¿Que parte del culto es la más importante? Probablemente la mayoría de los pastores adventistas estarán de acuerdo en que el sermón lo es. Es indudable, sin embargo, que la oración pastoral debe ocupar el segundo lugar en importancia.
Como pastor, usted pasa un buen tiempo toda la semana preparando su sermón para alimentar a su rebaño. Pero, ¿cuánto tiempo pasa preparando la oración pastoral? ¿Ofrece usted siquiera la oración pastoral? En muchas iglesias adventistas, si no en la mayoría, el pastor hace la invocación y encarga la oración pastoral al anciano. Y, sin embargo, si es realmente una oración pastoral, ¿por qué no ha de ser el pastor quien la haga? ¡Qué bendición y estímulo sería para los creyentes ver y oír a su pastor elevar una ferviente oración a Dios en favor de ellos!
Contrariamente a lo que muchos creen, la costumbre de que el pastor haga la invocación y un laico la oración pastoral no ha sido siempre la más común, ni es una sagrada tradición adventista. Sospecho que surgió como un intento de introducir más solemnidad y dignidad en el servicio al ser el pastor quien daba el tono para la adoración con su invocación en floridos términos. Pero cuando los ministros comenzaron a apropiarse de la invocación, para asignar a los laicos la oración pastoral, creo que invirtieron los papeles dándole más importancia a la invocación que al orar por el pueblo.
En mi ministerio he comprobado la ventaja de asignar la invocación a un anciano y ofrecer yo mismo la oración pastoral. Como consecuencia, los adoradores conscientes me han dicho que la oración les ha sido de ayuda tanto o más que el sermón.
Cuando ha sido bien planeada, la oración pastoral puede ser la parte más eficaz de todo el servicio de adoración para muchos de los miembros de su congregación. Pero no ocurrirá así mientras consideremos la oración pastoral como una mera formalidad que se ofrece sencillamente porque hay que hacerlo. Mediante una cuidadosa preparación y meditación, la oración pastoral puede tener una frescura, una vitalidad, un fervor, una importancia tales que creará un nuevo lazo entre los corazones de los miembros de la congregación y su Dios.
La única forma de evitar que esta importante oración degenere en un mero ritual consiste en dedicar atención preferente a su preparación. Esta oración debiera ser totalmente distinta de la invocación y la bendición final. La invocación simplemente invoca, o invita la presencia de Dios en el culto. Y, sin embargo, muchas oraciones pastorales son sólo invocaciones prolongadas que siguen exactamente el esquema y el contenido de la invocación previa. De hecho, a veces el que eleva la oración pastoral parece dar por sentado que el servicio aún no ha comenzado. Otros, al pronunciarla, parecen anticipar todas las bendiciones del sermón que seguirá, cuando en realidad deberían ser las bendiciones del momento presente de oración lo que debieran destacar.
La oración pública puede incluir varios aspectos de la adoración, pero quiero llamar la atención a cinco de ellas -la alabanza, la confesión, la súplica, la intercesión y la acción de gracias. En aras de la brevedad, planee sólo dos o tres frases para cada una de estas cinco secciones. El Padrenuestro menciona seis diferentes temas, pero cada uno está resumido en una frase notablemente breve. Es posible lograr que cada oración sea esencialmente diferente haciéndola girar alrededor de puntos específicos antes que tratando de cubrirlo todo con generalidades. Usted querrá incluso seleccionar de antemano el asunto específico por el cual orará en cada uno de las cinco secciones. Tal sistema seguramente desarmará los argumentos de los que se quejan de que el culto es aburrido y mera rutina, si cada vez que asisten a la iglesia la oración pastoral suena diferente a cuantas hayan oído antes. Esto puede hacerse legítimamente, y la única manera legítima de hacerlo es haciendo girar la oración alrededor de puntos específicos antes que sobre generalidades. Evite las oraciones repetidas y las frases gastadas, y ore por alguna cosa corriente y típica de los intereses y las necesidades de su congregación. Consideremos por turno cada uno de los cinco elementos que sugerimos para la oración pastoral:
La alabanza
Cuando leemos lo que la Biblia dice en cuanto a la forma en que los ángeles adoran a Dios, y vemos cómo es honrado en el libro de los Salmos, nos impresiona la importancia de la alabanza. Nuestras oraciones son muy pobres cuando todo lo que hacemos es pedir cosas. Cuanto más conozcamos acerca de Dios y cuanto mejor lo conozcamos y amemos, tanto más nos sentiremos inclinados a alabarlo. Notemos que digo alabarlo. No digo agradecerle. El límite que separa la alabanza de la acción de gracias es muy tenue y permite cierta superposición, pero existe. Agradecemos a Dios por lo que ha hecho, pero lo alabamos por lo que es. Y realmente nuestra adoración se basa en quién es y qué es Dios, no en lo que ha hecho.
¿Qué hay digno de alabanza en Dios? La Biblia dice que es misericordioso y clemente; lleno de bondad; su carácter es amor; su amor está más allá de todo conocimiento; es la fuente de gozo, la fuente de nuestra vida misma; conocerlo es conocer la vida eterna; en su presencia hay plenitud de gozo. Si lee los Salmos por un momento tendrá inspiración para encontrar palabras para alabar a Dios. Cuando uno rompe el hábito de comenzar la oración en público con acción de gracias, y lo inicia con alabanza, comprueba que está pensando en la oración como nunca antes lo había hecho. Y los demás adoradores se sentirán identificados como nunca antes con el que ora. Con este sencillo acto se habrá ganado el corazón de mucha gente.
La confesión
Después de alabar a Dios podemos hacer una declaración acerca de nosotros mismos. ¿Cómo podríamos pedir algo a Dios sin hacer antes confesión delante de él? La confesión puede ser de dos tipos. En primer lugar, confesamos que somos pecadores. Podemos confesar faltas y pecados específicos nuestros y de nuestra congregación. En segundo lugar, debemos confesar a Cristo como nuestro Salvador. A Dios le agrada que confesemos que somos sus hijos. ¿Con qué palabras podemos confesar que él es nuestro Pastor y nosotros sus ovejas? Con una cuidadosa consideración podemos hacerlo en unas pocas frases, sin usar meras palabras sin sentido ni repeticiones.
La súplica
Habiendo alabado a Dios y hecho confesión delante de él, podemos ahora pedirle que atienda nuestras necesidades. No debiéramos hacer una larga lista de cosas, sino pedirle más bien lo que es lo más importante para hoy. Puede ser muy diferente de lo que pedimos el sábado pasado, pero debiera ser algo importante para nosotros cada día de nuestras vidas. Este pedido puede ser sugerido por el tema del sermón de esa mañana o alguna necesidad hondamente sentida por la congregación ese día en particular. Podría ser un pedido de bendición sobre nuestros hijos, un más profundo sentido del deber, una mejor disposición a responder al llamado del mundo que nos rodea, las necesidades de otros, la solución de algún problema, la fuerza para hacer frente a las necesidades de la próxima semana. Pero cualquiera que sea nuestro pedido, debiera ser específico y oportuno.
Esta parte de la oración es diferente de la intercesión. Nuestros pedidos a Dios debieran ser por una bendición para la gente allí presente en la congregación. Cada iglesia tiene sus necesidades particulares, y es propio orar por nosotros y por nuestras necesidades. ¡Y recuerde que no puede abarcarlo todo en su oración!
La intercesión
Si bien nuestras oraciones debieran incluir nuestras propias necesidades, debiéramos ir más allá de esos intereses inmediatos y orar por otros. Interceder es orar por algún otro, y de esa manera en esta parte de nuestra oración consideramos las necesidades del mundo, de la comunidad que nos rodea, o de cualquier persona por la que sentimos una preocupación especial. Podemos interceder por los enfermos, por los que han errado el camino, por los dirigentes de las naciones del mundo, o por los dirigentes de nuestra propia iglesia. Son innumerables los intereses en favor de los cuales podemos interceder, pero no olvidemos ser específicos y selectivos.
La acción de gracias
Cuán apropiado sería cerrar una oración tal agradeciendo a Dios por bendiciones específicas que hayamos recibido. Si usted quiere agradecer a Dios por “el hermoso sábado”, ¡hágalo ahora y no al principio! Habiendo pedido tanto, es propio ahora agradecer por lo que hemos recibido. Y hay millones de cosas por las que agradecerle -nuestra escuela, nuestra casa, nuestros hijos, nuestros maestros, nuestra prosperidad, nuestra libertad, la curación de algún enfermo, la restauración de los que se habían apartado, las noticias acerca del progreso del Evangelio en otras tierras, las evidencias de su misericordia a pesar de nuestros errores y debilidades- ¡la lista está limitada sólo por nuestra imaginación! ¡Hay tanto por lo que podemos agradecerle! Podemos agradecerle especialmente por Jesús, y por el Evangelio de salvación. En su acción de gracias, concéntrese en hechos concretos que sean familiares para su congregación.
Estas sugerencias sólo pretenden ser una guía, no una fuente de incomodidad para nadie. Nadie debería llegar a la conclusión de que sus oraciones son analizadas y juzgadas. Debemos seguir siendo espontáneos y libres, y orar con el corazón, recordando que toda oración que realmente brota del alma será aceptable a Dios. Pero, ¿no debiéramos hacer un esfuerzo por orar eficaz e inteligentemente?
¿Debiera llevarse escrita una oración tan organizada? Algunos creen que deben hacerlo así a fin de orar en forma adecuada en público. No debiéramos criticar esto, pero tampoco creemos que sea realmente necesario hacerlo. Lo que sí es necesario es pensar de antemano en lo que se va a decir y orar en cuanto a ello. La gente a menudo se da cuenta cuando una oración es leída, y muchos se sienten inclinados a pensar que la oración leída es una mera formalidad.
Mi sistema personal consiste en bosquejar mi oración pastoral en una ficha común, con breves apuntes para recordar los asuntos que deseo mencionar. Mentalmente identifico cada una de las cinco secciones con un dedo de mi mano. Al tener entrelazadas las manos mientras oro, cuando paso de una parte a otra de la oración presiono uno de mis dedos contra la otra mano, y eso me recuerda por dónde voy.
Los ministros que disfrutan de una íntima relación con Dios en la oración privada y encuentran en ella una fuente de poder y paz en su vida diaria, serán un importante eslabón entre su pueblo y Dios durante el momento de la oración en el culto. Cuando se considera que la oración es adoración, ocurre algo sin que el mismo pastor lo advierta y sin que la gente pueda describirlo, pero es algo que trae poder y bendiciones.
Sobre el autor: El pastor Francis F. Bush es secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación de Nueva Inglaterra Meridional, Estados Unidos.