Pedir ayuda es muy difícil para la mayoría de la gente. Y los ministros no son la excepción.

Jim se sintió desamparado. Trató de sumergirse en sus estudios devocionales, pero su mente seguía deambulando en torno a sus problemas con Sally.

Jim y Sally tuvieron sólo desajustes matrimoniales leves durante sus primeros siete años de casados. Tres años más tarde, cuando Jim aceptó un nuevo pastorado, sus relaciones comenzaron a deteriorarse.

Diversos problemas ya habían hecho peligrar su matrimonio durante las batallas que Jim sostuvo en su iglesia anterior. Lo habían desilusionado y herido las quejas y los conflictos de los miembros de su iglesia. Se sintió particularmente herido por la sugerencia de Sally de que algunas de las quejas de los miembros eran justificados. Ella lo instó a permanecer en la iglesia y luchar para resolver los problemas. Pero él, a pesar de las protestas de ella, dejó la iglesia rural de 175 miembros y aceptó el trabajo de pastor asociado en una ciudad.

Un año después de la mudanza, Sally y Jim empezaron a distanciarse cada día más en sus relaciones. Sally sugirió que vieran a un consejero juntos, pero Jim se negó: “Si tú necesitas aconsejamiento, está bien, pero no cuentes conmigo’.

Sin embargo, cuando Sally empezó a recibir terapia profesional, Jim se enojó muchísimo. Le molestaba que su esposa estuviera contándole sus problemas privados a gente extraña. En cuanto a ella, se volvió más feliz y menos sarcástica en su modo de tratar a Jim. Cultivó amistades en su trabajo, y eso hizo que Jim se sintiera cada día más nervioso. Cuando fue promovida y empezó a ganar más dinero que él, temió que ella pensara en abandonarlo. Pensó confiar sus problemas a un pastor amigo, pero no pudo hallar a nadie en quien confiar. Sólo muy fugazmente acarició la idea de buscar consejo entre los administradores de su distrito, pero rápidamente se deshizo de la idea por temor a futuras implicaciones en su trabajo. Pensó en llamar al consejero de su esposa, pero se sintió avergonzado por lo que Sally pudiera haberle dicho respecto de sus problemas.

Jim se sintió desamparado. Trató de sumergirse en sus estudios devocionales, pero su mente seguía deambulando en torno a sus problemas con Sally. Jim se deprimió. Incluso comenzó a tener problemas para dormir.

Una noche llegó a la casa y encontró una nota donde su esposa le decía que le había dejado su cena en el refrigerador. Ella se había ido al centro comercial a comer pizza con los niños. Esa noche, después que los niños se fueron a la cama, Jim le reclamó a Sally por la cena desabrida que le había dejado. De algún modo, esto a ella la descontroló, y le dijo algo bastante sarcástico. Jim respondió con una sarta de despropósitos. Sally lloró y salió de la recámara.

Cuando se calmó, Jim se sintió terriblemente mal a causa de su falta de control. Hacía muchos años que no había pronunciado palabras como las que acababa de decir a Sally. Con mucho remordimiento se acercó a ella, pero todo lo que ella hizo fue mover la cabeza y decir: “No sé qué hacer, Jim. Me siento tan distante de ti, tan enojada. Me siento como si no te conociera. Jim, por favor, pide ayuda”.

¿Escuchará Jim la súplica de su esposa y buscará ayuda profesional? Pedir ayuda es muy difícil para la mayoría de la gente. Y los ministros no son la excepción.

Esto es desafortunado, particularmente para alguien como Jim. Su matrimonio ciertamente se beneficiaría si obtuviera ayuda profesional. Sin ella, cada día él irá deteriorándose tanto profesional como personalmente.

¿Cuáles son algunas de las barreras que impiden que los ministros reciban la ayuda que necesitan? Mi lista se divide en dos secciones: barreras externas e internas. Identificaré primero una barrera y luego daré una respuesta a ella. Mi objetivo es estimular y concientizar a los ministros con relación a sus problemas y la necesidad de recibir ayuda.

Barreras externas que Impidan obtener ayuda

Barrera: Expectativas del trabajo. Dadas las expectativas de un ministerio “inmaculado”, nuestra sociedad coloca un estigma sobre aquellos que demuestran sus “debilidades” al buscar consejo profesional. Los ministros, particularmente, dan la sensación de que a ellos no se les permite tener debilidades, especialmente de las que requieren la intervención de un profesional. Después de todo, los miembros de la iglesia acuden a ellos en busca de ayuda cuando están en problemas. Ellos no conciben que aquel de quien esperan recibir ayuda, también la necesite.

Respuesta: Quizá haya más ladridos que mordiscos en este problema. En un estudio realizado hace varios años, David y Vera Mace descubrieron que las expectativas que los miembros tenían con respecto a los ministros no eran tan estrictas como a ellos les parecía.[1] Quizá los pastores proyectan sus propios temores sobre los miembros de su iglesia. No hay duda que algunos miembros tienen expectativas poco realistas, pero quizá los ministros tienden a interpretar las actitudes de la minoría como si fueran las de la mayoría.

El concepto “sanador herido” de Henry Nouwen[2] también ayuda a vencer la barrera de las expectativas. Es posible que los ministros heridos puedan proyectar una más elevada empatía pastoral. Los miembros de la iglesia son beneficiados por las heridas sanadas del pastor.

Barrera: Ambiente en el trabajo. El ambiente en el trabajo de la mayoría de los pastores acrecienta el aislamiento. Muchos trabajan como pastores solitarios, sin relacionarse con sus colegas que los rodean. Se han acostumbrado a sentirse como “el llanero solitario” en su enfoque del ministerio. La consulta profesional con frecuencia se evita. Otros ministros podrían ser un tremendo apoyo en tiempos de necesidad, pero los puentes de la relación por lo general no están bien asegurados, listos para facilitar ese tráfico emocional cuando se necesita.

Respuesta: Durante la creación Dios miró hacia abajo y dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Jesús también tuvo el cuidado de enviar a los participantes de su escuela de evangelismo de campo, que eran setenta, en equipos de dos. Ninguna persona tiene todas las habilidades que se requieren para controlar la diversidad de situaciones, ni siquiera para interpretar correctamente todas las circunstancias. Diferentes personalidades, diferentes perspectivas y talentos se encuentran en la diversidad. Un ministro, atado por sus propias limitaciones, puede beneficiarse grandemente por los puntos de vista de otras personas. Esto no significa que otros sean, de algún modo, superiores o más capaces; significa, simplemente, que son diferentes.

Se suele sugerir a los consejeros que busquen ayuda en otro colega cuando comiencen a tener dificultades en su trabajo. Lo propio debieran hacer los ministros. Deberían consultar con otros. Los pastores deben construir puentes entre sus colegas y profesionales que entiendan sus perspectivas. Invitar a comer a uno de ellos, participar regularmente en la asociación de pastores de su ciudad, en actividades recreativas con otras familias de pastores o profesionales, todas ellas ayudan a construir puentes que pueden ser muy importantes en algún momento futuro.

Barrera: Los rumores. Muchos ministros se quejan de que con mucha facilidad circulan rumores y chismes dentro de su gremio. Ellos han oído (e incluso pasado a otros) embarazosa información acerca de problemas personales de sus compañeros pastores. No sorprende que teman confiar en personas con acceso a la línea de rumores denominacional, no sea que su información comience también a circular.

Respuesta: Este problema perturbaba también al apóstol Santiago: “Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal”. Quizá Santiago mismo se quemó con los rumores surgidos en el seno de la iglesia. ¿Cómo puede usted controlar el peligroso potencial de la lengua suelta, sin edificar gruesas paredes entre su persona y sus colegas?

El primer requisito es que usted mismo sea responsable. Practique la regla de oro en todas sus relaciones. Maneje la información respecto de otras personas como le gustaría que hicieran con la suya. No propague chismes. Si tiene duda, hable con la persona que es objeto de la crítica antes de proseguir. Sea tan sabio como una serpiente y tan sencillo como una paloma. Usted no debería aislarse de los demás en tiempo de necesidad, pero no sea imprudente al elegir a la persona en quien confiará. Sea claro al decirle al pastor con quien compartirá su información que usted habla en estricta confidencia con él. Si el asunto es demasiado sensible, y no debiera arriesgarse a que la chismografía tenga acceso a él, entonces seleccione a un pastor de otra denominación, y quizá fuera de su propia comunidad. Elija a un consejero profesional que esté preparado y sea éticamente fiel a la obligación de guardar su confidencia.

Recuerde esto: Si usted decide no buscar ayuda, y guarda todo en su interior, con la esperanza de controlarlo, la explosión resultante podría producir un escándalo mayor que el que la chismografía podría inventar.

Barrera: Finanzas. Obtener ayuda profesional puede resultar costoso. Las cuotas por cada consulta pueden ser bastante altas. Ello puede ser una barrera significativa si no se está asegurado.

Respuesta: Cuando usted tiene un problema físico que le causa dolor y estrés, está dispuesto a pagar lo que sea, con tal de ponerse en manos de un especialista. Los honorarios de los médicos son altos, más altos aun cuando se computan por horas, puesto que usted ve a su médico no más de 10 a 15 minutos. Toma más tiempo tratar problemas emocionales. Acepte la idea de que las cuotas para obtener orientación profesional pueden ser dinero bien invertido. Sin embargo, no tema ser un consumidor más sabio. Llame a algunos consultorios de consejería y pregúnteles cuánto cobran por consulta. Determine si su plan de seguro sobre salud cubre los gastos de un tratamiento suficientemente largo como para que el aconsejamiento sea posible. Muchos consejeros pueden trabajar con una escala móvil o diseñar un plan financiero para que su tratamiento se adapte a su situación particular. Además, usted puede ver si su denominación tiene un plan de asistencia para orientación profesional. En cualquier caso, no suponga simplemente que la orientación profesional significará un desperdicio de dinero, o que usted no podrá financiarlo.

Barrera: La vulnerabilidad vocacional. Muchas denominaciones han informado la existencia de un exceso de ministros durante la década pasada. El hecho de que nuevos candidatos estén esperando para llenar cualquier vacante crea una atmósfera de vulnerabilidad vocacional. Los pastores desertan o son forzados a renunciar, y la organización empleadora fácilmente puede llenar las vacantes. Los pastores desempleados parecen desvanecerse, con frecuencia, con muy poca atención provista por la iglesia para curar sus heridas y prepararlos para un futuro empleo. Sabiéndolo todo, los ministros tienden a guardar sus problemas bien embotellados dentro de ellos.

Respuesta: La respuesta a esta situación debe provenir de dos fuentes. Primero: los administradores responsables de emplear o recomendar a los pastores deben actuar desde el punto de vista de la teología de la importancia de las personas. Aun cuando exista una significativa cantidad de pastores que esperan, y hallar un reemplazo resolvería el problema inmediatamente, los administradores deben en primera y última instancia interesarse en el bienestar del ministro con problemas. Por supuesto, los administradores no deben asumir toda la responsabilidad. Segundo: también los pastores son responsables de resolver sus propios problemas. La parte del pastor se hace más viable, sin embargo, cuando los administradores refuerzan su apoyo para “llevar los unos las cargas de los otros”. ¿Por qué no tomar 24 horas, su Biblia, su corazón acostumbrado a la oración, un lugar tranquilo y apartado, para escuchar la voz que todavía habla suavemente?

Una actitud pesimista puede ser una sutil forma de odio a sí mismo.

Barrera: El pesimismo. Con este término me refiero a todo lo que fortalezca esa sensación interna de desesperanza. Quizá su personalidad tenga su lado negativo; usted nunca espera los buenos resultados que pueden proceder de un esfuerzo creativo para resolver sus problemas. Quizá la crisis propia de la edad madura que usted ha empezado a experimentar le haga sentirse resignado contra lo inalcanzable. La depresión por cualquier causa puede crear un muy poderoso sentimiento de desesperanza. Estos ejemplos de pesimismo pueden constituir una barrera emocional muy significativa, que impedirá al ministro a arriesgarse a buscar ayuda, atención e interés de un amigo, colega, o un profesional.

Respuesta: Si su ministerio atraviesa por períodos depresivos, los siguientes síntomas pueden estar presentes durante dichas ocasiones: sensación de apatía y desaliento, tendencia a llorar más fácilmente de lo normal, susceptibilidad a cualquier clase de perturbación del sueño, respuestas rudas de las personas o situaciones complejas, o ideas suicidas. Si esto le está ocurriendo, busque tratamiento inmediatamente. Un profesional en salud mental puede darle la ayuda que necesita. Su médico puede evaluar cualquier causa física que le esté produciendo la depresión. Una actitud pesimista puede ser una sutil forma de odio a sí mismo. El creer que nada dará resultado puede convertirse en una profecía autocumplida. Si usted cree que no se le puede ayudar, es posible que sabotee inconscientemente cualquier intento de intervención para asegurarle el cumplimiento de su profecía de fracaso inevitable. Tal pesimismo está, por lo general, engranado por naturaleza y puede ser difícil cambiarlo. El lugar para comenzar es una disposición a considerar el cambio, reconociendo los beneficios potenciales de enfocar la vida con una actitud positiva. Asuma el riesgo de discutir su actitud pesimista con un amigo o un consejero de confianza.

Como usted puede ver, los ministros deben vencer muchas barreras a fin de animarse a buscar consejo. Pero a medida que nosotros los ministros nos esforzamos por cambiar nuestras propias actitudes, será más fácil para Jim y Sally, y para todos, obtener la ayuda que necesitamos y merecemos.


Referencias

[1] David y Vera Mace, What’s Happening to Clergy Marriages (Nashville Abingdon, 1980), pág. 55.

[2] Henry Nouwen, The Wounded Healer (Garden City, New York: Doubleday. 1972). Diversas fuentes pueden consultarse para una más amplia información sobre el desarrollo de los adultos: Daniel J. Levinson, The Seasons of a Man’s Life (New York: Alfred A. Knopf, 1978); Lillian E. Troll, Early and Middle Adulthood (Monterey, Calif.: Brooks/Cole, 1975); Elizabeth Casrter y Mónica McGoldrich, eds., The Family Life Circle (New York: Gardner Press, 1980); Robert Peach, Caring for Clergy in the Context of their Families; Tesis (Ann Arbor, Michigan: University Microfilms, 1985), págs. 81-94. Véase también, L. Rebecca Propst, “Reflections on Philo sophy of Science and the Pastoral Care of Pastor’s”, Pastoral Psycology, invierno 1988, págs. 103-104.