Siete razones por las cuales deberíamos alentar una boda religiosa

El ritual de una ceremonia de boda cristiana en la mayoría de los casos incluye esta significativa declaración: “Por la autoridad que se me ha otorgado como ministro de la iglesia de Cristo, declaro que (nombres) son ahora marido y mujer, de acuerdo a la ordenanza de Dios y las leyes del Estado: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Este pronunciamiento pastoral, al parecer, mezcla las nociones gemelas de autoridad civil y religiosa al establecer el estado del matrimonio. Pero la Biblia no insinúa en ningún lugar la práctica de una ceremonia religiosa para legitimizar una ceremonia matrimonial; ni prohíbe la ley del matrimonio civil. Un juez del registro civil o alguien a quien se le ha conferido autoridad legal similar puede dirigir una boda sin necesidad de realizar ningún tipo de servicio religioso. Sin embargo, ha sido una tradición histórica y una práctica recomendada de la iglesia que las parejas cristianas que se casan tengan una ceremonia religiosa.

¿Por qué una boda religiosa? Considere estas siete razones.

  1. El matrimonio es un acto divino.

Una ceremonia religiosa reconoce que el matrimonio es un acto divino. Legalmente podría hacerse en el juzgado civil; la pareja podría obtener allí su licencia, ir al otro extremo del corredor y ratificar su matrimonio ante un oficial de la ley. Pero para los cristianos eso dejaría fuera la parte más esencial. Un milagro se produce en el matrimonio cristiano.

Cada persona es transformada en un tipo de criatura diferente. Antes del matrimonio pertenecían a las familias en las cuales habían nacido; después de él, se pertenecen mutuamente. En el matrimonio se crea una nueva familia, se establece un nuevo hogar sobre la tierra. Todo esto no es de factura humana, sino divina.

El matrimonio es un orden divino de creación. En su matrimonio un hombre y una mujer entran en una relación que fue establecida en la creación. La novia y el novio deben reconocer que están entrando a algo que siempre será extraño a la vida que los rodea. Si ellos no reconocen esta singularidad del matrimonio cristiano, sería mejor que se casaran en el juzgado.

  • El matrimonio se establece religiosamente.

Una ceremonia religiosa le recuerda a la novia y al novio que la mayor responsabilidad asumida en el matrimonio es de carácter religioso. Un socio matrimonial que es un pobre proveedor espiritual ha fracasado en su más importante obligación. Es asombroso pensar que aquellos que se casan son los guardadores del alma de su cónyuge. Esta responsabilidad parece ir más allá de este mundo. San Agustín estableció como propósito final del matrimonio “que cada uno pueda llevar a su cónyuge al cielo”.

Un matrimonio secular tiene una razón de ser fundamentalmente legal o sociológica; pero un matrimonio religioso tiene a la religión como su elemento constitutivo. Sin actitudes y prácticas religiosas ha perdido la fundamentación sobre la cual lúe creado.

  • El matrimonio inaugura un hogar cristiano.

Una ceremonia matrimonial formalizada en la iglesia es un testimonio de lo que Jesucristo puede hacer por la vida. Un matrimonio cristiano no es un contrato entre un hombre y una mujer, sino un pacto entre tres. El tercer socio es Cristo, y cuando no se le da lugar en un matrimonio, no puede haber seguridad para el establecimiento de un hogar cristiano feliz.

  • El matrimonio es un pacto sagrado, no un contrato civil.

Una ceremonia religiosa es una declaración contra la tendencia a secularizar el matrimonio. La secularización del matrimonio, de acuerdo con Samuelle Bacchiocchi, sostiene que “el matrimonio es un contrato social temporal gobernado por leyes civiles, más que un pacto sagrado y permanente, atestiguado y garantizado por Dios mismo”. En vez de prometerse el uno al otro fidelidad “hasta que la muerte los separe”, una pareja promete permanecer juntos “todo el tiempo que nos amemos”.[1]

La disminución del matrimonio, de un pacto sagrado a un contrato civil, puede remontarse a la Revolución Francesa. Entre las leyes promulgadas en ese tiempo, como lo explica Elena G. de White, “se encontraba aquella que reducía la unión matrimonial, el contrato más sagrado que puedan hacer seres humanos —y cuya permanencia y estabilidad contribuyen eficacísimamente a la consolidación de la sociedad— a un mero convenio civil de carácter transitorio, que dos personas cualesquiera podían celebrar y deshacer a su antojo”.[2]

Una ceremonia religiosa afirma que el matrimonio no puede ser considerado livianamente. Coloca sobre la unión de un hombre y una mujer la santidad y permanencia de un pacto. También conlleva una advertencia divina a todos aquellos que podrían tratar de meterse en medio de ellos. “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mal 19:6).

  • El matrimonio vincula a la pareja con la iglesia.

Una ceremonia religiosa afirma también la función de la iglesia en las vidas de la novia y del novio. No es la iglesia la que es importante, sino Dios. Y Dios ha colocado a la iglesia sobre la tierra para acercar a las personas a él. Podría suponerse precipitadamente que “una conexión con la iglesia” hace religioso a un hogar. La feligresía de la iglesia no es un eslabón, es un camino de vida. Aquellos que aceptan este camino de vida pueden obtener lo que sus hogares necesitan por sobre todas las cosas. El mismo acto de ir juntos a una iglesia y sentarse lado a lado en actitud de adoración puede vincular a una pareja casada con algo arrobador y maravilloso. Si han venido con algún tipo de tensión entre ellos, la bendición puede hacer que sientan mucha más ternura el uno hacia el otro.

La oportunidad de servir en la iglesia puede hacer que un esposo y una esposa se unan en una actividad tremendamente satisfactoria. Allí pueden hacer el tipo de amistades que serán una bendición para su matrimonio. En pequeños grupos o clases pueden compartir discusiones de asuntos cristianos. Puede ser que juntos capten ese especial brillo que fulgura de un corazón a otro cuando los amigos oran. En el bautismo, en los matrimonios y en los funerales una iglesia envuelve a los hogares dentro de su protección.

  • Un matrimonio religioso provee raíces espirituales a los hijos.

“Al llegar a ser padres se les confía un depósito sagrado. De ellos depende en gran medida el bienestar de sus hijos en este mundo, y la felicidad de ellos en el mundo futuro”.[3] Los niños de padres que no están religiosamente unidos tienen menos posibilidad de tener fuertes raíces espirituales. Cuando un niño es dedicado a Dios se insta a los padres a ser los evangelistas de ese niño. La religión cristiana se vale de las relaciones familiares para expresar verdades espirituales. Piense en cuánto dependen muchos de nuestros conceptos cristianos de lo que hemos aprendido en familia: Dios es nuestro Padre, nosotros somos sus hijos, los cristianos son hermanos y hermanas; el consuelo de Dios es como el de una madre; la nueva vida en Cristo debe ser alimentada como se nutre a un recién nacido; Dios ama a su pueblo como un esposo ama a su esposa; la iglesia es la novia de Cristo.

Un hogar que no está fundado en raíces religiosas priva a los niños de una gran herencia espiritual.

  • Un matrimonio religioso es un testimonio de fe en Dios.

Una ceremonia religiosa confiere a la novia y al novio

el terreno seguro para desarrollar una sólida fe en Dios la cual, a su vez, les ayuda a desarrollar una confianza a toda prueba del uno en el otro. Ellos pueden afrontar el futuro llenos de esperanza porque saben que dará a su matrimonio el diario consuelo y su éxito definitivo. Lado a lado pueden avanzar a través de los años, apoyados el uno en el otro por un amor cuya fuente es el corazón de Dios.

“Hombres y mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios les señala si aceptan la ayuda de Cristo. Lo que la humana sabiduría no puede lograr, la gracia de Dios lo hará en quienes se entregan a él con amor y confianza. Su providencia puede unir los corazones con lazos de origen celestial. El amor no sería tan sólo un intercambio de palabras dulces y halagadoras. El telar del cielo teje con urdimbre y trama más finas, pero más firmes, que las de los

telares de esta tierra. Su producto no es una tela endeble, sino un tejido capaz de resistir cualquier prueba, por dura que sea. El corazón quedará unido al corazón con los áureos lazos de un amor perdurable”.[4]


Referencias

[1] “Christian Marriage: Social Contract or Sacred Covenant?” in Adventist Affirm, Spring, 1988, pág. 6.

[2] Elena G. de White, El conflicto de los siglos (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana, 1954), pág. 313.

[3] _______ El ministerio de curación (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana, 1959), págs. 275, 276.

[4] Id., pág. 280.