En una de las sesiones del Congreso de la Asociación General celebrado recientemente en Viena fue presentada una recomendación de la comisión cuya tarea consistía en estudiar algunas modificaciones que se querían introducir en el texto del Manual de la Iglesia. El punto en discusión tenía que ver con la “preparación para el bautismo”. Se recalcó la necesidad de que los candidatos fueran debidamente instruidos y examinados por la iglesia antes del bautismo.

Todos estábamos y estamos de acuerdo con ese principio. Lo que preocupó al que suscribe son algunas declaraciones hechas durante la discusión del tema. Por ejemplo: Un delegado muy respetable dijo lo siguiente: “Yo creo que éste es un documento maravilloso que hacía falta hace mucho tiempo. Creo que la mejor manera de asegurar nuestra estabilidad es vigilar bien la puerta de la iglesia. Espero, Sr. presidente, que esta recomendación sea aceptada de todo corazón, y no solamente aceptada, sino también puesta en práctica en el campo”. Luego este delegado dijo que no deberíamos poner tanto énfasis en el número como en la calidad de las personas bautizadas. Para él “vigilar bien la puerta de la iglesia” era dificultar la entrada en ella, para evitar el ingreso de personas que no estuvieran bien preparadas.

En respuesta se levantó otro delegado prominente y dijo lo que sigue: “Mi punto de vista personal es que la iglesia no está interesada solamente en calidad, sino que estaría lista para bautizar a todo el mundo si éste aceptara nuestro mensaje y fuera debidamente instruido. Dejo constancia de mi aprobación [de lo propuesto], con el entendimiento de que comprendemos que nuestros evangelistas continuarán bautizando a miles, pero queremos que esos miles sean cabalmente instruidos”.

El que suscribe está ciento por ciento de acuerdo con lo dicho por el segundo delegado. Los candidatos para el bautismo deben ser cabalmente instruidos y deben estar bien preparados, pero en los tiempos en que vivimos tenemos derecho de esperar cosechas abundantes como resultado de la siembra del Evangelio. No solamente unos pocos, de vez en cuando, sino centenares de miles deben entrar por las puertas de la iglesia. “Vigilar bien las puertas de las iglesias” no debe significar poner obstáculos en la entrada y bautizar pocas personas, sino alimentar y cuidar bien a la grey, para evitar en esa forma las apostasías

Al viajar recientemente por Europa con el secretario tesorero de una unión, le mencioné que en Interamérica habíamos bautizado 200.000 almas en el último quinquenio. Me contestó: “A nosotros no nos interesa bautizar mucha gente, sino a personas bien preparadas”. No hace mucho leí un artículo en una de nuestras revistas cuyo autor se expresó en contra de fijar blancos elevados en la ganancia de almas. Sugería que eso equivalía a aplicar presión indebida, y que el resultado de esos blancos era finalmente la apostasía.

Nosotros en Interamérica estamos contentos y agradecidos a Dios por las grandes cosechas de almas que nos ha dado en lo pasado. Damos gracias a Dios porque él nos ha dado fe y ánimo para fijarnos blancos elevados y porque nos ha ayudado a alcanzarlos. Creemos que si intentamos grandes cosas para Dios, él hará grandes cosas para nosotros y por medio de nosotros. Pedimos al Señor que nos dé fe para continuar fijando y alcanzando blancos elevados con su ayuda y para su gloria, pues solamente así hay esperanzas de poder terminar pronto la obra.

Es un error creer que cuando un pastor o una iglesia ganan pocas almas en un año, esas personas están automáticamente bien preparadas, y que cuando un pastor o una iglesia ganan muchas almas, indefectiblemente están mal instruidas. Podría ser, en cambio, que los pocos estuvieran mal instruidos y los muchos bien preparados. La preparación o la falta de preparación nada tiene que ver con la cantidad, sino con la fidelidad y la conciencia de las personas que intervienen en la preparación de las almas. Nosotros creemos que las 200.000 almas bautizadas en Interamérica durante el último quinquenio han sido tan bien preparadas como los pocos que pueden haber sido bautizados en otros lugares.

Cuando yo era obrero joven fui pastor de la iglesia de habla hispana con más miembros que teníamos entonces en el mundo; era la Iglesia de Porvenir, de Santiago de Chile, que en esos tiempos tenía unos quinientos miembros. Había en Santiago también otra iglesia con su pastor. Ya en esos tiempos, hace 45 años, en esas iglesias teníamos clases bautismales permanentes y bautismos cada trimestre. Como la segunda iglesia no tenía bautisterio teníamos los bautismos juntos en mi iglesia.

En una ocasión el pastor de la segunda iglesia tenía solamente cuatro candidatos y mi iglesia tenía unos veinte. Después del bautismo, al presentar y dar la bienvenida a sus nuevos miembros, el pastor visitante dijo: “Nosotros tenemos esta vez sólo cuatro candidatos, pero son buenos. Nuestra norma es: ‘Poco, pero bueno’”. Cuando llegó mi turno de presentar y dar la bienvenida a los veinte nuevos miembros de mi iglesia dije:

“Damos gracias a Dios por los veinte nuevos miembros que nos ha dado. Todos son buenos, pues nuestra norma es: ‘Mucho y bueno’”.

Esa ha sido siempre y continuará siendo mi norma en la obra de Dios: “Mucho y bueno”. Ojalá que éste sea y continúe siendo el blanco de los obreros y las iglesias de América Latina en lo que a conquista de almas se refiere.

No tengamos temor de emprender grandes cosas para Dios y fijarnos metas elevadas en la conquista de almas. Estamos viviendo en los últimos días, cuando Dios hará maravillas y cuando tenemos derecho de esperar grandes cosechas como resultado de nuestros esfuerzos. Notemos lo que dice el espíritu de profecía:

“Viene el tiempo cuando habrá tantas personas convertidas en un día como las hubo en el día de Pentecostés, después que los discípulos recibieron el Espíritu Santo” (Evangelismo, pág. 385).

“Dios hará pronto grandes cosas por nosotros, si nos allegamos humildes y confiados a sus pies… Más de mil personas se convertirán en un solo día” (Id., pág. 386).

No, en nuestros días la norma no debe ser: “Poco, pero bueno”. Nuestro lema debe ser: “Por la gracia de Dios, y para su gloria y honra: MUCHO Y BUENO”.

Sobre el autor: El autor ha desarrollado un fecundo ministerio como pastor, administrador y evangelista en las Divisiones Sudamericana e Interamericana.