“El predicador no fue llamado por Dios para entretener a la personas ni ser humorista”.

En su libro Pregando no Espirito [Predicación en el Espíritu], Dennis E Kinlaw cuenta que, en una de las iglesias que pastoreó, cierta señora mantenía el hábito de vigilarlo casi ininterrumpidamente. A veces, llegaba a su casa antes de las siete de la mañana, sencillamente para comprobar si el pastor estaba comenzando el día como debía. (Son todo, precavida en contra de alguna reacción desfavorable, tenía el cuidado de llevar una cesta de frutas para su anfitrión. Como si eso no bastara, después de la presentación de sus sermones, Kinlaw todavía necesitaba reunir gran dosis de paciencia a fin de escuchar las observaciones acerca del empleo de la gramática, la gesticulación y otros detalles.

Cierto día, mientras conversaba sobre otro predicador, aquella señora hizo el siguiente comentario: “Su predicación parece arvejas secas que caen sobre un techo de zinc” Aunque estaba seguro de que la crítica no estaba dirigida hacia él, Kinlaw dice haber admitido la frase como incentivo para buscar la excelencia en la predicación. En realidad, todo predicador debe tener en mente el hecho de que “en el púlpito, deberá hacer mucho de su mejor trabajo para el tiempo presente y para la eternidad”, según las palabras de Andrew Blackwood. Infeliz el predicador cuyo mensaje suena tan desprovisto de sentido como el sonido de “arvejas secas cayendo sobre un techo de zinc”.

Dado que es portavoz de Dios, el predicador es un mensajero de esperanza, heraldo de salvación; no un propagandista de condenación. Y su divino mandato es llevar la alegría del Señor a los abatidos y los desengañados; guiar a los hombres y las mujeres agobiados o rebeldes, exultantes o deprimidos, fervientes o indiferentes hacia el “escondedero del Altísimo”. “Cuando un hombre toma la espada de la Palabra de Dios en su mano, empuñándola, limpia el camino para su pueblo; entonces esta Palabra debe brillar con un nuevo fulgor. Solamente un sermón basado en la Palabra de Dios puede ser poderoso al punto de derribar fortalezas”, afirma Roy Allan Anderson. En otras palabras, si el predicador espera que su mensaje saque a los pecadores de la llama del pecado y los conduzca a la presencia de Dios, fortalezca la fe y la seguridad de la salvación entre sus oyentes, necesita fundamentarlo en la Palabra.

Entre los muchos predicadores empeñados en mantener ese elevado patrón, está el Pr. Charles D. Brooks. Ha predicado la Palabra por más de medio siglo. Como resultado de su predicación del evangelio, miles han aceptado a Cristo como su Salvador personal. Durante 23 años fue director y orador del programa de televisión Breath of Life [Aliento de Vida].

Ministerio: Por más de cincuenta años usted ha predicado la Palabra de Dios con santa osadía. Como Timoteo, ha hecho la “obra de evangelista” (2 Tim. 4:2, 5). Por medio de su ministerio, Dios ha tocado miles de vidas. ¿Cuándo oyó usted por primera vez el llamado a predicar?

Charles D. Brooks: No tenía la menor intención de ser predicador. Acababa de ser aceptado en un programa para empezar a estudiar odontología, y dos semanas antes de que comenzaran las clases el Señor habló conmigo. Estaba solo en la carpa del evangelista Earl Cleveland, y el Señor impresionó mi mente en forma inconfundible: “Esto es lo que quiero que hagas, y te voy a ayudar para que presentes la verdad con claridad* Hablé con mi madre al respecto, y ella me dijo: “Hijo, cuando naciste te dediqué al Señor; ahora él le está llamando”. Y nunca más miré hacia atrás.

Ministerio: La gran mayoría de las personas que escuchan sus sermones tiene la impresión de que jamás escucharon a alguien predicar con tanta osadía y valentía. ¡Es como si oyeran a alguien que tiene un fuego ardiente en sus huesos! ¿Es la evangelización un don especial, o a cada ministro se lo llama para que predique sermones evangelizadores?

Charles D. Brooks: Yo creo que los “evangelistas” reciben un don especial. Esto no es algo que yo haya elegido. Pero también creo que todos aquellos que han sido llamados a predicar, lo han sido para que prediquen la pura Palabra de Dios.

Ministerio: He notado que algunos predicadores jóvenes no creen mucho en la predicación evangelizadora; se les ha transmitido que los días de la evangelización pública ya pasaron. Están convencidos de que la gente no va a concurrir a una reunión pública para oír a alguien que predica. ¿Cómo respondería usted a este escepticismo?

Charles D. Brooks: La idea de que esto no funciona no proviene de Dios. Los mejores días de la evangelización están delante de nosotros. Veremos a miles que se bautizarán en un día; y ya está sucediendo. Estaba dirigiendo unas reuniones en Chicago y se asignó a unos quince predicadores con el propósito de que trabajaran conmigo. Algunos no creían mucho en la predicación. Pero esos jóvenes predicadores trabajaron con nosotros, y más de doscientas personas entregaron sus vidas a Cristo y se bautizaron. Esos jóvenes descubrieron allí una pasión por la predicación evangelística.

Ministerio: He notado que usted desafía a sus oyentes a que piensen. Este es un extracto de uno de sus sermones acerca de la salvación: “Nuestro tema, esta noche, se refiere a un asunto tan vital, que no sé cómo impresionar la mente de ustedes con su importancia. Amigos, por favor, hagan esto por su propio bien. Cuando entraron, se les dio una hoja de papel en blanco. Queremos que usen ese papel para anotar los versículos que les vamos a mencionar, y para tomar todas las notas que deseen. Noche tras noche van a oír cosas, si siguen asistiendo, que posiblemente nunca hayan oído antes, y querrán verificar que lo que estamos diciendo es la verdad. ¿Saben? Una de las razones por las cuales hay tanta confusión en la iglesia cristiana de la actualidad es porque hay gente que se sienta y acepta a ojos cerrados todo lo que el predicador dice. Ustedes no me conocen. Así que anoten, y verifiquen si lo que yo digo esta allí. Y si no está, no tienen por qué creerlo”.[1] Esta es una manera muy original de abordar el asunto. Desafía a sus oyentes para que piensen con usted. ¿Aprendió este método de otros evangelistas o desarrolló este estilo a partir de su experiencia personal?

Charles D. Brooks: Para ser honesto con usted, no creo que haya dedicado cinco minutos a pensar en el estilo; esta es la manera en que trabaja mi mente. Se me enseñó que, puesto que la verdad es ofensiva para los incrédulos, debemos ser sabios en cuanto a su presentación. A menudo ofrezco propuestas que requieren una demostración bíblica. Creo que hay poder en la Palabra.

Una madre en Columbus, Ohio, lomó uno de mis volantes y comenzó a leer los temas que anunciaba. Llamó a su hija y le propuso. “¡Vayamos a ver qué dice este loco!” Asistieron a la reunión, y mientras yo predicaba vi que una cantidad de gente se ponía de pie. Mientras ellos se levantaban, pensé: “Señor: ¿ofendí yo a esta gente? ¿Se están yendo?” Pero, en lugar de irse, comenzaron a acercarse hacia el frente. Cuando estuvieron cerca, vi que era esa madre, sus hijas y los hijos de sus hijas.

Yo no había hecho ningún llamado. ¡Este es el poder de la Palabra de Dios!

Ministerio: La predicación evangelística implica urgir a la gente para que tome decisiones que le cambiarán la inda. ¿Qué consejo daría usted a los predicadores acerca de los llamados, como parte de este tipo de predicación?

Charles D. Brooks: Algunos predicadores me han confiado que se ponen tan nerviosos cuando tienen que llamar a la gente para que responda a la Palabra de Dios, que en realidad están hechos pedazos. Les quiero advertir: cuando ustedes creen que son responsables de las reacciones de la gente, están asumiendo una responsabilidad que no les corresponde.

Nuestra responsabilidad como predicadores es dar a nuestros oyentes la oportunidad de responder; lo que suceda en el corazón de la gente es asunto entre ellos y Dios. Si usted extiende una invitación para que acepten a Cristo y nadie lo hace, no se sienta mal. ¡A lo mejor, todos ya están salvados! No tengan miedo de extender una invitación.

Ministerio: ¿Podría damos un ejemplo de invitación para que la gente acepte a Cristo como su Salvador?

Charles D. Brooks: Diría algo así: “Jesús fue a preparar un lugar para usted en la Ciudad Celestial. Y un día vendrá para llevarlo consigo. Las puertas de esa ciudad se van a abrir de par en par. Los santos entrarán marchando. Señoras y señores: ¿quiénes serán todos estos? Son pecadores indignos, pero que han sido redimidos por la sangre del Cordero. Vamos rumbo a la gloria, para estar con Jesús. Eso es lo que tenemos delante de nosotros y que ya es nuestro por la fe, porque Cristo abrió el camino. Quiero ser salvo. Quiero ir a ese lugar en que florece el árbol de la vida; donde hay reposo para el cansado.

“En algún lugar de los campos del Señor, el pueblo de Dios se va a reunir. Quiero verlo a usted allí; y quiero que usted me vea, también. ¡Quiero saludarlo en el Reino! Mejor todavía: Jesús lo quiere ver allí. Él murió para que usted estuviera allí. Derramó su sangre preciosa para que usted pudiera ser salvo, para lavar sus pecados y para que tuviera poder a fin de vivir para él.

“Mi pregunta esta noche es: ¿Cuántos de ustedes desean aceptar lo que Jesús ha hecho y quieren ser salvos en su Reino? Si así lo deciden, les pido que se pongan de pie ahora mismo para orar”.

Otro ejemplo: “Es el momento de la decisión; es el momento de la entrega total. Es el momento de permitir que Cristo elimine esos malos deseos y que haga de usted algo nuevo. Si quiere que ahora mismo algunas cosas desaparezcan y que su vida se convierta, de manera que ni siquiera las eche de menos; si quiere ponerse de pie a los pies de la cruz esta mañana, con la decisión de entregarle plenamente su vida a Jesús, le pido que lo haga ahora mismo para hablar con el Señor”.

Ministerio: Sus ejemplos me recuerdan una invitación presentada al final de un sermón de Bill Graham titulado “Conversión”. Lo terminó con estas palabras: “Les digo que cuando vengan a Cristo -no importa cuándo, ni dónde ni cómo-, lo tendrán que hacer con arrepentimiento y fe, confiando solo en él, en su muerte y su resurrección para su salvación. Si no han venido; si no se han encontrado con Jesús allí, les pido que esta noche vengan. Puede ser que usted sea miembro de la iglesia, miembro del coro; puede ser ujier aquí. Pero no está seguro de haberse encontrado con Jesús ni de su conversión. Necesita estar seguro de eso y tiene que hacerlo ahora mismo. Le pido que se levante de su asiento y venga aquí diciendo: ‘Esta noche recibo a mi Maestro. Me arrepiento. Le entrego mi vida a Cristo’“.[2]

Charles D. Brooks: Este es un buen ejemplo de una invitación directa. Cuando usted escucha sermones evangélicos, aprende que hay muchas maneras de extender invitaciones. Billy Graham acostumbraba a decir: “Yo estoy de pie aquí. Usted, venga”. El objetivo es mucho más que lograr una mera reacción emocional. Yo le digo a la gente: “Quiero que piensen. Prefiero que piensen a que griten y se pongan nerviosos”.

Ministerio: He observado que, cuando usted invita a la gente, no lee lo que podría tener anotado en una hoja de papel. Sus palabras, la entonación de su voz y su expresión corporal dan a entender que usted está realmente interesado en sus oyentes.

Charles D. Brooks: ¡Eso es importante! La gente siente que usted es sincero. Recuerdo la primera vez que dirigí una larga serie de reuniones de evangelización. Lo hacía por medio de un traductor; eso fue en Egipto. Una noche, recibí una nota en árabe y le pedí al intérprete que la tradujera. Decía: “Querido pastor: ¡Lo oímos a él, pero lo miramos a usted! Y podemos entender, por su mirada, que usted cree lo que está diciendo” Nunca lo he olvidado. No predico nada en lo que no crea. No predico con referencia a nada si no lo puedo hacer con convicción. La gente lo puede ver; lo puede sentir. Saben si todo lo que usted hace es cumplir con su trabajo. Quiero que la gente sienta que estoy bajo el control del Espíritu Santo, y que ellos también lo están. Y, si responden, no soy yo quien lo logra; es él.

Ministerio: Usted asegura que es de vital importancia que crea lo que está predicando. Sus oyentes pueden decir si usted es genuino o no. ¿Habría otro consejo que podría dar a un predicador que ha sentido el llamado de Dios a comunicar el mensaje a los perdidos?

Charles D. Brooks: Existe el peligro de querer presentarse como alguien muy erudito. Pero la Biblia registra que Jesús le hablaba a la gente sencilla y esta lo oía alegremente. Lean todo lo que quieran; llenen la cabeza de conocimientos. Pero, cuando prediquen, sean sencillos, honestos, directos: la gente aceptará mejor el mensaje. Se sentirán más cómodos con usted. No trate de impresionar a sus oyentes. Interésese en ellos y ámelos.

Cuando se predica, un contacto visual real es sumamente importante. Me gusta mirar a la gente y observar cómo les afecta lo que digo. Y recuerde siempre que usted es solo un mensajero. Nada del yo debe aparecer nunca. La gente no debe ser ganada para usted.

Ministerio: ¿Qué palabras de ánimo quisiera dirigir a los predicadores que creen que han sido llamados a predicar con el fin de evangelizar?

Charles D. Brooks: Cuando usted predica con una finalidad evangelizadora, está haciendo lo que Dios lo llamó a hacer. Él no lo llamó para que entretuviera a la gente; tampoco lo llamó para que contara chistes. Lo llamó para que predicara la Palabra. Así que asegúrese de que la conoce bien usted mismo. Y cuando predique la Palabra, ¡con toda seguridad tendrá efecto!


Referencias

[1] De una grabación del sermón “Reclamado y guardado” de Charles D. Brooks, de la serie Aliento de Vida.

[2] Billy Graham, en la cruzada de evangelización de Charlotte, Carolina del Norte, en 1958.