La fatiga, el aislamiento, la frustración, el estrés, la falta de motivación, la pérdida de propósito, la intención de abandonar la organización. Este conjunto de síntomas tiene un nombre: síndrome de burnout. El término indica agotamiento físico y emocional como resultado de un trabajo agotador que impone muchas responsabilidades y exigencias. Las personas más propensas a padecerlo son las que se implican demasiado en los problemas de los demás, son perfeccionistas y les cuesta decir “no”. Esta realidad se manifiesta en el ministerio de muchos pastores.

El burnout representa un desequilibrio entre las exigencias del trabajo, la familia y la vida personal. Por supuesto, el uso del tiempo interviene en esta ecuación. Según datos de Lifeway Research, el 71 % de los pastores afirma estar de guardia 24 horas al día, siete días a la semana (link.cpb.com.br/9428fd). A diferencia del médico, que no está disponible  todo el tiempo y termina su trabajo cuando el paciente recibe el alta o fallece, el pastor se involucra con los enfermos y continúa su ministerio incluso con quienes están de luto. Muchos pastores no tienen límites, “nunca se desconectan”, sobre todo si viven con un teléfono celular en la mano.

Es importante señalar que antes de que se manifieste el burnout, suelen aparecer otros síndromes. El primero es el de indispensabilidad. Muchas personas creen que pueden hacerlo todo, estar en todas partes y resolver todos los problemas. Razonan: “Si no lo hago yo, no lo hará nadie”. Esta disposición de ánimo se conoce como “complejo mesiánico”. También hay quienes se consideran “superpersonas” e imaginan que nunca se enfermarán, que no necesitan expresar sus emociones y que no precisan tener tiempo para sí mismos ni para su familia. Esto puede conducir a otro síndrome: el de la “estrella fugaz”, que suele “apagar” a ministros prometedores. Otro error es pensar que las necesidades de los demás deben ser la prioridad en la vida. El problema es que esta actitud de “abnegación” suele provocar autodescuido o autoabuso, lo que favorece una “implosión” de la salud física y emocional. ¿Cómo podemos superar estos problemas?

Los pastores deben tomar como modelo a Cristo, “que pasaba tiempo en la montaña de la oración para poder ministrar en el valle de la necesidad” (James Park, Discipleship: Yesterday, Today and Tomorrow, p. 81). Sabía muy bien cómo equilibrar el ministerio de la presencia (satisfacer las necesidades de la gente) y el ministerio de la ausencia (satisfacer sus propias necesidades mediante la meditación y la oración). No vale la pena tratar de complacer a todo el mundo, ya que eso solo lleva a sobrecargarse. Al tratar de satisfacer todas las expectativas humanas, los ministros acaban sirviendo al amo equivocado. Cristo se sometió en todo momento a la voluntad del Padre, no a la presión de las masas.

¿Cómo está tu salud física y emocional? ¿Te sientes presionado por todas partes? ¿En qué sentido se está “consumiendo” tu ministerio? Si no escalas la montaña de la consagración, el valle de los problemas te consumirá. Además, necesitas apoyo: un Jonatán (amigo verdadero), un Bernabé (compañero experimentado), un Silas (ayuda en medio del dolor), un Aarón y un Hur (compañeros de oración), un Jetro (consejero eficaz), un Marcos (utilidad y presencia) y un Timoteo (fuerza necesaria). Oro para que en tu ministerio solo arda el fuego del Espíritu Santo. De nada sirve intentar salvar a los demás si tu vida pende de un hilo.

Sobre el autor: Editor de la revista Ministerio, edición de la CPB