Consejos para presentar el mensaje bíblico con elocuencia y poder.

    Mi esposa y yo estábamos ansiosos por la perspectiva de ser padres por primera vez. Ella se inscribió en un curso para parto natural y yo estaba feliz de poder participar de las clases con ella. Mi deseo era ser un padre excelente. En la última consulta antes del parto, el obstetra me hizo una pregunta sorprendente: “Derek, ¿a ti te gustaría auxiliar en el parto y después entregarle el bebé a tu esposa?” Ingenuo, sin reflexionar sobre lo que significaba aquella decisión, respondí: “¡Claro!” La verdad es que yo nunca había entregado nada en mi vida, ni diarios… ¡mucho menos un bebé! Yo debería haber quedado preocupado cuando el médico me dio un pequeño libro sobre emergencias y procedimientos durante el parto, pero el material no me pareció tan complicado; por lo menos, no lo era en el papel.

    Finalmente llegó el día en que mi esposa entró en trabajo de parto. Intenté recordar lo que había aprendido: Primer nivel del proceso. Segundo nivel… Entonces, el médico entró en la sala y dijo: “¡Es hora de que nos preparemos!” Seguí al especialista e hice todo lo que él hacía. Me lavé súper bien las manos y los brazos, me coloqué la ropa y el gorro para la sala de cirugía y regresamos a la sala de partos. A esa altura, mi esposa estaba pronta para dar a luz a nuestro primogénito. El obstetra giró hacia mí y me dijo: “¡Mantenga firme la cabeza del bebé!”

    En aquel momento, yo ya estaba sudando frío. Cautelosamente, puse mis manos alrededor de la corona de la cabeza de nuestro hijo. Yo estaba temblando y aterrorizado. Sin ninguna señal de preocupación, el médico repitió: “Ya le dije: ¡Mantenga firme la cabeza!” Asustado, pensé: “¿Qué es lo que estoy haciendo aquí?”

    En pocos minutos más, la cabeza del bebé estaba entre mis temblorosas manos. Entonces, el especialista me dijo: “Ayude a soltar el hombro del bebé”. Si yo hubiera leído el libro con más atención, habría sabido que después de ese movimiento el niño saldría rápidamente hacia afuera. Sin embargo, en mi ignorancia, ayudé a liberar el hombro del bebé sin considerar sus consecuencias. En ese momento, el médico le dijo a mi esposa: “¡Empuje!” Y antes que tuviera chance ni siquiera de respirar hondo, nuestro bebé vino escurriéndose entre mis manos abiertas. Felizmente, mi esposa estaba acostada sobre una mesa de parto, sino fuese así, nuestro primer hijo ¡podría haber ido a parar al suelo!

    Esa experiencia traumática tuvo dos consecuencias: mi esposa no permitió que la ayudara en el nacimiento de nuestro segundo hijo, y ¡yo aprendí la importancia de ser eficiente en la ejecución de un parto!

    La pregunta que te estás haciendo seguramente es: ¿Qué tiene que ver esta historia con la predicación? Simplemente, eso: tú puedes haber preparado un sermón poderoso, cuidadosamente pensado y elaborado con mucha oración; pero si en la presentación es débil o pobre, ¡el mensaje podrá ser un desastre!

Elementos eficaces

    Una investigación realizada por Albert Mehrabian señaló que las palabras comunican apenas el 7 % de lo que queremos decir; nuestra manera de hablar, el 38 % y el 55 % restante, queda por cuenta de la comunicación no verbal.[1] Para maximizar el impacto de la comunicación, las palabras, la interpretación oral y el lenguaje corporal deben estar en armonía. Si no lo están, las personas ignorarán las palabras y se quedarán con la interpretación oral y con la expresión corporal.

    ¿Cuál debe ser el punto central para los predicadores que desean presentar sermones de manera eficaz? No usar todo el tiempo elaborando las palabras. Estas son -obviamente- importantes, pero si no hay un contenido bíblico sólido con una aplicación relevante, el sermón fracasará. También es necesario considerar atentamente la manera en que vamos a presentar el mensaje, tanto la interpretación oral como la comunicación no verbal.

Interpretación oral

    Hay cuatro elementos básicos en la interpretación oral: la modulación/entonación de la voz, el volumen, la velocidad del habla y las pausas.

Modulación / entonación

    ¿Has escuchado a alguien que cante solamente en una nota? ¡Eso sería monótono hasta el aburrimiento total! La modulación/ entonación de la voz capta la atención y despierta el interés del oyente por el mensaje. Tomemos, por ejemplo, una única sentencia, como puede ser: “El Señor es mi pastor”, ahora repítela varias veces usando diferentes entonaciones para esas mismas palabras. Vas a observar cómo el significado de la frase se altera. El tono que das a las palabras no solo despierta el interés del público que escucha, sino también ayuda a comunicar el mensaje. Observa a los narradores de historias exitosos, y verás que el uso que hacen de la modulación de la voz comunica de manera más eficaz el contenido del mensaje que desean transmitir.

Volumen

    ¿Qué es más eficiente, una voz calma y baja o alta? Depende. Si estás anunciando: “Levante la trompeta y tóquela bien alto”, sería incompatible que dijeras esas palabras como un susurro. El volumen de la voz debe ser ajustado de acuerdo con las diferentes partes del mensaje. Una vez más, la palabra clave para este aspecto que se debe recordar es: variedad. A veces, un susurro es más eficaz que un grito. En otras ocasiones, es preciso proyectar las palabras como un alerta urgente para una multitud ruidosa.

Velocidad del habla

    Normalmente, escuchamos y decimos cerca de 150 a 160 palabras por minuto.[2] Algunos hablan más rápidamente, dejando poco tiempo para que quien está escuchando pueda procesar lo que se está diciendo. Otros hablan tan lento, que las personas se duermen antes de terminar de escuchar la sentencia. Sea cual fuere la velocidad normal de tu habla, si no hay variación (en este aspecto también), vas a conseguir que el público se duerma. Imagino que has tomado un ómnibus, un tren o un subterráneo de mañana. ¿Notaste cuántos pasajeros están durmiendo? La velocidad constante provoca somnolencia. Lo mismo sucede con la velocidad del habla. Necesita variar; a veces, más rápida, en otros momentos, más lenta, de acuerdo con las partes del mensaje.

Pausas

    El uso intencional del silencio es fundamental para la eficacia de la interpretación/exposición oral del mensaje. ¿Cuándo, particularmente, sería útil hacer una pausa? Permítete algunos segundos de silencio intencional después de haber hecho una pregunta. Pausa el discurso cuando quieras que tus oyentes reflexionen sobre algo que acabas de enfatizar. Algunas pausas son breves, otras serán más largas, dependiendo del tiempo necesario para la reflexión. Así como sucede con otros aspectos de la interpretación oral, la palabra clave que debes recordar es VARIACIÓN.

Comunicación no verbal

    La interpretación/exposición oral es muy importante, pero más allá del 7% comunicado por las palabras, recuerda que el 38% depende de nuestra manera de decir esas palabras. Por eso, es esencial considerar la comunicación no verbal. ¿De qué aspectos relacionados con este tipo de comunicación necesitamos acordarnos, para presentar un sermón eficaz y poderoso?

Contacto visual

    Conéctate con tu audiencia por medio del contacto visual intencional. No quedes mirando al grupo como si estuvieras buscando a un niño perdido, ni tampoco fijes tu mirada en una sola persona hasta que comience a retorcerse en su asiento. Mira a las personas solamente el tiempo suficiente como para establecer una conexión. La predicación sin esbozo tiene la ventaja de proporcionar contacto visual más eficiente. Si estamos leyendo, ese contacto con el público se ve perjudicado. Al hablar ante un público mayor, elige “personas clave” en varias partes del auditorio, así no vas a dejar de mirar hacia ningún sector. El contacto visual eficaz comunica el mensaje a cada oyente, mostrando que es especial para el orador.

Expresiones faciales

    Las personas naturalmente miran hacia tu rostro cuando estás hablando en público. Si tú mantienes una expresión facial “congelada”, la comunicación no verbal se revelará ineficaz. Concéntrate para que tus expresiones faciales sean coherentes con el contenido de tus palabras. Cuando dices: “Jesús te ama”, debe haber una expresión diferente en tu rostro que cuando tú dices: “El precio del pecado es la muerte”. Sé natural, armónico y recuerda la palabra clave en todos los aspectos: variedad.

Gesticulación

    Los gestos son de vital importancia en la presentación del mensaje. Algunos predicadores tienen un repertorio de gestos apropiados, pero muchos usan gestos sin ningún tipo de reflexión, sin pensar en el impacto que estos pueden causar (y causan) en quienes los están escuchando. ¿Conoces a algún predicador que siempre señala con el dedo a las personas o que golpea el púlpito con el puño cerrado? Esos gestos pueden ser eficaces al describir una actitud de enojo o desafiante; pero usados con demasiada frecuencia pierden su propósito.

    La reacción al sermón es una herramienta muy útil para evaluar la eficiencia de la gesticulación. En cierta ocasión, pedí a los miembros que levantaran la mano, imaginando que estaban tomando la mano de Jesús. Entonces, levanté la mano para ilustrar esa conexión. Después del primer turno de ese culto, mi hijo vino con una valiosa observación: “Papá, cuando levantaste la mano, la palma estaba de frente para el público… ¡y pareció que estabas empujando a Jesús! La próxima vez, gira tu mano para tu lado”. ¡Excelente sugerencia! En el segundo culto hice el ajuste sugerido y la respuesta fue mucho mejor. Por lo tanto, debes estar atento a los comentarios sobre tu comunicación no verbal.

    Observa este simple diagrama que ilustra la posición de los gestos, involucrando un plano horizontal y uno vertical.

    Un gesto localizado en el centro del plano horizontal es directo y personal. Si estás haciendo un llamado, por ejemplo: “Jesús te está invitando a ti para que lo sigas…”, tu mano debe estar extendida hacia adelante. Gestos en diversas direcciones son indirectos y generalizados. Otro ejemplo. Supón que dices: “Hay problemas en todo el mundo”, y señalas directamente a quienes están sentados delante de ti; eso es muy directo. Mueve tus brazos y tus manos para ambos lados, eso hará que tu comentario sea más indirecto y general.

    Por su parte, los gestos posicionados en el plano vertical pueden ser divididos en tres segmentos: tercio superior, tercio medio y tercio inferior. ¿Qué tipo de gesto debe ser usado para enfatizar ideas elevadas (el tercio superior), tales como: Dios, cielo, salvación, santidad? Por ejemplo, cuando dices: “Dios está pensando en ti exactamente en este momento”, puedes comenzar mirando hacia arriba y levantando tu mano, indicando hacia el cielo. Sin embargo, al referirse a la vida cotidiana (tercio medio), el gesto debe acompañar el comentario; por ejemplo: “Jesús te está invitando a ti para que lo sigas”. En ese caso, tu mano debería estar bien delante de ti, a la altura de tu cintura. También hay gestos relacionados con ideas fundamentales (tercio inferior) tales como: la muerte, el pecado, el fracaso, Satanás. Cuando dices: “Jesús quiere salvarlo, pero Satanás quiere destruirlo”, tu gesto debe moverse del plano superior al inferior.

    Elaborar una cartilla o un manual de gestos demanda tiempo y determinación. Sin embargo, eso aumentará grandemente el impacto sobre tus oyentes, y rápidamente lo van a percibir. La presentación eficaz del mensaje bíblico jamás debe llamar la atención hacia el predicador, sino potenciar el impacto que aquel cause en el corazón de los oyentes.

Recursos visuales

    Pueden ser útiles para reforzar el contenido. Ayudas como el uso de PowerPoint, videos, carteles y objetos deben ser visibles y apropiados. Sin embargo, la Biblia es el recurso más importante en manos de un predicador consagrado. Puede parecer algo tecnológico leer los pasajes en un teléfono celular o en una tableta, pero en esos casos, el símbolo se pierde. Esos aparatos nos ayudan a enviar y a leer nuestros mensajes electrónicos, la cuenta bancaria, y hasta a hacer compras por Internet. Sin embargo, necesitamos incentivar a los miembros a que lleven la Biblia con ellos cuando van a adorar al Señor. Al final de cuentas, ella es la convincente Palabra de un Dios que habló y que continúa hablando a sus criaturas.

Juntando las piezas

    Si toda esta información te está confundiendo, toma todos esos datos y colócalos en orden de prioridad, con la intención de maximizar su eficacia en tu predicación. Comienza con un elemento. Trabaja uno de los aspectos de la interpretación oral: la modulación de la voz, el volumen, la velocidad de tu habla o el uso de las pausas. También puedes optar por trabajar uno de los puntos señalados de la comunicación no verbal: el contacto visual con tu público, la expresión facial, la gesticulación, o puedes preferir perfeccionar el uso de los recursos visuales. A lo largo del tiempo, pasarás de una implementación extraña a una integración natural. Aprende con aquellos que dominan el arte de la predicación y la exposición del mensaje bíblico. Observa videos de tus propias predicaciones, somételos a la apreciación y la crítica de compañeros de ministerio y miembros de tu congregación. Aprender a predicar eficazmente demanda tiempo y energía, pero los resultados van a valer el esfuerzo.[3]

Sobre el autor: Doctor en Ministerio, es director de Hope Channel, en Silver Spring, Maryland, Estados Unidos.


Referencias

[1] Albert Mehrabian, Silent Messages (Belmont, California: Wadsworth Publ. Company, 1971), p. 43.

[2] “Words per Minute”, <https://goo.gl/s5zVT7>.

[3] Haddon Robinson y Craig Brian Larson, (eds.), The Art and Craft of Biblical Preaching (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 2005), pp. 589-618.