iglesias. Este grupo se ha reunido al menos de forma anual para orar y animarse unos a otros. Hemos descubierto que, cada vez que nos reunimos, nos fortalecemos en nuestros esfuerzos como líderes de oración, para ayudar a nuestras congregaciones a crecer en la experiencia de la oración, hasta que se conviertan en casas de oración.

Ministerio: ¿Podemos esperaron reavivamiento en la oración en los días venideros?

Pr. VanderGriend: Cierta vez, Peter Wagner aclaró que el movimiento de la oración estaba fuera de control. Con eso quiso decir que este movimiento está fuera de nuestro control y bajo el control del Espíritu Santo. Ha habido obstáculos y mucha resistencia, pero aún existe un interés creciente en la oración. Creo que la oración es la clave para el reavivamiento de la iglesia, su ministerio y su misión.

Ministerio: ¿Qué exhortación le gustaría hacera cada lector?

Pr. VanderGriend: Debemos comenzar con nosotros mismos. Pídele al Espíritu Santo que te dé una disconformidad santa con el statu quo que procura un cristianismo común. Pide hambre espiritual que anhele la presencia de Dios, su irrupción en tu vida. Debemos ser pobres en espíritu, mendigos ante el Señor. Si empezamos ahí, el Señor está ansioso de responder esa oración. Además, debemos integrarnos a una comunidad de oración. La oración vital y poderosa se da en el contexto de una comunidad de creyentes. Jesús, en Mateo 18, incentivó la oración corporativa y nos dejó algunas promesas al respecto. En el libro de Hechos, hay al menos 33 referencias a la oración, de las cuales 26 aluden a la oración corporativa. La Palabra de Dios retrata una iglesia devota y persistente en la oración, ocupada diligentemente en ella. Esto es lo que Jesús enseñó. Es lo que la iglesia del Nuevo Testamento modeló. Es lo que Dios todavía espera de nosotros hoy.

Sobre el autor: Pastor y escritor estadounidense.


Referencias

[1] E. M. Bounds, Power Through Prayer (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1972), p. 18.

[2] Ibíd., p 25.

[3] Ibíd., p. 41.

[4] Ibid., pp. 32, 40, 41.

[5] Ibíd., p. 109.

[6] Frank C. Laubach, Prayer: The Mightiest Force in the World (New York: Flemming H. Revell, 1976), pp. 33, 34.

[7] Ibíd, p. 34.