“Es saludable que el pastor asuma su propia humanidad, lo que es el primer paso para aliviar los dolores del alma. Todo eso debe ser realizado a la luz de su relación con Dios”.
Con solo unos meses de vida, ella fue desde la Argentina al Brasil, donde sus padres fueron misioneros en el Amazonas; tarea que desempeñaron también en el Uruguay. De regreso en la Argentina, Nancy Hein cursó sus estudios secundarios en el Instituto Adventista de Balcarce, y Psicología en la Universidad Adventista del Plata. Actualmente, desarrolla estudios de posgrado en Psicoterapia Cognitiva Individual y Grupal, en la Universidad Maimónides.
Casada con el médico Martín Gómez, especialista en Ortopedia y Traumatología, reside en Buenos Aires, donde trabaja como psicóloga clínica; es profesora y directora de Evaluación y Calidad Universitaria en la UAP, y también presta servicios en la Asociación Bonaerense, en el área de Psicología Organizacional. En esta entrevista, ella habla acerca de ese trabajo, de los desafíos emocionales enfrentados por los pastores y de cómo pueden superarlos.
Ministerio: Nacida en una familia pastoral, ¿cómo veía, durante los años de infancia y adolescencia, al pastor y su trabajo?
Nancy: Mis padres nos dieron la mayor herencia a la que podríamos aspirar; nos enseñaron con hechos lo que es importante en la vida: el tiempo con Dios, con la familia, con los amigos; el tiempo para el servicio a la humanidad; y el tiempo para realizarnos como personas únicas, con nuestras propias aspiraciones. Algunos podrían ver la vida de los hijos de los pastores como inestable y traumática, en especial por los frecuentes cambios de una ciudad a otra, y por los horarios irregulares de las actividades del pastor. Sin embargo, hay otra óptica para encarar esta misma realidad, y es la que nuestros padres experimentaron junto con nosotros. Ellos nos enseñaron que superar las pequeñas frustraciones o amarguras forma parte del desarrollo personal, y que en las cosas simples de la vida radica la esencia de la felicidad. La seguridad que ellos nos proveyeron sirvió para atravesar los cambios. Entre otras cosas, aprendimos de ellos que la familia es lo más importante, y que puede ser atendida sin perjudicar el trabajo. Aun cuando las circunstancias no siempre fueron animadoras, mis padres mantenían una actitud positiva y de contentamiento. Disfrutaban de la vocación. En la iglesia o en casa, eran siempre los mismos.
Ministerio: Hoy, siendo psicóloga, ¿cómo ve el ministerio pastoral?
Nancy: Mi esposo y yo servimos desde nuestras profesiones, y colaboramos como laicos en nuestra iglesia local. Mirando ahora a la familia del pastor, considero un gran privilegio el poder trabajar para Dios dedicándose de forma exclusiva a él. Los pastores tienen dificultades, pero los otros profesionales y trabajadores también llevan sus cargas; cada uno con sus matices, tratando de encontrar el equilibrio que ayude a mantener las prioridades en su lugar. Ahora bien, hace algunos años me he encontrado con la realidad del pastor y su familia desde otro ángulo: he podido observarlo desde afuera de la obra, desde mi profesión como psicóloga. Descubrí algo que, tal vez, de niña y adolescente no percibía: La realidad de que el pastor también es un ser humano que tropieza, sufre, tiene crisis; y que precisa, en algunos momentos de su vida, la ayuda de otro siervo de Dios, ya sea este un amigo, un profesional u otro. Aunque no es mi trabajo principal, desde que terminé mi carrera, sentí el deseo de colaborar con herramientas profesionales al desarrollo y fortalecimiento de la vida psico-socio-emocional del pastor y de la organización de la iglesia. Y desde que estoy viviendo en Buenos Aires, Dios me ha dado la oportunidad de aproximarme a una Asociación a través de distintas actividades, para el cumplimiento de este objetivo.
Ministerio: ¿Cómo realiza ese trabajo?
Nancy: En la Asociación Bonaerense, estamos aún en una fase de inicio y prueba de lo que podría llegar a ser un programa de apoyo al pastor, que complementaría las funciones del Ministerial de la Asociación. Personalmente, he sido invitada a presentar charlas en asambleas de pastores, coordinar talleres para aspirantes, asistir al Ministerial en la planificación de acciones de apoyo, desarrollar un proceso de evaluación psicotécnica laboral para los pastores ingresantes y/o aspirantes. Y desde mi consultorio priva- do, he brindo mis servicios a los pastores que necesiten ayuda profesional. En las asambleas pastorales trabajé, básicamente, conceptos referidos a la satisfacción laboral y al síndrome de Burnout, enfatizando especialmente la prevención, la promoción del fortalecimiento de la motivación y la satisfacción interior del pastor. Los talleres para aspirantes tuvieron, como temáticas centrales: autoconocimiento del estilo personal; afianzamiento de la identidad personal; la detección y la prevención de riesgos que pueden llegar a afectar la vida emocional del pastor; y la adquisición de herramientas para resolver conflictos interpersonales.
Este año, se llevó a cabo un proceso de evaluación psicotécnica laboral de los pastores ingresantes y/o aspirantes a la ABo. Trabajé en este desafío junto con la licenciada Norma Desch, psicóloga especialista en procesos de selección de personal y desarrollo de carrera. Esta iniciativa tuvo tres objetivos principales: (a) que el pastor y su esposa pudieran tomar contacto con sus debilidades y fortalezas relacionadas con las competencias requeridas en la tarea pastoral; (b) a partir de los resultados de la evaluación, construir un plan de acción específico, consensuado entre el aspirante y el Ministerial, o el pastor consejero, y comenzar a transitar una vocación basada en la mejora continua; y (c) aportar recomendaciones a la administración de la ABo, con el fin de que puedan acompañar al pastor en su desarrollo y crecimiento. Para esto se tuvieron entrevistas con los pastores y sus esposas, tanto para la administración de técnicas específicas de evaluación como para la devolución de los resultados. Al finalizar el proceso, se llevó a cabo una jornada de trabajo conjunta con las psicólogas que coordinamos la evaluación, el pastor Ministerial, la directora de AFAM y los administradores de la ABo. La asistencia psicológica en consultorio privado se ha manejado con total independencia de la Asociación, y se ha resguardando, naturalmente, el secreto profesional.
Ministerio: Existe la idea de que el pastor vive un conflicto, como consecuencia de sus propias limitaciones ante las exigencias del trabajo.
Nancy: En cierta ocasión, hice un listado de las expectativas que, en relación con el pastor, tenían la iglesia local, la administración, las instituciones, la familia, etc. Esta lista, para mi sorpresa, fue muy extensa, y no nos alcanzaría el tiempo previsto en la entrevista para hablar de ellas. En estos últimos años en los que estoy trabajando con pastores, muchas veces me pregunto: ¿conoce y entiende el pastor las expectativas que se tienen respecto de su labor? La respuesta es clave. Para la psicología laboral y organizacional, hay una premisa básica: la claridad de funciones en la tarea –la claridad de las expectativas laborales– es un indicador positivo tanto del rendimiento del trabajador como de la satisfacción obtenida. He notado que muchos pastores, especialmente en sus primeros años de ministerio, tienen expectativas tan altas y extensas que nunca parecen alcanzar lo que se proponen. Esto les genera una frustración profunda, que redunda tanto en la disminución de su productividad como en el vaciamiento interno de la persona. Estos conceptos que construyen en su mente, ya sean falsos o sobredimensionados, pueden llevarlos a un conflicto de identidad, pues las expectativas de lo que se espera de ellos no solo son “humanas”, sino también “divinas”. ¿Quién puede sobrellevar tanto? El pastor no deja de ser humano: aunque esté en perfecta comunión con Dios, su condición no cambia, y las fuerzas físicas y mentales no son las de un súper hombre. Al no poder cumplir auténticamente con tan alto desafío, se puede caer en la tendencia a fabricar y proyectar una imagen que represente lo que el pastor no puede ser. Allí comienza el resquebrajamiento interno; y, a veces, la angustia o la enfermedad.
Ministerio: ¿Cómo se puede encontrar ese equilibrio?
Nancy: Practicando la autenticidad, que es un factor protector en contra de la enfermedad y el vacío interior. El Dr. Stephen Muse (2007) desarrolló una teoría explicativa de esta tensión. Sostiene que el pastor tiene dos formas de aceptar y de vivir el llamado de Dios. Una es la que está centrada en la verdadera vocación, que promueve la obediencia genuina, el reconocimiento del pecado y el arrepentimiento; una vida de intimidad y de confianza con los otros y con Dios. Esta primera forma de responder al llamado de Dios incluye alabanza, confesión, familia y amigos, búsqueda de apoyo en consejeros y compañeros, estudio, creatividad y hobbies, ejercicio y dieta adecuada, oración, y entrega a otros. Esta primera forma redunda en un encuentro genuino con Cristo y con los que lo rodean: “el ‘self’ está escondido con Cristo en Dios”.
Por otro lado, la segunda forma está centrada “en sí mismo”, en la complacencia de lo que los demás quieren ver en él y en la búsqueda de la aprobación de los diferentes públicos (hermanos, superiores, amigos, etc.). Esto finalmente puede desembocar en depresión, agresividad, resentimiento y enfermedad. En esta segunda forma de vivir el llamado de Dios, “el ‘self’ es destruido, tratando de salvarlo”. Me pareció muy interesante este planteo, y muy gráfico para explicar el origen de las crisis de identidad que algunos pastores pueden llegar a presentar. Y, a la vez, esta forma de explicar el sufrimiento del pastor puede ayudar a protegerlo de caer en este círculo destructivo.
Ministerio: ¿Qué encontró, específicamente, en el estudio que usted hizo sobre los pastores adventistas?
Nancy: Al final de mi carrera de Psicología (año 2005), decidí realizar mi trabajo de tesis de grado sobre los pastores de la Unión Argentina, que en aquel momento abarcaba los países de Argentina, Paraguay y Uruguay. El estudio estuvo centrado en los constructos de satisfacción laboral, el síndrome de Burnout y características de personalidad. Desde aquel primer trabajo, encontré que los pastores de esta zona geográfica presentaban, en general, una satisfacción laboral externa, pero no percibían la satisfacción laboral interna. Es decir, ellos se caracterizaban por cumplir demandas externas, pero no escuchaban sus anhelos internos de autorrealización y de progreso personal. Lo preocupante de este resultado es que la orientación interna débil hacia el trabajo suele ser un predictor significativo del desgaste laboral. A partir de esta experiencia decidí que, en la medida en que Dios me brindara la posibilidad, iba a apoyar, desde mi humilde lugar, el trabajo de la prevención y la promoción de recursos para evitar este desgaste que puede darse en algunos pastores; y que suele ser profundo, debido a la exigencia o la tensión entre permanecer humano y ser alguna otra cosa (súper hombre). El año pasado, en uno de los talleres realizados con los pastores aspirantes de la ABo, hice una encuesta anónima, en la cual evalué dos aspectos: la satisfacción laboral y la felicidad. El resultado fue que el 91% de los pastores aspirantes obtuvo el porcentaje máximo de satisfacción la- boral. Por otro lado, la felicidad obtuvo un porcentaje menor que la satisfacción en el trabajo de pastor. El 67% de este grupo de pastores presentó el puntaje máximo en el constructo “felicidad”. Tal vez, estos números parezcan alentadores, pero más allá de lo numérico, lo que llamó poderosamente mi atención fue la diferencia presentada entre lo externo (satisfacción laboral) y lo interno (felicidad). Nuevamente, aparecía una marcada realización externa, en contra de una realización interior disminuida.
Ministerio: Para algunas personas, como líder espiritual, el pastor no puede tener depresión. ¿Qué es lo que opina al respecto?
Nancy: Actualmente, hay preocupación en la OMS por el aumento de los índices de depresión en la población general, y se están elaborando programas específicos para la atención de este trastorno mental con terapias cognitivas breves, que puedan alcanzar a la mayor cantidad de afectados posible. Por otro lado, ha disminuido la edad de las personas en el comienzo de este trastorno. Entre el 8% y el 10% de la población adulta presenta depresión mayor; y sería esperable entre los pastores se diera el mismo porcentaje. De este segmento, entre el 60% y el 75% tiene más de un episodio; y entre el 15% y el 20% evoluciona hacia una depresión crónica. Conociendo estas estadísticas, tal vez, sería interesante realizar un estudio epidemiológico orientado a comparar la incidencia de la depresión en pastores y en la población general, para poder afirmar con evidencias claras si los pastores presentan o no un mayor porcentaje.
La depresión es cada vez más frecuente, y el pastor no está exento de esta realidad. La depresión es un estado, un trastorno del ánimo en un momento de la vida de la persona, no una forma de ser. Naturalmente, debido a los síntomas de la enfermedad, la persona afectada se aísla, y su nivel de actividad baja. Presenta perturbaciones en la atención y en la memoria de trabajo. El deprimido tiene una visión pesimista de sí mismo, del mundo y del futuro, y sus actitudes son disfuncionales. Experimenta expectativas negativas y desesperanza; y esto no tiene que ver con su confianza en Dios o con la puesta en duda de la Palabra de Dios. La depresión no está relacionada con la falta de vocación. Sí es verdad que el deprimido suele dudar y tener una visión sombría y pesimista, lo cual incluirá la elección de su vocación. Es importante, en todo caso, tener en cuenta cuáles son los factores de mayor riesgo, para que el pastor pueda trabajar en la prevención de este trastorno. Estos factores son: (a) la falta de habilidades sociales; (b) la excesiva dependencia interpersonal o la búsqueda de reaseguro; y (c) la inhibición interpersonal, que podría expresarse en la timidez, la fobia social y la falta de asertividad. Es muy importante que el pastor trabaje y fortalezca los tres aspectos mencionados. Y, por otro lado, que conozca que es una situación de la cual se puede salir; y que, para prevenir la cronicidad o las recaídas, será importante que cuente con ayuda profesional adecuada.
Ministerio: En ese proceso, ¿cuál es el lugar de la oración y de la aceptación de la justificación por la fe en Cristo?
Nancy: Considero que la dependencia de Dios es todavía la mayor necesidad del ser humano; y más aún en el caso del pastor, que ocupa un lugar de liderazgo. Sin embargo, esta gran verdad no se contradice con la necesidad de recurrir a un profesional capacitado en la atención de algún padecimiento específico, como ser un cáncer, un problema renal o una depresión. Es probable que, si el pastor con depresión no busca ayuda en los profesionales de la salud mental, tenga recaídas o bien se cronifique su situación. Es importante, además, mencionar que, para el tratamiento de la depresión, los psicofármacos son una buena alternativa; pero, aunque se evidencia una remisión de síntomas más rápida, la psicoterapia cognitiva conductual suele ayudar a evitar futuras recaídas y le brinda herramientas para prevenir y fortalecer. Por otro lado, no todas las personas, incluidos los pastores, confían en los profesionales de la salud mental; hay que respetar esta preferencia, pues participar obligado y sin voluntad propia no es conveniente. Se recomienda que los pastores recurran a profesionales de los cuales tengan buenas referencias, ya que frustrarse con el tratamiento puede ser desalentador y, tal vez, nunca más concurran a un psicólogo o psiquiatra.
Ministerio: Teniendo como base sus investigaciones y los resultados de su estudio, ¿cuáles son las sugerencias para el pastor y el liderazgo de la iglesia?
Nancy: Considero que la vida del pastor es como la vida del justo que describe Salomón en Proverbios 4:18: “La senda del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Tal vez, la perfección esté en un horizonte lejano, pero esto no debe desanimar al siervo de Dios: él está llamado a crecer desde su lugar, y no desde una construcción irreal o fantaseada de lo que es “ser pastor”. Además, con el fin de proteger y enriquecer la vida emocional del pastor, recomendaría, de manera general, que en la organización de la iglesia se promueva el pensar y el reflexionar críticamente sobre el quehacer del pastor. Que este pueda reconocer sus debilidades, sus fortalezas y las prioridades para mejorar en relación con el perfil (expectativas) de manera participativa, innovadora y creativa, lo cual alimentará su satisfacción interna. Y, de manera específica, que el pastor renueve su vocación; que comprenda que la vocación no es algo estático, y que hay que construirla todos los días. Me gusta la definición de Frederick Buechner, la cual es simple, pero profunda: “La vocación es el lugar donde el profundo gozo se encuentra con una gran necesidad del mundo”. Es saludable pensar que este llamado de Dios no es de una vez y para siempre, sino que puede y debe ser renovado a partir de su relación con Dios, la mirada hacia su interior, y las necesidades de la iglesia y el mundo. Además, que se conozca internamente, que pueda dilucidar sus intereses y aptitudes, sus capacidades y limitaciones, su estilo personal y los valores e ideales que lo motivan. Que se anime a hablar de su propia humanidad; lo cual, muchas veces, es el primer paso para aliviar los dolores del alma. Y todo esto a la luz de su relación con Dios. También, que se vincule de forma auténtica; para esto, lo clave es establecer vínculos saludables y genuinos con Dios, con la familia, con amigos, con sus colegas y los administradores, con sus hermanos de iglesia y sus conocidos. El contraste con esta recomendación es el aislamiento, que lo hará más vulnerable. Que busque ayuda a tiempo: muchas veces, se animan a pedir ayuda cuando ya es demasiado tarde. Tal vez, trabajar desde la prevención y el estar atento a las pequeñas cosas es lo más conveniente para que la vida emocional del pastor y de su familia sea estable y feliz. Finalmente, que confíe en que el Buen Pastor lleva las cargas del pastor. La omnipotencia no ayudará a conseguir la estabilidad emocional, pero reconocer las propias debilidades y limitaciones, y comprender el poder de Dios marcará la gran diferencia. Me gusta pensar en esta cita de Elena de White, que dice: “Cualesquiera que sean tus angustias y pruebas, exponlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo. Se te despejará el camino para que puedas librarte de todo enredo y aprieto. Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda. Cuanto más pesadas sean tus cargas, más dulce y benéfico será tu descanso al echarlas sobre aquel que se ofrece a llevarlas por ti” (El ministerio de curación, p. 48).