Debemos tener un concepto claro de nuestro ministerio. Después de todo, la obra pastoral no es una tarea común.

     ¿Por qué hago lo que estoy haciendo? ¿Por qué soy ministro del evangelio? Estas son algunas de las preguntas que todos nosotros, los que participamos del sagrado ministerio, debemos responder. Soy pastor no porque esa es mi profesión; tampoco soy pastor porque me llamaron a hacer ese trabajo. Soy pastor porque el Señor me escogió. Él mismo dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16).

     Cuando leemos las epístolas del apóstol Pablo encontramos que él manifiesta, vez tras vez, su convicción de que llegó a ser ministro debido a la voluntad de Dios (Gál. 1:1; Efe. 1:1; Col. 1:1). Al escribirle a Timoteo es incluso más enfático, cuando se identifica como “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Tim. 1:1). Dijo que era apóstol de Jesucristo por mandato de Dios.

     Como pastores, necesitamos tener un concepto más claro de nuestro ministerio, puesto que la tarea que realizamos no es un trabajo común. Debemos dedicar cada fibra de nuestro ser a cumplir la misión que nos dio Cristo como iglesia. Nuestro ministerio puede convertirse con el tiempo en algo repetitivo y rutinario. Mientras tanto, debemos considerar el consejo del apóstol Pablo: “Por tanto, no desmayamos; antes, aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva cada día” (2 Cor. 4:16). No importa qué edad tengamos o los años de trabajo que hayamos dedicado al Señor, lo más importante es que nos debemos renovar cada día.

     Debemos reconocer que en muchos casos algunos se han descuidado en la tarea pastoral y acabaron envueltos en tareas que nada tienen que ver con la misión y con la verdadera razón de ser del ministerio. Posiblemente una de las maneras por medio de las que pueden remediar esa situación consiste en que definan con claridad las diversas áreas de la obra pastoral.

UNA TAREA KERIGMÁTICA

     El kérugma era un heraldo que llevaba un mensaje de paz a la tierra del enemigo. Nuestro mensaje es de reconciliación; es un mensaje que debemos comunicar con un sentido de súplica: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios” (2 Cor. 5:20).

     Somos los embajadores del Señor, y nuestra tarea consiste en continuar con la misión de Cristo, que es buscar pecadores para darles el mensaje de la reconciliación y del perdón otorgados por el Señor.

UNA TAREA LITÚRGICA

     La palabra liturgia proviene del término griego leitourgía, que significa “celebración de servicios religiosos”. El pastor es el director del culto; el oficiante en los servicios de adoración. Dirige los ritos de la iglesia. Por lo tanto, no sólo debe saber cómo se lleva a cabo un bautismo, la cena del Señor o dirigir una ceremonia de casamiento; también es responsable de instruir a los oficiales de sus congregaciones y a los miembros.

UNA TAREA DE CATEQUESIS

    La palabra catequista viene del griego katéjismo, que significa enseñanza de religión. El pastor es un maestro que enseña la doctrina, que comunica la verdad a la gente y la informa acerca de ella. Según le dice Pablo al instructor: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Tim. 4:13).

UNA TAREA APOLOGÉTICA

     La apologética es la parte de la teología que tiene como propósito defender la sana doctrina. El apóstol Pablo le dio a Timoteo la siguiente advertencia: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15).

     El pastor es un defensor de la verdad. Por eso debe estar preparado para salir en defensa de ella no sólo en cuanto a las enseñanzas externas que no están en armonía con la sana doctrina, sino también cuando surgen ideas erróneas dentro de la iglesia.

UNA TAREA HALÉITICA

     Esta palabra deriva del término griego haleéus, que significa pescador. “Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19). El pastor es un pescador de hombres y mujeres para el reino de Dios. En este sentido somos proselitistas; buscamos nuevos miembros para la iglesia.

UNA TAREA ADMINISTRATIVA

     El pastor es el que organiza la iglesia para la actividad misionera. Es una de las importantes tareas del pastor, al considerar que debe tener una visión clara de la misión. Debe tener un programa bien estructurado, adecuado y definido para todas las congregaciones de su distrito. En esa tarea el pastor es el líder que inspira, capacita, desafía, equipa y evalúa.

UNA TAREA POIMÉNICA

     Esta palabra deriva del griego poimén, que quiere decir pastor. En la tarea poiménica el pastor es el líder que guía, cuida, protege, cura, rescata, salva, alimenta, conduce y ama a su rebaño. Es necesario reflexionar para ver si no estamos descuidando esta tarea, en perjuicio del rebaño que el Señor nos confió. No podemos desviarnos de los objetivos de nuestra condición de pastores. Dios nos habla, en este sentido, por medio del apóstol Pedro: “Apacentad (pastoread) la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:2, 3).

RESULTADOS GARANTIZADOS

     El llamado que recibimos de Dios es para ser pastores de su rebaño. Lo somos por voluntad del que nos llamó para esta tarea. Si la cumplimos cabalmente, los maravillosos resultados serán seguros. Conviene meditar en las siguientes palabras: “La obra de Dios en esta Tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y las mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y los dirigentes de la iglesia… Es un error fatal suponer que la obra de salvar a las personas depende solamente del ministerio” (Servicio cristiano, p. 87).

     Como líderes, necesitamos reorientar la tarea ministerial en todos los niveles, con el fin de cumplir la misión.

Sobre el autor: Secretario de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.