Creo que fue Bernard Shaw el que contó de tres profesionales que debatían acerca de la antigüedad de sus respectivas profesiones. El médico dijo: “La medicina es la primera profesión, puesto que fue en el Edén donde el Cirujano operó a Adán, haciendo de una costilla a Eva”. “No —protestó el arquitecto— la nuestra es la más antigua, ya que, según el Génesis, del caos, Dios hizo el orden”. Entonces el político terció en la disputa para derrumbar con su astucia a los dos anteriores. “Señores —dijo— la política es la primera y más antigua de todas, puesta que el caos es anterior al orden, y nosotros los políticos hicimos el caos”.
I. ¿Qué Es Política?
Algunos diccionarios definen “política” como el arte de gobernar y dictar leyes y reglamentos con el fin de mantener la tranquilidad y seguridad públicas, el orden y las buenas costumbres. En este sentido podemos hablar de política de estado, política educacional, política eclesiástica, política empresaria. Ese sería para el cristiano un uso legítimo de la política. Pero hay una acepción en que la política vendría a ser la “inteligencia o habilidad” empleadas en la conducción de un asunto para lograr un propósito determinado. Aquí nos enfrentamos con una seria dificultad; si la inteligencia no es controlada por principios divinos y la habilidad no ha sido santificada, el uso de la política llega a ser ilícito para el cristiano. Cuando se recurre al engaño sistematizado, al fraude, la adulación o la demagogia o a cualquier otro procedimiento pecaminoso, lo que se consigue es la reprobación del Señor.
Maquiavelo acuñó la frase “el fin justifica los medios”, pero la Sra. Elena G. de White declaró que “el seguir métodos políticos nos colocará en dificultades. El que considera el favor de los hombres como más deseable que el favor de Dios, caerá bajo la tentación de sacrificar los principios en favor de la ganancia o el reconocimiento mundanos” (Consejos para los Maestros, pág. 371).
II. Relaciones entre Iglesia y Estado
La Sagrada Escritura señala nítidamente los límites dentro de los cuales deben moverse el estado y la iglesia. La idea directriz es ésta: “Dad… a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mat. 22:21). El apóstol San Pablo insta a los cristianos a someterse al orden constituido. (Rom. 13:1-6.) Recordemos que la carta a los romanos fue escrita en algún momento entre los años 57, 58 DC, época cuando Nerón gobernaba al imperio. Estos mismos principios están presentados en otros pasajes inspirados:
Tito 3:1. Sujeción a la autoridad constituida.
1 Pedro 2:13-16. Sujeción a toda autoridad.
1 Timoteo 2:1, 2. Orar por las autoridades para que vivamos en paz.
Los cristianos pueden y deben contribuir al progreso de la comunidad usando los dones y talentos que Dios les haya dado. La sierva del Señor pregunta: “Queridos jóvenes, ¿tenéis el pensamiento que no os atrevéis a expresar de estar algún día en la cima de la grandeza intelectual, de sentaros en asambleas legislativas y deliberantes, y ayudar a dictar leyes para la nación? No hay nada malo en estas aspiraciones” (Mensajes para los Jóvenes, pág. 33).
José y Daniel son ejemplos típicos de cómo un hijo de Dios puede colaborar en las funciones gubernamentales en calidad de “técnico”, pero la militancia política es otra cuestión: “El Señor quiere que su pueblo entierre las cuestiones políticas. Acerca de estos temas el silencio es elocuencia” (Obreros Evangélicos, pág. 406).
“Los que enseñan la Biblia en nuestros colegios no tienen libertad de unirse para hacer públicos sus prejuicios en pro o en contra de hombres o medidas políticas, porque al hacerlo excitan la mente de otros, induciendo a cada uno a defender su teoría favorita” (Ibid.).
“No toméis parte en las luchas políticas. Separaos del mundo y evitad de introducir en la iglesia o la escuela ideas que conducirán a contención y desorden” (Id., pág. 410).
“Cualquier conexión con los infieles e incrédulos que nos identificase con ellos está prohibida por la Palabra” (Id., pág. 409).
“Deben quitarse las credenciales a los miembros del ministerio que deseen destacarse como políticos, porque Dios no ha dado esta obra ni a los encumbrados ni a los humildes del pueblo” (Id., pág. 410).
III. Principios de política eclesiástica
La Iglesia Adventista tiene un gobierno representativo, es decir, los dirigentes son elegidos por los representantes de la feligresía. “Dios ha dispuesto las cosas de tal manera que hombres escogidos sean enviados como delegados a nuestros congresos. Estos hombres deben ser hombres probados, dignos de confianza” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 410). Pero estos delegados evitarán todo lo que huela a “maniobra política” (Manual de la Iglesia, pág. 198).
El delegado “no es elegido para representar simplemente a la iglesia o asociación que lo elige”, sino que “debe tener en cuenta la obra en su conjunto”; “no es permisible que las delegaciones de una iglesia o de una asociación se organicen o intenten dirigir sus votos como una unidad”. “Cada delegado debe ser susceptible a la dirección del Espíritu Santo y dar su voto en armonía con sus convicciones personales” (Id., págs. 199, 200).
“Cualquier dirigente de la iglesia o de la asociación o cualquier administrador que intentase controlar los votos de un grupo de delegados, quedaría descalificado para ejercer cargo alguno” (Id., pág. 200).
La Iglesia Adventista encuentra en el Señor Jesús la fuerza de unidad que le ha permitido sortear tantas y tan difíciles situaciones. Los consejos que nos han llegado de la pluma inspirada amonestan a los “miembros de la iglesia visible y obreros en la viña del Señor” a hacer “cuanto pueden para conservar la paz, la armonía y el amor en la iglesia” y fuera de ella (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 263).
Sobre el autor: Profesor de Teología del Colegio de las Antillas.