Ventajas de las etapas temáticas en los ciclos de conferencias

La misma palabra ciclo señala por su etimología una idea interesante. En efecto, procede del vocablo griego kuklos, que significa círculo. La acepción del término ciclo es el de una sucesión de fenómenos que se siguen con un orden determinado. Se dice, por ejemplo, que el ciclo de las mariposas se compone de tres etapas. También se recurre a la misma palabra para hacer referencia a los períodos durante los cuales se repiten los fenómenos astronómicos en el mismo orden: ciclo lunar, etc.

     La expresión “un ciclo de conferencias” es, por su etimología, más adecuada que esta otra, muy usual, “una serie de conferencias.” En efecto, una serie de conferencias puede ser incompleta por su falta de desarrollo, mientras que un ciclo de conferencias implica por definición un desarrollo total. Una serie puede ser larga e incompleta, por no haber presentado todos los asuntos fundamentales, mientras que un ciclo puede ser breve o extenso, pero necesariamente debe ser completo en el sentido temático, porque de lo contrario no sería un ciclo. Suele haber oradores que emplean inadecuadamente la palabra ciclo pues se refieren únicamente a unas pocas conferencias que dictan al pasar y que no completan el cuadro total relacionado con el gran tema propuesto.

Cristo, el gran tema central de las conferencias evangélicas

     Hay en la idea de ciclo de conferencias evangélicas un concepto interesante. El ciclo se completa por la yuxtaposición o secuencia de varias etapas. El círculo tiene un centro y se completa, como una rueda, con los diversos segmentos externos, unidos mediante los rayos con el cubo central. La llanta es lo último que se coloca y se la dilata con fuego para que al enfriarse ajuste la rueda como una sola entidad ceñida por el hierro. Esta burda comparación permite reconocer a Cristo como el gran centro del mensaje evangélico, al cual se unen todas las otras verdades que irradian lógicamente del plan de salvación como ejes que se dirigen a la periferia y que no quedan perfectamente ensambladas en la vida del individuo a menos que se dilaten los sentimientos y que luego se afirmen con la voluntad. No hay un verdadero ciclo de conferencias evangélicas a menos que Cristo sea el verdadero eje de todas las verdades que se enseñen.

     El apóstol Pablo, el mayor evangelista del siglo apostólico, recordó a los cristianos de la ciudad de Corinto cuál había sido el centro de su mensaje evangélico, al decir: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con altivez de palabra, o de sabiduría, a anunciaros el testimonio de Cristo. Porque no me propuse saber algo entre vosotros, sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1 Cor. 2:1, 2.)

     Jesús había dicho de sí mismo que si fuera levantado atraería los hombres a sí. No hay poder que más convenza del amor de la Divinidad por la humanidad que el sacrificio de Cristo. No existe un mayor argumento en favor del amor a Dios por el perdido, que el del Redentor clavado en la cruz por los pecados del mundo. Por esa razón el mensaje evangélico es un mensaje cristocéntrico, es decir que tiene a Cristo como el centro desde el cual irradian todas las esperanzas y todas las promesas, como lo prueban las siguientes palabras de la Hna. White, escritas en el último año de su vida.

     “El sacrificio de Cristo como expiación del pecado es la gran verdad en derredor de la cual se agrupan todas las otras verdades. A fin de ser comprendida y apreciada debidamente, cada verdad de la Palabra de Dios, desde el Génesis al Apocalipsis, debe ser estudiada a la luz que fluye de la Cruz del Calvario. Os presento el magno y grandioso monumento de la misericordia y regeneración, de la salvación y redención—el Hijo de Dios levantado en la cruz. Tal ha de ser el fundamento de todo discurso pronunciado por nuestros ministros.”— “Obreros Evangélicos” pág. 330.

     Siendo Jesucristo el gran centro del temario de un ciclo de conferencias evangélicas, viene al caso considerar en qué manera pueden relacionarse los diversos temas con el Redentor. Lo primero que conviene tomar en cuenta es la ordenación de los temas, a los efectos de que pueda establecerse una relación entre ellos.

Factores lógicos y psicológicos determinantes de las etapas temáticas

     La organización de un ciclo de conferencias requiere una jerarquización de los grandes asuntos a tratar en sucesivas etapas temáticas que se articulen de la mejor manera dentro de la idiosincrasia de los que formarán el auditorio.

     No hay ni puede haber una lista de temas para conferencias que resulte satisfactoria para todos los oradores y para todos los auditorios. La razón de esa dificultad se halla en la personalidad humana, que difiere de un individuo a otro. Hay quienes dan mucha importancia a los rigores de la lógica, mientras que otros dan preferencia a los factores psicológicos. Acerca de ese dualismo entre el sentimiento y la razón nos hemos ocupado en un artículo que estudiaba este problema desde el punto de vista de la predicación.*

     La trabazón lógica de los temas a presentarse en forma de ciclo, es un requerimiento de la razón. Pero el predominio de la razón es cada vez menor entre la generalidad de las personas, mientras que resulta cada vez mayor el número de individuos que se dejan gobernar por los sentimientos. Por consiguiente, resulta provechoso tener en cuenta los factores psicológicos y sacar el mejor partido de ellos al planificar un ciclo de conferencias y al desarrollar cada uno de los temas que entran en el plan de evangelización.

     Durante mucho tiempo algunos predicadores destacados de América Latina, inducidos por la lógica, llegaron a esta conclusión, a que luego ajustaron su proceder. Siendo que el mensaje evangélico está fundado en la Biblia, a la cual se ha de recurrir frecuentemente en las conferencias, es conveniente—pensaban—iniciar los ciclos con una conferencia que generalmente se titulaba “La Historia de un Libro Maravilloso.” Indudablemente, hubo personas que se interesaron en tales conferencias, pero la generalidad de los oyentes latinoamericanos de origen católico se sintió molesta, y, temerosa de leer la Biblia, calificó las conferencias de “protestantes,” siendo que se elogiaba al libro que se le había enseñado a tener como prohibido. La realidad a enseñado que este tema como comienzo de un ciclo, podría ocupar un lugar lógico, pero la presentación del mismo no resultaba algo psicológico. En las series de estudios bíblicos personales, hay oportunidades cuando resulta provechoso el comenzar por el tema de la Biblia para resolver algunas dudas, y otro tanto puede decirse de las clases bíblicas relacionadas con las conferencias.

     Hay conferenciantes que prefieren comenzar los ciclos con temas alusivos al segundo advenimiento de Cristo, dado que despiertan de inmediato el interés. El siguiente paso que suelen dar, después de haber explicado las señales del glorioso retorno de Cristo, es el de exponer el tema del milenio. Los que proceden de esa manera responden también a una exigencia lógica, porque quieren presentar cronológicamente cuáles serán las consecuencias que seguirán al regreso de Cristo. No obstante, la motivación lógica que establece esa relación de causa y efecto en el orden de los acontecimientos, ese orden temático no resulta psicológico, porque al presentar el tema del milenio saca a relucir prematuramente la cuestión de la condición de los muertos y, por consiguiente, plantea problemas para los cuales los oyentes católicos no están preparados a causa de sus prejuicios. De ese modo, en lugar de resolver problemas, se provocan dificultades.

La exposición lógica es argumentativa, mientras que la exposición psicológica es explicativa. La presentación lógica de un tema o serie de temas requiere argumentos; la presentación psicológica pide ejemplos cuyas imágenes aclaren los conceptos. Una ordenación temática de las conferencias debe valerse de ambos enfoques, porque la naturaleza humana puede responder a una o a otra o a ambas maneras de captar las realidades eternas.

La humanidad se va alejando cada vez más del esencialismo que buscaba formulaciones más o menos lógicas relacionadas con los valores, para volcarse hacia el existencialismo, que busca los más diversos modos de convivencia. Esa modificación en la actitud multitudinaria debe tomarse en cuenta al ordenar los temas para un ciclo de conferencias. La recomendación de los “Testimonios” respecto de las actitudes multitudinarias, es la siguiente: “En esta época cuando las fábulas agradables están surgiendo a la superficie y atrayendo la mente, la verdad presentada en un estilo fácil, apoyada en algunas pocas pruebas indubitables, es mejor que la investigación que saque a luz un abrumador despliegue de evidencias; porque entonces el argumento no parecerá tan distinto a las diversas mentes como antes de que las evidencias les hayan sido presentadas. Para muchos, los asertos positivos encierran mucho mayor convicción que los largos argumentos. Toman muchas cosas por sentadas. Las pruebas no les ayudan a decidir el caso.”—“Testimonios Selectos,” tomo 3, págs. 120, 121.

Orientación de las etapas temáticas en los ciclos de conferencias

Frecuentemente se encuentran personas que se jactan de haber comenzado un ciclo de conferencias con tal o cual tema doctrinal muy avanzado para el término medio de los oyentes. Al destacar ese hecho no hacen más que revelar su imprudencia, cuyas consecuencias resultan difíciles de apreciar cuando cuentan con un auditorio formado mayormente por miembros de la iglesia.

Cuando se hace alguna investigación particular acerca de las primeras impresiones recibidas por los que han escuchado las conferencias, lo cual resulta fácil mediante las visitas que se hacen a los interesados, se puede alcanzar una impresión más o menos directa de los efectos producidos por los primeros temas de un ciclo. Esas consultas, efectuadas con la debida prudencia, son muy ilustrativas para el conferenciante, que puede ir sacando lecciones para cuando planifique otro ciclo.

El orador tiene el deber de explorar con su mirada el auditorio, y de hacerlo explorar después de las conferencias por sus colaboradores, a los efectos de orientar debidamente la secuencia de sus temas. La Hna. White indica cómo hay que obrar para crear el interés: “Familiarizaos con la gente en sus hogares. Tomad el pulso espiritual y llevad la guerra al campamento. Cread el interés. Orad y creed, y obtendréis una experiencia que será de valor para vosotros. No desarrolléis temas que sean tan profundos que requiera una lucha mental comprenderlos.”—Carta 189, de 1899.

Quien haya dictado conferencias con series de temas algún tiempo, descubrirá que resulta fácil agrupar los temas de manera que constituyan etapas de un ciclo. La ventaja de esta clasificación temática es que se alcanza un concepto claro de los grandes asuntos que deben ser presentados. De esa manera un ciclo puede ser más breve o más extenso, por el solo hecho de condensar o de ampliar la exposición de los asuntos en un número menor o mayor de conferencias. Esa es una de las grandes ventajas de las etapas temáticas en los ciclos de conferencias: el detalle no hace perder de vista al conjunto.

Después de doce años de haber militado en las filas de la predicación del mensaje adventista, preparé el trabajo mimeográfico que fue publicado por la Asociación Bonaerense bajo el título de “La Exposición Lógica de la Verdad” (1942), en el cual daba las razones para agrupar cincuenta temas en etapas. Ese trabajo, que posteriormente fue publicado sin los comentarios que lo acompañaban, por los alumnos de algunos de nuestros colegios, fue conocido por el título de “Ciclo de Conferencias Adventistas.” En él agrupaba cincuenta conferencias en las nueve etapas que siguen:

Primera etapa: Temas Introductorios.

Segunda etapa: Temas que Acreditan la Biblia.

Tercera etapa: Temas de Carácter Profético.

Cuarta etapa: Temas Expositores del Evangelio.

Quinta etapa: Temas Concernientes al Decálogo.

Sexta etapa: Temas Alusivos al Sábado.

Séptima etapa: Temas Referentes al Más Allá.

Octava etapa: Temas de Decisión.

Novena etapa: Temas Apocalípticos.

Desde el año 1942, cuando se publicó por primera vez ese esquema, acompañado por los temas que le correspondían a cada etapa, los acontecimientos han modificado el panorama mundial. No obstante, esas etapas temáticas siempre me han resultado ventajosas en su ordenación general como idea guiadora en el desarrollo del ciclo. Las alteraciones de detalle se relacionan más bien con la etapa introductoria, por ajustarse a los acontecimientos, y con la etapa final acerca del Apocalipsis, que en los ciclos breves debe ser omitida por falta de tiempo.

A los efectos de poder apreciar en forma panorámica las ventajas de bosquejar un ciclo de conferencias tomando en cuenta las etapas señaladas, consideraremos en otros números de esta revista la distribución de los temas en el ciclo de conferencias y la importancia de las conferencias de la etapa introductoria.


Referencias

* Véase al respecto el artículo titulado “De lo Lógico a lo Psicológico,” por D. Hammerly en El Predicador Adventista, Año 17, No. 3, págs. 7 y 8.